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martes, 18 de abril de 2017

AMAR LA EUCARISTÍA.- HISTORIA.- CAPÍTULO 15 (ÚLTIMO)





(Del libro Historia del Santísimo Sacramento.- Autor D. Francisco Menchén)
 


MILAGROS EUCARISTICOS (Cont.)
La Misa milagrosa del Padre Cabañuelas
El Padre Cabañuelas o Fray Pedro de Valladolid era un monje de la orden de San Jerónimo en el monasterio de Guadalupe, España, en el S. XV. Tuvo siempre una gran devoción por el Santísimo Sacramento pero en un momento determinado empezaron a entrarle dudas sobre la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en las especies de la Eucaristía.
El milagro ocurrió hacia 1420, cuando el Sacerdote tenía 50 años de edad, y es él mismo quien nos lo refiere, aunque de tercera persona en una relación que de su puño y letra se halló entre sus papeles después de su muerte, y que es la siguiente:
"A un fraile de esta casa, dice que le sucedió que un Sábado, celebrando la Santa Misa, después que consagró el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, vio una cosa como nube que cubrió el ara (Ara: losa o piedra sobre la que el sacerdote extiende el corporal para celebrar la Misa) y el cáliz, de manera que no veía otra cosa sino un poco de la cruz que estaba detrás del ara: lo cual le inculcó gran temor y rogó al Señor con muchas lágrimas, que le tuviera piedad y le manifestara que cosa era eso y que lo librase de tan gran peligro. Estando muy atribulado y espantado, poco a poco se fue quitando
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aquella nube, y cuando se quitó no halló la Hostia consagrada y vio la hijuela que estaba sobre el cáliz, quitada, y al ver el cáliz lo vio vacío. Al ver esto, comenzó a llorar fuertemente, demandando misericordia a Dios y encomendándose devotamente a la Virgen María.
Estando así afligido, vio venir la Hostia Consagrada puesta en una patena muy resplandeciente, y se colocó derecho en la boca del cáliz, entonces comenzó a salir de ella gotas de sangre que caían en tanta cantidad en el cáliz que se llenó como antes estaba. Una vez que el cáliz se llenó puso la hijuela encima del cáliz y la Hostia sobre el ara como antes estaba. El fraile que aún estaba espantado y llorando, oyó una voz que le dijo: Acaba tu oficio, y sea a ti en secreto lo que viste."
El hecho fue pronto conocido y divulgado por todos los ámbitos de la nación, y hasta los mismos reyes de Castilla, D. Juan II y su esposa Da María de Aragón, con el príncipe D. Enrique, el futuro Enrique IV, acudieron a Guadalupe para conocer y tratar al siervo de Dios, elegido ya como Prior del monasterio, quedando tan prendados de su virtud y santidad, que la reina le eligió por su consejero espiritual, y mandó en su testamento que, cuando trajeran sus restos al Santuario, colocaran a su lado los del padre Cabañuelas, como en efecto se hizo.
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Aún nos queda un precioso testimonio de la Misa Milagrosa, los corporales y la hijuela, con unas gotas de sangre, usados en la misma, reconocidos ante el notario apostólico en el siglo XVII, fueron declarados auténticos y son hoy la más preciada reliquia con que se honra el relicario guadalupense, como fueron también preclara reliquia eucarística, expuesta a la veneración de los fieles, en el Congreso Eucarístico de Toledo, en 1926. (www.corazones.org).
El Milagro de Tumaco 
El 31 de Enero de 1.906 sucedió algo extraordinario en el pueblo de Tumaco que se halla en una pequeña isla de la costa del Pacífico de Colombia. Allí se encontraba de Párroco el misionero Fray Gerardo Larrondo de San José que tenía como auxiliar a Fray Julián Moreno de San Nicolás de Tolentino.
El caso es que sobre las diez de la mañana se sintió un espantoso terremoto que según dicen duró unos diez minutos aproximadamente. Este provocó muchos daños y temor en la población que acudió a la Iglesia y pusieron todos los santos en las andas con la intención de sacarlos en procesión.
Cuando ya estaban a punto de comenzar la procesión, se dieron cuenta que el nivel del mar había retrocedido una distancia de un kilómetro y medio hacia adentro, lo que motivó una elevación del agua formando
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una ola gigantesca que amenazaba con golpear la costa y arrasar el pueblo que para colmo se encontraba por debajo del nivel del mar.
El Padre Larrondo, asustado, corrió hacia el Tabernáculo de la Iglesia y recogió todas las Hostias santas en el copón menos la mayor, y corrió con el mismo hacia el mar. Una vez allí, alzó el copón con las Hostias y bendijo la ola la cual se fue calmando hasta llegar suavemente a la orilla. Al parecer a consecuencia del terremoto se produjo un Tsunami que provocó muchos desperfectos en los territorios vecinos e incluso en Panamá, pero tanto el pueblo como la isla quedaron a salvo del mismo. Para agradecer este milagro el pueblo organizó una procesión del Santísimo Sacramento. 

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