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lunes, 23 de enero de 2017

AMAR LA EUCARISTÍA.- HISTORIA.- CAPÍTULO 9.



CORPUS CHRISTI
La devoción a la adoración al Santísimo Sacramento fuera de la misa se fue extendiendo de tal modo que pronto se instituiría la festividad del Corpus Christi, que fue promovida por Juliana de Cornillón. Nació en Retines; Lieja, en 1.193 en el seno de una familia de ricos agricultores, pero a la edad de cinco años quedó huérfana de ambos padres lo que motivó que ingresara en la Leprosería convento de Lieja, allí se practicaba el celibato, la oración y se compartían los bienes; estudió Latín lo que le permitió leer a San Agustín, San Bernardo, cuyos sermones sobre el Cantar de los Cantares recitaba de memoria, así como a los Padres de la Iglesia. A los 14 años fue admitida en el convento.
Desde siempre tuvo una gran devoción al Santísimo Sacramento. A partir de 1.209 tuvo una serie de visiones místicas, En una de ella vio la luna resplandeciente con una mancha en el centro, lo que ella interpretó que faltaba una fiesta en el calendario litúrgico, esa debía de ser la fiesta del Santísimo Sacramento que debía de ser instituida para aumentar la fe de los fieles y para restituirle las ofensas cometidas en su contra.
De este modo dedicó todas sus energías a instituir esta festividad ayudada por la Beata Eva de Lieja. En el año 1.222 Juliana fue elegida Priora de Mont Cornillon lo que le ayudó en su labor. De este modo pudo obtener el consejo de Jean de Lausanne, canónigo de Saint Martin, Jacques Pantaleon, Archideacono de Lieja, Guy Obispo de Cambrai y futuro Papa Urbano IV y los teólogos dominicos como Hugo de Saint Cher. También comunicó sus visiones al príncipe-Obispo de Lieja Robert de Tourote. Por aquel entonces los Obispos podían establecer fiestas en sus diócesis. Así que éste, convocó a un Sínodo y estableció dicha fiesta que debía de celebrarse el jueves posterior a la festividad de la Santísima Trinidad; al mismo tiempo el Papa ordenó que un monje llamado Juan escribiera el oficio para dicha ocasión así la primera profesión del Corpus se celebró en la ciudad de Lieja en 1246.
Los burgueses de Lieja se opusieron a la celebración porque significaba un día de descanso más para la población y algunos religiosos no estaban dispuestos a asumir nuevos dispendios. Por lo que Juliana tuvo que dejar su convento y marchar de monasterio en monasterio. Murió en 1.258 en la casa de las monjas cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.
Sin embargo, más tarde un Obispo alemán tuvo conocimiento de este evento y lo extendió por Alemania y así se fue extendiendo esta fiesta.
Luego, el Papa Urbano IV, tenía en aquel tiempo la corte en Orvieto, un poco al Norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1.264 se produjo el milagro de Bolsena: un Sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas que la consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando enseguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 de Junio de 1.964. Hoy se conservan los corporales donde se apoyó el cáliz y la patena que se utilizó durante la misa en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena manchada de sangre.
El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la Bula “Transiturus” del 8 de Septiembre de 1.264, fijándola para el Jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa misa y al oficio.
Luego el Papa encargó un oficio para esta fiesta a Santo Tomás y a San Buenaventura, éste último, mientras que el Papa leía el oficio de Santo Tomás, renunció al suyo.
En la Eucaristía del 11 de Agosto de 1264, en la que el Papa estableció esta fiesta, remarcó el amor de Cristo el cual deseó permanecer físicamente con nosotros hasta el fin de los tiempos. Así el Papa manifestó: “Cristo está con nosotros en su propia substancia” porque “Cuando les dijo a los Apóstoles a la hora de ascender al cielo que Él estaría con ellos todos los días, hasta el fin del mundo” por lo tanto les confortó con la graciosas promesa que Él permanecería y estaría con ellos incluso con su presencia física.
El Papa Urbano IV comisionó a Tomás de Aquino para que compusiera la Liturgia de las Horas para la fiesta del Corpus Christi, que sería celebrada anualmente el Jueves siguiente a la Santísima Trinidad.
Aquino compuso tres himnos para la fiesta, que son los más bellos de la liturgia católica. Estos expresan la permanente fe de la Iglesia en la presencia de su fundador. También explican por qué el creyente adora a Cristo en el Santísimo Sacramento. Los tres himnos forman parte del oficio divino. Son los siguientes:
-O salutaris Hostia es un acto de adoración de Cristo el Salvador, Víctima que abrió de par en par las puertas del Cielo al hombre.
-Tantum Ergo Sacramentum, es un acto de adoración a la palabra hecha carne, donde la fe proporciona aquello que los sentidos no pueden percibir.
-Panis Angelicus, es un acto de adoración de esa cosa maravillosa que da de comer a los pobres y humildes gracias al banquete del Rey y Señor encarnado
Aquino, al igual que la Iglesia, nunca separó la Eucaristía como sacrificio, comunión y presencia. Pero, como la Iglesia, Él también se dio cuenta que sin la presencia real de Cristo no habría un sacrificio ni comunión real. Aquino asumió que Dios se hizo hombre para que pudiera ofrecerse a sí mismo en el Calvario y continua ofreciéndose Él mismo en la misa. Él se hizo hombre que pudo darse a sus discípulos en la Última Cena y continúa dándose a nosotros en la Santa Comunión. Se hizo hombre para vivir en carne y sangre en Palestina y continua viviendo ahora en la tierra como el mismo Jesús que murió y resucitó de entre los muertos y está sentado en la derecha del Padre. 

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