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miércoles, 12 de abril de 2017

DAME TU SANTA LLAVE, SEÑOR (por Mari Pili)

Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación”  (Salmo 117, 19-21).

    El hombre busca y ansía triunfar. Para ello, hace todo lo que está a su alcance para conseguirlo; de mil maneras va abriendo puertas para entrar en ese ansiado triunfo creyendo que con “su propia llave” puede abrir todas las puertas que quiera, todas las que se le antojen para conseguir por ejemplo, fama, prestigio, bienes materiales, una buena posición etc., Puede que consiga todo eso y más cosas, y cree  que ha triunfado y lo ha conseguido por sus propios méritos, sólo con su esfuerzo, sin la ayuda de nadie, ni siquiera de Dios. Se llena de vanagloria como un pavo y se siente vencedor.
    ¿Vencedor de qué? ¡Insensato! ¿No te das cuenta de que ni medio paso puedes dar si Dios no te da el poder para hacerlo? Menos orgullo y más humildad, recuerda que “Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.
    Es por eso que el hombre cuantas más cosas consigue,  “sin Dios”, más vacío se va sintiendo y a la larga o a la corta, “teniéndolo todo” su vida va perdiendo sentido. De tanto tener ya nada le satisface, el “vencedor” empieza a sentirse derrotado. ¡Algo le falta!, ¡Le falta todo!,   ¡¡LE FALTA DIOS!!.......
    Se desespera, entra en depresión; no sabe, ignora que posiblemente Dios ha permitido todo esto hasta ahora en su vida para que entienda, para que se dé cuenta de que su  “falsa llave” que ha abierto tantas falsas puertas, la tiene que tirar al cubo de la basura, porque Dios quiere darnos vida, quiere darnos la oportunidad de renovarnos y darnos la felicidad con una vida nueva, por medio de su Espíritu que es bueno. “No quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. Porque “La salvación se anuncia donde acechó el infierno”, y  “Él nos librará de la red del cazador” (Is. 50).
    Todavía estamos a tiempo de encontrar la llave maestra, la verdadera llave que está en las manos de Cristo Jesús, El nos la quiere entregar a ti y a mí para que abramos la puerta del precioso paisaje del Evangelio, donde se encuentra el tesoro de su Palabra. Él es la llave, Él es la puerta, Él es la Palabra. Él nos abre la puerta y ya podemos pasar; entramos en un camino donde el mismo Jesús nos lleva de su mano, porque Él sabe que el camino no está exento de dificultades. Su mano fuerte y segura nos guía, si nos dejamos conducir por Él, hacia el verdadero triunfo de la salvación donde los vencedores entrarán.
    A partir de este momento, se comienza a experimentar la alegría de vivir y la esperanza de la salvación. La esperanza en Aquél que sabemos nos ama; ya no   caminamos  tristes y desolados como  les ocurrió a los discípulos de Emaús cuando creían que ya todo había acabado, que todo había sido un  fracaso, el aparente fracaso de su muerte en cruz resultó ser el triunfo, la victoria de su resurrección y también de la nuestra, porque es el triunfo de nuestra vida eterna. Ya no caminamos tristes porque hemos encontrado todo lo que necesitamos para triunfar; ya tenemos la llave que abre la puerta donde vamos a encontrar todas nuestras complacencias, las riquezas y los preciosos  tesoros a los que podemos aspirar: a ser discípulos suyos y conocedores de la verdad que nos hace libres.
    Te doy gracias Señor porque a ti grité, me escuchaste y fuiste mi salvación al entregarme la santa llave de de tu santa Puerta.
     A TI, EL HONOR Y LA GLORIA  POR SIEMPRE, SEÑOR. 
 
 
 
     
 
    
 
 

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