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sábado, 30 de abril de 2016

Venid a mí y os aliviaré (Por Miguel Iborra)

En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera». (Mateo 11, 25-30) 



La verdad es que estamos muy asediados, cargados y agobiados, seguramente porque no somos sencillos y por consiguiente no entendemos a Dios.

Buscamos y buscamos el camino para conocer su voluntad, pero como somos tan sabios e inteligentes, y a pesar que nos ilumina el sendero, seguimos por las “autopistas” más ventajosas a nuestros intereses personales.

La invitación de Jesús es clara, no impone obligaciones y facilita todo lo que necesitamos. «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados… y encontrareis vuestro descanso”. Su mensaje que es de afecto y cercanía, crea satisfacción, esperanza, gozo, misericordia y confianza.

En este año jubilar y santo de la Misericordia, Él ya nos asegura los frutos, porque en el fondo ni somos tan ilustrados, ni tan “sabidos”, somos lo suficientemente sencillos para buscarle, ya verás lo que es soltar la insoportable carga que arrastramos.

(Lucas 15,11-32).-Dos posturas ante Dios.- El Hijo pródigo.-(por TomásCremades)

 
Se le acercan a Jesús muchos publicanos y pecadores a escuchar la Palabra de Dios; los fariseos y escribas, estaban alerta, no para escuchar su Palabra, sino para encontrar en ella señales por donde atacar a Jesús. Son dos posturas ante la Palabra de Dios: la de los pecadores, que se saben pecadores, pero se acercan a Él, y la de los “sabios de este mundo”, los doctores de la Ley, que solo buscaban murmurar. Estos “sabios” son los que luego dirá Jesús que son aquellos a quienes el Padre les ha ocultado su Mensaje.Y comienza con una parábola; no tiene que ser necesariamente cierto el acontecimiento como caso real-para eso es una parábola-, aunque de hecho podemos vernos reflejados en cualquiera de los dos hermanos.
Resulta que el menor de los hijos, pide al padre le de la parte de la herencia que le corresponde. Ya se empieza mal. La herencia, normalmente, se reparte cuando la persona-el padre-, ha fallecido. Este hijo pide en vida la herencia porque para él, su padre ya no cuenta. Quiere salir de la casa del padre y vivir por su cuenta.
Y el padre, lejos de reprocharle nada, “les reparte la herencia”, es decir hace tres partes: una para él, otras dos para los dos hijos. Textualmente el texto dice “les reparte la herencia”.
El hijo menor, coge su parte y se va de la casa, aun país lejano; no le basta salir de casa, sino que se va hasta del país. Para un judío, salir del país es algo muy grave: su tradición es vivir en su patria, cerca de la Sinagoga; hay que pensar en la mentalidad de la época. Sale del país. Y malgasta su dinero, como sabemos, viviendo con todos los placeres que en casa del padre no tenía. Gasta todo, y viene la cruda realidad. Al no tener fortuna, tiene que buscar trabajo y lo encuentra en donde peor lo puede hallar: es para cuidar cerdos. Para los israelitasel cerdo es un animal impuro; él  pasa de vivir una vida en casa de su padre conforme a la tradición judía, con las comodidades propias de su casa, dentro de su religión, a vivir en la mayor de las impurezas.
El cristiano, elegido que es por Dios, tiene la misión de pastorear a las ovejas, llevándolas a los “verdes prados del Evangelio” que nos dirá san Agustín. Este hijo, en lugar de pastorear ovejas, pastorea cerdos, es decir cae en los pecados de impureza e idolatría. Y Dios le habla, como nos habla cada día, aunque muchas veces estemos tan inmersos en nuestros asuntos, que no “tenemos tiempo para escuchar a Dios”. Pero las penurias por donde está pasando son tan grandes, que piensa en su casa; entonces sí se acuerda de su padre, de que nunca tuvo necesidad con él; se acuerda del cariño que despreció, y de la despedida que no le permitió ni volver la cabeza para mirar atrás. Ahora sí recapacita, y, en su arrepentimiento se pone en camino. El padre, que todas las mañanas oteaba el horizonte buscando la imagen de aquel hijo amado que despreció su amor, El padre le espera; y, al verlo llegar, se enternece su corazón, se abren sus entrañas de padre y madre, y no le deja ni hablar. “He pecado contra el Cielo y ante ti, y no merezco ser llamado hijo tuyo…”, sollozaba el hijo. El padre, lleno de alegría manda poner en sus manos el sello de hijo, el anillo familiar; le pone el mejor vestido,-estaba desnudo, es decir en pecado-, y celebra con él una fiesta. Manda incluso matar el ternero cebado, que preparaba para las grandes celebridades. Y, comenta: “Este hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. Así es nuestro Dios. Él entrega a su Hijo por nosotros llevándolo a la Cruz, para nuestra salvación. ¿Alguien nos amó así alguna vez?
Entretanto, el hermano mayor oye el bullicio de la fiesta y se informa de los acontecimientos. Lleno de envidia, se niega a participar. E increpa al padre diciendo: “…en tanto años que te sirvo nunca me has dado un cabrito para comerlo con mis amigos…” es decir, la fiesta la quiere hacer él con sus amigos, pero sin contar con su padre; y continúa: “…en cambio a ese hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero le matas el ternero cebado…” Es decir, ni le reconoce como hermano.
El padre trata de convencerlo: “…hijo, todo lo mío es tuyo, pero convenía celebrar la fiesta porque este hermano tuyo estaba perdido y lo hemos encontrado…” El padre, reconoce a los dos como hijos, y entre ellos como hermanos. No le ha reprochado nada ni a uno ni a otro; ha perdonado a ambos, a pesar de sus maldades.
Este padre del episodio que nos narra Jesucristo es nuestro Padre Dios, con entrañas y ternura de Madre, que nos ama hasta el infinito, que nos quiere como somos, que comprende nuestros pecados, que derrama su Misericordia con su corazón volcado hacia el nuestro lleno de miseria. Debería ser llamado no como la parábola del hijo pródigo, sino del Padre de la Misericordia.
Así nos lo cuenta nuestro Hermano Jesucristo para conocer y amar al que es todo AMOR Y MISERICORDIA, Dios.
Alabado sea Jesucristo 
 

El fuego del infierno no es el fuego de Dios.- (por Tomás Cremades)

Cuando uno se inicia en la fe, cuando te miras para dentro y ves tus miserias, y abres ese armario inconfesable que todos llevamos dentro, te atemoriza el fuego eterno del infierno. Pero Dios no nos ha creado para el infierno, sino para alabarle, y para hacernos hijos suyos; nos moldea para que podamos llegar a ser hijos de Dios, anunciadores de su Evangelio, que es Vida para todos los que le seguimos, a pesar de nuestros errores. Nos lo dice en el Prólogo del Evangelio según san Juan, cuando anuncia su Palabra-Jesucristo-, como la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo:”…Vino a los suyos y los suyos no la recibieron, pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su Nombre…” ((Jn 1, 11-13)
La palabra fuego, en la Escritura, tiene muchas vertientes, las cuales siempre me han sobresaltado, cuando no me han asustado. Ceo que es el momento de que empiece a ver con otros ojos la realidad que nos dice la Biblia de esta tan, aparentemente, “estremecedora” palabra.
En el Evangelio de Jesucristo según San Lucas (Lc9,54) se relata un episodio sorprendente. Sucedió que Jesucristo quería subir a Jerusalén, para lo cual envió por delante a mensajeros para preparar posada. El pueblo donde pensaban pernoctar era un pueblo samaritano. Sabemos que los samaritanos no se llevaban bien con los judíos, porque eran pueblos que habían vuelto del destierro a Babilonia y de alguna manera se habían contaminado con deidades paganas. Recordemos que en el diálogo de Jesús con la samaritana, ésta le pregunta dónde se ha de rendir culto a Dios, si en Jerusalén o en el monte Garizín.
Dado que Jesús iba camino de Jerusalén, el posadero del pueblo samaritano no le admite en su casa. Por ello, los mensajeros  (Juan y Santiago) se vuelven muy enfadados y le preguntan a Jesús: ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que les consuma? Evidentemente, como no podía ser de otra manera, Jesús les reprende. Resulta que los discípulos han sido testigos de la Transfiguración, de cómo calmó la tempestad en el Mar de Tiberíades, de cómo les anuncia su Pasión, y lejos de todo esto, ellos se ponen a discutir quién será el mayor en el Reino de los Cielos, como se recoge unos versículos antes de este episodio; y no contentos con esto, ahora se ven con atribuciones para solicitar al Altísimo fuego del Cielo como venganza por la negativa del posadero.
¡Qué paciencia del Señor con sus discípulos! El Evangelio dice que los reprende. ¡Qué menos podía hacer!
El Señor Jesús, Hijo de Dios, como Gran Pedagogo, va formando esa arcilla de que dispone para ir modelando su Iglesia. Tiene que partir de un barro como el nuestro, lleno de intereses personales, de envidias y disputas para subir a lo más alto; interviniendo la familia, como en el episodio de la madre de los Zebedeos; aguantado discusiones cuando les acaba de anunciar su Pasión…Y ahora solicitando venganza.
No es ese el mensaje de Jesús, todo Amor, bondad y misericordia. En definitiva, de la misma forma que el pueblo de Israel con sus vivencias, es reflejo del nuevo pueblo que somos nosotros, este pequeño rebaño de apóstoles que Dios le ha entregado, es imagen con sus defectos y pecados del nuevo rebaño que somos, y que ahora, en el siglo XXl, pone en nuestras manos para que llevemos su Tesoro-su Evangelio- en nuestros odres de barro.
Es por ello que quiero desterrar de mi pensamiento la idea del fuego del infierno, para acercarme al verdadero fuego: el del Amor infinito de Dios, que me ama, y me prepara con su pedagogía, para pasar de un fuego patrimonio del Enemigo, a un fuego como lo define Jesucristo: “…He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido!…” (Lc12,49)
Yo os bautizo con agua, en señal de conversión; Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11). Me llama la atención este tipo de bautismo de fuego. Conocemos el bautismo de agua, en el que el hombre se sumerge en las aguas, símbolo de la muerte, para resurgir de ellas resucitado. En muchas iglesias aun se conserva la piscina bautismal, con siete escalones de bajada, simbolizando los siete pecados capitales llamados así porque son cabeza de todos los demás pecados. Sabemos del martirio como bautismo de sangre. Pero ¿y el bautismo de fuego?
Los símbolos del Agua y del Fuego  expresan el misterio de la energía vivificadora que el Mesías y el Espíritu han derramado en el mundo. Jesucristo, en la Cruz, testifica y consuma el sacrificio con el fuegodel Amor. “El Bautismo de fuego es el que Jesucristo vino a traer al mundo para purificar a todos los hombres de buena voluntad, recogidos como trigo en el granero; sin embargo quemaría la paja como fuego que no se apaga, como el fuegode la Gehena (Mt 18,8-9) Y es bellísima la Oración al Espíritu Santo al que se le  define comoBrisa en las horas de fuego.
Nos recuerda IsaíasSe espantaron en Sión los pecadores, sobrecogió el temblor a los impíos: ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuegodevorador? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? El que anda en justicia y habla con rectitud, el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que se sacude la palma de la mano para no aceptar el soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre, y cierra sus ojos para no ver el mal. Ése morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura. (Is, 33,14-17)
¿Quién puede subir al monte, del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El Hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos, ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. (Sal  23)
Es hermoso el paralelismo que existe con el Salmo 23. Ese Hombre de manos inocentes y puro corazón no es otro que Jesucristo Nuestro Señor. Él es el único santo y puro, digno de subir al Monte del Señor, el Monte de la Redención, el Monte Calvario, el santuario que fundaron sus Manos (Ex 15,17)
Y hay una imagen bellísima de Jesucristo-Eucaristía en el binomio salvador del Agua y el Pan, alimento y refugio de las almas débiles que se refugian en Él.
Guardaos, pues, de olvidar la alianza que Yahvé, vuestro Dios ha concluido con vosotros y de fabricaros alguna escultura o representación de todo lo que Yahvé, tu Dios, te ha prohibido; porque Yahvé, tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso. (Dt 4, 25-31)
El pueblo de la tierra ha hecho violencia y cometido pillaje, ha oprimido al pobre y al indigente, ha maltratado al forastero sin ningún derecho. He buscado entre ellos alguno que construyera un   muro y se mantuviera de pie en la brecha ante mí, para proteger la tierra e impedir que yo la destruyera, y no he encontrado a nadie. Entonces he derramado mi ira sobre ellos, en el fuego de mi furia los he exterminado. (Ez 22, 29-31)
Pero el fuego de Dios sana al hombre. En el libro de Isaías, concretamente en el episodio de la llamada “Vocación de Isaías”, capítulo 6, éste tiene una visión del Dios Yahvhé,  sentado en su trono y rodeado de serafines que cantan: “Santo, santo, Santo”. Isaías se da cuenta de sus miserias y solloza gritando: “… ¡Ay de mi! Estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros que habita en un pueblo de labios impuros…” (Is  6, 3-8)
Aquí la impureza la podemos traducir por idolatría, seguimiento a otros ídolos. Y ve Isaías, cómo un ángel coge una brasa encendida y se la pone en sus labios. Y le dice: “…He aquí que esto ha tocado tus labios, se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado…”
“… ¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?..” (Lc. 24,32) Comentaban los discípulos de Emaús. Ese es el verdadero fuego de Dios, Jesucristo, el que con su Palabra-su Evangelio-, toca nuestras impurezas e idolatrías y expía nuestro pecado. 
No podemos pasar por el alto el “carro de fuego” desde donde es arrebatado al Cielo el profeta Elías, dejando parte de su manto al profeta Eliseo. El manto representa en la Escritura, la personalidad, la esencia misma del ser. Aquí este carro de fuego que arrebata a Elías, es imagen del mismo Jesucristo que nos arrebata con su Amor; este sí es el fuegode los profetas, el fuego que salva, el fuego que nunca asusta, el que no se apaga: Jesucristo
Por eso nos dirá luego Ezequiel: “…Derramaré sobre vosotros un Agua pura que os purificará; de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar…” (Ez 36,25) Jesucristo es esa Agua Viva que nos purifica e impulsa a la Vida Eterna, como le dice a la Samaritana del Evangelio. Esa agua Viva apagará el fuego del infierno merecido por nuestros pecados, introduciéndonos en el fuego del Amor de Dios.
Alabado sea Jesucristo
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Si tenéis Fe (por Carmen Pérez)

"Dad la vuelta en torno a Sión. Contando sus torreones. Fijaos en sus baluartes  observad sus palacios." (Salmo 47)

Sión representa la Iglesia, los torreones, y baluartes , los discípulos del SEÑOR JESÚS. Los santos que conocemos.Y otros muchos que solo DIOS conoce....
Qué fuerza tan extraordinaria han tenido para poder hacer lo que hicieron... Santa Teresa, San Francisco, San Pablo.. y todos ellos . En su debilidad humana estaba la fuerza de DIOS, y para ellos todo era posible.. ya lo dijo el SEÑOR si tenéis fe, podréis hacer todo, también nosotros podremos, con la ayuda de DIOS, hacer cosas maravillosas.

Quién eres Señor (para el Domingo 1-05-2016)

Queridos hermano/as:

Este sábado no se imparte catequesis en la Comunidad por lo que no se publicará esta tarde en YouTube. A pesar de ello podéis conectaros al canal de la Comunidad y escuchar la catequesis que prefiráis entre las que ahí encontraréis...

Para el evangelio de mañana Domingo os enviamos el siguiente texto:

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch  9,5
"El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre le amará" dice Jesús.
Sí, guardar la Palabra como María, aunque a nadie le importe. De hecho apenas un puñado de pastores fueron al encuentro de la Palabra hecha carne en un pesebre... y no es que se desconociese que María llevase al Mesías en su seno. A nadie, repito, le importó... bueno, sí, le importó al Padre y por eso la amó y bendijo eternamente . A tí tambien si guardas el Evangelio... aunque a nadie le importe.

jueves, 28 de abril de 2016

Te expongo mi causa (por Carmen Pérez)

 
"Por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando".. (SALMO 5)

Como los niños con sus padres saben que no los dejan sin atender.... protéjelos para que se llenen de gozo los que aman tu Nombre.

Porque Tú bendices a los que te buscan.

 AMEN

Dios escucha nuestros gritos (por Carmen Pérez)


"DIOS MÍO , DIOS MÍO, 
¿PORQUÉ  ME HAS ABANDONADO? A PESAR DE MIS GRITOS, MI ORACIÓN NO TE ALCANZA." (Salmo 21)

Cuando cremos que el Señor no nos oye, ya Jesús lo sintió antes. Todo lo que nos pueda pasar, ya Él lo pasó antes para enseñarnos que no hay  que temer, porque sí le oía.., lo resucitó, pero antes Él se puso en las manos de Dios diciendo: "en tus manos encomiendo mi espiritu".  Solo tenemos que ponernos en sus manos amorosas, y esperar, Él está atento a nuestros gritos aunque parece a veces que tarda, su tiempo no es el nuestro y nos da las cosas a su tiempo.

¡Gracias Señor!

EL CANTAR DELOS CANTARES.- OCTAVA CATEQUESIS

ESTA CATEQUESIS SE PUBLICA A LAS 00 horas del Miércoles! 

Sinopsis:
El final del libro del Cantar de los Cantares es fascinante. Refleja la riqueza de la espiritualidad de la Palabra en todo su esplendor si nos es permitido hablar así. La esposa - el alma - que ha sido confidente de las intimidades de Dios, le suplica anhelante ¡Déjame oir tu Voz! Sí déjamela oir pues es tu Voz, tu Palabra, la que mantiene y aviva el fuego que has prendido en mis entrañas. Puedo sobrellevar todas las adversidades que me depara la vida, pero no que me falte tu Voz, tu Palabra. Nos recuerda a Jesús cuando dijo: "Mis ovejas escuchan mi Voz y por eso me siguen" Jn 10,27

lunes, 25 de abril de 2016

El Espíritu Santo, ese Dios desconocido de muchos.- Capítulo 2.- (PorTomás Cremades)

 Índice
1.-LA MISION DEL ESPIRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
2.-EL ESPIRITU SANTO Y JESUS
3.-EL ESPIRITU SANTO Y LA IGLESIA

INTRODUCCION.- NOTA DEL AUTOR
El desarrollo de este trabajo comprende tres partes bien diferenciadas. Pero no por ello son incongruentes entre sí, sino que las tres forman parte de un todo, de tal manera que, el desarrollo del conjunto presenta una armonía: La inmensidad de Dios es tan grande, infinita, que fue preciso en su Sabiduría introducir al hombre poco a poco en el ámbito de la fe con el conocimiento paso a paso, y de ahí que se den tres etapas de conocimiento: el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento con la llegada del Mesías, nuestro Señor, y lo que, podríamos llamar, el fruto final de este camino, con el depósito de la fe transmitida por la Tradición y la Iglesia.
Para la realización del mismo, el autor se ha inspirado en las clases que sobre el tema imparte la Universidad Católica de Ávila en la asignatura de Teología de la carrera de Ingenieros Industriales.


2.-EL ESPIRITU SANTO Y JESUS
Como acabamos de indicar en el capítulo anterior, este texto de Isaías nos introduce de lleno en toda la vida pública de Jesús, nuestro Maestro y Señor.
Y comenzamos con la Encarnación  de Jesús en las entrañas purísimas de su Madre y nuestra Madre, María de Nazaret. Desde toda la eternidad, Dios ha preparado su Venida fijándose en una doncella de Nazaret; ella fue concebida sin pecado original, tal como correspondía a la Madre de Dios, conservándola sin mancha de pecado alguno, proclamada solemnemente por el Papa Pío lX el 8 de Diciembre de 1854 como el dogma de la Inmaculada Concepción.
Ella es la Zarza ardiente de Moisés que lleva al Señor en su seno y no se consume. Ya en la visita del ángel Gabriel la llama “llena de gracia”, y le avisa que “el Señor está contigo”; y su prima santa Isabel, esposa de Zacarías, la llama “bendita entre todas las mujeres y bendito el fruto de su seno”. (Lc 2, 42-46)
Y en la ternura de Dios para con sus criaturas, le pide permiso para engendrar en Ella por el Espíritu Santo a su Hijo Jesús. María, accede con el “¡Fiat!”, “¡Hágase! Según la Voluntad de Dios. 
Así, de esta manera se introduce en el mundo la figura de Jesucristo, Pontífice y único Sacerdote, como puente entre Dios y los hombres.
Y comienza la vida pública de Jesús, con el Bautismo de su primo Juan, donde el Padre se manifiesta diciendo: “…Este es mi Hijo único, el Amado…”, cumpliéndose así lo que ya habíamos visto en (Is 61,1). Jesucristo es pues el Ungido de Dios, el Humilde por excelencia, el Cristo, que en griego significa Mesías.
Este término de “unción” representa la permanencia del Espíritu en la Humanidad de Jesús. Y es el Espíritu el que le envía como primera misión a ser tentado en el desierto, para ser igual en todo a los hombres excepto en el pecado. Lo relata Lucas: “…Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán  y era conducido por el Espíritu en el desierto durante cuarenta días tentado por el diablo…” (Lc 4,1) En los versículos siguientes Jesús es tentado por tres veces, venciendo al Tentador Satanás, que le esperará de nuevo para tentarle “en otra ocasión”.
Durante toda su vida pública, Jesús se mantiene en constante unión con el Padre, cumpliendo su Misión  en espíritu de obediencia, pues el Espíritu Santo reposa en Él y su alimento es hacer su Voluntad, incluso entregando su Vida al Padre.
Este sacrificio de Jesús, entregando su Vida para el perdón de los pecados de los hombres, nos abre de nuevo las puertas de la Vida Eterna, cerradas por el pecado original de nuestros primeros padres Adán y Eva. Y es el único medio sacrificial por el que el hombre puede llegar a ella, pues los sacrificios rituales del pueblo de Israel no tenían esa capacidad de perdón. Y esto es por varios motivos:
1º El animal no tenía voluntad de ofrecerse en sacrificio. Jesucristo se ofreció voluntariamente por nosotros
2º El sacerdote y el pueblo ofrecían una víctima separada de ellos, ajena a su persona. Cristo se ofrece a sí mismo, en su Divinidad, de valor, por consiguiente, infinito.
3º El sacerdote, lleno de pecados, como humano, no tenía en sí mismo el Espíritu de Santidad. Cristo sí, de la misma naturaleza que el Padre, Dios Eterno.
En la Encíclica “Dominun et Vivificantem” del Papa san Juan Pablo ll, nos dice que la muerte de Jesús es fecunda, que en Jesús actúa el Espíritu Santo, y lo consuela y santifica hasta el final de su vida.
En la Resurrección de Jesús, el Espíritu actúa y le acompaña para situarlo a la derecha del Padre según se relata en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “…Así pues, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado…” (Hech 2, 32-33)
Por fin, cuando ha llegado su “hora”, ya anunciada por los profetas, es cuando nos promete el envío del Espíritu Santo:”…Yo pediré al Padre, y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce…” (Jn 14, 16-18), y también: “… cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí…” (Jn 15,26). Y Jesús continúa hablando del Paráclito, el enviado por Él: “…Os conviene que me vaya, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito, pero si me voy, os lo enviaré…” (Jn 16,7-8).
Más adelante, en este mismo capítulo dice Jesús:”… Cuando venga el Espíritu de la Verdad os guiará hasta la Verdad completa, pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir…” (Jn 16, 13-14). Es decir, el Espíritu Santo, que nos conviene que venga, nos explicará toda la Verdad de Dios Padre, nos revelará su Nombre, para que el Amor con que Dios ha amado a su Hijo esté con nosotros y Él también con nosotros. (Jn 17 26)
Este Espíritu nos es dado en Pentecostés,cuando, estando reunidos en el Cenáculo los discípulos recibieron el don de lenguas, como muestra el episodio narrado en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “…De repente vino del cielo un ruido como de un viento impetuoso, que llenó toda la casa en que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de los Apóstoles, se llenaron todos del Espíritu Santo  y se pusieron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse…” (Hch 2, 1-5)
Ya no fue un viento suave como en el episodio del profeta Elías en el Carmelo; fue un viento impetuoso, que les impulsó a hablar. Es decir, les impulsó a llevar la Palabra de Dios, Jesucristo, su Evangelio, a todos los lugares del mundo, representados por las diferentes formas de hablar.


¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el domingo 24 04 2016

En espiritualidad bíblica, la palabra "amigo" tiene una riqueza profundísima desconocida en nuestra cultura. La palabra "amigo", para un israelita, es como decir a otro: tú eres mi otro yo, tú eres alma de mi alma.
Así pues, cuando Jesús dice a sus discípulos: "Amaos como yo os he amado", les está haciendo saber que son parte de su alma...ellos..y nosotros tambien queremos serlo.

Toques del Alma 184

24. Cuando la oración está marcada por la ley queda relegada a la última de las prioridades. Cuando es Gracia no hay prioridad que se le anteponga.

domingo, 17 de abril de 2016

El Espíritu Santo, ese Dios desconocido de muchos .-Cap.1 de 3.- (porTomás Cremades)

El Espíritu Santo, ese Dios desconocido de muchos 
 
Índice
1.-LA MISION DEL ESPIRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
2.-EL ESPIRITU SANTO Y JESUS
3.-EL ESPIRITU SANTO Y LA IGLESIA
 
INTRODUCCION.- NOTA DEL AUTOR
El desarrollo de este trabajo comprende tres partes bien diferenciadas. Pero no por ello son incongruentes entre sí, sino que las tres forman parte de un todo, de tal manera que, el desarrollo del conjunto presenta una armonía: La inmensidad de Dios es tan grande, infinita, que fue preciso en su Sabiduría introducir al hombre poco a poco en el ámbito de la fe con el conocimiento paso a paso, y de ahí que se den tres etapas de conocimiento: el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento con la llegada del Mesías, nuestro Señor, y lo que, podríamos llamar, el fruto final de este camino, con el depósito de la fe transmitida por la Tradición y la Iglesia.
Para la realización del mismo, el autor se ha inspirado en las clases que sobre el tema imparte la Universidad Católica de Ávila en la asignatura de Teología de la carrera de Ingenieros Industriales.

1.-LA MISION DEL ESPIRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
El Espíritu Santo es el “Gran Desconocido” de la Santísima Trinidad. Es el menos visible en la historia de la salvación. Pero Dios, en su inmensa Sabiduría, nos lo da a conocer de forma que pueda ser asimilada por el hombre, que nunca podrá comprender en su plenitud, pero que Él buscará los cauces y caminos para que se le llegue a conocer en la medida sólo prevista por Él.
El Antiguo Testamento comienza invitándonos al conocimiento del Espíritu como un soplo de su aliento. Y así, en el Libro del Génesis, primero del Pentateuco, en el capítulo (Gen1,2) nos comenta que dentro del caos existente en la Creación, el Espíritu de Dios “ aleteaba” sobre las aguas.
El profeta Ezequiel compara al pueblo de Israel como un campo de huesos (Ez 37), a los que por medio del “soplo” de Dios, le van creciendo carne, piel, músculos, nervios, que posteriormente recibirán el Espíritu. Y así, nos dice textualmente: “Así dice el Señor Yahveh: ven Espíritu de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos para que vivan” (Ez 37,10).
Si vamos a la enseñanza de los Salmos, podemos anunciar: “Por la Palabra de Yahveh fueron hechos los cielos, por el aliento de su Boca todos sus ejércitos” (Sal 36,6)
Y, por último, en el bellísimo Salmo 104, nos dice: “Si envías tu aliento, son creados y renueva la faz de la tierra” (Sal 104,30)
Progresando en la Escritura, el Espíritu de Dios se nos presenta como interviniente en la historia de Israel para protección y gobierno, incluso para su defensa. Lo vemos reflejado en el libro de los Jueces cuando nos dice: “El Espíritu de Yahvéh vino sobre él, fue juez de Israel y salió a la guerra”, (Jue 3, 10),refiriéndose a Otniel, Juez de Israel.
Igualmente el Espíritu de Yahveh vino sobre el juez Jefté en su lucha contra los amonitas, como nos lo recuerda el libro de los Jueces en su capítulo 11, versículo 29: “…El Espíritu de Yahvhe vino sobre Jefté, que recorrió Galaad, Manasés, y pasó por Mispé de Galaad donde los Amonitas…”
En la consagración de Saúl como rey de Israel, nos dice: “Te invadirá el Espíritu de Yahvéh, entrarás en trance con ellos y quedarás cambiado en otro hombre” (1 Sam 10,6-10) y En la victoria de Saúl, rey de Israel, contra los amonitas, al ver a su pueblo llorando, le invadió el Espíritu de Dios, irritándose sobre manera” (1 Sam 11,6)
A veces el Espíritu se presenta como un “don permanente”, asegurando la fidelidad de una determinada misión. Y así encontramos en el libro del Génesis, cuando José, hijo de Jacob, es nombrado Primer Ministro por el faraón de Egipto, por la interpretación de los sueños: “¿Acaso se encontrará otro como éste que tenga el Espíritu de Dios? (Gen 41,38)
Hay un texto bellísimo en la salida del pueblo de Israel de Egipto, en lo que se refiere a las quejas contra Yahvhé; se han cansado de comer el maná, y añoran la comida que tenían aun estando esclavos;  las quejas encienden “la ira “de Yahvhé y ardió contra ellos su fuego devorando una parte del campamento. Por eso se llamó a esa zona Taberá, porque había ardido el fuego de Yahvhé contra su pueblo. Y entonces interviene Moisés quejándose de la pesada carga que le ha encomendado, y diciéndole que se acuerde de su pueblo, el que Él ha dado a luz. Y Yahvhé, Dios Misericordioso, suscita setenta ancianos entre los escribas para ayudarlo. Y le dice: “...Yo bajaré -a la Tienda del Encuentro-, a hablar contigo; tomaré parte del Espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos para que lleven contigo la carga del pueblo…” (Num, 11, 14-25)
Más tarde, en el episodio de la inminente muerte de Moisés a la puerta de la tierra Prometida, Yahvhé suscita un nuevo Jefe para su Pueblo: Josué. Y lo elige con estas palabras: “…Toma a Josué, hijo de Num, hombre en quien está el Espíritu…” (Num 27,17-18)
Y siguiendo el camino del Antiguo Testamento, ya que el hombre es incapaz de volverse- convertirse- a Dios, Él suscita profetas que anuncien su Palabra. Los Profetas no personas que adivinan el futuro; esos son los mal llamados “adivinos”. Los Profetas anuncian la Verdad y la Omnipresencia de Dios, a los que se les ha enviado su Espíritu.
Y es Ezequiel el Profeta de los llamados “mayores”, junto a Isaías, Jeremías y Daniel, quien de forma esplendorosa traerá a los hombres de su tiempo y futuros, la idea del Espíritu de Yahvhé.
Comienza con la visión de la “gloria de Dios” que le dice: “…Levántate, “hijo de hombre” porque voy a hablarte. Cuando el Espíritu me habló entro en mí y me hizo permanecer en pie, y  yo escuché al que me hablaba…” (Ez 3, 1-2)
Esta expresión de “hijo de hombre”, es una expresión mesiánica, recogida en la Escritura por primera vez en el libro de Daniel, capítulo 7; y nos está profetizando ya al Mesías. Y dice que cuando el Espíritu entró en él, permaneció “en pie”; es la postura del Resucitado, Jesús.
Continuando con Ezequiel, leemos más adelante la renovación de la promesa hecha por Dios, arrancando de los hombres el corazón de piedra para darles un corazón de carne. Y anuncia: “…Infundiré mi Espíritu en vosotros y haré que cumpláis mis preceptos (podemos traducir por Palabra), y que sigáis mis leyes…” (Ez 36, 24-28)
Siguiendo con los Profetas Mayores, Isaías nos anuncia proféticamente que el Mesías saldrá de la estirpe de David, a través de su padre Jesé: “…Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre Él el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de de ciencia y temor del Señor…” (Is 11, 1-2)
El profeta Isaías comenta también: “…He aquí a mi Siervo a quien yo sostengo, mi Elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi Espíritu sobre Él: dictará ley a las naciones…” (Is 42, 1).
Es lo que se conoce como “El Canto primero del Siervo de Yahvhé”. Jesucristo es el auténtico y único “Siervo de Yahvhé” en quien Dios se complace. Así nos lo hace saber en el Bautismo de Jesús: “…Este es mi Hijo amado, en quien me complazco…” (Mt 3,17)
Más adelante, nuevamente Isaías anuncia con solemnidad: “…El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar a los pobres la Buena Nueva (el Evangelio), a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos y proclamar un año de gracia del Señor…” (Is 61, 1-2) 
Este texto es totalmente relevante, porque así comienza la predicación del Señor Jesús como nos recuerda el Evangelio de Lucas en su capítulo 4. (Lc 4, 14-22 a)
En definitiva, vemos que todo el antiguo Testamento, nos inicia en el comienzo de la Trinidad en la Persona del Espíritu Santo de Dios.