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sábado, 30 de enero de 2016

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (PARA EL EVANGELIO DEL DOMINGO 31 DE ENERODE 2016)

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 
(PARA EL EVANGELIO DEL DOMINGO 4º del Tiempo Ordinario 31 DE ENERO DE 2016)
Lucas (4,21-30)

La Palabra de Dios siempre se cumple en quien la escucha gozosamente y con el mismo gozo la aprieta contra su corazón, es entonces cuando acontece el Hoy de su salvación. Acontece Dios en él.

viernes, 29 de enero de 2016

Toques del Alma 158

29-01-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Bellísima esta intuición de San Isidoro: “Cuando oramos somos nosotros quienes hablamos con Dios; cuando leemos es Dios quien habla con nosotros”.
 En general las intuiciones nacen de vivencias muy concretas. No hay duda de que este santo sabía que cuando se sumergía en la Palabra se sumergía en Dios, en un abrazo eterno con Él.

Nosotros, nuevo pueblo de Israel, también fuimos viñadores homicidas(Mt 21,33-40, 43). (Por Tomás Cremades)

Nosotros, nuevo pueblo de Israel, también fuimos viñadores homicidas (Mt 21,33-40, 43).
 
Dijo Jesús a los sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores, y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su Hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi Hijo”. Pero los labradores, al ver al Hijo, se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con la herencia”. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y, ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿Qué hará con aquellos labradores? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos, y se dará a un pueblo que produzca sus frutos” PALABRA DEL SEÑOR
Comienza este Evangelio de Jesús diciendo: “Escuchad otra parábola”. Inicia la catequesis con las palabras del Shemá: ¡Escucha, Israel! Israel, el pueblo de la escucha, ha de estar atento a las palabras que salen de la boca de Dios. Y es la primera recomendación del Señor, escuchar.
Esta parábola, “de los viñadores homicidas”, viene inmediatamente después de la Parábola de los dos hijos, en la que, como sabemos, Jesús plantea el problema de dos hijos que reciben una invitación de su padre para ir a trabajar. Uno dice ir inmediatamente, pero no va; y el otro no quiere ir, pero se arrepiente y va. Y Jesús, es fulminante en su veredicto: sólo uno hizo la voluntad del padre. Y emite una sentencia, a primera vista, cuando menos chocante: “las prostitutas y publicanos llevan delantera en el camino hacia Dios”
No es que haya que vivir como estos pecadores; Jesucristo no aplaude estos pecados; pero, al menos, estos pecadores saben que lo son, y Dios encontrará por su humildad y reconocimiento, el camino que les lleve al perdón. 
El Evangelio de hoy, es continuación del anterior. Es sobradamente conocido, y los personajes se identifican con facilidad, por ello, ya que toda la Escritura tiene infinidad de vertientes catequéticas, aunque dejemos reflejado la identidad de cada uno, hemos de dejar al Espíritu que sople en otra dirección.
El propietario de la viña es Dios, y los servidores son los profetas de todos los tiempos. Profeta NO es el que adivina el futuro, eso es un adivino; profeta es el que ANUNCIA la Palabra de Dios. Los viñadores representan en esta alegoría a los judíos infieles. El otro pueblo que recibirá los frutos representa a los gentiles. Podríamos vernos encuadrados nosotros ahí. El Hijo es Nuestro Señor Jesucristo, al que todos asesinamos.
 
 
Y en esta infinidad de vertientes, leemos en Isaías (5, 1)
Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y la despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces
¿Qué mas pude hacer ya a mi viña que no se lo haya hecho yo?
Isaías se pregunta si se podía haber hecho más. Es una pregunta como de reproche de Dios a nosotros. Ha dado tanto Él por nosotros, y nosotros ¿cómo hemos respondido?
Y más que de reproche, yo creo que de pena, de sufrimiento, por ver un pueblo de dura cerviz, como nos recuerda el libro del Deuteronomio (Dt 9,13), cuando el pueblo de Israel se construye un becerro de oro.
Hay un Salmo, el Salmo 79 que se expresa así:
Dice el salmo:”…Sacaste una vid de Egypto, expulsaste a los gentiles y la trasplantaste;  le preparaste el terreno, y echó raíces hasta llenar el país. Su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos los cedros altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran  Río.
¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?
Podríamos unir ambos textos en uno solo. Jesús es la Viña, Él nos lo recuerda cuando nos dice ser la Vid y nosotros los sarmientos (Jn 15): 
“Yo Soy la Vid, vosotros los sarmientos. Todo sarmiento que en Mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto lo limpia para que dé más fruto…”
Y esta Vid-Jesucristo- la han talado, la han derribado, la han quemado, la han pisoteado los jabalíes, que por otra parte, son animales impuros para Israel. La Viña, con sus sarmientos que somos nosotros, ha dado frutos amargos en la lectura de Isaías. 
Tiene que venir Jesucristo, enviado del Padre, para que convierta estos frutos agraces=amargos, en frutos de Vida Eterna.
Por eso dirá Jesús: se os quitará a vosotros- los fariseos-el Reino de los Cielos, y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”.
Estemos siempre unidos a Él como la vid a los sarmientos, para que su savia, que es el Evangelio, su alimento que dice a la Samaritana (Jn 4,34), sea también nuestro alimento.
 
Alabado sea Jesucristo
 
 

jueves, 28 de enero de 2016

Toques del Alma 157

28-01-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

El que pregunta y pregunta dónde están hoy los verdaderos testigos de Dios nunca hará nada por sus hermanos. El que realmente se preocupa por ellos se acerca más y más al Señor Jesús, y desde su Evangelio irá al encuentro de aquellos que viven sin esperanza, bien porque la perdieron, bien porque nunca la tuvieron.

miércoles, 27 de enero de 2016

Toques del Alma 156

36. La acogida de María al deseo de Dios llegado a sus oídos por mediación del ángel, es figura de la acogida de la fe. No hay fe sin Anuncio, y éste no llega a los oídos sin enviados. He ahí la razón de ser de la Iglesia: Id y anunciad mi Evangelio.

Toques del Alma 155

26-01-2016 Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Cuando el corazón del hombre rechaza acoger a Dios como su Dios y Señor, no le queda otro remedio –su congénita insaciabilidad se lo exige- que acoger dioses y señores; toda una profesión de farsantes que, con sus cantos de sirena, terminan por ensordecer sus propios gritos de supervivencia.

lunes, 25 de enero de 2016

Toques del Alma 154

25-01-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

En una historia de amor sin precedentes y procedentes, el creyente busca a Dios en el Misterio de su Palabra, al tiempo que Él, con su luz, va al encuentro del corazón que así le busca. Cuando da con este lugar lo convierte en el Lugar Santo del que el Templo de Jerusalén fue figura y profecía.

Pastores según mi corazón (Hombres de Dios para el mundo) | Capítulo IX.-LAS SORPRESAS DE DIOS

Las sorpresas de Dios

Un aspecto que nos impacta fuertemente al analizar la llamada que Dios dirige a alguien para una misión concreta es lo que podríamos denominar “su falta de prudencia”, su saltarse las más elementales normas que rigen a la hora de fijarse en alguien para un determinado proyecto. Estamos hablando de la idoneidad, de la capacidad de personas que no parecen de por sí las más adecuadas en orden a asumir un encargo de tanta responsabilidad, como lo son todos los encargos de Dios, para llevar a cabo satisfactoriamente lo que Él les propone. Si se me permite una ligera ironía, diría que,cuando Dios llama así, el acto de fe es más necesario en Él que en la persona llamada.
Dios tiene sus criterios que menos mal que no se equiparan con los nuestros, ya que somos, una y otra vez, seducidos, influenciados y movidos por las apariencias, hasta el punto de que valoramos a los demás según su fachada. Dios no mira las apariencias sino el corazón. Recordemos el diálogo habido entre el profeta Natán y Jesé, padre de David. Natán había sido enviado a casa de éste con la misión de escoger entre sus hijos al rey que habría de sustituir a Saúl (1Sm 16,1). Jesé le presenta al mayor de ellos, Eliab, sin duda el que reunía las mejores condiciones y cualidades humanas, altura, prestancia, fuerza, habilidad…, para ser rey. Sin embargo, Dios dijo a Samuel: “No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo lo he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira el corazón” (1Sm 16,7).
La mirada de Dios no es como la mirada de los hombres. Si tuviéramos que analizarlas, diríamos que la mirada del hombre tiene mucho de egocéntrica, detrás y delante de ella van atados nuestros intereses; además somos enormemente débiles y pobres en objetividad ante las apariencias que nos deslumbran. La mirada de Dios, en cambio, es creadora como creador es Él, es capaz de convertir el yermo en un vergel: “Convertiré el desierto en lagunas y la tierra árida en hontanar de aguas. Pondré en el desierto cedros, acacias, arrayanes y olivares. Pondré en la estepa el enebro, el olmo y el ciprés a una…” (Is 41,18b-19).
Así es como Dios llama a sus pastores: mirándoles. No es una mirada sopesadora, menos aún inquisidora. Dios no necesita investigar a fondo para conocernos, bien sabe quiénes y cómo somos por fuera y por dentro. Recordemos lo que Jesús pensaba acerca de aquellos que, a la vista de sus milagros, decían y profesaban su fe en Él. Lo conocemos por el testimonio de Juan: “…muchos creyeron en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre” (Jn 2,23b-25).
En realidad la mirada del Hijo de Dios al llamar a los suyos es como un espejo en el que los llamados pueden conocer quiénes y cómo son por una parte, y por otra evitar que se asusten o se escandalicen de sí mismos, ya que Él, que les mira y llama, se responsabilizará dando su vida por ellos a fin de que lleguen a ser sus pastores: “Jesús les dijo: Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mc 1,17-18).
Nos adentramos en la llamada de Jesús a Pedro con el fin de disfrutar del relato catequético tal y como nos lo ofrece Juan. El evangelista puntualiza que Jesús fijó su mirada en él y le llamó: “Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir, Piedra” (Jn 1,42).

Claro que sabe

Damos un salto de esta primera llamada a la última, la que consuma el definitivo toque a su obra creadora en él, sabiendo que todo discípulo y pastor es una obra maestra de Dios. En esta última vez, a las orillas del mar del Tiberíades, Jesús le pregunta: Pedro, ¿me amas? -La misma voz, los mismos ojos y…, ahí queda el pobre Pedro aturdido por el asombro, ¡el mismo amor!
¡Señor, tú lo sabes todo, lo sabes todo acerca de mí! ¿Y aún me preguntas que si te amo? ¡Claro que sí, por supuesto que te amo! ¿Quién sino Tú es capaz de ofrecer al hombre caído motivos y razones para seguir viviendo? Tu pregunta es como un soplo que aviva la mecha humeante (Is 42,3) a la que se vieron reducidas mis promesas de amor y seguimiento a ti: “… ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti” (Jn 13,37).
Buceamos, entre curiosos y expectantes, por el inmenso amor de soliloquios de Pedro ante esta mirada-pregunta, que en realidad es una neollamada de Jesús, con la certeza de encontrar en Él respuestas, y también fuerzas ante tantos miedos que nos impiden fiarnos de nosotros mismos a la hora de decir nuestro ¡aquí estoy! a Dios.
Bien cierto es que, si nos atrevemos a mirar fijamente el corazón de Pedro, llegamos a la conclusión de que la verdad de nuestros impedimentos para responder a Dios el aquí estoy ante sus llamadas, no es que no nos fiamos de nosotros mismos, sino que, realmente, de quien no nos fiamos es de Dios, no nos creemos que la historia de Pedro sea repetible. Pues sí, lo es, se repite en cada discípulo llamado al pastoreo.
Nos parece oír los susurros de Pedro: ¡Señor, tú lo sabes todo sobre mí! Es cierto que hemos hablado en otras ocasiones de este encuentro de Jesús con Pedro en la mañana de la resurrección. Hoy nos apetece acariciar estas palabras, tan bellas como sobrecogedoras: Señor, tú sabes todo acerca de mí y, a pesar de ello, me llamas… Ahora sí que comprendo el valor incalculable que tiene la vida que has ofrecido, entregado, por mí… ¡Es tanta mi pobreza, tan escaso mi amor! Sin embargo, ahora ya sé lo que es ser amado aunque yo no te haya sabido amar.
Sin salir de las entrañas de Pedro, nos parece oír la respuesta de Jesús, o quizás mejor, las razones por las que insiste en su llamada-invitación a que pastoree sus ovejas. Recogemos, pues, las palabras del Señor y Maestro que resuenan en el alma asombrada y sobrecogida de Pedro. El soliloquio ha dado paso a un diálogo íntimo en el que el eco de cada palabra está cargado de mil resonancias, rebosantes todas ellas de la ternura infinita del Hijo de Dios, y también, por qué no, de la ternura del rudo pescador que está con Él.
Afinamos el oído y escuchamos la respuesta que da el Hijo de Dios a su amigo y discípulo: Es cierto, conozco todo sobre ti, conozco tu corazón mucho mejor que tú mismo. Acuérdate que en su momento te advertí que no estabas todavía preparado para seguirme, mas también te prometí que un día estarías capacitado para dar estos pasos (Jn 13,36). No era entonces posible para ti ni para nadie. Al igual que todos los demás, tenías una fe infantil, disonante; tu boca y tu corazón estaban desajustados. La palabra de tus labios no estaba en absoluto en consonancia con tu corazón tan voluble… Más de una vez lo habrás oído en la sinagoga cuando se leen los textos proféticos: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13). Justamente por esta disonancia no podías ni seguirme, ni ser pastor según mi corazón. Una vez que he dado mi vida por ti y que ya te es posible el seguimiento y la aceptación de mi llamada a ser pastor, rememoro nuestro primer encuentro y te pregunto: ¿Quieres? Puesto que ya puedes amarme a mí y a mis ovejas, te digo: ¿Me amas y las amas?

Dios nos hace crecer

Pedro, el del corazón voluble, el de voluntad débil, el de sentimientos adolescentes, se rinde. ¡Dios se ha hecho en él en forma de corazón fuerte! Quizás se ve en ese momento en el espejo de Jeremías cuando, acobardado y atemorizado ante la misión que Dios le confiaba, arguyó en su favor el pretexto, con el fin de poder rechazarla, de que no era más que un muchacho, un adolescente. Pienso que no se estaba refiriendo a una edad cronológica sino a la inmadurez de su corazón. Y por otra parte, ¿qué corazón no es inmaduro ante las propuestas de Dios?
Recordemos la respuesta de Dios a Jeremías cuando le argumentó que no era más que un adolescente: “No digas: Soy un muchacho, pues adondequiera que yo te envíe, irás, y todo lo que te mande dirás… Entonces alargó Yahvé su mano y tocó mi boca. Y me dijo: Mira, he puesto mis palabras en tu boca” (Jr 1,7-9). El profeta se rindió no ante la fuerza de Dios sino ante su amor y elección.
Corazón voluble, adolescente, inmaduro y, por supuesto, no fiable. Así es como nos encuentra el Hijo de Dios al llamarnos al pastoreo. La garantía consiste en que el que nos llama se hace en nosotros dándonos un corazón nuevo. Lo hizo con Pedro y lo hace con todos, pues así está profetizado y prometido: “Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos (mis palabras)…” (Ez 36,26-27).
Releamos esta promesa a la luz de Jesucristo, que es quien la lleva a cabo en los suyos: un corazón nuevo que os hará caminar según mi Evangelio. A la luz de Jesucristo, podemos afirmar que Dios se hace en el hombre por su Palabra creando en él un corazón nuevo, firme en la fe y apto para el seguimiento. Ya afirmé antes que el Hijo de Dios se hizo en el corazón de Pedro, y probablemente esto suscitó algo de extrañeza y perplejidad. Creo que sabiendo que la profecía-promesa de Ezequiel se ha cumplido en su plenitud en el Hijo de Dios, hemos podido comprender mejor este hacerse de Dios en el hombre, aunque parezca metafórico.
Mirando ahora a Pedro, podemos afirmar que el pastoreo de las ovejas de Jesús es una bellísima e inigualable historia de confianza y amor, en la que el Señor Jesús, aun sabiendo todo hasta lo más recóndito e, incluso, inexcusable, acerca de cada uno de los que llama a este ministerio, persiste en su invitación.
Nadie que conociese así a un candidato que pretendiera trabajar para él, lo aceptaría. ¡Dios sí! Lo que realmente es incomprensible, imposible de encajar con nuestros parámetros de eficacia, es que, aunque nos parezca increíble, y realmente nos lo parece, cuanto más un hombre se sabe conocido por Dios en su debilidad, ¡tanto más se siente hijo suyo, tanto más Dios es Padre para él! Y pasmémonos: tanto más Dios lo reconoce como hijo querido en quien se complace (Mt 3,17). Inaudito, inconcebible, sí, pero… ¡silencio!: ¡estamos hablando de Dios, de su amor!, término que en Él no tiene nada de banalidad, como puede acontecer entre nosotros.

¿QUIÉN ERES SEÑOR? Hch9,5 (Para el Evangelio del Domingo 24-01-2016)

¿QUIÉN ERES SEÑOR? Hch9,5
(Para el Evangelio del 3º Domingo del Tiempo Ordinario  Ciclo C 24-01-2016) Lucas (1,1-4; 4,14-21)

Lucas nos dice que Jesús inicia la predicación del Evangelio, con la Fuerza del Espíritu Santo. Nuestra misión como discipulos del Señor, no nos pertenece, no podemos actuar sin más por nuestra cuenta, de ahí la necesidad de llevarla a cabo con la Fuerza del Espíritu Santo, como nuestro Maestro.

jueves, 21 de enero de 2016

Toques del Alma 153

21-01-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

San Gregorio Magno dice en una de sus cartas que aprendemos a conocer el corazón de Dios en su Palabra. Si realmente nos creyéramos esto, no perderíamos tanto tiempo y energías de charco en charco, sino que nos sumergeríamos en el Manantial de la Vida. 
Sabiduría de Dios o sabiduría de los hombres: tú escoges.

Lamentación ante la destrucción de Jerusalén (Sal 78) .- por TomásCremades)


Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad
Han profanado tu santo templo
Han reducido Jerusalén a ruinas…
Con estas palabras, que no son exentas de realidad, el salmista observa lo que ha ocurrido con la destrucción del primer templo de Jerusalén. 
Pero estas palabras desgarradoras, se hacen presentes hoy y ahora en el tiempo que vivimos, en los cristianos. Y digo en los cristianos, no porque seamos mejores que los que no lo son, como es cierto y evidente, sino que, al menos, tenemos una conciencia de pecado que nos delata.
La conciencia queda impresa por Dios desde nuestro nacimiento, como la huella que deja el alfarero en el barro. Es la huella dactilar de Dios en nuestra alma; diríamos que es como la Ley Natural.
Y esta ley natural todos la llevamos dentro; otra cosa es que nos demos cuenta de ello, o no. 
Los gentiles, nuestros ídolos, que comienzan en nuestro propio “yo”, y sigue por la lista de pecados capitales, han entrado dentro de nosotros, lo que el salmista define como “nuestra heredad”. Y continúa diciendo: “han profanado tu santo templo”.
Nos dice Pablo en 1 Corintios, 6,19: “…No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?
Es curioso que empleemos la palabra “templo” como sinónimo de iglesia. Y no es que no lo sea, en verdad; la Iglesia es la comunidad de creyentes que se reúnen para celebrar la Palabra y los Sacramentos. Pero realmente “el templo”, somos cada uno de nosotros, como nos acaba de decir Pablo.
Pues bien; en esta ocasión, los dioses han profanado nuestro templo: nos han violado en nuestra carne y en nuestra alma.
Y continúa el Salmo:
Echaron los cadáveres de tus siervos
En pasto a la aves del cielo,
Y la carne de tus fieles
A las fieras de la tierra
Y es que nos dejaron como cadáveres para pasto del enemigo-aves, fieras…-
¡Socórrenos, Dios, salvador nuestro
Por el honor de tu Nombre
Líbranos y perdón nuestros pecados, a causa de tu Nombre
Y, en este contexto, nos ayuda el Salmo 23 :
El Señor me guía por el sendero justo por el honor de su Nombre
Es el mismo concepto: Jesucristo pone su Nombre como “garantía” de su camino para nosotros, sabiendo que en Él, y por Él, aun caminando por oscuras cañadas, nos acompaña.
Alabado sea Jesucristo
 
 
 
 

domingo, 17 de enero de 2016

Pastores según mi corazón (Hombres de Dios para el mundo) | Capítulo VIII

Les hablaré al corazón

El profeta Oseas describe la infidelidad de Israel con respecto a Dios con unos matices que podríamos considerar dramáticos. Es tan real la apostasía de hecho del pueblo santo, que se siente en la necesidad de denunciar que se ha prostituido al poner su confianza en los ídolos, al tiempo que se sacudió de encima a su Dios como si fuera una carga: “Mi pueblo consulta su madero, y su palo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios” (Os 4,12).
Parece que no hay vuelta posible. Ya tomaron su determinación, “la suerte está echada”, dirían los clásicos; y el pueblo de la alegría y de la fiesta, de las celebraciones y los cánticos, del honor y la dignidad, ha quedado, como se dice, al pie de los caballos. No, no hay como volver a Dios, todo es incertidumbre y confusión; aun cargando sobre sus espaldas el mal que han escogido con todas las frustraciones que comporta, no tienen muy claro que con Dios, a quien han abandonado, les vaya a ir mejor. Lejos están las hazañas que Dios hizo por este pueblo, las maravillas que sus antepasados les contaron de generación en generación. Si lejos están en el tiempo, más lejos aún están en su memoria, en su corazón. Presos de tanta desazón, ¿cómo volver a Él?
Efectivamente, no hay cómo volver a Dios. Sin embargo, Él sí tiene cómo volverse a su pueblo, y sí, se vuelve. Así lo hace a pesar de que Israel se lo ha quitado de encima porque no constituía para él más que una molestia, un estorbo de cara a sus proyecciones y metas. El mismo Oseas, que tan descarnadamente nos ha descrito la infidelidad-apostasía de Israel, nos dará a conocer la solicitud amorosa de Dios hacia su pueblo con palabras inusitadamente bellas, palabras cargadas de delicadeza, solicitud, amor… Es tal el inclinarse de Dios hacia estos hombres, que nos parece totalmente imposible que se haya interpuesto entre ellos tamaña infidelidad y apostasía.
No nos cabe en la cabeza que el mismo Dios que dijo “les visitaré por los días de los Baales (Ídolos), cuando les quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar y se iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí” (Os 2,15)…, exprese a continuación ¡esta sublime declaración de amor!: “Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto (a Israel como su esposa) y hablaré a su corazón” (Os 2,16).
Recogemos esta declaración y hacemos de ella nuestro pórtico de entrada que nos introduzca en una nueva faceta de los pastores según el corazón de Dios. Faceta que nos indica que éstos son aquellos a quienes Dios lleva primeramente al desierto, a la soledad; una vez en él, les habla –pone sus palabras- al corazón. Soledad, Palabra y corazón del hombre: He ahí el trípode, el horno en el que Dios moldea a sus pastores quienes tienen la misión recibida del Hijo, como quien les pasa el testigo, de dar a conocer a los hombres al Dios vivo y verdadero; este conocer que su Señor y Maestro identifica con la Vida eterna. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero” (Jn 17,3).
La llevaré al desierto, puntualiza Dios. Espacio de soledad indispensable para dar alas a la intimidad, a confidencias. Y nuestro asombro se dispara con lo que sigue: “y le hablaré al corazón”. Soledad necesitan los amantes, han proclamado por todos los confines de la tierra innumerables poetas surgidos en toda nación y cultura, quienes coincidieron en esta misma cualidad del amor: soledad necesitan los amantes.
No está refiriéndose Dios a un desierto físico, geográficamente hablando, a una soledad entendida como aislamiento total del mundo o de todo contacto humano. Dios está pensando en otro concepto de soledad. Mirando a lo lejos y teniendo como punto de referencia la encarnación de su Hijo, está anunciando que llevará a sus discípulos-pastores a una situación tal en la que no encuentren apoyo en nadie, sólo en Él. Dios prepara para los suyos una soledad medicinal, que les libre de cualquier clase de adulación, agasajo, etc., todo aquello que el mundo sabe hacer muy bien con sus amantes; recordemos que Jesús previene a los que ha llamado diciéndoles que “el mundo ama lo que es suyo” (Jn 15,19a).

En soledad con Dios

Por supuesto que el mundo intenta atraer hacia sí lo que el Hijo de Dios, con su llamada, le ha arrebatado de sus manos: sus discípulos: “Al elegiros os he sacado del mundo” (Jn 15,19b). De ahí la necesidad de llevarlos a la soledad para ponerlos al abrigo de todo apoyo destructivo, protegerlos de toda alabanza y reconocimiento: éstas son las armas del mundo. Librarlos en definitiva de todo aquello que cegó los ojos de los fariseos impidiéndoles reconocer que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios.
De todas formas, la mejor manera de comprender la soledad a la que el Señor Jesús conduce a los que llama para ser pastores según su corazón, es haciendo nuestra su experiencia de soledad. Él mismo, sin dejar de estar permanentemente con su pueblo y de forma especial con sus discípulos, nos habla de ella: “Mirad que llega la hora en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Jn 16,32).
Jesús, Pastor de pastores, el que alcanzó a ser dueño y señor de su soledad hasta encontrar en ella el Rostro de su Padre, el manantial de su Sabiduría y el temple de su Fuerza, conoció palabras en su propio corazón, palabras de vida, palabras de lo alto, palabras guardadas con tanto amor que le ataron indisolublemente al Padre, a su voluntad. Recordemos su confesión a los judíos quienes no terminaban de creer en Él: “Yo conozco a mi Padre y guardo su Palabra” (Jn 8,55b).
Jesús, el Solo con el Padre por excelencia, nos conduce a nuestro propio desierto para pastorearnos, hablarnos al corazón, poner en él su Evangelio creando en los suyos el pastoreo según su corazón. El Hijo de Dios es la plenitud del pastoreo confiado por Yahvé a Moisés, a quien vamos a dedicar unas líneas, ya que su experiencia como pastor al conducir al pueblo de Israel por el desierto hasta las puertas de la tierra prometida, es un bello y profundo reflejo de los pastores de la Iglesia, cuya misión es conducir sus ovejas, los hombres y mujeres del mundo entero, hacia Jesucristo.
Nadie va al Padre sino a través de Él (Jn 14,6b). Más aún, si Moisés llevó al pueblo que Dios le confió hasta las puertas de la tierra prometida, los pastores según su corazón llevarán a sus rebaños hacia las puertas por las que los vencedores llegan hasta Dios (Sl 118,19-20). Los pastores moldeados por el Hijo de Dios no se sirven de las ovejas para su propio provecho, prebendas o glorias, sino que, movidos por el amor y solicitud hacia ellas, dan lo mejor de sí mismos, su vida, a fin de conducirlas hacia Jesucristo, la única Puerta de acceso a la Vida, como Él mismo atestigua (Jn 10,9).
Volviendo a Moisés, hemos de señalar que no fue en absoluto dócil el rebaño que Dios le confió. Incontables fueron sus rebeliones, desánimos y chantajes, hasta el punto de querer desandar el camino recorrido en el desierto y volverse a Egipto porque no se fiaban ni de Dios ni del pastor que había preparado para ellos. Sin embargo, a pesar de tantas contradicciones, Moisés no abandonó a su rebaño. Sus ovejas llegaron a “amargarle el alma”, como nos dice el salmista (Sl 106,33), mas no por ello Moisés, amigo de Dios, desistió de su pastoreo, de su misión. Amaba demasiado a Dios y a su rebaño -he ahí el doble mandamiento dado por Yahvé a su pueblo y explicitado por Jesucristo (Mt 22,37-39)- como para desistir y abandonarlo a su suerte.

Las miradas de los pastores

Así sucede siempre, los pastores según el corazón de Dios tienen doble mirada: la que se fija intensamente en Jesús (Hb 12,2), y la que se posa con ternura sobre el rebaño confiado sean cuales sean sus características y circunstancias. Con no poca frecuencia, da una mirada tan penetrante a sus pastores que sus ojos traspasan las fronteras de su patria chica y se proyectan hacia la patria grande, el mundo entero, buscando rebaños sin pastor. Gozosos por la misión recibida, se llegan hasta estas multitudes dispersas y les dicen en nombre de Dios: “Os anunciamos una gran alegría… ¡Os ha nacido un Salvador!” (Lc 10,11)
Es necesario señalar también que Dios fraguó la calidad del pastoreo de Moisés en la soledad. Y así le vemos a solas, cara a cara con Él, mientras el pueblo se mantenía a distancia (Éx 33,8). En esta soledad propia de los amantes, Moisés recibía de Dios para él y para su pueblo “palabras de vida”, como dio a conocer Esteban al Sanedrín en el juicio que urdieron contra él (Hch 7,38).
He aquí el aspecto más doloroso y dramático de la soledad del pastor según el corazón de Dios. Recibe de Él palabras de vida, y esto bien que lo sabe, pues tiene la certeza de que no han llegado a su boca desde su mente o inteligencia. Con este tesoro en su corazón, choca, sobre todo al principio, con la dureza de corazón de su pueblo, especialmente con aquellos que nunca entendieron ni entenderán que la fe es una búsqueda permanente del Dios que habla. Algo semejante le sucedió a Moisés. Sin embargo, lo que parece un fracaso, un sinsentido, incluso una razón de peso para desistir y abandonar la misión y con ella al rebaño, se convierte en escuela del amor y fidelidad.
El hecho es que Moisés conoce íntimamente a Dios en este espacio de soledad no escogido por él; de la misma forma que tampoco escoge a su rebaño ni su modo de ser, a veces tan escéptico como arrogante. En realidad es Dios quien elige por él; incluso escoge el desierto que más conviene a su pastor, ese lugar privilegiado en que le puede hablar al corazón ofreciéndoles palabras que levantan sus almas. Gracias a esta soledad asumida, Moisés puede llevar a su rebaño hacia su destino.
Teniendo en cuenta todo esto y viéndose en cierto modo los pastores de hoy y del mañana reflejados en Moisés, nos alegramos al constatar que Dios le llama: su amigo. “Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Éx 33,11a). Todos salieron ganando: el pastor llegó a ser amigo íntimo de Dios, y el rebaño alcanzó la tierra que Él le había preparado y dispuesto; tierra que mana leche y miel, que, como sabemos, son símbolos de las bendiciones mesiánicas.
“Mis palabras son espíritu y vida”, proclamó el Hijo de Dios, el nuevo y definitivo Moisés (Jn 6,63b). De su boca fluye la gracia, dijeron los judíos que asistieron a su primera predicación (Lc 4,22); fluyen “la leche y la miel de Dios que dan vida al alma”, como dicen los santos Padres de la Iglesia… También fluyen de la boca de sus pastores, aquellos que lo son según su corazón.

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (Para la misa de mañana Domingo 17-01-2016)

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 
(Para la misa de mañana 2º  Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C Domingo 17-01-2016) Juan (2,1-11)

 ¡Señor, no tenemos vino! (Jn 2,3)
...la vida que hemos buscado con todas nuestras fuerzas se diluye en nuestras manos, ¡no nos dejes caer en el vacío!.. 
Y el Señor responde: Haced lo que Yo os digo.., 
y lo que Yo os digo tiene un nombre: EVANGELIO.

viernes, 15 de enero de 2016

Toques del Alma 152

15-01-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

La Palabra se hizo carne, habitó entre nosotros, y como concluye Juan en el Prólogo de su Evangelio, volvió al seno del Padre. Está en el Padre y también en el mundo, sigue siendo Emmanuel, Dios con nosotros. Todo aquel que da permiso a Dios para que grabe su Palabra en su corazón (Jn 14,23), emprende un camino glorioso hacia el seno de Dios. Nos lo dijo su propio Hijo: “Quiero que donde esté yo estéis también vosotros” (Jn 14,3b).

jueves, 14 de enero de 2016

Toques del Alma 151

14-01-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Todo discípulo de Jesús es un peregrino, siempre llegando porque Dios le invita a salir de sí mismo cada día. Siempre reemprendiendo su peregrinación porque su alma, al no dejar de crecer por la expansión del Dios vivo en su seno, necesita más y más de la Presencia.

miércoles, 13 de enero de 2016

MADRUGAR POR DIOS.- (por Tomás Cremades)

Madrugar por Dios: es intrigante esta afirmación. Si vamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, madrugar es “levantarse al amanecer” o “aparecer muy pronto”; viene del latín: “maturicare”, que, a su vez, viene de “maturare”, que significa “apresurarse
Dicho esto, nos seguimos preguntando por la inquietante: madrugar por Dios. En la Escritura, madrugar significa: “rechazar las obras de las tinieblas”.
Y en nuestro idioma español, madrugamos cuando nos levantamos temprano. Ahí empieza a clarear el sentido; y la Escritura, como siempre, revela y destella una luz sobre la frase misteriosa:
Dice el Salmo 35:
El malvado escucha en su interior un oráculo de pecado: 
“no tengo miedo a  Dios, ni en su presencia”,
Las palabras de su boca son traición y maldad
Acostado medita el crimen…
Y, en esta postura de “estar acostado”, se mantiene mientras piensa en su interior con maldad, viviendo en el mundo de las tinieblas.
En la traducción de la Biblia de Jerusalén, el versículo 5 lo traduce como: 
“…maquina maldades en su lecho, incapaz de rechazar el mal, 
Se obstina en el camino equivocado…”
Que en esencia es lo mismo, pero que nos abre una puerta de luz: De ahí que el “madrugar” nos impulse a levantarnos pronto sin darle cuartel al mundo de las tinieblas. Incluso aparece por ahí la palabra: “levantarnos”, como indicativo de la postura “estar en pie”, como imagen de la postura del Resucitado.
Y, madrugando rechazamos las tinieblas de nuestra alma; las tinieblas que aparecen de forma diferente en cada persona, según su psicología, según los acontecimientos de su vida, según los pecados de su alma, según los vicios contraídos…son nuestras propias tinieblas.
Son esas tinieblas las que no nos dejan ver la Luz, que es Jesucristo. Cuando Cristo muere en la Cruz para salvación del mundo, éste se hizo tinieblas. Lo relata Mateo en la “Muerte de Jesús”:
“Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra, hasta la hora nona, en que Cristo murió” (Mt 27,45)
El Salmo 62 nos recuerda: 
“Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo…”, 
Es decir, en tu Nombre rechazo las tinieblas de mi alma, las que no me dejan verte a Ti, Luz del mundo, Agua que apaga mi sed, que llena mi vida ansiada como tierra reseca sin Ti
Por ello, madruguemos por Dios, rechazando todo lo que nos aparte de Él, disipando nuestras maldades, perdonando a nuestros  hermanos, y amando a los que no nos quieren. Así es nuestro Dios, así es Jesucristo.

Alabado sea Jesucristo

lunes, 11 de enero de 2016

Toques del Alma 150

11-01-2016 Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

El discípulo de Jesús es fundamentalmente un oyente de la Palabra (St 1,22). No hablamos de un receptor de máximas morales sino de un amante. Tanto ama un cristiano a su Maestro y Señor que se acerca a su Evangelio no con la intención de aprender sino de “prenderse a él con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas”.

sábado, 9 de enero de 2016

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (Para el evangelio del Domingo 10-01-2016)

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 
LECTURAS DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (Para el evangelio del Domingo 10-01-2016) (Lucas (3,15-16,21-22) Ciclo C

Conforme un discípulo de Jesús va alcanzando su madurez, su oración, como la de su Maestro y Señor penetra los cielos abriéndolos; entonces resuenan en los oídos de su alma la Voz de su Padre que le dice: ¡Tu eres mi hijo amado,mi hija amada en quien me complazco ! Lc 3, 15-16; 21-22

viernes, 8 de enero de 2016

Toques del Alma 149

8-1-2015
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Muchos son los que tienen acceso a tus sentimientos, mas sólo uno a tu alma: Dios. Al acercarse y creer en ella, el alma es moldeada con infinita paciencia como si tuviera manos de alfarero; a un cierto momento parece como que Dios, orgulloso de su obra, llegara a gritar: ¡esta alma sí que es rostro de mi Rostro.

miércoles, 6 de enero de 2016

Poemas II.-PERTENECERTE.- (Por Olga Alonso)


Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,  y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Jn 10, 27-28


PERTENECERTE

Pertenecerte…
Formar parte del espacio que recorres con tus ojos cuando miras al mundo.
Hacerse de cristal transparente para que nada impida que nuestro interior se llene de tu luz.
Vaciarse por dentro y asegurar que tu luz no encontrará obstáculos a su llegada.
Aligerar nuestro alma y ponernos de puntillas para permitir que tu fuerza nos separe del suelo
Liberarnos de todo y buscar ese rayo de luz que nos conecta contigo
Fundirnos en un abrazo y sentir pertenecerte, como pertenece el aire al espacio que habita,
 los rayos de luz al sol y tu presencia a mi vida.

Qué amables son tus moradas, Señor,
Señor de los ejércitos!
Mi alma ansía y anhela
los atrios del Señor.


Salmo 84

Toques del Alma 148

6-1-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Es tal la riqueza de la Palabra, tan inabarcable su inmensidad, que el que se aprieta contra ella se hace oído abierto capaz de escuchar a Dios, y también boca orante capaz de hablar con Él. Ver, conocer, oír, hablar…, he ahí el campo infinito de relaciones entre Dios y todo aquel que vive su fe a la luz de la Palabra.

martes, 5 de enero de 2016

Breves recuerdos del paraíso | Capítulo XIII.- Los niños deOccidente.-(por Juan José Prieto Bonilla)

No digo nada extraño que no se haya dicho montones de veces: digo que el mundo occidental vive una época de cierta decadencia. La razón en mi opinión, no es tanto por el hecho de habernos instalado en la comodidad, sino por causa de la debilidad en el carácter de las personas que llega a imprimir una mala educación basada en el exceso de información y la falta de conocimiento.
Educación pésima de la que adolecen muchas de nuestras sociedades en occidente.

Y es que demasiado al Este, llega a ser el Oeste, y ciertas bondades sin medida, llegan a ser maldades.

Por ejemplo, cuando yo era niño y me subía a un árbol, si una persona mayor me decía “bájate”, yo sabía que me decía lo correcto, ya que eso mismo me habría dicho mi padre, mi tío, mi maestro y el alcalde del pueblo. Pero si hoy le dices a un niño “bájate del árbol”, es muy fácil que llegue una persona cargada de cierta bondad diciendo que estás atentando contra los derechos del niño pues impides que desarrolle adecuadamente su sistema psicomotriz.

Desafortunadamente hoy en día en occidente, no es lo mismo lo que le dice al niño papá, que lo que le dice mamá, o lo que le dice el tío, el maestro o el presidente del gobierno por televisión. Entonces lo que pasa es que el niño no tiene certezas y no está seguro si está bien o está mal subirse al árbol. 

Por tanto, vive en un mundo incierto, donde las cosas son relativas y como nadie se atreve a ponerle límites, descubre con gran satisfacción que sus deseos pueden convertirse en sus derechos por encima casi de cualquier autoridad.

Además como todo el mundo quiere proteger mucho a los niños que tienen más de 9 meses (los que tienen menos ya es otra cosa), para evitar abusos de autoridad, la madre cuestiona la autoridad del padre, el padre la de la madre, y ambos la del maestro y por supuesto todos la del señor cura, entonces la autoridad la gobierna el niño y su deseo, mientras los demás se ponen de acuerdo en su educación.

Así vemos madres muy amorosas incapaces de decir “no” a un niño necesitado de alguien que con cierta autoridad encauce sus emociones desbocadas.

El hecho de que vivamos en regímenes de gobierno democráticos no significa que eso debe extenderse al interior de las familias. Un niño debe saber que una familia no es una democracia, sino que allí manda el padre puesto que el padre es su mente hasta que el niño crezca lo suficiente para que su potencial mental tenga el uso de razón debido. Y el padre debe hacerse responsable de esto y representar si es el caso el papel de lobo, pues si todos quieren ser caperucitas, el cuento no sale bien y el niño no aprende que en el drama de la vida, hay caperucitas, abuelitas y lobos.

Si no se truncan ciertos deseos de un niño, no desarrollará resistencia a la frustración y no será capaz de renunciar a nada que le apetezca, pues siempre habrá alguien muy comprensivo y bondadoso que le dará en el futuro hasta el consentimiento de quitarle la vida a otros niños menores de 9 meses para que no se interpongan en sus planes y así él pueda seguir disfrutando de la vida que le niegan a otros, como auténticos dioses con poder sobre la vida y la muerte.

Nuestros abuelos sabían bien que para educar a un niño, hasta los cinco años todo es amor y juego, pero a partir de esa edad el niño debe aprender a servir a los demás, a hacer algo que no solo sea para su propio beneficio, sino para el de los demás. Esto le dará su sitio en el mundo, los afianzará como personas y aprenderán a respetarse a sí mismos, les será más fácil esquivar los pensamientos descorazonadores y suicidas propios de una adolescencia ociosa.

Todo el secreto de la educación de los jóvenes está en el servicio a los demás, esto debería ser una regla sagrada, conviene saber que las palabras “sacrificio“ y “sagrado” tienen la misma raíz etimológica, pues primero el hombre ama aquello a lo que sirve y por lo que se sacrifica, y luego resulta que después de forma natural sirve a lo que ama.

Esto al principio puede resultar incómodo pues tendrá el niño que renunciar a algo, y así aprenderá que al fin y al cabo la vida es un acto continuo de renuncia, hasta renunciar a la vida misma. Pero si el niño no desarrolla esta resistencia a la frustración, sufrirá más él y sus allegados, se sentirá débil, se dará cuenta con el tiempo de lo mucho que hizo sufrir a sus padres y de lo incómodo que resulta criar a un hijo como él, y entonces no querrá tener hijos y no los tendrá.

Y en estas estamos en el mundo occidental.

Las palabras de Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”, también deberían entenderse en el sentido de educarlos en los valores de Jesús y acercarlos a su enseñanza. Y su enseñanza dice que el que quiera ser el primero y necesite crecer en el espíritu, (como necesitamos todos y en especial un niño) que sirva a los demás y sea el último.

Esto, sin ninguna duda, sienta las bases de una psicología normal para el hombre.
No hay mucho más que añadir.

lunes, 4 de enero de 2016

Pastores según mi corazón (Hombres de Dios para el mundo) | Capítulo VII.- “… Por los elegidos”.- (Por el padre Antonio Pavía)

“… Por los elegidos”

Dicen los exégetas que las dos cartas del apóstol Pablo a Timoteo son las más autobiográficas. De hecho es en ellas donde vemos al apóstol abrirse confidencialmente como si su corazón se desprendiese de todo secreto, a su gran e íntimo amigo Timoteo, a quien llama “verdadero hijo mío en la fe” (1Tm 1,2). A este apelativo tan cariñoso nosotros añadimos el de “compañero de fatigas apostólicas” por buena parte de Europa y Asia Menor. A todo esto no podemos dejar de lado el hecho de que Timoteo fue el ángel confortador previsto por Dios ante todas las desazones y pruebas vividas por Pablo como, por ejemplo, las sufridas durante su primera estancia en las cárceles de Roma.
A la luz de estos datos nos parece más que normal que Pablo se abriese entrañablemente a Timoteo y que compartiese con él lo que más les unía: su pasión por el Evangelio. Pasión que marcaba e incluso podríamos decir que medía la calidad de su entrega a Jesús, su Señor y Maestro. No hay duda de que la altura de un hombre se calibra por la grandeza y calidad de la fuerza pasional que le mueve. Pablo y Timoteo, amigos del alma que comparten la misma pasión, escalaron, por medio de ella, hasta lo más sublime del corazón-intimidad de Dios.
Sobre las riquezas y sublimidades de sus confidencias no vamos a explayarnos. Nos faltaría papel y tinta para abordar tantos misterios divinos acontecidos entre ellos. Sí vamos a sondear un aspecto de la misión que Pablo comparte con Timoteo y que se nos muestra nítidamente en su segunda carta. Hablamos de un aspecto que revela el corazón de pastor de Pablo, corazón marcado y moldeado por el sufrimiento; el que comporta el hecho de dar a luz tantos hijos en la fe.
Es en este sentido que, dirigiéndose a Timoteo como quien se vuelve a un hijo querido o a un amigo del alma, le exhorta así: “Soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios” (2Tm 1,8). Soporta, sufre conmigo. No se está refiriendo a un soportar pasivo, como quien carga un peso terrible e inhumano y sin posibilidad de quitárselo de encima. Es un soportar que apunta a un compartir amorosamente el Evangelio que su Señor, en un gesto de confianza sin precedentes, ha puesto en sus corazones y en sus bocas.
Siguiendo con esta entrañable confidencia -soporta, comparte conmigo los sufrimientos por el Evangelio-, oímos al prisionero por Cristo (Ef 3,1) unir a su exhortación esta confesión de amor por su Señor y por las ovejas que le ha confiado, difícilmente superable en belleza, intensidad y altura. “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; por él estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada. Por eso todo lo sufro por los elegidos” (2Tm 2,8-10).
Nos centramos en las últimas palabras, “todo lo sufro por los elegidos”, que tanta importancia tienen en el engranaje de la vida de Pablo en cuanto apóstol. Es como un adentrarnos, con su tácito permiso, en su intimidad, en su riqueza espiritual. Descubrimos así que, a través de su experiencia como anunciador del Evangelio y como pastor que se entrelazan inseparablemente, Pablo se asocia a Jesús, su Pastor; Aquel que antes que él y por amor a él soportó, tomó sobre sí la cruz sin miedo a la ignominia, como atestigua el autor de la carta a los Hebreos.

En comunión con Jesucristo

Ya he señalado que el término soportar en la espiritualidad del Nuevo Testamento, no tiene nada que ver con el fatalismo, pasividad, aguante de algo irremediable, sino que supone una actitud acogedora, un tomar sobre sí mismo una carga –como es la cruz- por decisión propia. Es en este sentido que el autor de la carta a los Hebreos nos presenta a Jesucristo en su decisión de tomar sobre sí mismo la cruz de nuestra salvación. La toma sobre sus espaldas ya que sólo Él pudo cargar con el mal del mundo sin ser aplastado por su poder destructor.
A la luz de todo esto leamos con asombro amoroso la cita de la carta a los Hebreos a la que hemos hecho alusión: “…Corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia” (Hb 12,1b-2a).
El Pastor de pastores carga sobre sí con la cruz en la que están grabados todos los males del mundo, por supuesto también los que salen de nuestras propias manos, y los sepulta victoriosamente. Juan nos describe esta victoria sobre el mal y su príncipe con la magistral sabiduría que le caracteriza: “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Jn 1,5).
La luz de Dios brilló sobre aquel crucificado que en el estertor de su agonía apenas alcanzó a balbucir “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). Jesús, luz del mundo (Jn 8,12), inclinó la cabeza, murió, y las sombras y tinieblas del sepulcro lo envolvieron con sus marañas mortíferas. Cuando éstas, orgullosas, proclamaban su primacía, el Hijo de Dios se elevó en todo su esplendor expandiendo por todo el mundo su victoria. Muchos fueron sus testimonios gloriosos ante los suyos; damos pie a éste que proclamó ante Juan: “Soy yo, el Primero y el Último; el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte…” (Ap 1,17b-18).
Volvemos al prisionero por amor a Jesús y a su Evangelio y, por supuesto, también por amor a sus ovejas, a quienes llama, como hemos podido ver, los elegidos. Más adelante volveremos sobre qué significado tiene el término elegidos a la luz del Nuevo Testamento. Ahora nos apetece ver al apóstol en comunión con su Pastor, comunión en sus padecimientos, como lo hemos podido comprobar en la apreciación que nos ha ofrecido el autor de la carta a los Hebreos, para quien el verbo soportar tiene la connotación de “tomar sobre sí” no obligada sino voluntariamente. Sí que podríamos hablar en términos de obligación en el sentido de que no se pueden poner cadenas al impulso del amor que nace de lo alto. Le pasó al Hijo de Dios, le pasa a sus discípulos, y lo viven de forma especial sus pastores, los que Él mismo moldea con su Evangelio a imagen y semejanza de su propio corazón. Es cierto que no hay ninguna obligación, pero lo es más que este impulso es irresistible.
Veamos ahora a Pablo en comunión con Jesucristo con sus padecimientos. Comunión que es su gala y su orgullo como pastor. Se siente privilegiado de poder vivir esta experiencia; sabe perfectamente que no sería posible sin la fuerza de Dios. La ha recibido y la ha puesto, junto con su vida entera, al servicio de sus ovejas: “los elegidos”, por lo que se siente con autoridad para hacer esta confesión: “Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura por ganar a Cristo… Y conocerle a él, y el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte” (Flp 3,8-10).
Por supuesto que el estar gozosamente en comunión con los padecimientos de Jesucristo no es una experiencia únicamente de Pablo. Leyendo las diferentes cartas de los apóstoles nos damos cuenta de que es algo normal en la primera cristiandad. Podemos acercarnos al testimonio de Pedro: “Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño, sino alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria” (1P 4,12-13).

Abrió sus espíritus

Testigos, partícipes, en comunión con los sufrimientos de Jesucristo; he ahí algunos de los sellos de identidad de la primera cristiandad. Sellos que las ovejas ven brillar en sus pastores, como lo hemos podido comprobar en Pablo y Pedro, aunque también podríamos detenernos en tantos otros nombrados en los Hechos de los Apóstoles.
Para todos los pastores según el corazón de Dios de la primera generación cristiana, así como todas las que se han sucedido y sucederán a lo largo de la Historia, Jesús no es simplemente el modelo en quien fijarse, pues esto no sería suficiente; es el Modelo y también el Moldeador de pastores. Es su forma de moldear lo que da a sus pastores una Fuerza y una Sabiduría que no son de este mundo sino del suyo, el del Padre; hablamos de la Fuerza y de la Sabiduría de Dios. El Pastor de pastores pronuncia a las puertas de su pasión palabras que en aquel momento ninguno de los suyos pudo entender: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). No hay la menor duda que le escucharon respetuosamente, pero era tal la depresión y tristeza que se había apoderado de ellos que no alcanzaron a comprender lo que estaban oyendo; de ahí su dispersión cuando se consumó la traición de Judas. Resucitado, los reunió nuevamente y “abrió sus espíritus” –las entrañas de sus almas- para que comprendieran las Escrituras (Lc 24,45).
Ahora sí, ya los puede enviar al encuentro de los hombres del mundo entero (Mt 28,18-20). Son por comunión con su Pastor y con sus padecimientos, mas también con su luz, pastores según su corazón. No hay la menor duda de que todos, los de entonces y los de hoy, pueden, por obra y gracia de Jesucristo, hacer suyo el testimonio de Pablo que nos ha dado pie para esta catequesis: “Por eso todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna” (2Tm 2,10).
No quiero terminar sin hacer, como ya anuncié, una pequeña aclaración acerca del término “elegidos” citado por Pablo. Es conveniente explicitar lo que Pablo y las Escrituras en general, entienden por la palabra elegidos; palabra que no tiene nada que ver con una posible predestinación o determinismo, ante lo cual no es posible para el hombre otra alternativa, lo que supone una anulación de su libertad.
Muy brevemente diré que no hay desarrollo de la elección sin la aceptación desde su propia libertad. La elección de Dios está siempre en consonancia con la llamada interior que emerge por sí misma de forma natural desde lo profundo del hombre, y que el salmista, inspirado por el Espíritu Santo, expresó de esta forma: “Dice de ti mi corazón: Busca su rostro…” (Sl 27,8).
Con esta afirmación nuestro autor está subrayando el grito de supervivencia, de ansias de inmortalidad, que emerge de nuestras entrañas y que no hay cómo acallarlo. Jesucristo es la respuesta de Dios Padre a estos nuestros anhelos que, repito, están ahí; no son un añadido, hacen parte de nuestro ser. En realidad Dios se sirve de estos gritos para llamarnos a Él, a la Vida. Es el Evangelio el gran Altavoz de Dios que hace que esta nuestra llamada interior encuentre en Él su eco. De ahí la urgencia de su anuncio, ya que donde éste se proclama, llamada interior y respuesta de Dios encuentran su unidad perfecta: ¡la elección ha acontecido!
No obstante, hemos de tener en cuenta lo que dice Jesús: Todos somos llamados, mas no todos elegidos (Mt 22,14). Ahí es donde entra en juego nuestra libertad con sus consiguientes opciones y decisiones. Allí donde se predica el Evangelio, la invitación de Dios resuena con fuerza en todos aquellos que lo acogen y, como decía san Ignacio de Antioquía, en Él se refugian

Toques del Alma 147

4-01-2015 Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Si Juan dice que la Palabra ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9), podemos también afirmar que el discípulo de Jesús, al vivir de su Evangelio, ilumina al mundo entero con luz propia, la del Emmanuel que en él vive.

sábado, 2 de enero de 2016

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (Para el Evangelio de mañana Domingo3-1-2016)

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5
(Para el Evangelio del 2º Domingo despues de Navidad 3-1-2016) (Juan 1,1-18)

Dice Juan en el Evangelio de hoy que en el principio existía la Palabra y que en Ella estaba la Vida. Bien, pues el sabio ,que busca calidad de Vida , acoge la Palabra en su corazón para encontrarla. Por su parte el necio se cree mas sabio que Dios y busca la vida en sí mismo, en sus deseos y caprichos y claro... la Vida se le va.

Toques del Alma 145

2-01-2016 Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Discípulo de Jesús es aquel de quien se puede decir: “en ti hay Dios, en ti hay Luz”. 
El mismo que dijo “Yo soy la Luz del mundo”, proclamó que también sus discípulos lo serían (Mt 5,14). 
Ahí donde hay un discípulo de Jesús se repliegan las tinieblas. Ahí donde hay un discípulo de Jesús… hay Dios.

viernes, 1 de enero de 2016

Toques del Alma 145

1-1-2016
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

Nuestra alma no es un vacío caótico, sin resonancia alguna, sino que ha sido creada para ser habitada por Dios: éste es su deseo (Jn 14,23). Claro que la última palabra sobre este deseo de Dios la tenemos nosotros. Dios nunca se entrometerá en nuestra libertad.