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lunes, 3 de abril de 2017

AMAR LA EUCARISTÍA.- HISTORIA.- CAPÍTULO 14




(Del libro Historia del Santísimo Sacramento.- Autor D. Francisco Menchén)
 
MILAGROS EUCARISTICOS (Cont.)


Milagro de Lanciano

Según Stefanía Falasca es “El más antiguo milagro visto por la ciencia moderna” la narración más
antigua la encontramos en un documento de 1.631 ya que la antigua descripción de los hechos que quedó plasmada en un antiquísimo códice de pergamino escrito en griego y en Latín fue robado en el S. XVI. Los hechos que relata dicho documento son los siguientes:
 
“En esta ciudad de Lanciano, hacia el año 750 de Nuestro Señor, se halló, en el Monasterio de San Legonziano, donde vivían monjes de San Basilio, hoy llamado de San Francisco, un monje que, no bien anclado en la fe, literato en las ciencias del mundo, pero ignorante en las de Dios, dudaba cada vez más de que en la hostia consagrada residiera el verdadero cuerpo de Cristo, y de que en el vino estuviera su verdadera sangre. Sin embargo, no abandonado por la divina gracia de la oración, constantemente rogaba a Dios que le arrancase del corazón esta llaga que le estaba envenenando el alma. Cuando el benignísimo Dios, Padre de misericordia y de todo consuelo, se complació en sacarle de aquella brumosa oscuridad, le hizo la misma gracia a la que ya asistiera el apóstol Tomás”. Sigue diciendo el anónimo autor del texto: “Mientras una mañana, durante el sacrificio, tras proferir las santísimas palabras de la consagración, se hallaba inmerso como nunca en su antiguo error, vio convertirse el pan en carne y el vino en sangre. De tan estupendo y grandioso milagro se quedó aterrorizado y confuso; pero, al final, cediendo el temor a la alegría del espíritu que le llenaba los ojos y el alma, con rostro jocundo y bañado por las lágrimas, se volvió hacia los presentes y dijo: “Oh, dichosos asistentes, a quienes Dios Bendito, para confundir mi incredulidad, ha querido revelarse en este Santísimo Sacramento y hacerse visible a vuestros ojos. Venid, hermanos, y mirad a nuestro Dios que se ha acercado a nosotros. He aquí la carne y la sangre de nuestro amadísimo Jesús”.
Este milagro se produjo en el 750, y este Sacerdote pertenecía a un grupo de monjes venidos de oriente que se establecieron en Lanciano, en la costa Adriática. Los monjes Basilianos custodiaron las preciosas reliquias hasta el año 1176, en que pasaron a los benedictinos. En 1252, como en tantos otros monasterios de Italia, ocuparon el lugar de los benedictinos los franciscanos conventuales, que conservan aún hoy las reliquias. Los frailes franciscanos construyeron sobre la antigua iglesia de san Legonziano un nuevo santuario en 1258 en donde guardaron las reliquias de este milagro.

Estos restos han sido estudiados en 1.970 por Odoardo Linoli, Jefe médico de los servicios médicos de Arezzo, cuyos estudios fueron sorprendentes ya que llegó a la conclusión que las cinco bolitas de sangre coaguladas son sangre del tipo AB y la hostia seria carne y a pesar del paso del tiempo cuando es analizado tiene el aspecto de un corazón vivo. Estos estudios fueron confirmados por estudios de la OMS realizado en Nueva York y Ginebra donde fue sometido a más de 500 exámenes en 1976. Estos análisis fueron repetidos en 1.980 volviendo a salir los mismos resultados.
 
El Milagro de Bolsena

En el año 1.264 el Padre Pedro de Praga tenía grandes dudas sobre la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía, así que decidió acudir a Roma para orar en la tumba de Pedro para que recibiera de Dios una señal contundente. El caso es que este sacerdote volvió a su tierra y una vez allí, cuando estaba diciendo misa, en el momento de dividir la Hostia Santa, vio cómo empezó a teñirse de sangre el corporal, que botaba de las especies. Asustado por lo ocurrido, el Sacerdote decidió suspender la misa. El Sacerdote recogió las especies con los paños sagrados para llevarlos a la sacristía, pero en el trayecto cayeron unas gotas de sangre en el suelo.
Esto sucedió en la Basílica de Santa Catalina de Bolsena donde se guardan las reliquias de las gotas de sangre de Jesús que cayeron al suelo.
El Papa Urbano IV estableció una comisión de teólogos que tenía como objetivo averiguar la veracidad de los hechos. Una vez que pudo comprobar la veracidad de lo sucedido, ordenó al Obispo que le llevase a Orvieto ciudad donde se encontraba el Papa, el corporal, el purificador y los linos sagrados. De modo que este hecho incitó al Papa Urbano IV a establecer la festividad del Corpus Christi. 

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