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viernes, 30 de junio de 2017

Os contaré lo que ha hecho conmigo (Carmen Pérez )

"Fieles De Dios, venid  a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo, a Él gritó mi boca  y lo ensalzó mi lengua." (Salmo 23)


Cuando decimos a los demás lo que Dios ha hecho por nosotros ... cómo nos liberó de nuestras angustias ... cómo sentimos que nos saca de las penas y tribulaciones ... cómo está siempre esperando que volvamos a sus brazos  para acariciarnos  y curar nuestras heridas, las que nos hicieron por no hacer  lo que Él nos pide .... cómo está esperando para hacernos resurgir de nuestros escombros  ...   

Cuando contemos esto a nuestros hermanos también ellos creerán o al menos dirán: vamos a ver ... como  los discípulos cuando preguntaron: ¿donde moras? y Jesús les dijo:  venid y lo veréis... Fueron y vieron ... Y se quedaron con Él.

¡Bendito seas Señor!

miércoles, 28 de junio de 2017

DIOS NOS RIEGA CON SU PALABRA (por Tomás Cremades)




Y Dice el Salmo 64: “Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida…”. Los Salmos, la oración que rezaba Jesucristo, se cumplen en Él y en todos los que queremos llegar, por su Gracia, a ser sus discípulos. Él, el gran Pedagogo, enseña a su pueblo con los temas sencillos de la tierra en la época en que estuvo en ella. Así nos habla de las labores del campo, los animales al cuidado del hombre, como las ovejas y las cabras; nos habla de las vides del campo y sus sarmientos, del agua y del pan…del Vino nuevo que ha venido a traer al mundo…Y en el lenguaje de los Salmos, el salmista inspirado por Dios se adelanta, sin saberlo, al tiempo de Jesús.
La tierra creada por Dios ha sido masacrada por el Maligno. Y Dios envía a su Hijo para hacerse Hombre con los hombres, tomando de nosotros, toda persona humana, con sus padecimientos y necesidades, pero sin estar sujeto al Mal.
Y en la tierra anunciada en este Salmo, quiero ver el mundo actual, con todas sus características y circunstancias que le rodean en el día a día. Pero Él cuida esta tierra, que el Señor Yahvé se apropió como heredad suya. Y la va enriqueciendo sin medida. Y para ello, a través de su Evangelio, de la Palabra de Vida, Jesucristo, la compara como la acequia por la que circula el Agua Viva, acequia que va llena, colmada de Agua. Y para su alimento, va poco a poco preparando el terreno de nuestra alma, de nuestra vida pequeñita; va regando los surcos con que la vida, con sus sufrimientos, va marcando en nuestro rostro.  Va “igualando los terrones” que nos aparecen cual piedra de escándalo que nos podría hacer tropezar, de tal manera, que su llovizna, metáfora de su Palabra, los deja mullidos con una medida rebosante, remecida, abundante, en palabras de la Escritura.
Y así, con la bendición de Dios, aparecen pequeños brotes verdes de esperanza, de forma tal, que ya los carriles, los surcos de nuestro rostro, rezuman abundancia. Y los valles, que en otro tiempo fueron montes donde se aposentaban nuestras idolatrías, se han convertido en oasis, que se visten de miesesque cantan la Gloria de Dios.
Entonces podremos ver hermoso el rostro de santa Teresa de Calcuta, lleno de surcos que delatan el sufrimiento entregado por los pobres en los que ella vio al Señor Jesús.
Es entonces cuando estas arrugas se llenan de vida entregada por amor al que es Amor, cuando las ha regado la Acequia de Dios con el agua limpia, pura, purísima de su santo Evangelio, Jesucristo.

“…La acequia de Dios va llena de agua. Tú riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes, coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia…” (Sal 64)

Alabado sea Jesucristo.

martes, 27 de junio de 2017

Poemas II.- EXTRAÑOS.- (por Olga Alonso)


Jesús le contestó:

–Marta, Marta, estás preocupada e inquieta por muchas cosas; sin embargo, solo una es necesaria. 
María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.
Lc 10, 41-42
EXTRAÑOS
Dicen que somos extraños, nos miran perplejos.
No entienden detrás de qué vamos y piensan que hemos claudicado de buscar razones para explicar la vida y que hemos preferido alienar y adormilar nuestras almas inventándonos un Dios.
Pero, si te detienes y les observas, buscan con su mirada, hacia dónde miras tú.
Quieren saber por qué hay algo en ti que les provoca y, a la vez, les da paz.
Tu libertad, tu dignidad, tu alegría, tu luz, tu bondad, tu lealtad, tu amor de cristiano, en fin, todo lo que tienes por el hecho de haber acogido su Palabra, son el espacio donde los hombres con los que te encuentras, se encuentran con Dios.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.


Sl 92, 5-7

lunes, 26 de junio de 2017

COMENZAR LA MAÑANA CON LA ORACIÓN (recuerdos de la niñez) por TomásCremades




Recuerdo cuando era niño que, la clase por la mañana se iniciaba con una oración. Y recuerdo que en el estrado del profesor, en la pared, en formato grande, había pintado un teléfono. Eran tiempos en que el teléfono de pared, negro, no estaba implantado en todas las casas. Y comenzábamos la oración con la señal de la Cruz. Y nos decía el profesor: “la señal de la Cruz es como cuando marcas el número de teléfono para comunicar con alguien. En este caso, con esta señal, te pones en contacto con Dios”.
Creo que es bueno comenzar con la señal de la Cruz nuestras oraciones, aunque lo hagamos de forma inconsciente. Pero yo siempre recordaré este símbolo del teléfono que me lleva necesariamente a la comunicación con el Señor.
Y después, creo que es importante rezar la oración del “Señor mío Jesucristo…”, en la que pedimos perdón por nuestros pecados y nos abre las puertas para la oración posterior.
Y pedimos“…Señor, ¡ábreme los labios! Y mi boca proclamará tu alabanza…”. Y es que, de la misma forma que con la boca cerrada no podemos recibir el alimento, con la boca del alma, si está cerrada, tampoco podemos recibir el alimento de la oración.
No en vano dirá el salmo:”…Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saqué del país de Egipto¡abre tu boca que te la llene!…” (Sal 81,11)
Es curiosa esta forma de pedir al Señor: “…mi boca proclamará tu alabanza…” La única Palabra que se proclama es precisamente la Palabra, el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Es decir, mi boca estará en disposición de alimentarse con el Evangelio. Fijémonos que en la celebración de la Eucaristía, el celebrante al abrir el Evangelio dice: “proclamación del santo Evangelio según…”
Pues comencemos la mañana en la presencia del Señor, que él se cuidará de nosotros durante el día, para que también “nuestro pie no tropiece en piedra de escándalo (Sal 90)
Alabado sea Jesucristo

domingo, 25 de junio de 2017

Por muy fuerte que sea el ruido (por Carmen Pérez)


"..más que el ruido de aguas caudalosas​,más imponente que​ las olas del mar,es imponente en el cielo el Señor" (Sal 92)

Por muy fuerte que sea el ruido .... Más potente es la voz del Señor dentro de mí. Por más que las voces que  resuenan a nuestro alrededor, que nos aturden y a veces nos confunden, la voz del Señor dentro de nosotros resuena haciéndonos volver la mirada y el corazón al Dios de bondad .... que sale a nuestro encuentro como el padre del hijo pródigo,.... que lo vió de lejos y corrió para abrazarlo y darle la bienvenida ... Siempre, cuándo nos desviamos del camino .... Esa voz que está en el corazón nos hace ver que nuestro Padre nos espera con los brazos abiertos para , consolarnos y curar nuestras heridas .... Las que nos hemos hecho lejos de Él por hacer caso de otras voces que​ no son las del buen pastor... Nunca tengamos miedo de volver .... El amor nos espera ...

 ¡Ese es nuestro DIOS!

sábado, 24 de junio de 2017

¿QUIEN ERES SEÑOR? 9,5 para el Evangelio del Domingo 25 de Junio de 2017

No hay duda de que existe una presión para relegar a los cristanos al ámbito de lo privado. Vano intento. Como leemos en el Evangelio de hoy, los discípulos de Jesús se declararán por Él con el testimonio de su vida y, llegado el caso, confesarán  su fe verbalmente sin aleccionar a nadie y sin fanatismos. Los discípulos de Jesús estan llenos de Vida y nadie podrá acotar la Alegría que irradian. No se puede tapar el sol con un dedo, menos aun la Luz de Dios que irradian estos hombres. Muy a pesar de quien le pese, la luz de los discípulos de Jesús brillará en las tinieblas, lo quieran éstas o no.

jueves, 22 de junio de 2017

Texto catequético Salmo 23.- "Tu vara y tu cayado me sosiegan”.- (porel padre Antonio Pavía)

No creo equivocarme si digo que el salmo 23, el que conocemos como el del “Buen Pastor”, es el más popular no sólo para nosotros los cristianos, sino también para innumerables personas de otras o ninguna creencia; de hecho nos encontramos con él en multitud de libros, películas, poesías, etc. 
Su riqueza es inagotable, como es propio de todo texto de la Palabra de Dios. Me voy a centrar en dos manantiales catequéticos con el deseo de que nuestra alma sea pausadamente regada por ellos; riego siempre eficaz para todo aquel que tiene hambre y sed de Dios. En el texto publicado ayer, nos fijábamos en el grito de gozo con que da comienzo el salmo: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. En el presente texto de hoy, pasamos del grito al susurro confiado que emerge del alma del salmista dirigido hacia Dios: “Tu vara y tu cayado me sosiegan”.

El cayado y la cruz
El salmista manifiesta su plena confianza en Dios porque "su vara y su cayado le sosiegan". En la vertiente catequética publicada ayer, insistimos en esa faceta de los discípulos de Jesús de dejarse cuidar por Él. En la que publicamos hoy, nos apetece verle cumpliendo su misión apoyado en su Padre que le envía al mundo para salvarlo. El cayado que sirve de apoyo a los pastores, nos habla de Jesús apoyándose una y otra vez, y hasta su ignominiosa muerte, en su Padre. 
Veamos esto catequéticamente adelantando así esta bellísima noticia: El cayado que sostiene y fortalece nuestra relación con Jesús es imagen y figura del suyo con el que se apoyó en el Padre. Jesús, como fue profetizado,es sostenido por su Padre: “He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma…” (Is42,1). Hemos leído bien. Su Padre que le sostiene es su cayado, de ahí la continua referencia que hace Jesús al Padre, llegando incluso a afirmar que el Evangelio que sale de sus labios salió antes de los labios de su Padre. “…Yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar… Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí” (Jn 12,49-50).
Su Padre le habla, se le manifiesta y testifica ante el pueblo reunido en el Jordán, que es su Hijo amado en quien se complace, testimonio que ratifica en el Tabor (Mt 17,5). Efectivamente, Jesús puede decir: Yahveh es mi Padre y mi Pastor, también mi Cayado, la Fuerza que me sostiene. Nos invade el asombro al ver que lo que Jesús llama su Cayado bendito, Israel, el pueblo elegido, lo convierte en maldición. Recordemos que, a lo largo de su misión, fue considerado ignorante, endemoniado, embaucador; por último y como razón para poderle condenar, blasfemo (Mt 26,65-66). 
Ahí está la mentira y su Príncipe convirtiéndose como única “verdad” del pueblo elegido. Recordemos que todo el pueblo, a coro con los sumos sacerdotes y escribas, blasfemaron contra el Hijo de Dios y el Cayado que según Él le sostenía: “…Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: Soy Hijo de Dios” (Mt 27,43). El Príncipe de la mentira se adueñó del corazón de Israel, quien convirtió el Cayado del Hijo de Dios en la cruz en la que fue crucificado. Hicieron de Él, como dice Pablo, un maldito. “Maldito el que está colgado de un madero” –de una cruz-. ( 3,13).
Los discípulos de Jesús tenemos su mismo Cayado que nos sostiene; y el mundo, cuyo corazón está sometido al Príncipe de la mentira, al igual que a Él también nos llama malditos. Nuestro Cayado nos convierte en el blanco del odio de Satanás. Somos malditos para el mundo, sí, pero… ¡Benditos para Dios! ¡Nunca un Padre estuvo tan orgulloso de sus hijos como Dios Padre de nosotros en cuanto discípulos de Jesús y de su Evangelio!
 

 

Texto catequético Salmo 23.- Él Señor Es Mi Pastor (por el padreAntonio Pavía)

No creo equivocarme si digo que el salmo 23, el que conocemos como el del “Buen Pastor”, es el más popular no sólo para nosotros los cristianos, sino también para innumerables personas de otras o ninguna creencia; de hecho nos encontramos con él en multitud de libros, películas, poesías, etc. 
Su riqueza es inagotable, como es propio de todo texto de la Palabra de Dios. Me voy a centrar en dos manantiales catequéticos con el deseo de que nuestra alma sea pausadamente regada por ellos; riego siempre eficaz para todo aquel que tiene hambre y sed de Dios. En el texto que publicamos hoy, nos fijamos en el grito de gozo con que da comienzo el salmo: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
En el texto que publicaremos mañana, pasaremos del grito al susurro confiado que emerge del alma del salmista dirigido hacia Dios: “Tu vara y tu cayado me sosiegan”.

"El Señor es mi pastor, nada me falta"

Con temor y temblor, como diría Pablo, acariciamos estas palabras;toda una confesión de fe a la luz de la enseñanza de la Iglesia, que nos dice que los salmos son profecías que se cumplen en Jesucristo y en sus discípulos. Dicho esto, acogemos la bellísima promesa de que nada falta ni faltará a los discípulos de Jesús, que lo son por el hecho de haber puesto su vida en sus manos. Aclaremos un punto: no hay adhesión a Jesucristo sin la misma intensidad de adhesión a su Evangelio. Hablamos con propiedad y anunciamos que la medida de nuestro amor a Jesús es la misma que nuestro amor a su Evangelio. Jesús, el Señor y su Evangelio son indisolubles.
Un discípulo de Jesús es llevado a confiar absolutamente en Él; confianza que va creciendo conforme vivimos experiencias bellísimas de amor y solicitud hacia nosotros por parte de Él como Buen Pastor. Sólo siendo sus ovejas que seguimos sus pasos podremos decir un día con el salmista: es verdad, nada me ha faltado.
Hablando del seguimiento a Jesús y su relación con hacer la experiencia de que nada me falta, vemos cómo Él da un giro de ciento ochenta grados en lo que respecta a la fidelidad de todo aquel que quiera ser discípulo suyo; es un giro de ciento ochenta grados en lo que se refiere a las seguridades que todos buscamos y procuramos como hijos del mundo. Jesús dice a sus discípulos que son infinitamente más valiosos a los ojos de su Padre que las aves del cielo  a quienes alimenta y que los lirios del campo a quienes viste esplendorosamente (Mt 6,25…).
Al hacerles este anuncio no les está imponiendo una vida de renuncias y privaciones. No se está refiriendo a esto en absoluto, sino que les está dando la buena noticia de que su Padre lo es también de sus discípulos y que, por lo tanto, cuidará de ellos. Fijémonos en la bellísima promesa que como broche de oro cierra lo que podríamos llamar: La Providencia de Dios Padre para los que viven amorosamente abrazados al Evangelio. “…No andéis preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los paganos; pues ya sabe vuestro Padre Celestial que tenéis necesidad de todo eso” (Mt 6,31-32).
Un punto de referencia respecto a vivir en la precariedad de depender de Dios  y de su promesa lo encontramos en esta pregunta que hace Jesús a sus discípulos cuando les envió de misión de dos en dos sin bolsa ni alforja. “Les dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada” (Lc 22,35). La precariedad evangélica no tiene que ver nada con la pobreza; implica la confianza de ser amorosamente cuidados por Dios que es Padre de todos aquellos que intentamos seguir los pasos de su Hijo.

martes, 20 de junio de 2017

Bondad para sus fieles (por Carmen Pérez)

"Qué  bondad tan grande, Señor, reservas para los que te son fielesy concedes a los que a Tí se acogena la vista de todos" (Sal 30)

Así es,  los que no tienen miedo de decir a todos. que Tú eres el hijo De Dios, de anunciar que solo Tú eres .el Camino, la Verdad y el único que das la Vida... Eterna.

Señor, dices también que hay que ser fuertes y valientes de corazón .. como tus discípulos después de  llenarlos de tu Espíritu Santo, les llenaste de valor .. y ya nada los​ detenía de anunciarte ... aunque les costase pasar por todas las cosas que antes temían.

Dame Señor algo de tu Espíritu ... Para decir sin temor  que Tú eres mi DIOS .. que estando  en tus manos es ldonde  me siento protegida y feliz como un niño en brazos de su madre.
 
¡BENDITO SEAS!

lunes, 19 de junio de 2017

María, la zarza ardiendo.- (Ex, 3) por Tomás Cremades

Sucedió que Moisés pastoreaba los rebaños de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Estando en el desierto observó a lo lejos que una zarza ardía sin consumirse. Seguramente habría visto en el monte Horeb esta situación muchas veces; es un acontecimiento normal en zonas de desierto que al efecto del calor, de repente los matorrales puedan ser víctimas del fuego.

Pero este caso era algo distinto: la zarza no se consumía. Era un fenómeno extraño, y Moisés quiso acercarse para verlo. Oyó una VOZ que le llamaba por su nombre: “Moisés, Moisés”. Heme aquí, respondió. Le dijo: Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar es suelo sagrado
Luego continúa con la Teofanía de Dios al manifestar que es el Dios de su padre, el Dios de Abrahán,  el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
Me llama la atención la forma en  que el exégeta explica el acontecimiento: la Voz, con mayúscula, la Palabra de Dios, le llama por su nombre. Esto ya nos recuerda al Buen Pastor-Jesucristo, que a cada oveja-nosotros- la llama por su nombre. A Moisés también le llamó por su nombre, para encomendarle una misión; sacar a su pueblo de la esclavitud de Egipto.
Moisés responde como el niño Samuel, en casa de Elí: “Habla Señor, que tu siervo escucha” (1 S 3,1-10).
Así debe ser la actitud del discípulo: Habla Señor. No pongo en duda tu Palabra, no pregunto o cuestiono si seré o no capaz de llevar adelante la misión que me encomiendas. Y es que el Señor habla para encomendarte grandes o pequeñas misiones. Es una gracia de Dios el encomendarte llevar su Palabra, a tu modo, a tu estilo, con tus características dialécticas, con tus carismas, con tus circunstancias, a los demás.
Sabemos que luego se entabla un diálogo entre Dios y Moisés al encontrarse éste incapaz de la misión. Siempre igual: nos vemos sobrepasados por la petición del Señor. Nos falta fe y confianza en Él.
Yahvé le contesta: “¿Quién le ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? Vete que Yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir” (Ex 4, 10-13)
Por eso, no tengamos miedo de dar nuestro testimonio ante los demás; Él hablará por nosotros. ¡Qué gran diferencia con nuestra Madre, María de Nazaret: ella dijo sí al anuncio del ángel (que representa la Palabra de Dios mismo, el Anunciador de la Buena Nueva).
Por eso María es como la zarza ardiente de Moisés, que lleva al Señor y no se consume.
Pidamos que Ella, dispensadora de las gracias, provoque en nosotros ese amor a Dios que nunca se consume.
 
Alabado sea Jesucristo
 

viernes, 16 de junio de 2017

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 18 de Junio de2017

"Yo soy el Pan Vivo" dice Jesús en el Evangelio. Es un Pan que no está en venta pues todo el dinero del mundo no da para hacerse con él. Es por eso mismo que Dios se encarnó, para ponerlo a nuestro alcance. Lamentablemente no todos sienten la urgencia y necesidad de acogerlo y saborearlo. Es una pena porque sabe a.. ¡Dios!  Lo buscan y terminan encontrándolo los que liberan el clamor que emerge de las intuiciones de su alma. Esas intuiciones les llevan a estar cara a cara con el Dios Vivo, y su Pan... el que da la Vida en abundancia Jn 10,10

comunidadmariamadreapostoles.com

miércoles, 14 de junio de 2017

Poemas II.-CORREDORES HACIA EL CIELO (por Olga Alonso)

¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis!

Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible.
1 Co 9; 24-25
 
CORREDORES HACIA EL CIELO
Corramos sin descanso y ganemos el pulso a la desesperanza de este mundo que nos asalta a cada paso y nos golpea diciendo que no existes.

Corredores del infinito, fijos lo ojos en la Voz que un día escuchamos y que se ha convertido en nuestra música interior.
Palabras de esperanza que no permiten dejar de correr a un corazón que no se conforma con lo que sintió ayer y pide más.
Acortando el camino entre el que ciñó nuestra cintura aquel día de sombras, convertido en luz por su decisión y voluntad.
Corredores de la vida, arrebatándole al mundo la quietud de los indolentes, llenando de pasión lo que miran y buscando en cada brizna de tiempo , ver a Dios.
Equivocados, tantas veces, pero llenos de pasión por el que abrió la puerta a nuestra existencia atrapada y nos lanzó a correr hacia su morada, punto final de nuestra existencia y comienzo de nuestra vida junto a Él.
 
 
Llévame en pos de ti: ¡Corramos! El Rey me ha introducido en sus mansiones; por ti exultaremos y nos alegraremos. Evocaremos tus amores más que el vino; ¡con qué razón eres amado!
Ct 1,4

martes, 13 de junio de 2017

PASTORES SEGÚN MI CORAZÓN.- (Hombres de Dios para el mundo).- XXVII.- AMARON SU VIDA


XXVII.-Amaron su vida

De las más variadas formas, los Padres de la Iglesia nos dicen que el seguimiento a Jesucristo y su identificación con Él van al unísono. Respecto al seguimiento es necesario decir que está a años luz del servilismo, que no deja de ser un sometimiento. Digamos que el seguimiento, al contrario del servilismo, engendra una identificación que respira comunión de vida y de misión con el Hijo de Dios.

Partiendo, pues, de esta identidad/comunión de vida con el Señor Jesús, pasamos a ver, con los ojos de la fe y del amor, lo que significa compartir la misma misión del Buen Pastor. Se comparte la misma misión por el hecho de que se comparte la vida entregada por el mundo. Hablamos de entrega o, mejor dicho, de la capacidad para entregarse, de ser entregado por el Padre al mundo para que sea salvado prolongando la misión del Hijo (Jn 3,16-17). El Señor Jesús da a sus pastores la capacidad de darse al mundo como Él se dio.

Así es. Los discípulos/pastores según el corazón de Dios hacen una experiencia en consonancia y de la mano de Jesucristo. Son entregados como Él al mundo no pasivamente, sino desde la libertad de su aceptación. Aun haciendo hincapié en su libertad, no podríamos hablar de identificación, de comunión con su Buen Pastor, si no compartieran también su certeza de que entregan su vida y la recuperan con el sello de la inmortalidad.

Para no quedarnos en simples supuestos que podrían derivar peligrosamente hacia ensoñaciones fantasiosas, comunes a todas las religiones inventadas por los hombres, abrimos el Evangelio de nuestro Señor, sus palabras de vida, con el fin de apoyar lo que estamos diciendo. Nos sustentamos, pues, en el Evangelio, que, como nos dice el apóstol Pablo, irradia vida e inmortalidad (2Tm 1,10).

Desde esta fe que llamamos adulta, nos acercamos al testimonio que nos brinda el mismo Hijo de Dios, testimonio que expresa su total y absoluta confianza y certeza de que se deja entregar, ofrece su vida, no de forma inconsciente e irresponsable, sino como vencedor, pues sabe que la recobra. Para que no quede la menor duda sobre esta su libertad, Jesús puntualiza que nadie le quita la vida, sino que es Él quien la entrega voluntariamente: “Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo” (Jn 10,17-18).

He ahí un rasgo, por cierto no accidental sino absolutamente esencial, que identifica a aquellos a quienes Jesús llama para ser sus discípulos y que cobra especial relevancia en sus pastores. Lo serán según su corazón si este rasgo brilla en todo su esplendor a lo largo de su misión. Es evidente -continuamos con la cita bíblica de Juan- que la relación de estos pastores con el Padre es muy parecida a la de Jesús. Al igual que Él, saben que su Padre les ama por el hecho de entregar su vida. No estamos hablando de heroísmos ni oblaciones ciegas, sino de certezas, las mismas que las de su Señor, y que se resumen en hacer suyo confiadamente su confesión y testimonio: Nadie nos quita la vida, la damos voluntariamente, tenemos poder para darla y poder también para recuperarla… Por eso nos ama nuestro Padre, por esa nuestra identidad con su Hijo. Ha sido de Él de quien hemos recibido este poder.

Tengo la impresión de que, a estas alturas, más de uno está moviendo nerviosamente su cabeza al leer que se puede participar del poder del Hijo de Dios hasta este punto. Bueno, en primer lugar he de decir que el Evangelio de Jesús es la Gracia de todas las gracias para los que creen en él, es decir, para los que lo acogen sin reservas. Pablo dirá a los cristianos de Colosas que cuando les fue predicado el Evangelio oyeron y conocieron la gracia de Dios: “…instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio, que llegó hasta vosotros, y fructifica y crece entre vosotros lo mismo que en todo el mundo, desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la verdad…” (Col 1,5b-6).
 
Al servicio de su rebaño

Si la Palabra, el Evangelio de Jesús, es don, es gracia, no nos debería extrañar en absoluto que Dios hiciese a los que lo reciben sin reservas en sus entrañas, partícipes del poder de su Hijo. Sin embargo y para los reticentes, fijémonos, no sin asombro y estupor, que en el Prólogo del evangelio de Juan se nos hace saber que a todos aquellos que recibieron, acogieron en su corazón, la Palabra, Dios les dio poder para hacerse hijos de Dios. Se nos habla de un nuevo nacimiento, y además, cualitativamente superior al originado por la carne y la sangre: “…Pero a todos los que la recibieron –la Palabra- les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; éstos no nacieron de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios” (Jn 1,12-13).

Hablamos del poder creador de Dios por el cual le es dado al hombre la capacidad de dar el salto a la trascendencia e inmortalidad, la vida eterna que tantas veces oímos en labios de Jesús. De este poder emana  la potestad de los pastores según el corazón de su Buen Pastor para dar la vida, sabiendo, al igual que Él, que el Príncipe de este mundo no tiene poder alguno sobre ellos, sobre la vida que entregan. Más aún, son conscientes de que, al entregarla así, con una libertad tan meridiana, manifiestan ante el mundo entero que aman y confían en su Padre como amó y confió su Maestro y Señor. “… Llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según Él me ha mandado” (Jn 14,30b-31).

Son, pues, pastores al servicio de su rebaño, del mundo entero. Lo son incondicionalmente, y no por heroísmo o porque tengan un plus de generosidad que los hace destacar sobre los demás. Por supuesto que tampoco realizan su misión con el estigma del victimismo. ¡Dios nos libre de estos “pastores”! Entregan su vida por el mundo porque se han dejado crear/hacer por Dios. En su libertad, le dijeron: ¡Aquí estamos para ser entregados y recuperados por Ti!

Sólo desde estos parámetros de total y absoluta libertad y confianza, podemos ver, en toda su profundidad, la real dimensión de esta entrega. No existe en absoluto ningún desprecio a la propia vida, como quizá alguien podría suponer leyendo lo que Pablo dice en su catequesis de despedida a los presbíteros de Éfeso. Al final de su exhortación y como broche de oro, les testifica que tiene el mañana puesto en manos de Dios; sabe que su ministerio pastoral según el corazón de su Señor, lleva implícitos sufrimientos y cadenas. Dicho esto, confiesa triunfalmente: “…Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios” (Hch 20,24).  

No hay la menor duda de que este no considerar su vida digna de estima provoca sorpresa en unos y escándalo en otros. Quizás los que se escandalizan sean los menos indicados para dar lecciones a nadie, pues es posible que su propia vida no sea ya más que un desecho de lo que la palabra vida significa; más aún, quizá no llega a ser más que el grito estruendoso de una muerte anunciada. Se llega a esta ínfima calidad de vida cuando ya no se espera más allá de lo que el cuerpo, la mente, las emociones y sensaciones puedan dar de sí.

Dios es de fiar

No considero mi vida digna de estima, dice Pablo. Pero sí considero -repetimos la expresión- digna de estima la Vida alcanzada para mí por el Hijo de Dios. Se entregó al Padre y, gracias a esa entrega, hemos sido vivificados: “…la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros… Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!” (Rm 5,8-10).

Pablo, pastor, sigue las huellas de su Buen Pastor y en Él se apoya. Se entregó a la muerte por mí –dirá- y ¡está vivo! Yo también, y he recibido de Él el don, la capacidad de entregarme al Evangelio: ¡Patrimonio de los pecadores! Por eso moverá cielo y tierra por predicar el Evangelio en toda ocasión. Recordemos a este respecto su exhortación a su colaborador Timoteo: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo…”(2Tm 4,2) para que todos puedan hacer suya su experiencia de fe: “Para mí la vida es Cristo” (Flp 1,21). La comunión de Pablo con Jesucristo en su misión es su fuerza; por ello proclama que todo lo puede en Jesús que le conforta (Flp 4,13). Nos parece ver en el apóstol la figura del salmista que, de la mano de Dios, su Buen Pastor, confesó: “Él conforta mi alma” (Sl 23,3).

Pablo no está delirando, así como tampoco ninguno de los apóstoles llamados personalmente por Jesús, que también despreciaron su vida al considerar que su pastoreo era infinitamente superior a sus proyectos existenciales. Sin duda que también ellos al igual que todos los tuvieron; su sorpresa es que Jesús sobrepasó –repito- infinitamente sus expectativas al confiarles su pastoreo. En Él creyeron y pusieron todo su corazón, mente y alma. Entregaron su vida por Jesús y su Evangelio sabiendo que la recuperaban tal y como Él les había dicho: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8,35).

Repito, creyeron en palabras de Jesús como ésta, y ahí reside su secreto. Al igual que la confesión que David le hizo a Dios: “tus palabras son de fiar” (2S 7,28), también consideraron fiables las de su Hijo. Supieron muy bien que eran palabras no tanto para ser escritas en unos recordatorios o enmarcadas en documentos institucionales, cuanto para ser grabadas en la médula del alma. Así lo creyeron y salieron a buscar al hombre que no sabe vivir. Lo encontraron y le dijeron: hemos recibido el poder de entregar la vida y recobrarla, y por eso estamos aquí, ofreciéndoos el Evangelio de la gracia y de la vida; os lo ofrecemos porque queremos que también vosotros seáis reengendrados en y por Jesucristo (2Co 5,17).

Así fueron y evangelizaron los primeros pastores. Así son y evangelizan los pastores según el corazón de Dios de todos los tiempos. No tienen encadenado, esterilizado, el Evangelio de la vida y de la gracia bajo el peso de innumerables simposios, cursos, reuniones que, a veces, son tan banales que sólo sirven para darse culto a sí mismos tanto los que los dan como los que los reciben.
Estos pastores saben lo que son, y que lo son por Aquel que les llamó. Puesto que han llegado a ser pastores por Él, su Buen Pastor, son conscientes de hasta dónde descendió su Señor para llamarlos. Por eso todos pueden hacer suya la confesión de Pablo: “No soy digno de ser llamado apóstol" (1Co 15,9). Con esta su riqueza y pobreza a cuestas, ¡bendita y liberadora pobreza!, ponen su vida al servicio de la Vida; son como antorchas luminosas en manos de Dios (Flp 2,15). Recorren el mundo entero con el más noble y alto de los fines: hacer que el hombre, a la luz de sus antorchas, encuentre su alma… y se deje hacer por el Señor Jesús (Jn 1,12).  

Amemos la Liturgia 11.- Aleluya (por Tomás Cremades)

De dónde viene, y qué significa la palabra Aleluya

Es importante, cuando escuchamos algo que no entendemos, por su contexto, por la semántica o por la raíz latina, griega o hebrea, tengamos la curiosidad de saber. Esta curiosidad es un “beso” del Señor, que nos está diciendo: ¡abre el oído, o el pensamiento, abre el alma!, para conocerme mejor!.
En la Escritura aparece muchas veces ¡aleluya!, como expresión de júbilo y alegría. La palabra aleluya es una contracción de dos palabras hebreas: el término “Ya” refiere a Yavhé, Dios de los hebreos, Dios de los cristianos, y el término hebreo del verbo hâlal, que significa alabar. Los salmos de alabanza, se denominan salmos “hallel.
La palabra significa “¡alabad a Yahvhé”!

domingo, 11 de junio de 2017

Gracias Señor por tu ascensión (por Mila)

Señor yo te amo:

Por enseñarnos a perdonar.
Por indicarnos tu camino hacia Dios.
Por llamarnos Bienaventurados.
Por subir a la Cruz por nosotros.
Por derramar tu sangre por nosotros.
Por morir en la Cruz y con tu madre a Tu Lado, darnos madre para todos.
Por ser obediente hasta La muerte.
Por resucitar y resucitarnos a todos. 
Por resucitar y darnos Vida Eterna.
Por resucitar y vencer a la muerte.
Por subir al cielo y enseñarnos el camino.
Por marcharte al cielo y esperarnos a todos.
Por ascender a Dios y No olvidarnos. 
Por entrar en el cielo y guardarnos un sitio.

¡GRACIAS!

sábado, 10 de junio de 2017

Toques del Alma 008





8. Evangelio y predicación: he ahí el binomio inseparable. Sólo la vinculación al Evangelio libra al predicador de hablar de sí mismo y de sus cosas. Recordemos lo que dice san Agustín: “Quien no se aplica a escuchar en su interior la Palabra de Dios será hallado vacío en su predicación externa”.

Esperan de Tí su comida (Carmen Perez)

"Todos ellos esperan de Tí que les des su comida a su tiempo.
Se la das y ellos la toman; Abres tu mano y se sacian de bienes" (Sal 103)

Así es. Todos tenemos un tiempo.... para que el Señor nos alimente con su palabra.... 

Nos vamos alimentando y nos vamos saciando...hasta que la palabra de Dios nos va llenando de. Paz ..Sabiduría ... y al fin felicidad...

Ahora el Señor nos manda ir a comunicarlo a otros. Que también tomarán su Palabra ... Para que se cumpla lo que nos dijo: estará con nosotros hasta el fin del mundo.

Y los padres enseñaran esto a sus hijos 

Bendito Seas Señor

¿QUIEN ERES SEÑOR ? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 11 de Juniode 2017

Tanto nos ama Dios que entregó a su Hijo por cada uno de nosotros. Creo que ésta entrega de Jesus, tan dolorosa como humillante, resquebraja nuestras soberbias y nos abre al asombro y de ahí a la adoración. Fijémonos por ejemplo en Pablo. Nos lo imaginamos arrebatado por una sorpresa amorosa que le supera. Con mano temblorosa escribiría : " No vivo yo, es Cristo quien vive en mí...me amó y se entrego por mí.." Gal 2,20 . Es como si se hubiese abstraído de la humanidad entera, se quedase a solas con Él y solo acertase a susurrarle:          ¿Quien soy yo para que te hayas entregado así por mí? Quien es capaz de preguntar esto a Dios ya está en condiciones de adentrarse en su Misterio...ya dobló ante Él las rodillas de su corazón.

(Por el padre Antonio Pavía )
comunidadmariamadreapostoles.com

viernes, 9 de junio de 2017

Él lo hace todo (por Carmen Pérez)

"El que me ofrece ación de gracias, ese me honra; Al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios" (Salmo. 49).


Le haré ver ... le haré llegar a ser.... no dice que nosotros tenemos que hacer ... solo tenemos que seguir el buen camino... y el buen camino lo dijo  el Señor: Yo soy el buen camino...

Pero ¿como andar por ese camino? ... Solo hay una cosa que nos  lleva por ese camino, se llama EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JEDUCRISTO y sólo tenemos que confiar, Él lo hace todo, Él hara en nosotros que poco a poco confiemos en ese camino ..que  es Verdad y Vida eterna . 
AMEN

miércoles, 7 de junio de 2017

JESÚS, LA PIEDRA ANGULAR (Tomas Cremades)


Jesucristo, el Humilde por excelencia, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría… (Fp 2, 6-11). Y, como el Gran Pedagogo del Universo, se pone a nuestra altura, y a la altura de la gente del tiempo en que se rebajó a vivir entre nosotros. Y, de esta forma, catequizaba al pueblo con imágenes sencillas que ellos pudieran comprender, tales como las aves del cielo, los peces del mar…Otras veces con las labores del campo, la siega, la siembra, la semilla,…Incluso con parábolas en las que les enseñaba el amor entre el Padre (Dios) y el hijo,  (el hombre de toda época), en el Hijo Pródigo….O cantaba la alegría de la mujer que encuentra la moneda perdida, o el tesoro oculto en el campo, simbolizando el encuentro con nuestro mayor Tesoro, el Santo Evangelio…Así es Jesucristo.

En esta ocasión, nos habla de la piedra angular. Y no es precisamente Jesucristo quien, con todo derecho, se podría poner en ese lugar. Es el salmista quien toma toda la revelación de Dios para entonar en el Salmo 117: “…la piedra que desecharon los arquitectos es la piedra angular…”.
La piedra angular refiere a las construcciones de la época, y aún posteriores, donde los conocimientos actuales de cálculo no se conocían. Y no por eso se realizaban menores construcciones. La piedra angular refiere a la parte más alta de un arco circular, lo que llamamos “la clave” del mismo. Esta pieza, tallada en piedra, se construye de forma que dos de las caras de la piedra no sean paralelas, sino con un ángulo de inclinación, para que actúen sobre las demás cerrando el arco.

                            
LA PIEDRA ANGULAR DEL ARCO

 

 
En otras ocasiones, y de ahí le viene el nombre, para levantar  un                                                                                                                                                                             muro en dos direcciones, se construían en ángulo desde donde arrancaban la edificación.
 

 

 

 

 

                                        
LA PIEDRA ANGULAR DE LA EDIFICACION EN ESQUINA

Cuando se produce la curación de un tullido, relatada en los Hechos de los Apóstoles, por Pedro y Juan, se presentaron los sacerdotes, los saduceos y la guardia del Templo para detenerlos. Y es cuando, al ser interrogados: “en nombre de quién habéis hecho esto”, Pedro les dijo: “…Sabed que ha sido por el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros matasteis, y a quien Dios resucitó de entre los muertos. …Él es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado, y que se ha convertido en piedra angular…” (Hch 4 8-11)
Si la piedra de la construcción no se ejecuta como está en los cánones de buena construcción, ésta cae. Con Cristo ocurre igual: Sólo amparándonos en Él, con nuestra práctica de “buena construcción”: la “Buena Nueva del Evangelio”, la construcción del edificio de nuestra alma, de nuestra salvación, permanecerá en pie, como postura cierta de la resurrección.
Nuevamente Jesús, como Pedagogo y Maestro, nos enseña, con ejemplos sencillos, el camino cierto y seguro: Jesucristo y su Evangelio, Camino, Verdad y Vida.
Alabado y adorado sea Jsucristo