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domingo, 30 de septiembre de 2018
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sábado, 29 de septiembre de 2018
viernes, 28 de septiembre de 2018
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5. Mc 9,38-48 para el Evangelio del XXVI Domingo del Tiempo Ordinario 30 de Septiembre de 2018
El Apóstol Pablo, el antaño perseguidor, apasionado por Jesús hasta la médula del corazón y del alma canta exultante de gozo su nueva identidad: ¡su Señor viviendo en él!, y así lo proclama en su carta a los cristianos de Galacia: " Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi " (Gal 2,20)
(Antonio Pavía.- Misionero Comboniano)
Salmo 16(15).- Yahvé, la parte de mi herencia
Reflexiones del padre Antonio Pavía: (extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)
En este salmo 16 vemos a un hombre que, en su búsqueda de Dios, ha recibido de Él la certeza de ser acogido y protegido en la tribulación. Así llega a exclamar: «Tú eres mi bien, los dioses y señores de la tierra no me satisfacen».
Desde lo hondo, a Tí grito, ¡Señor! (Sal 130)
jueves, 27 de septiembre de 2018
Esperaré
miércoles, 26 de septiembre de 2018
EL DIVORCIO, MODA iNFERNAL
martes, 25 de septiembre de 2018
SALIR
lunes, 24 de septiembre de 2018
Breves recuerdos del paraíso | Capítulo XIX El círculo estrecho JuanJosé Prieto Bonilla — 15 Octubre, 2014
Miro con asombro cómo muchas personas estamos sentadas mirando nuestros dispositivos de conexión a Internet con suma atención. Realmente pensamos que a través de las redes sociales y sistemas de comunicación a los que accedemos desde nuestros equipos se nos pone en las manos una puerta abierta al mundo, cuando, en realidad, muchas veces estamos dentro de un fondo de saco.
Convencidos de estar bien informados, sólo miramos los titulares de las noticias que muestra el medio, conociendo parcialmente muchos acontecimientos (en su mayoría inútiles) que sólo ofrecen una visión distorsionada y parcial del mundo.
Tenemos multitud de personas de contacto con las que compartimos información a través de la red, convencidos de que esto nos ofrece amplitud de campo de visión y un valor añadido a nuestra inteligencia.
Sin embargo, cuando he tenido ocasión de hablar con algunas personas que pasan gran parte del tiempo conectadas a las redes de información y comunicación, me doy cuenta que en su círculo personal de acogida entra muy poca gente en realidad: apenas su familia en muchos casos, a veces una mascota y otras muchas veces nadie. En realidad, no hay verdadero contacto, no hay comunión con los hermanos, no hay conocimiento real de las necesidades propias y ajenas, no hay visión global, el círculo de acogida es demasiado estrecho.
Y, desgraciadamente, este mismo síntoma cada vez se manifiesta más y más entre todas las clases sociales, incluidos profesores, políticos y dirigentes de empresas.
Observo cómo, detrás de toda una multitud de mensajes y avisos que ofrecen la ilusión de ser útil e imprescindible, existe un sentimiento profundo de malestar provocado por la agitación mental y agotamiento debido a la apariencia de estar haciendo muchas cosas a la vez. Resulta que, en realidad, no se hace nada, sino estar con la mente allí y el cuerpo aquí.
Incluso hay quien diseña su propio perfil y su supuesta vida a través de las redes sociales, mostrando al mundo una imagen que quiere que los demás tengan de él. Imagen que en el fondo no le importa a nadie porque todos están demasiado ocupados en sí mismos.
Se nos escapa el mundo alrededor cuando estamos imbuidos en nuestros dispositivos y esto nos hará estar mal, porque no estamos donde debemos. Muchas veces uno está mal simplemente porque no está en el lugar donde tiene que estar, es decir, el cuerpo aquí y la cabeza allí.
Esto dificulta la concentración, la capacidad de reflexión, el sosiego y el discernimiento, convirtiéndonos en una especie de entes mentalmente hiperactivos a la búsqueda de una comodidad personal y una paz que nunca llega del todo. Y desgraciadamente los modernos medios de comunicación invitan constantemente a esta situación.
Un termómetro infalible que mide la madurez de un hombre es simplemente su capacidad de estar quieto y de estar atento. Las disciplinas que se han establecido desde siempre para la educación de los más jóvenes iban dirigidas en este sentido.
Sin embargo, vivimos en la era de la interrupción, ahora un SMS, ahora un mail, ahora un whatsapp y ahora una llamada. El caso es tener la atención dividida, el cuerpo aquí y la cabeza allí. Esto dificulta mucho la capacidad de concentración, añade problemas de hiperactividad y complica la madurez de los más jóvenes.
Los medios de comunicación son herramientas muy valiosas pero desgraciadamente se están utilizando muchas veces en nuestro propio perjuicio. El diablo también anda en la red y nos hace ver las cosas al revés de cómo son en realidad. Sencillamente debemos ser conscientes de que no encontraremos la felicidad y la plenitud de nuestras vidas en la red. Aunque esto parezca una verdad de Perogrullo: conviene recordarlo cuando usemos nuestros dispositivos de conexión.
La felicidad es el estado natural del Alma cuando se quitan los obstáculos y el resto de cosas inútiles donde vaga nuestra atención. Entonces el Alma existe en bienaventuranza, nadie en la creación puede existir sin algo de bienaventuranza. No es necesario buscarla por ahí, y menos en la red. La encontrará en su alma y acogiendo a los demás, se trata de ampliar el campo de acogida, salir fuera de uno mismo, del círculo estrecho.
Uno puede sentir que la felicidad va y viene según los acontecimientos y los logros, pero esto es solamente ilusorio. El estado verdadero es que la felicidad está siempre en el alma del hombre, le pertenece por derecho propio y es inmutable.
Es solamente nuestra visión lo que ha cambiado.
Breves recuerdos del paraíso | Capítulo XVIII Todo para el perdedorJuan José Prieto Bonilla — 24 Septiembre, 2014
Bien. Pues si te enfadas, te indignas, reniegas de la situación y te enfureces, encima pierdes tú. Tú también pagarás las consecuencias de tu enfado o tu acceso de ira, además de la pierna rota. “Todo para el perdedor”.
La clave de este juego es: “El que se implica siempre pierde”. Y siempre pierde sea aparentemente ganador o perdedor.
Sin embargo, siempre nos parece que estamos en el mundo para demostrar cuán adecuado es nuestro sentido de la justicia. Por lo general, solemos tener una idea muy exacta de cómo deberían ser las cosas y cómo tendrían que comportarse las personas en cada momento.
Tal vez he puesto un ejemplo un poco extremo, pero no por esto deja de ser cierto.
Pagarás las consecuencias de cualquier implicación o identificación con un acontecimiento, por muy justa y legítima que la consideres, pequeña o grande.
La implicación siempre significa olvido de mí mismo, de mi verdadero ser.
Si piensas que eres un gran Ingeniero (“Me han dado premios que lo demuestran”), un gran actor (“Tengo un óscar que lo demuestra”), un gran músico (“Tengo un Grammy”), una víctima, (“No hay derecho a que me hagan esta injusticia”) etc., si realmente piensas eso de ti mismo, o algo parecido, bueno o malo, estás perdido y no sabes lo que eres.
Entonces necesariamente entrarás en conflicto antes o después. Un papel tan pequeño no puede satisfacer un ser eterno como el tuyo. Sería como intentar meter un elefante en un Ferrari, no hay papel por interesante o relevante que sea que pueda satisfacer el alma humana.
No estoy diciendo que no haya que luchar contra las injusticias, no estoy diciendo que dé igual ser bueno o malo en tu trabajo, no estoy diciendo que “pases de todo”.
Estoy diciendo que uno tiene que representar su papel en el drama de la creación, dedicándose en cada uno de sus actos a la perfección, y disfrutar con ello, sobre todo disfrutar con ello. Pero uno debe recordar que no es ese papel que representa, sino que su verdadero ser y el de los otros actores está muy por encima de su apariencia.
Es necesario hacer pausas entre actos en el drama de la vida, no quedarse dormido e implicado en un papel.
El precio de la libertad es la vigilancia, es necesario mantener la lámpara encendida, siempre para la llegada del Esposo.
Es la lámpara del recuerdo de uno mismo, el propio verdadero ser que se manifiesta como un testigo detrás, un observador final inafectado, que ha estado viendo todos y cada uno de los acontecimientos vividos desde que naciste, un alma eterna, inmóvil, imperturbable, llena de bienaventuranza, siempre igual, antigua y de naturaleza divina.
Ese eres tú.
Ese testigo siempre ha estado allí, nada le sobra y nada le falta. Su naturaleza es pura consciencia a imagen de Dios, no es algo que tú hayas creado.
Su origen es el Padre de todo el Universo.
No puede ser herido por nada ni por nadie, a veces se manifiesta como suave contentamiento, nuestro Padre nos lleva allí en la Oración, el verdadero refugio junto a Él, aunque te duela la pierna rota y te toque hacer de paciente, siempre está detrás, bendiciendo a Dios.
El olvido nunca es obligatorio aunque el papel sea difícil.
No pierde el que pierde, pierde el que olvida. Y llega a no saber que ha olvidado.
Cuando tu paz se vea amenazada recuerda que Dios nunca cambió de parecer con respecto a ti, te Ama tanto como puedas imaginar y te sostiene segundo tras segundo en el hueco de su mano, acepta tu papel, y niégate a olvidarte de ti mismo.
Y sin duda disfrutarás de cualquier papel que te toque representar, fácil o difícil y volverás a la Paz que nunca se fue.
domingo, 23 de septiembre de 2018
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sábado, 22 de septiembre de 2018
viernes, 21 de septiembre de 2018
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5. Mc 9,30-37 para el Evangelio del XXV Domingo del tiempo Ordinario 23-9-2018
¡QUÉ POCA FE!
Después que la gente se hubo saciado, enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas a orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús, andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: “¡ánimo, soy Yo, no tengáis miedo!”. Pedro le contestó: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua”. Él le dijo: “Ven”. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse, y gritó: “¡Señor, sálvame!” enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”. En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: ”Realmente eres Hijo de Dios”. Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca, y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaban, quedaban curados. (Mt 14, 22-36)
Comienza este Evangelio diciendo: “después que la gente se hubo saciado…”; se refiere a los sucesos ocurridos inmediatamente después de la primera multiplicación de los panes, como milagro de Jesús. Efectivamente las personas que comieron el pan y el pescado fruto de esa portentosa multiplicación, saciaron su hambre. Y, sin darse cuenta, saciaron también su hambre de escuchar la Palabra de Jesús. Por eso Él dirá: “que nada se desperdicie, recoged lo que ha sobrado”. Que nada de la Palabra que se ha predicado, como el Pan de la Vida, se desperdicie. Y sobraron doce canastos, con clara referencia a las doce tribus de Israel, que según el texto de Lucas, (Lc 22, 28,30), serán juzgadas el día final por los doce Apóstoles.
Jesús apremia a sus discípulos. Nos podríamos preguntar: ¿por qué tanta prisa? Nada de lo que relatan los Evangelios se debe minusvalorar. Y se adelantan a la otra orilla; la otra orilla del lugar donde se encuentran; la otra orilla que representa el mundo por evangelizar, donde se encuentran otros que también tienen hambre y necesitan el alimento que es Jesús. Y esto apremia, no hay tiempo que perder.
Sin embargo, Jesús se entretiene. Parece que no tiene prisa, cuando sin embargo, está apremiando a sus discípulos. Y, encima, se va solo a orar. Ahora parece que no tiene prisa, e incluso, rehúye la presencia de sus amigos.
La barca con los apóstoles se había ido mar adentro siguiendo el mandato del Maestro. ¿No se preguntarían por qué tanta prisa? ¿Dónde está el Maestro?
Mientras tanto la barca parecía zozobrar. Porque el viento era contrario. Nos detenemos aquí. La barca representa, bíblicamente a la Iglesia de Jesús. Los discípulos se acercan “a la otra orilla”, al otro mundo que todos llevamos dentro, y que nos aparta de Él. Y es que el viento era contrario. El viento, las circunstancias de la vida, eran contrarios. Y sin Jesús, con todo en contra, es imposible navegar por la vida. El Señor les ha dejado solos, primero les apremia y lego se va y les deja al albur de su suerte. Y, como buenos judíos, conocedores de la Escritura, se dirían: “… ¡Qué pena la mía ha cambiado la diestra del altísimo…! (Sal 77,11)
Y nosotros nos preguntamos como el salmista: ¿Es que Dios ya no sale con sus tropas? ¿Se ha vuelto en contra la suerte de Yahvé?
Pero no, el Señor no se olvida de sus criaturas. “… ¿Es que puede una madre olvidar al hijo de sus entrañas? Pues aunque una madre lo olvide, yo no te olvido” (Is 49,15)
Y estas palabras de Isaías, inspiradas por el Espíritu, revelan el pensamiento y el amor a sus discípulos: Jesús viene en la cuarta vigilia. No les ha dejado solos. Y viene andando sobre las aguas, que representan el dominio de las tinieblas, el espacio de Satanás. Jesús hace de sus enemigos el estrado de sus pies, como dirá el Salmo (110: “…siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies…”
Los discípulos, sienten la presencia de Jesús, en una actitud fuera de este mundo. No hay nadie que pueda andar sobre las aguas. Y se sienten en la presencia de Dios. Y nadie puede ver a Dios sin morir. Como fieles israelitas recuerdan las palabras de Yahvé a Moisés:”…Mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida…” (Ex 33,20). De ahí su temor.
Pero Jesús le dice: “¡Ánimo soy yo, no tengas miedo!” donde de forma velada le anuncia su Nombre: Yo Soy, que es el Nombre de Yahvé. Y Pedro, hombre impetuoso, amante de Jesús, cree y se realiza el milagro: puede andar sobre el mar.Jesús le llama: “¡Ven! “. La llamada de Jesús es un resorte para él.
Pero la fragilidad humana anega el alma de Pedro. Al verse sobre el mar, ante los imposibles de la situación, pierde la fe y se hunde. Como nosotros: creemos en Dios, pero ante las situaciones adversas de la vida, nos hundimos. Pero Pedro tiene sabiduría, ¡implora a Dios! ¡Sálvame, Señor! Pedro no ve a Jesús, pero Jesús sí ve a Pedro. Y ante la desesperación de Pedro, Jesús le recoge: estaba allí, aunque Pedro no le viera.
¡Cuántas veces imploramos a Dios que venga! Y Dios viene “en la cuarta vigilia”, se hace esperar, prueba nuestra fe. Y dirá cariñosamente: “¡qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”
Metámonos en este cuadro, en este episodio. El Evangelio es actual. Lo que ocurrió hace dos mil años, sigue ocurriendo ahora. Hemos de revisar nuestra fe, nuestra impaciencia por que Dios nos resuelva los problemas. Nos olvidamos de que el Señor no es un “conseguidor” de nuestros caprichos.
Él tiene un plan de vida para nosotros: “…antes de haberte formado en el vientre de tu madre, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado…” (Jer 1,5), no srevelará el Espíritu por boca de Jeremías; es decir, que el Señor ya pensó desde toda la Eternidad, en su Santa Providencia, realizar un camino de Amor con nosotros, que desde la cruz, nos lleva a la Vida Eterna.
Y termina este Evangelio con una referencia a la “orla de su manto”, que nos recuerda otro texto evangélico donde la hemorroísa, mujer que padecía flujos de sangre desde doce años atrás, toca su manto, y queda curada por “la Fuerza de Dios” que salió de Jesucristo.
Recordemos que el manto, en la espiritualidad bíblica, representa el espíritu, la esencia del ser que lo lleva. Así se revela en el episodio de los profetas Elías y Eliseo cuando éste le pide su espíritu de predicación antes de la partida de Elías al cielo mediante un “carro de fuego”( 2 R, 9)
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
miércoles, 19 de septiembre de 2018
*JESÚS, EMPUJADO AL DESIERTO (Mc 1,12-15)*
martes, 18 de septiembre de 2018
Mtp91001
lunes, 17 de septiembre de 2018
Cómo somos probados
Poemas II.- Plantada en tu casa
Porque estoy plantada en tu casa, el mundo es menos fuerte que yo
Porque estoy plantada en tu casa, mis ojos ven más allá de lo que ocurre
Porque estoy plantada en tu casa, miro a tu cruz y todo se llena de ti
Porque estoy plantada en tu casa. ni los vientos, ni la lluvia, ni el desasosiego del mundo me vence
Porque estoy plantada en tu casa, siento tus manos derramando fuerza sobre mi
Porque planté mi vida a tu lado, porque mis raíces crecen bajo tu luz, porque me agarro y tú me sujetas, el mundo no vence y yo soy más fuerte…………..plantada en tu casa
viernes, 14 de septiembre de 2018
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 Mc 8,27-35 para el Evangelio del XXIVDomingo del tiempo Ordinario 16 de Septiembre de 2018
Poemas II.- EL ALMA CARGADA
Señor, qué pesada el alma cuando le falta tu paz
Cómo duele el aire, cómo cuesta respirar
Almas pesadas, cargadas de restos del mundo
De restos de la batalla diaria con el mundo
Del mundo que nos agrede y nos abate
Del mundo que también nos descubre quiénes somos y qué buscamos
Propiedades……….tierras ganadas……espacios conquistados
Siempre, luchando por defender lo que nos pertenece
Y tú nos dices que quieres almas ligeras
Y seguimos cargando el alma de cosas, de cosas que defender.
Por eso nos duele y nos molesta la carga
No lo quiero, no lo necesito y por eso, traigo ante ti, Señor, el polvo del camino
Y espero, arrodillada ante ti, que me descargues del mundo
Descargada, libre, para poder volar hacia ti
(Olga Alonso)
jueves, 13 de septiembre de 2018
Salmo 25(24).- Oración en el peligro
Los que esperan en ti no quedan defraudados;
Guíame con tu verdad. Instrúyeme,
y de tu amor, que existen desde siempre.
ni de los pecados de mi juventud. Acuérdate de mí, por tu amor, por tu bondad, Señor.
y enseña el camino a los pecadores.
-El Señor le indica el camino que ha de seguir:
- él vivirá feliz, su descendencia poseerá la tierra.
- El Señor revela su secreto a cuantos lo temen, y les da a conocer su alianza.
- Tengo mis ojos fijos en el Señor, porque él saca mis pies de la trampa.
- Vuélvete, Señor, ten piedad de mí, pues estoy solo y afligido.
- Alivia la angustia de mi corazón, sácame de mis tribulaciones.
- Mira mis trabajos y mis penas, y perdona todos mis pecados.
- Mira cuántos son mis enemigos que me detestan con odio mortal.
miércoles, 12 de septiembre de 2018
EL ÓBOLO DE LA VIUDA (Mc 12,41)
“…El Señor mira desde el Cielo, se fija en todos los hombres, desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra…” (Sal 32)
¿Es posible que nada pase desapercibido a los ojos de Dios? El salmista nos lo acaba de aclarar. Hay un Evangelio en el que Jesucristo está sentado viendo las personas que echan la limosna en el templo. Y se fija en una viuda pobre, que da una pequeña limosna, en contraposición con las grandes o mayores cantidades de dinero que daban los poderosos de la época. Es el llamado “El óbolo de la viuda” en (Mc 12,41).
A primera vista, puede parecer incluso algo que podríamos decir “banal”, quizá indiferente, propio de quien no tiene otra cosa que hacer. Nos paramos aquí. Nada de lo que aparece en el Evangelio es así; cuando esto nos parece, hemos de interpretar como una señal para detenernos a meditar.
Jesús aprovecha esta situación para hacernos entender que esa pobre viuda echó más que nadie, porque los demás echaban la limosna de lo que les sobraba, y ella, en cambio, de lo que tenía para vivir. Es una mujer de una gran generosidad, pero, sobre todo, de una gran fe. Ella comprende que recibirá el ciento por uno de su generosidad. Ha comprendido el mensaje, aunque no se haya percatado de la mirada de Jesús.
Como dice el Salmo del encabezamiento, el Señor mira desde el Cielo, y nada se escapa de su calor. Jesús, como Sol que nace de lo alto,-nos lo recuerda el Canto del Benedictus, compuesto por Zacarías, padre de Juan Bautista-, ilumina y da calor a justos e injustos, y su Palabra, cual lluvia fina, cae sobre buenos y malos. Ya llegará el tiempo de la siega, y los ángeles separarán el trigo de la cizaña; pero ahora no es el momento. Deben crecer juntos, para evitar que al arrancar la cizaña, también el trigo salga malherido.
(Tomás Cremades)
lunes, 10 de septiembre de 2018
Salmo 13(12).- Clamor confiado
¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro?
¿Hasta cuándo tendrá que sufrir mi alma y estará mi corazón triste noche y día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo?
iAtiéndeme, Señor, mi Dios! ¡Respóndeme! Ilumina mis ojos
para que no me duerma en la muerte.
Que no diga mi enemigo: iLe he vencido!», y mis opresores no se alegren de mi fracaso.
¡Pues yo confío en tu misericordia!
mi corazón se alegra con tu salvación,
y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho
Reflexiones del padre Antonio Pavía: (extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)
Encontramos en el profeta Isaías un texto bellísimo en el que Dios, refiriéndose a Israel, responde también a este hombre: «... ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho sin compadecerse del hijo de sus entrañas?, pues aunque ellas llegasen a olvidar, yo no te olvido» (Is 49,14-15).
Jesucristo entra en una confrontación dramática, donde el alma sufre agónicamente hasta la desesperación. Es tan terrible la postración y el abatimiento, que cualquier hombre duda absolutamente de todo y, por supuesto, de ese Dios que dicen que es Amor. Pero Jesucristo en este combate contra el tentador que angustia su alma, le vence cuando dice: «... pero no sea lo que yo quiero sino lo que quieras tú”».
Dios «no se olvidó» de su Hijo; y en Él, Dios, no se olvida de ninguno de nosotros.