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sábado, 30 de noviembre de 2019

Reflexiones al Evangelio del Domingo 1 de Adviento ciclo A (Mt 24,37-44) 1/12/2019

Primer Domingo de Adviento; tiempo de expectación ante el Señor que viene para reconciliarnos con Dios. A lo largo de cuatro semanas,  Jesús nos irá preparando para saborear el Gran Misterio: Dios se hara Emmanuel que significa, Dios con nosotros, y viene, como dijo a Nicodemo, no para condenar al hombre sino para salvarlo (Jn 3,17). Respecto a esta venida, tengamos presente que San Bernardo cita tres: la primera en su Encarnacion, la tercera al fin de los tiempos y la segunda, atentos porque ésta nos toca directamente, acontece cada vez que escuchamos la predicación o leemos amorosamente el Evangelio. Se aprovechan de esta segunda venida los que tienen su oído abierto a Dios (Is 50,4..). Alcanza a los que siendo ya discípulos de Jesús sienten la necesidad de intimar más profundamente con Él y también a sus buscadores en general, aunque no sean muy conscientes de ello. Aquellos que como Mateo, Zaqueo, Francisco de Asís, Carlos de Foucault y millones de etc más a lo largo de la Historia, intuyeron que su vida era mucho más que el que sus proyectos acariciados hayan tenido su cumplimiento o no.

(Antonio Pavía-Misionero Comboniano) 
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viernes, 29 de noviembre de 2019

SI TE MIRARA

Si te mirara, Señor, si de verdad te mirara, no dedicaría mi tiempo a tanta fatiga inútil que teje lentamente el día

Si te creyera, Señor, si de verdad te creyera, cómo desaparecerían el miedo y la incertidumbre que atenazan mi garganta

Si te buscara, Señor, si de verdad te buscara, no habría disculpas para enredar mi vida en ansiar, en perseguir

Si te escuchara, Señor, si de verdad te escuchara, no dudaría de ti y tu Palabra ahuyentaría otras voces que tantas veces me confunden

Si te esperara, Señor, si de verdad te esperara, no permitiría que mis manos y su fiebre posesiva se apresuraran a sujetar, a retener tanta inútil seguridad

En fin, si te amara, Señor, si supiera amarte, ya no habría razones para escribir este texto

Pero me amaste primero y ya solo queda esperar a que ese amor con que me amaste transforme mi corazón huérfano y se convierta en tu amor.

(Olga) 
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miércoles, 27 de noviembre de 2019

SINTONÍA ENTRE EL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTOBENEFICIOS DE DIOS PARA CON SU PUEBLO (Deuteronomio 32, 1-12)

Es inspiración Divina toda la Escritura, pero hoy quiero detenerme en el libro del Deuteronomio, inspirado a Moisés. Todo el Antiguo Testamento es una preparación para la explosión de Dios en el Nuevo Testamento, y más especialmente en el Evangelio de Jesucristo.
El primer beneficio del pueblo de Israel, y, por ende, a nosotros, es “escuchar la Palabra”. Así nos dice este texto: “…Escuchad, cielos y hablaré…”. Ya nos lo había recordado Dios en el Shemá: “…escucha, Israel…”. Y la Palabra, que es el mismo Jesucristo, ya nos la va revelando cuando la compara con algo sencillo, para ser entendido por los hombres de la época: la lluvia. Imagen de la Palabra de Dios, que va impregnando como rocío, como llovizna, como orvallo, que es la lluvia fina propia de zonas montañosas como Asturias. 
Y comenta: “…voy a proclamar el Nombre de Señor…”. Y es que el único Nombre sublime, el único que se proclama es el Nombre de Jesús. Más tarde, muchos siglos después nos lo recordará Pablo en la carta a los Filipenses: “…Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios…por eso Dios le concedió el Nombre sobre todo nombre…”. Y aquí, está oculta la identificación del Nombre de Jesús con el Evangelio, ya que la única palabra que se proclama es el Evangelio de Jesús.
“Él es la Roca, sus caminos son justos, es un Dios fiel, Justo y recto”…En multitud de Evangelios Jesús se identifica como la Roca; podemos citar, por ejemplo cuando habla que el Reino de Dios (que es Él mismo), se parece a un hombre que edificó su casa sobre Roca, y, aunque vinieron las tempestades, no se derrumbó…Roca que nos ha transmitido a nosotros, sus discípulos, a través de Pedro, su representante en la tierra:
“…tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”. Jesús, además, es el Camino, la Verdad y la Vida, que ya anuncia aquí cuando habla de la justicia que representan sus caminos; que, por otra parte, es la justicia que “se ajusta” a Dios.
El texto va desgranado el paso del pueblo de Israel de la fe a la idolatría, cuando en la Fuente de Meribá, se hace el “becerro de oro”. ¡Cuántas veces, en nuestra vida, habremos construido nuestro becerro de oro, poniendo una vela a Dios y otra al diablo!
El pueblo de Dios, que él se escogió como heredad suya, nosotros, lo encontró en una “soledad poblada de aullidos”, dice el texto. Estremecedoras palabras: el hombre se siente solo en un mundo lleno de todo, menos de fe; un mundo poblado de aullidos de lobo, donde, a pesar de las multitudes, el hombre se siente sin Dios, porque él mismo lo ha echado de su lado. Por eso dirá san Juan: “la Palabra (Jesucristo), vino a este mundo y el mundo no la reconoció; vino a su casa, y los suyos no la recibieron…” Y, a pesar de ello, Jesús extendió sus alas cual águila real y los llevó sobre sus plumas, nos dice al final el texto. Las alas del águila, que son los brazos abiertos de Cristo en la Cruz. 

(Tomás Cremades) 
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viernes, 22 de noviembre de 2019

Reflexiones al Evangelio del Domingo 34 T.Ord Lc 23,35-43

Hoy estarás conmigo en el Reino de mi Padre, le dice Jesús al que conocemos como el buen ladrón. Quizás nos extrañe que Jesús borre en un instante toda una vida de desmanes y le abra las puertas del Cielo. Hemos de entender la riqueza bíblica del término "hoy", a lo que nos ayuda el salmista : "Si hoy escucháis su voz no endurezcais el corazón" (Sl 95,7b-8). Este ladrón tuvo su "hoy" para acogerse a Dios en una situación  en la que la mentira se había adueñado de Israel, hasta el punto de crucificar al Gran Inocente. Por su parte, el ladrón sabía que merecía su condena por ser culpable y así se lo hizo saber al otro ladrón que no tuvo reparos al coro de los que insultaban y dejaban a Jesús agonizante. En este panorama totalmente demoníaco, el buen ladrón se declaró a favor de Jesús...sin pedirle a cambio que lo librara de sus sufrimientos. Anteriormente Jesús había dicho: A quien se declare por mí ante los hombres, yo me declararé por él ante mi Padre ( Mt 10,32). El buen ladrón se declaró por Jesús proclamando su inocencia y Jesús le dijo "Hoy estarás conmigo en el Cielo"
 Todos tenemos nuestro "hoy" para volvernos a Dios... los sabios lo cogen al vuelo y lo aprovechan. 

(Antonio Pavía-Misionero Comboniano) 
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miércoles, 20 de noviembre de 2019

Salmo 53(52).- El hombre sin Dios

Dice el necio en su corazón: «Dios no existe».
Se han corrompido cometiendo abominaciones: no hay uno solo que obre el bien. El Señor se inclina desde el cielo sobre los hijos de Adán, para ver si queda alguno sensato, alguien que busque a Dios. Todos andan extraviados y obstinados por igual: no hay uno que obre bien, ni uno solo. ¿No van a aprender los malhechores?Devoran a mi pueblo como si comieran pan, y no invocan al Señor.
Pero temblarán de espanto, porque Dios esparce los huesos del agresor, y quedarán avergonzados porque Dios los rechaza.
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo exultará Jacob y se alegrará Israel

Reflexión del padre Antonio Pavía: El corazón vacío

El salmista exhorta al pueblo con estas palabras: «Dice el necio en su corazón: “Dios no existe”. Se han corrompido cometiendo abominaciones: no hay uno solo que obre el bien». La intención de nuestro hombre al hacer esta advertencia es clara: el insensato, el necio tiene el corazón vacío, por ello, en su interior, lo único que hay es la ausencia de Dios. Denuncia que Dios no está con él. 
Jeremías anuncia al pueblo de Israel la inminente invasión de los pueblos vecinos: «Una voz avisa desde Dan y da la mala nueva desde la sierra de Efraín. Pregonad: 
¡Los gentiles ya están aquí! Hacedlo oír en Jerusalén. Los enemigos vienen de tierra lejana y dan voces contra las ciudades de Judá» (Jer 4,15). Y Yavé ilumina al pueblo el porqué de la invasión. «Es porque mi pueblo es necio: A mí no me conocen. Criaturas necias son. Carecen de talento. Sabios son para lo malo e ignorantes para el bien» (Jer 4,22).
Hemos visto cómo Jeremías anuncia la desgracia y Yavé la testifica y dice que este acontecimiento nefasto para Israel es a causa de su insensatez y necedad: Rehusaron conocerle. Dios mismo, con sus palabras, define lo que es un necio. Es alguien que, con su boca, puede cantar y bendecir a Dios pero su corazón se inclina a lo que a él le parece más provechoso, independientemente de la palabra de Dios que dice escuchar. Por eso es inteligente para el mal e ignorante para el bien. No tiene ningún interés por conocer a Dios en profundidad. Yahvé insistirá una y otra vez a lo largo de toda la Escritura, que a Él se le conoce por medio de la Palabra. Cuando no está en el corazón del hombre, este se hace único juez de sus actos y decisiones. Llega un momento en que vive totalmente ajeno a Dios. Más todavía, Dios no le hace falta para vivir su vida. Así lo oímos en el profeta Isaías, en su alocución sobre Babilonia, que es el símbolo de toda idolatría: «Te sentías segura en tu maldad, te decías: nadie me ve. Tu sabiduría y tu misma ciencia te han desviado. Dijiste en tu corazón: ¡Yo, y nadie más!»(Is 47,10).
Jesucristo es la Palabra hecha carne, y define el sello por el que puede reconocer a sus ovejas, a sus discípulos: «Yo soy el Buen Pastor y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,14.27).
El anuncio de Jesús es claro, no deja lugar a dudas. 
Él reconoce a sus discípulos por la calidad de su oído, por su insistencia en escuchar su Palabra. Esta es la fuerza enviada por Dios para que el hombre pueda hacer lo que se llama el discipulazgo, es decir, el seguimiento de Jesús, cuyos pasos terminan en el Padre. Es un camino que nadie sino solamente Jesús conoce: «Adonde yo voy, vosotros no podéis venir» (Jn 13,33). Nadie sabe ir, pero Él mismo nos llevará, nos conducirá como Buen Pastor para que donde esté Él, estemos también nosotros (cf Jn 14,3).
Cuando no se da este tipo de relación Palabra-escucha, el hombre, por muy devoto que sea, termina con un corazón vacío, pagano, idólatra como el de Babilonia; termina diciendo «yo y nadie más»; exactamente tal y como dice el necio que encabeza este salmo, que dice en su corazón no hay Dios, y es cierto que no hay Dios para él porque nunca lo ha querido recibir tal y como Jesucristo propone: «Mis ovejas escuchan mi voz». Lo más grave de esta situación, no es solamente que el hombre no conozca a Dios, sino que el mismo Dios tampoco le conoce a él tal y como vemos en la parábola de las diez vírgenes. Sabemos que Jesús habla de cinco vírgenes necias, insensatas, porque su lámpara estaba apagada, vacía de luz. Sabemos que san Juan define a la Palabra con luz (Jn 1,9).
Las vírgenes necias tienen la lámpara apagada, que significa el corazón sin la Palabra, sin luz. Significa el corazón vacío: ¡Yo y nadie más! Por eso, cuando estas quisieron entrar en el banquete de bodas, por más que gritaron ¡Señor, señor, ábrenos! Él le respondió: En verdad os digo que no os conozco (cf Mt 25,11-12).El Hijo de Dios, que es la Palabra hecha carne, nos indica cómo evitar este peligro de tener el corazón necio, de vivir inmersos en la vaciedad e idolatría. Como decíamos antes, por la calidad de nuestro oído: Un oído atento al Dios que habla. Un oído que pone en movimiento a la persona y le hace buscar su tiempo para escuchar a Dios. Un oído que, recogiendo todas las ansias existenciales del hombre, ha comprendido que el Evangelio es su única esperanza. Un oído lleno de sabiduría que percibe y comprende que, escuchar y guardar con amor la Palabra, es la vía por la que Dios habitará en su corazón. 
Escuchemos a Jesús: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,23).


MI VIEJO ODRE

Vengo corriendo, descalza, con mi vestido sucio del polvo de los caminos que he tenido que recorrer para llegar hasta la Cruz, y poder darte un beso antes de morir.
Llegué cuando estabas agonizando, en la Cruz, me miraste y me sonreíste, me estabas esperando, al besarte mi ropa se impregnó de tu sangre, sangre que Tú me diste, y me dijiste guarda esta sangre en tu odre hasta que yo te diga lo que tienes que hacer con él.
Jesús, mi odre está viejo y la sangre la puedo perder, cuando lo miro, me doy cuenta que mi odre está recién cosido, no sé quien lo habrá podido hacer.
Estoy un poco aturdida, yo no soy nada y sin embargo Tú te has fijado en mí, para que guarde en mi viejo odre la sangre de las heridas que te hicieron en la Cruz. ¿Ha sido por ir a darte un beso cuando estabas en la Cruz, justo antes de morir?.
La gente cuando se entere y se van a sorprender y se preguntarán, ¿cómo teniendo sitios mejores, Jesús le va a dar su sangre a esa mendiga que ni siquiera tiene un techo para dormir?, pero yo lo tengo bien guardado y cumpliré con lo que Tú me has mandado hacer.
Me hubiera gustado presentarme ante Tí limpia y mejor vestida, pero Tú sabes muy bien que vengo sudorosa de tanto correr, con mi vestido sucio del polvo de los caminos y mis pies descalzos, siempre yendo de un lado a otro, buscando algo para comer. Tú ya  sabes que a mí me ha tocado vivir así.
A pesar de mis dificultades, voy a guardar con todo mi amor este viejo odre, hasta que Tú me digas  que tengo que hacer con él.
Un día cuando iba por un camino me encontré contigo Jesús, yo no te reconocí pero Tú a mí sí, me dijiste que querías que mi viejo odre donde está guardada tu sangre fuera el Sagrario de esa vieja capilla que frecuento yo, y que es donde va a orar la gente que es tan pobre como lo soy yo.
Me hubiera gustado ponerlo en el Altar mayor de alguna catedral, pero Tú elegiste la vieja capilla, allí en su Altar lo voy a poner, así los hombres sabrán que Dios puede estar en cualquier lugar, incluso en mi viejo Odre que ahora es el Sagrario que Tú elegiste para que guardara la sangre de las heridas que te hicieron en la Cruz.
No importa donde el Odre esté, lo importante es que los hombres vayamos a rezar ante el Sagrario, que es el puente entre los hombres y Dios.

Elia
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lunes, 18 de noviembre de 2019

EL GRANO DE MOSTAZA

¿Cuántas veces no nos habremos preguntado cómo será el Cielo? “…El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza, que, siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece se hace un árbol donde anidan las aves del cielo...”. Así nos lo dice Mateo (Mt 13, 31-33).
Cuando Jesucristo nos relata en su Evangelio (Mc 4,1-9) la Parábola del Sembrador, nos dice que salió el sembrador a sembrar…Es muy conocida y muy fácil de entender. Y en ella la semilla que va cayendo al borde del camino, entre zarzas, en terreno pedregoso…y en tierra buena, nos está diciendo que esta semilla es su “Palabra”, su Evangelio. Hay una semejanza total entre la semilla y la Palabra.
Y si unimos los dos textos, vemos que el grano de mostaza, en cuanto a  semilla, es la más pequeña de las semillas…es decir: la Palabra que recibimos de Dios, en los comienzos de fe de cada persona, es una semilla pequeña; que se va haciendo grande según avanzamos por su Camino, que es Jesús. Y hay un detalle curioso: una vez formado un árbol grande, es decir, cuando nuestra fe es adulta, anidan en él las aves del cielo. No anidan las aves que andan por la tierra, sino las que ya son “del cielo”.
Y hablando de fe: se presenta un centurión, - pagano -, a Jesús, y le pide la curación de su criado. (Mt 8, 5-13) Jesús le dice: “Yo iré a curarlo”. Pero el centurión no quiere molestarlo, y le dice estas hermosas palabras, que recordamos al ir a comulgar su Cuerpo y su Sangre: “…Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano…” Jesús, una vez realizado el milagro, dice: “…os aseguro que en Israel no he encontrado una fe tan grande”
El centurión es un hombre pagano, y le llama: Señor. Nombre sólo reservado a Dios.
En la vida pedimos muchas cosas a Dios. Y lo pedimos con urgencia, y queremos verlo ¡ya! Y si no lo vemos inmediatamente, pensamos que Dios no nos escucha…
¡Qué necios somos  a veces! Necios que en el lenguaje de Jesús es “opuesto a la sabiduría”. Lo primero que hemos de pedir es cosas buenas; buenas según el pensamiento de Dios, no siempre son buenas para nosotros. Claro, alguien dirá: ¿y cómo conozco el pensamiento de Dios, para saber si es bueno para Él?
Esta es la pregunta que nos induce el Maligno; normalmente sabemos muy bien si lo que pido se “ajusta” a Dios. Es saber si lo que pido es un capricho, o es algo que sabes positivamente que Dios quiere en orden a tu salvación.
Ya tenemos dos puntos: pedir algo bueno para nosotros, en orden a Dios, y estar seguro de que si es así, Dios lo quiere.
Surge un problema: Dios respeta nuestra libertad. Supongamos que pedimos la fe para un hijo. Es bueno en orden de Dios. Dios lo quiere, pero puede ocurrir que el hijo no tenga el más mínimo deseo de contactar con Dios.
En ese caso, por otro lado muy frecuente, tengamos la fe del centurión: Señor, tú encontrarás el momento para revelarte al hijo como oveja perdida. Te presentarás como a los discípulos de Emaús…cambiarás su corazón. No hace falta que yo lo vea, porque confío en Ti
Dijo Jesús: “…cualquier cosa que pidáis al Padre en mi Nombre, tened la confianza de que ya lo habéis obtenido y yo os lo daré… (Jn 14,13)
(Tomás Cremades) 
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viernes, 15 de noviembre de 2019

Reflexiones al Evangelio del Domingo XXXIII Del T.Ordinario (Lc 21,5-21)

La escucha amorosa del Evangelio abre nuestras entrañas a un amor inmensamente mayor que cura nuestros caprichos y debilidades, al Amor con mayúscula.Hoy Jesús dice a sus discípulos que, al igual que Él, serán odiados y despreciados por el mundo. El motivo es que el mundo cree que Dios usurpa su autonomía. Es un razonar tejas abajo ya que, es justamente la experiencia de ser amados con la ternura propia de Dios, lo que nos hace libres frente al mal que tanto nos limita y empobrece. Jesus ante tanto odio nos dice: ¡Ánimo.. hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados!.. Les está diciendo que Dios está pendiente de ellos. En otra ocasión y sobre el mismo tema proclamó: "¿No se venden unos pajarillos por unos céntimos? (Lc 12;6-7). Pues ni uno solo está olvidado por mi Padre. No temáis, valéis más que esos pajarillos. Bien conocen los discípulos de Jesús la ternura de Dios. La Ternura que brota de su Compasión y la Compasión que brota de su Ternura. Termino con este texto del Salmista: " Grande es tu ternura Señor, con tus palabras dame vida" ( Sl 119,156)
(Antonio Pavía - Misionero Comboniano)
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jueves, 14 de noviembre de 2019

INCLINARME

Inclinarme bajo tu mano poderosa
Aprender a decirte “sí” contra toda esperanza
Renunciar a mi juicio, mi sentido común, mis razones y dejarte a ti hacer
Aceptar la locura de obedecerte más allá de lo razonable y creer en ti, en tu susurro
Caminar por un estrecho lugar y no poder agarrarme
Preguntarme si será verdad, cerrar los ojos y saltar, dejarte a ti hacer
Cederte el paso, confiarte mi vida y mi decisión
Respirar hondo y aguardar
Esperar y confiar ……   y ver que se cumple
Que tu mano firme toca la superficie de mi mar y la calma aplaca la tormenta.

Ya no sopla el viento y despacio, muy despacio, todo ocurre, como tú quieres, como habías prometido
Todo a tu forma, no a la mía
La realidad modelada por tus manos porque no fui yo quien  obró, solamente me incliné bajo tu mano poderosa. 

(Olga) comunidadmariamadreapostoles.com

martes, 12 de noviembre de 2019

La oración más bella

Dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando recéis no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo; danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. Porque si perdonáis a los hombre sus ofensas, también os perdonará vuestro padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas”. (Mt 6, 7-15)
Podríamos llamar a este Evangelio como: “la Oración más bella salida de los labios de Jesús”. Antes de que Jesucristo enseñase esta oración a sus discípulos, los israelitas fieles a Yahvé rezaban con los libros sagrados del Pentateuco: Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio.
Pero los Apóstoles, al ver al Señor rezar a su Padre, le instaron: “…enséñanos a orar” (Lc 11,1-13). Concretamente fue uno de sus discípulos el que le pidió este maravilloso deseo. Y el Evangelio no dice quién fue el discípulo que lo solicitó. Se ha mantenido en el anonimato este discípulo, que ni siquiera sabemos que fuera uno de sus apóstoles. Sería hermoso imaginar que este discípulo anónimo pudiera ser cada uno de nosotros…Y es que esta petición, arranca del corazón humano, al ver cómo rezaba Jesús.
Dicen los Santos Padres de la Iglesia que un cristiano no lo es hasta que no ha visto a otro cristiano. Es decir: Al ver la vida que vive un cristiano en sus múltiples facetas, ese ejemplo arrastra un deseo incontenible que le impulsa a ser también cristiano. Lo cual, dicho sea de paso, nos interpela enormemente.
Pues éste es el caso de ese discípulo. Y Jesús le enseña, curiosamente, con siete “enseñanzas”, que por el número indicado, el siete, ya nos lleva a la plenitud. El siete, como otros muchos números de la Escritura, tiene un significado simbólico, que nos acerca a la revelación. El siete es “la plenitud”. Siete son los sacramentos, siete los dones del Espíritu Santo…siete los días de la Creación, siete pecados capitales…y así podríamos continuar.
Sirva este “entreacto” como un aperitivo que dejamos al lector como parte de la meditación, que debe siempre acompañar a cualquier ocasión que tengamos en donde se hable de Dios y sus enseñanzas.
Estas siete peticiones que elevamos en el Padrenuestro, ya nos indican que la plenitud de nuestra oración está encaminada por ahí.
La oración comienza con la llamada a un interlocutor: el Padre de Jesús. Pero tiene algo esencial: Dice: “Padre nuestro”, no “Padre mío”. Jesús nos está diciendo claramente que el discípulo que invoca a Dios reconoce en Él a su Padre, no solo al Padre de Jesús. Lo que implica que Jesús es nuestro excelso Hermano.
Y nos dice que está en los Cielos. Sabemos que el Cielo no es un lugar físico, sino que es un “estado” del alma donde se encuentra Dios.
El fiel orante pide claramente que sea  su Nombre santificado. El nombre para un israelita no tiene el mismo significado que para nosotros, que procedemos de una cultura greco-romana, y que nos sirve para diferenciar una persona de otra, simplemente. En el pueblo de Israel el nombre representa “la esencia del ser”. Recordemos que Adán “puso el nombre “a todo lo creado”. (Gen 2, 18-20)
Y en la Carta a los Filipenses dice Pablo: “…por eso Dios le concedió el Nombre sobre todo nombre, de modo que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en el Cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Fp 2,6-11)
Así, pues, pedimos al Padre que el Nombre de Jesús, su Esencia de Dios, sea reconocido en todo el Universo, como criterio de salvación y honra y honor a Él.
Que venga su Reino es pedir que Jesucristo,- verdadero Reino de Dios-, venga a nuestros corazones. Y al pedir que se haga su Voluntad en la tierra y en el Cielo, podemos volver la oración por pasiva así: En el Cielo es indudable que se hace la Voluntad  de Dios; entonces podemos decir, sin temor a errar,  que donde se hace la Voluntad de Dios, ahí está el Cielo. Y de aquí deducimos que el Cielo comienza ya desde ahora y continuará después de la muerte.
Pedimos su pan; pero: “…no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios…” (Mt 4,4)
El Padre conoce nuestras necesidades, no nos dejará sin el alimento que no perdura, el pan, pero hemos de pedirle el “Pan de su Palabra” que es su Evangelio, para alimento del alma, que perdura.
Dios es consciente de nuestras debilidades, conoce nuestro barro, por eso dice que pidamos: “…perdona nuestras ofensas…”. Sabe que vamos a pecar, y está dispuesto a perdonarnos si nosotros hacemos lo mismo con nuestros hermanos. Además nos brinda el auxilio para “no caer en el tentación”, librándonos de “ese mal” que es el Maligno Satanás.
Este es el camino de salvación que nos enseña Jesús, Hijo del Padre, nuestro Hermano.

(Por Tomás Cremades) 

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sábado, 9 de noviembre de 2019

Reflexiones sobre el Evangelio del XXXII Domingo T.Ordinario (Lc 20,27-38)

Jesús habla hoy de la Resurrección. Nos preguntamos: ¿Cómo resucitamos?. La respuesta a esta pregunta no nos la puede dar nadie por muy santo que sea, tan solo Dios por medio de las Escrituras, sobretodo por medio del Evangelio de su Hijo. Partimos del texto de su Transfiguración en el monte Tabor de la que Pedro, Santiago y Juan fueron testigos. Jesús no se transfiguró ante ellos algo así como para demostrar unos poderes ocultos, como podría un mago, sino para decirnos a todos cómo resucitamos. Nos dice Mateo que en el Tabor .." Jesús se transfiguró y que su rostro resplandecía como el sol.." (Mt 17,2..).
Es importantísimo acoger en el alma lo que proclamó su Padre desde lo alto en ese momento.." Este es mi Hijo amado..! Escuchadle !.." Les y nos exhorta encarecidamente a que le escuchemos porque Él es la             " Palabra-Luz verdadera que ilumina a todo hombre.." (Jn 1,9).
En la hora de nuestra muerte la Palabra-Luz Verdadera, es decir que no tiene ocaso y que hemos guardado en nuestras entrañas, irrumpe en nuestro ser y lo transfigura. Oigamos lo que dice Pablo a los discípulos de Filipos:    "Jesús transfigurará nuestro cuerpo corruptible y seremos revestidos de un cuerpo glorioso como el suyo".   (Flp 3,20)

(Antonio Pavía- Misionero Comboniano) 
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jueves, 7 de noviembre de 2019

DORMIR CON CRISTO

Haz esta experiencia: toma un crucifijo, colócalo debajo de la almohada, entre la almohada y la funda, y mantenlo así toda la noche. Es como si recostaras tu cabeza en Él.
Te será más fácil rezar, y hablarle, y le sentirás más cerca de ti. La noche se llena de tinieblas y parece que los problemas se agrandan, y cuando amanece, todo parece más fácil. De la mano de Jesús la noche está llena de su Luz.
Como el discípulo amado, Juan, que recostó su cabeza en el pecho del Maestro, y escuchó los latidos de su corazón, y que representa a todo discípulo, podremos recostar nuestra cabeza en la cruz de Jesús.
“…Verán al Señor cara a cara y llevarán su Nombre en la frente
Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol
Porque el Señor irradiará su Luz sobre ellos
Y reinaran por los siglos de los siglos…” (Ap 22)


(Tomas Cremades) 

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martes, 5 de noviembre de 2019

TÚ ME CAUTIVASTE

Señor, ¿por qué te quiero tanto?
Dímelo Tú, yo no lo sé.
Tú has ido deslizándote tan suavemente dentro de mi alma, que cuando me he dado cuenta ya me habías cautivado y ahora no te quiero perder.
Yo no te conozco mucho, pero Tú lo sabes todo de mí, pienso que no te merezco, pues no soy constante para poder mantenerme siempre cerca de Tí.
Yo voy de tu mano, Tú no me la quieres soltar, temes que me pueda perder y luego no encuentre el camino para poder volver a Tí.
Yo suelto tu mano, pienso que soy fuerte y no me voy a perder, pero encuanto me quedo sola, ya estoy perdida y no sé volver contigo otra vez.
Me encuentro andando intentando no caer, me tambaleó, voy de un lado para otro, tengo miedo Señor, dame tu mano otra vez.
Tú me la das e intento desesperadamente poderla alcanzar, Tú sigues con ella tendida para que me pueda agarrar, Tú me sujetas, ya vuelvo a estar contigo, ¡que descanso!, ya creía que te iba a perder.
Señor, cuanto amor me das, que paz se respira estando contigo, yo ya no quiero seguir mi camino si Tú no me sujetas bien, pues he pasado mucho miedo pensaba que no iba a poder volverte a ver.
Sabes que estoy muy cansada, con mis problemas, mis inquietudes, mis luchas, solo Tú me puedes ayudar a descargar esta mochila que cada día me va pesando más.
Mis deseos, mis esperanzas, Tú las conoces bien, pero yo cada mañana en mis oraciones te los vuelvo a recordar, podrás pensar que soy egoísta, pero no, Tú nunca piensas mal.
¡Te quiero tanto Señor!, Tú me cautivaste, y ahora soy yo la que estaría perdida sin tenerte dentro de mi alma y de mi corazón.

(Elia) 
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sábado, 2 de noviembre de 2019

Reflexiones sobre el Evangelio Domingo XXXI T.Ordinario Lc 19,1-10)

Jesús está entrando en Jericó, todo el mundo sale de sus casas,  no quieren perderse el espectáculo de ver a ese del que dicen que cura ciegos, sordos, leprosos..etc.
Vivía en esta ciudad un jefe de publicanos,  llamado Zaqueo, que también quiere  ver a Jesús. No le mueve el asistir a un espectáculo, sino algo mucho más serio. Es cierto que ha alcanzado dinero, posición social, cierto nivel cultural..etc, pero es consciente de que como persona está aún sin hacer, así que venciendo todo respeto humano sale a ver si ese tal Jesús llena sus vacíos interiores que tanto le duelen. El problema al salir es que la calle está abarrotada y si quiere persistir en la decisión que ha tomado, dado que es un poco bajito, tendrá que subirse como un chiquillo más a un árbol. Así lo hace y nos imaginamos a Zaqueo maldiciéndose a sí mismo por hacer el ridículo, subido a un árbol, total para nada, pues no cree que Jesús se vaya a fijar en él. Pues sí que se fijó, al llegar junto a él levantó sus ojos y le dijo: "Zaqueo, hospédame en tu casa.." Siempre es así, cuando alguien da un paso para buscar a Jesús, Él ha dado ya muchos más para provocar el Encuentro.

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P. D. Os anunciamos que hay un libro sobre Zaqueo del P. Antonio Pavia publicado por Editorial San Pablo. Se titula "Un publicano llamado Zaqueo". 
Se puede adquirir en cualquier librería religiosa de España y también por internet  en ventas@sanpablo.es

viernes, 1 de noviembre de 2019

EL MAL SE VENCE A BASE DE BIEN


Esta afirmación, en los tiempos que corren, puede carecer de sentido: la venganza está presente en todos los estamentos de la sociedad. Es el “ojo por ojo y el diente por diente” de la Ley. Incluso está reflejado en la Escritura., hasta que vino el Hijo del Hombre, Jesucristo, a poner luz y taquígrafos en la ley.
Las leyes humanas, en un ordenamiento jurídico actual, en la mayoría de los países civilizados de nuestro entorno, aplican con mayor o menor rigor las leyes humanas que permiten sobrevivir, con mayor o menor satisfacción por parte del individuo administrado.
Pero salvando este inicio, el texto quería referirlo a un tema más cercano, más, incluso, familiar, que se propicia por las pequeñas rencillas, que provocan grandes enfrentamientos. Va en aumento la llamada “violencia de género”, sobre todo contra las mujeres, como ser más débil en cuanto fuerza física, aunque también hay casos contra el varón.
No es este texto para buscar las causas que inducen a tan horrible situación, lacra de esta sociedad, que no sabe a dónde va. Nunca tales actuaciones podrán ser admitidas ni consentidas. Me refiero, más bien, a pequeños enfrentamientos “inter pares”, ente “iguales”, o más o menos “iguales”. Las desavenencias conyugales son un ejemplo de ello. Cítese como ejemplo la aspereza de la relación, el desinterés por el otro, el descrédito de actos bien realizados, quitando méritos a cualquier cosa incluso pequeña; el descrédito en público de la mujer al marido, o viceversa, considerando a ésta o a ésta incapaz de determinada situación…Los silencios entre personas que conviven en una casa, padres, hijos…que muchas veces son más elocuentes que las propias palabras…
Pero hay desavenencias entre trabajador y jefe, hay desavenencias incluso en la calle, en el tráfico…Y me pregunto: ¿A dónde va la humanidad? ¿Estamos condenados a esta infelicidad? ¿Es que no se encarga ya la vida misma, con sus propios quehaceres, de hacernos difícil la convivencia, para añadir más leña al fuego?
Existe solución. Y la solución pasa por levantar los ojos a Dios. El mal se vence a base de bien. No responder al mal con el mal; no responder con el:”tú más”, vergonzante de los políticos, de algunos, no de todos.
Esto requiere mucha paciencia, y sobre todo, en primer lugar, “tomar conciencia” primero de la existencia del problema, y poner en práctica el precepto evangélico: No hacer  a otro lo que no quieres que te hagan a ti.
El Evangelio, única forma de conducta fiable, fiable para la Vida que anhelamos, nos pone Luz en nuestras tinieblas, la Luz de Cristo. Nos dice Jesús, en el discurso Evangélico de las Bienaventuranzas: “…Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no os resistáis al mal; al que te abofetee la mejilla derecha, ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, ofrécele también el manto; y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos…” (Mt 5, 38 y ss)

¿Queremos seguir a Jesús? La respuesta está dada.
Si todas las religiones tienen una “semilla de Dios”, la única que mantiene estos preceptos es la de Jesucristo, la religión Católica.

(Tomás Cremades) 

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