En la sociedad actual, en que todo se mide por su valor, podríamos preguntarnos por el valor del hombre. Valor no en sentido de su capacidad de afrontar o realizar hazañas, por ejemplo, de tipo militar, heroico, de salvamento, etc., sino en el sentido de cómo valorar a una persona en general.
Yo creo que hay dos formas o criterios de afrontar este pensamiento: el primero por los valores espirituales; el segundo por los valores con los que “mide” el mundo.
Valores espirituales, hay muchos, naturalmente. Pero podríamos resumirlos en tres: Valores de VERDAD, valores de BELLEZA, y valores de BONDAD..
Los valores espirituales en el hombre son reflejo de los Atributos de Dios. Y los que queremos ser discípulos suyos sentimos en nuestro más íntimo “yo”, la necesidad de conseguirlos, de poseerlos.
Le dice el discípulo Tomás a Jesús: “…Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?...Le dice Jesús: Yo soy el camino, LA VERDAD y la vida, nadie va al Padre sino por Mí…” (Jn 14, 6)
Jesucristo es la auténtica Verdad de nuestra vida. Y hemos de encontrarle para encontrar esta Verdad. En el mundo que nos ha tocado vivir, necesitamos saber dónde está la verdad de todo, necesitamos encontrar el verdadero camino, dónde hallar la verdadera vida. Porque hay otros caminos que no son los verdaderos, y otras vidas que no son las verdaderas…y que se nos presentan más agradables a primera vista.
Lo entendió bien Pilato. Su pecado fue no escuchar la Voz del Señor: “…He venido al mundo para dar testimonio de la Verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi Voz…” Le dice Pilato: “¿Y qué es la Verdad?” (Jn18, 37-38)
Hermosa revelación de Jesucristo al mundo. Con claves para meditar: Él es la Verdad plena; y contesta con el Shemá: ¡Escucha Israel!
Todo el que escucha su Voz, es decir, su Palabra, revelada en su Evangelio. Ahí está la clave: Escuchar su Evangelio.
Hay muchos Evangelios en que Jesús comienza: “En verdad, en verdad os digo…” En su Verdad, en su Palabra, poniendo su Nombre como garantía de certeza.
El segundo “valor” que tratamos es la BELLEZA. Toda la Belleza infinita de Dios se refleja en todo lo creado; y sobre todo en sus criaturas. Todo lo que es bello mantiene equilibrio natural. Lo entendió san Agustín en su libro de “Las confesiones”: “…tarde te amé, Belleza infinita, tarde te amé…yo te buscaba en la belleza de las criaturas…en la torpeza del placer desordenado…pero Tú estabas dentro de mí…y yo estaba fuera…tarde te amé”.
El equilibrio de la naturaleza, la belleza de los seres creados a su Imagen y semejanza…Todo nos lleva a la Belleza de su Rostro, tal y como se nos manifestó en la Transfiguración (Mt 17)
La BONDAD; ¿Hay quien dude de la Bondad de Dios, revelada en su Hijo Jesucristo? El mensaje de Jesús es de perdón al enemigo; de devolver bien por mal. La fe en Cristo es el mensaje del BIEN. Basta leer la Biblia, los santos Evangelios. “…Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único para que todo el que crea en Él no perezca…” (Jn 3,16)
Inspirados en esa Bondad, podemos afianzarnos en nuestro camino hacia el Bien, que es Jesucristo. Hacer el bien es encontrar en el otro, sea de la condición social, que sea: política, humana, religiosa, de género…, al mismo Dios. Y realizar en él, el bien, por amor a Dios.
Aquí hay un punto importante a señalar: hay personas no religiosas, que realizan actos buenos, actos de solidaridad con el prójimo; ahí hay una semilla de Dios. El cristiano no debe enfocarlo sólo desde el punto de vista solidario, aunque también: el cristiano ha de trascender a Dios, y encontrar en este necesitado a Cristo.
¿Y qué decir de los valores del mundo?
El mundo, no sigue estos criterios; normalmente “tanto vales cuanto tienes”. Se nos mide por otros tantos criterios contrapuestos a los anteriores; a saber: valores de PODER, valores de PLACER, y valores de RIQUEZAS
Basta asomarse a él: La lucha por el PODER, pasando por encima de los seres humanos.
La lucha por el PLACER, desordenado en su concepción. Dios hizo todas las cosas para el bien de los seres creados. Es el hombre quien puede tergiversar esos dones del Creador, en su propia dirección.
El poder de las RIQUEZAS. Ya lo avisó Jesús: “…no podéis servir a dos señores, pues aborrecerá a uno y amará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero…” (Mt 6,24)
Y no es que el dinero sea malo en sí; es bueno o malo según el uso que se le de. No se puede hacer cualquier cosa por dinero. El Joven Rico del Evangelio se marchó triste al no poder aceptar el planteamiento del “Maestro Bueno” como le definió: “…vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme…” (Mc 10, 17-31; Lc 18, 18-23; Mt 19,16-22)
(Tomás Cremades)