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viernes, 29 de septiembre de 2017

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 1 de Octubrede 2017

El Evangelio de hoy nos dice que un padre propuso a sus dos hijos ir a trabajar a su viña. El primero le dice que no le interesa, pero recapacita y va. El segundo le dice que va, pero al final no aparece. Este es el típico cantamañanas, esta dispuesto a "hacer cosas" que quiere por Dios, pero de hacer la voluntad De Dios, nada. Este es el problema de los que dicen que creen en Dios pero que pasan del Evangelio de su Hijo. Pasan porque no creen por ejemplo en palabras como:" El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la ganará" Mc 8,35. Su problema es que no considera fiable el Evangelio y por tanto tampoco a Dios. 

Volvemos al que de entrada dijo no a su padre. Es un hombre sincero que piensa que si el Evangelio no es fiable, no pinta nada metiéndose en rezos,  cofradías y ceremonias. Algún día podrá llegar a decir a Dios como David: "Tu amor vale más que la vida.." Sl 63,4..la misma que no quiso poner en manos de Dios, entonces se acercará a El y le dirá! Aqui me tienes, voy a tu viña!

comunidadmariamadreapostoles.com

"Pobres De Dios" (por Carmen Pérez)

"Él no olvida jamás al pobre, ni la esperanza del humilde perecerá". (Del Salmo 9,18-19).


Aquí, el salmista habla de los "pobres De Dios" ... De los que se fían de el Señor, y saben que todo, tanto lo bueno como lo malo que les pasa, concurre para bien. 
Como dice San Pablo, de los que, como la Reina Esther, prescinden de todas sus pretensiones humanas y solo les queda Dios..

Estos son los pobres de Dios, a los que el Señor levanta de la muerte, los que desde el gozo de su salvación pueden decir a los demás : "ven y verás".

 AMEN

jueves, 28 de septiembre de 2017

Poemas II.- VEN SEÑOR.-(Por Olga Alonso)





Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana,i estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos,j llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo:


--¡Paz a vosotros!


 Dicho esto, les mostró las manos y el costado.l Y los discípulos se regocijaronm viendo al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo otra vez:


--¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío.n


Jn  20,19,20 
VEN SEÑOR
Ven , Señor. Ven, Tú
Sin palabras que te definan – las palabras nos separan tantas veces de Ti-
Sin construcciones de mi mente
Sin imágenes que te representan

Ven Tú, Señor, Tú mismo

Ven Tú, con ese poder que lo cura todo
Ven a curar mis heridas, heridas de mis hermanos, heridas del mundo
Todos, esperando a que vengas en cada segundo de nuestra existencia

Ven Tú, sólo Tú.
Qué el aire se llene de Ti y nos traspase el alma

Dinos, con tu presencia, que podemos verte sin imágenes, sin ideas, sin esfuerzo
Toma nuestra mano y llévanos al lugar donde te podemos ver así,
Como Tú eres, de verdad.

Así, seguro que es la Vida Eterna, que Tú nos has prometido
Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el Señor.  Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.  Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: ``Conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, declara el Señor, pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado
Jr 31; 33-34

miércoles, 27 de septiembre de 2017

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO (2) (por Tomás Cremades)

Continuamos con este relato que iniciamos en días pasados sobre la “alegría del Evangelio” (2), que terminará en el último capítulo (3). Estas tres catequesis proceden de una charla que se dio a la Adoración Nocturna en Madrid inspiradas en la Evangelii Gaudium del Papa Francisco.
Y continuamos…
Tú y yo, tenemos que ver en nuestra vida, dónde nos encontramos:
Por casualidad estás huyendo de los egipcios,  DE TUS EGIPCIOS? Quienes son tus egipcios? A lo mejor son tus pasiones que te aplastan y de las que no sabes cómo huir. O tienes pequeños dioses que se te han hecho grandes señores de tu alma…
Has pasado ya el Mar Rojo, TU MAR ROJO? Quizá estés en el desierto, dando vueltas durante años y años a tu vida, siempre  haciendo lo mismo, sin resolver los problemas que te acucian o te machacan…que te hastían…
Cómo está tu becerro de oro? Reluciente? El pueblo de Israel adoró al becerro, se olvidó de los beneficios del Señor, de sus milagros, de su salida de Egypto, igual que nosotros. Creemos en lo que ven nuestros ojos y tocan nuestras manos.
Viste la Tierra Prometida? Cuando Josué envió emisarios a ver cómo podría ser la tierra de Canaán, éstos llegaron atemorizados: lo relata el libro de los Números ( 13-25) y también Dt 1,22 y s)
Habían visto una tierra de gigantes, con siete torres: podríamos ponerles nombres: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Siete pecados capitales. Los gigantes que no podemos vencer.
Qué ocurrió? Que al tocar la trompeta Josué, las murallas cayeron. Sabéis que la trompeta simboliza la Palabra. Al sonido de la Palabra, cuando la Palabra resuene en tu corazón, todas nuestras murallas se caerán.
Es hermosa la Escritura verdad? Al hilo de esto, ya veis que las imágenes se intercambian con las palabras, nos viene muy bien recordar el Salmo que dice “levanto mis ojos a los montes, de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene  del Señor, que hizo el Cielo y la tierra…”
Y en otro Lugar, decimos que la fe mueve montañas…si meditamos ambos, podemos pensar: los montes-en el Evangelio- es donde habitan los dioses, los dioses que tú y yo hemos creado y alimentado dentro de nuestro corazón, nuestro particular becerro de oro. Pues bien, con la fe, derribaremos esos montes, esas montañas, y podremos levantar los ojos a ellos para preguntarles de donde vendrá el auxilio a nuestra vida, a ver si nos responden… Solo el auxilio nos viene del Señor que hizo el Cielo y la tierra
Para decir cómo en la sabiduría del Señor, con imágenes, nos va desvelando las Escrituras y nos parte el pan
Decían los de Emaús: no ardía nuestro corazón cuando nos abría las escritura y partía con nosotros el pan?
Pero nuestra alma también tiene sentidos: tiene vista, y oído y tacto y gusto…sólo que no están educados. Aprende a usarlos. Reza!!
Sabéis un gran milagro, un enorme milagro de Dios para contigo? Mírate! Mira lo que Dios ha hecho contigo, y lo que hace cada día. No mires lo que te falta, mira lo que tienes. Cuando vayas a la oración, no pidas milagros a Dios. Mira lo que ha hecho en ti y lo que quiere hacer en ti, no lo que tú quieres hacer por Él.
El verbo hacer es el verbo crear. En el libro del Génesis, recordad que dice Dios: Hagamos los peces, los arboles, hagamos al hombre…hacer es crear.
Hemos de tener en cuenta que la Biblia y las Escrituras, son libros no necesariamente históricos, sino Palabra revelada al hombre, pero de mentalidad oriental, no romana o griega como la nuestra, de forma que las imágenes sirven también para expresar las ideas.
Como decía al principio, continuará con el tercer y último Capítulo
 
Alabado sea Jesucristo

lunes, 25 de septiembre de 2017

PASTORES SEGUN MI CORAZÓN .- CAPÍTULO XXXI.- MIRADOS POR DIOS (por el padre Antonio Pavía)


XXXI.-Mirados por Dios

 
Cuando Samuel fue enviado por Dios a la casa de Jesé para escoger a uno de sus hijos como rey en lugar de Saúl, le fue presentado el mayor de ellos, no sólo  por ser el primogénito, sino también por su prestancia y gallardía. Jesé suponía que Eliab, -así se llamaba el hijo mayor- habría de ser la persona en quien Dios se había fijado. De hecho esto fue lo que pensó  para sí: “Sin duda está ante Yahveh su ungido” (1S 16,6b). No sólo discurrió así él, sino también el mismo Samuel y, si vamos más lejos, cualquiera hubiera pensado igual. Sí, cualquiera menos el que llama y elige: Dios, quien dijo a Samuel: “No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo lo he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, mientras que Dios mira el corazón” (1S 16,7-8).

La mirada de Dios llega hasta el corazón. Dios no se deja condicionar por las apariencias como nosotros. Indaga el corazón del hombre, y si descubre una pequeña rendija, por mínima que sea, a través de la cual pueda hacer la obra de sus manos, empieza su trabajo creador: un corazón nuevo. Dios prestó su mirada a Samuel de forma que, cuando éste tuvo delante a David, el más pequeño, el menos indicado de los hijos de Jesé para ser rey de Israel, oyó su voz que le dijo: “Levántate y úngelo, porque es éste” (1S 16,12b).

La mirada de Dios tiene sus propias coordenadas que no son las nuestras, tan pragmáticas como raquíticas a la hora de comprender los planes y proyectos de Dios. Esto es sobre todo importante a la hora de valorar la idoneidad espiritual de los demás. Recordemos, por ejemplo, cómo miró la ciudad de Jericó a Zaqueo cuando, en su deseo de ver a Jesús, se encaramó a un árbol. Los cientos de ojos que se fijaron en él no vieron más que a un publicano ladrón, extorsionador, impuro, etc. Jesús vio un corazón hambriento de vida, por lo que, desafiando los cientos de ojos acusadores, alzó los suyos hacia su corazón, le llamó por su nombre y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa” (Lc 19,5b). Te conviene a ti y me apetece a mí, pues he mirado tus ojos y tu corazón y sé lo que buscas, aun cuando tú aún no tengas plena conciencia de ello.

Entramos de lleno en la mirada de Jesús, la que se pasea casi despectivamente hasta sobrepasar la apariencia y alcanza el corazón. Es la mirada del Enviado del Padre. Ambos, el Padre y el Hijo, coinciden en su forma de llegar a lo más profundo del hombre. Ambos están libres de prejuicios, ostentaciones y fachadas deslumbrantes. A fuerza de mirarse el uno al otro, sondean confiadamente el corazón del hombre con sus ojos.

Si hay una persona, un apóstol en quien la mirada del Señor Jesús alcanza una fuerza de penetración implacable, y también una ternura inmedible, éste es Pedro. Recordemos su primer encuentro con Jesús tal y como nos lo cuenta Juan. Su hermano Andrés que, juntamente con Juan, había conocido a Jesús y reconocido en él al que todo Israel esperaba como Salvador, va su encuentro y se limita a decirle: “Hemos encontrado al Mesías”. Las grandes y buenas noticias no necesitan mucha prosa ni discurso. ¡Hemos encontrado al Mesías! Pedro oyó y se dejó llevar por su hermano donde Jesús, quien “fijando su mirada en él, le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan: Tú te llamarás Cefas, -que quiere decir, Piedra” (Jn 1,42).

Jesús fijó su mirada en Pedro. Le miró, le amó y le llamó: He ahí la triple dimensión de las elecciones del Hijo de Dios: mirar, amar y llamar; y, como eje central que une estos tres actos, la creación del discipulado. Al ser creación, se dejan de lado los pretendidos méritos adquiridos para ir directo al corazón de quien es llamado al discipulado/pastoreo. Los profetas del pueblo santo llamarán a esta forma de actuar de Dios “la circuncisión del corazón”. Dada nuestra impotencia para remover nuestro yo, Él mismo será quien lo haga. Empieza a trabajar en el hombre con su mirada interior. Así fue como empezó el Hijo de Dios su trabajo con Pedro: con su mirada.

 

Nobleza y grandeza

Tengamos en cuenta que hablamos de un pescador, probablemente bastante inculto, poco refinado, sin mucha querencia a recitar oraciones interminables, pero sí con la suficiente nobleza de corazón como para apreciar con gratitud infinita el hecho de que el Mesías hubiera fijado en él sus ojos. Pedro, el hombre rudo del mar, sintió que esa mirada había atravesado amorosamente su alma.

Si tuviéramos el don de saber la razón por la cual Jesús sondeó las interioridades de este hombre con su mirada y decidió nombrarlo Piedra de su Iglesia (Mt 16,18), podríamos afirmar que vio una enorme calidad humana y finura de alma oculta bajo una más que preocupante debilidad. No importa -se diría Jesús- ya me encargo yo de convertir su debilidad en roca firme; no estoy dispuesto en absoluto a desperdiciar tanta nobleza y grandeza interior.

De la nobleza y grandeza de alma de Pedro dan buena fe sus intervenciones ante el grupo apostólico. Cuando todos callan aunque piensen lo mismo, es Pedro quien, como quien dice, da la cara. Recordemos cuando intentó disuadir a Jesús de poner su vida en bandeja ante los sumos sacerdotes y escribas que buscaban su muerte (Mt 16,21-23). Nobleza y grandeza de alma que alcanza su culmen cuando se resiste a aceptar que todo el grupo abandonará a Jesús a su suerte en el momento de su Pasión (Mc 14,26-31).

El Señor Jesús –repito- estaba al tanto de la inmensa debilidad de Pedro, mas, cuando le miró por primera vez, supo inmediatamente que no podía desaprovechar tanto tesoro oculto. Por eso -como dije antes- le miró, le amó y le llamó; ya llegaría el momento de curar su debilidad; y el momento llegó. Sí, llegó cuando Pedro tuvo conciencia de ella en la noche en que prendieron a su Señor. Su debilidad se deslizó traicioneramente como una serpiente, por todo su ser. Cada negación del apóstol provocaba el alarido triunfante del Tentador. Por tres veces se repitió el suplicio, por tres veces su debilidad apuñaló su alma. Juró y perjuró que no conocía a Jesús, que no tenía que ver nada con Él.

En esa noche en que su debilidad se elevó triunfante sobre sus amores y promesas…, Jesús le volvió a mirar. “Y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces. Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente” (Lc 22,61-62).

Jesús se volvió con el intento de alcanzar con su mirada a Pedro. El Apóstol, el del rostro curtido por las borrascas y tormentas del mar, el de las manos encallecidas de tanto levantar y arrastrar las redes, el de la piel cuarteada por el relente de las noches interminables pescando, se vio de pronto llorando como un niño. Acaba de entrar en un combate despiadado. Su grandeza y nobleza intentan sobreponerse a su debilidad que no quiere en absoluto ceder su supremacía; se ve ya vencedora sobre este pobre hombre casi abatido.

Sí, también a Pedro le parece definitiva su caída. Él mismo se siente irrecuperable para el discipulado. Sin embargo, tiene un arma en sus manos que puede cambiar el curso de este combate tan desigual, y que consiste en que Jesús se ha vuelto para mirarle. Los mismos ojos que le miraron por primera vez, han vuelto a atravesarle. Pedro, tan rudo como noble, lloró, amó y le esperó. Venció fortalecido por la mirada de Jesús. Ningún reproche en ella. Pedro la utilizó como una espada y se enfrentó a su Acusador (Satán significa Acusador). Se enfrentó a él y deshizo sus mentiras: hacerle creer que ya no habría perdón para él. Son los sofismas con los que los demonios nos quieren someter a todos. Pedro se supo perdonado y restablecido. Le tocaba esperar, la fe tiene mucho de esto: saber esperar a Dios.

 

Sangre de mi sangre

Todos somos mirados en la mirada de Pedro; no hay discípulo de Jesús que no haya sido mirado por Él. Si no fuese así nos faltaría el alma de Pedro para combatir y derrotar al Tentador, a nuestro Acusador. Al decir que todo discípulo conoce la mirada de Jesús, no estoy inventando nada. Pobres de nosotros si la razón de ser de nuestro discipulado tuviese como apoyo la fantasía. Sí, Jesús mira a todos y a cada uno de sus discípulos al llamarlos, y también para confirmar su elección.

Lo hemos visto en Pedro y lo vemos igualmente  en aquella ocasión en que, estando Jesús anunciando la Palabra, se acercaron algunos a decirle que su madre y sus hermanos le estaban buscando. Jesús respondió: “¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a su alrededor, a los que estaban sentados en torno a él, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos. Los que cumplen la voluntad de Dios…” (Mc 3,33-35).

Jesús miró a los que alrededor de Él estaban escuchando su predicación y les consideró familia propia. Nos lo imaginamos girando la cabeza y posando sus ojos sobre cada uno de los que escuchaban su Palabra; vio a sus discípulos como los vio en la Última Cena. Aquella noche santa habló a su Padre de ellos. Le dijo: “…las palabras que tú me diste se las he dado a ellos” (Jn 17,8). Son sangre de mi sangre, son mis hermanos.

Savia de mi savia, vino a decir también cuando los comparó con los sarmientos que dan fruto gracias a la savia que reciben de la vid. También en este caso, y como es natural, los sarmientos estaban alrededor suyo, de la Vid. “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos…” (Jn 15,5).

Esto sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos, dijo Adán cuando vio a Eva recién creada por Dios (Gé 2,23). Esto sí que es fruto de mi Palabra, dice Jesús cada vez que fija sus ojos en un corazón que vive abrazado a su Evangelio. “Abrazasteis la Palabra con gozo del Espíritu Santo”, dice Pablo a los discípulos de Tesalónica (1Ts 1,6), recordándonos así la imagen de los sarmientos que dan fruto porque viven bajo la mirada y la savia de la vid, de Jesús.

La mirada de Dios no es como la del hombre, hemos dicho a tiempo y a destiempo a lo largo de esta catequesis. Aun así quedaría incompleta si no insistiésemos en que Dios continúa mirando el corazón de los hombres a través de la mirada de sus pastores, los que lo son según su corazón. Los hubo desde los inicios de la misión de la Iglesia, los hay y los habrá siempre. Recordemos a este respecto el encuentro de Pedro y Juan con el paralítico que pedía limosna a las puertas del Templo de Jerusalén. El buen hombre, al ver a los apóstoles, les pidió una limosna. Se la podían haber dado con toda naturalidad; sin embargo, quisieron darle algo más que una solución pasajera a su mal: le dieron la riqueza del Señor Jesús representada en la curación de su enfermedad.

La cuestión que en este momento nos interesa es la puntualización que nos hace Lucas de que Pedro y Juan fijaron su mirada en él: “Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: Míranos” (Hch 3,4). El paralítico esperaba unas monedas, pero el caso es que la mirada de estos dos hombres iba muchísimo más allá del dinero. Los apóstoles sabían muy bien lo que le estaban dando: ¡la fuerza de la mirada con que ellos fueron llamados por Jesús! Al mirarle, se reflejó en el corazón de este enfermo la mirada del Buen Pastor. Fue una mirada capaz de poner en pie a esta oveja: “Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar. Y tomándole de la mano derecha (recordemos los cantos de Israel: la diestra del Señor es poderosa…) le levantó… Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios…” (Hch 3,6…). Pedro y Juan le asociaron en su caminar hacia el Padre, lo que  es propio de los pastores según el corazón de Dios.

¡HABLA SEÑOR, QUE TU SIERVO ESCUCHA! (1S, 3; 1-10 Y 19,20) (por TomásCremades)

¡Es hermosa esta oración! Procede de la contestación que el profeta Samuel da a Eli, sacerdote del Templo, ya anciano. El texto es el indicado y es muy recomendable leerlo y meditarlo para poder sacar todo el jugo de la catequesis.

Pero en esta ocasión, más que comentarlo, creo que es importante que “nos metamos en el cuadro”, si se me permite la metáfora. Podemos suponer que somos nosotros los que oímos la Voz de Yahvé-Dios. Enseguida diremos que nunca la hemos oído. Y seguramente será verdad. O no. Puede que nuestros oídos estén tan cerrados a la verdadera Voz, oída con los oídos del alma, que no seamos capaces de interpretarla.
Si te sirve de algo, a ti que lees esto, te invito a una gratificante experiencia:
Ve a la iglesia, la de tu barrio o la que sea, a una hora donde no haya culto, donde nadie te distraiga. Siéntate frente al Sagrario, y dile al Señor: ¡Habla Señor, que tu siervo escucha! Nada más. ¡Quédate esperando! Huye de las distracciones que te han de venir, de los agobios del día o los de mañana. No pienses en el mal que te aqueja o que te hicieron. Más bien dile al Señor que no eres capaz de perdonar al que te afrentó. Dile que te duelen tus pecados, pero que no te aplastan, porque Él está contigo y en Él confías.
Apaga el móvil; la experiencia puede durar poco o mucho, según te acomode. Y reza. A lo mejor no hay que rezar una oración tradicional del devocionario. Quizá esto te llevará a la rutina en ese momento. Quizá el Señor desee que hable tu corazón. Yo creo que es bueno comenzar por rezar el “Señor mío Jesucristo”, para pedir perdón de nuestras faltas y “conectar” con Él.
Se me ocurre que se puede decir: Señor, no sé a qué vengo. Me dijeron que era bueno venir porque me hablarías, y estoy convencido de que no va a ser así. Pero vengo porque me aplastan los acontecimientos de mi vida y no tengo paz interior. Y ningún psicólogo del mundo, - los he probado-, me puede entender porque ni yo me entiendo. Te voy a decir el tópico: Nadie me entiende.
Y te voy a decir otro: nadie me quiere. Y te voy a decir más: Algo dentro de  me dice que solo tú me quieres como soy, que no tengo que cambiar, porque  cambiarás mi vida. Conoces mi barro. Me sondeas y me conoces, me conoces cuando me acuesto y cuando me levanto. (Sal 139)
Y es que cuando me acuesto, en el lenguaje de la Escritura, es cuando estoy en pecado, cuando mis ojos no te ven y mis oídos no te oyen. Me refiero a los sentidos del alma; quizá no te hayas dado cuenta que el alma tiene sentidos como los del cuerpo, pero sin educar…por eso no los sientes.
Por el contario, cuando me levanto, es cuando mi alma toma la postura de estar en pie, la postura del Resucitado.
No esperes que Dios te hable como hablamos los hombres; Dios nos habla con los acontecimientos de la vida. Pero es importante repetir y repetir las visitas, y hablar en voz que te puedas oír. Por eso es bueno que no haya nadie a tu alrededor. Poco a poco verás que tu vida va cambiando. Quizá no tan deprisa como quieres…Dios, Eterno Presente, tiene unos parámetros distintos a los nuestros.
Y repetir siempre: ¡HABLA SEÑOR, QUE TU SIERVO ESCUCHA!
 

¿Quién eres Señor? Para el Evangelio del Domingo 24 de Septiembre de2017

Jesús nos habla del propietario de una viña que sale una y otra vez buscando quien quiera trabajar en ella. El propietario representa a Jesús, que llama sin cesar a personas que quieran ser luz y sal para el mundo. El problema está en los que le dicen que sí  "aguantando el peso del día y del calor" a disgusto, el cumplir por el cumplir no sea que nos castigue. Estos trabajadores..que sí que los hay..nunca llegarán a ser discípulos de Jesús..se mueven entre el fanatismo y el avinagramiento. 

La paga del discípulo es la de estar con el Señor Jesús. Acontece entonces la Fiesta del alma.. el saber estar con Dios. Por supuesto, este es el mejor salario.

(P. Antonio Pavía)
comunidadmariamadreapostoles.com

jueves, 21 de septiembre de 2017

Anuncio catequesis 2017-2018

Queridos amigos: os anunciamos que el sábado 23 de Septiembre reiniciamos las catequesis semanales en nuestra Comunidad. Nos espera otro curso más de acercamiento a Jesús, de Espiritualidad, de vivir la llamada de nuestro Señor a su discipulado, de meditar, de orar y adorar, de compartir, de asistir a las obras de Dios en nuestras vidas, en fin: de amar a nuestros hermanos y a nuestro Señor..
Os invitamos, especialmente a los residentes en Madrid, a venir a las mismas. ¡No os arrepentiréis! 
Nos reunimos en la capilla de los Misioneros Combonianos C/ Arturo Soria 101 a las 18,00 horas.
Si alguien desea venir, ponerse en contacto con Rafael 608919489.

A los que vivís lejos os proponemos suscribiros a nuestro canal YouTube para recibir puntualmente los sábados por la noche, las catequesis.

https://www.youtube.com/channel/UCawVr4r3ikOpSe3EN6i0row 
 

Un abrazo a todos

miércoles, 20 de septiembre de 2017

La alegría del Evangelio 1 (Tomás Cremades)

El Señor necesita el contacto con el hombre a través del hombre, en palabras del Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium.  



Esto que escribo es lo que en definitiva me ha inspirado el Señor para hablar de la alegría del Evangelio.

La palabra Evangelio significa “Buena Nueva” o Buena noticia. Ya lo empleaban las legiones romanas cuando después de haber ganado una batalla acudían a los pueblos con los evangelios, cartas de buenas noticias.
En hebreo se dice avésorá, que tiene las mismas raíces latinas que podríamos traducir como ¡¡“Albricias”!!

Esto ya nos introduce un poco más en lo que ha de representar para nosotros el Evangelio de Ntro. Señor Jesucristo. Es la buena noticia. ¿Qué buena noticia nos da Dios? Pues Dios, por medio de su Palabra, nos quiere hacer hijos suyos, conocedores de su Rostro, a través de la Palabra de Dios revelada: JESUCRISTO. Esa es la buena noticia.

El Evangelio, que todos  conocemos, es el mismo Jesucristo que se parte por nosotros con el Pan de la Palabra.

Decía San Bernardo que hay tres venidas de Jesucristo:
 La 1ª cuando nació de las entrañas purísimas de la Virgen María, la 3ª cuando venga con todo su Poder el día final, en la Parusía. Quizá la más cercana, la que más nos interesa en estos momentos, es la 2ª: Dios se hace presente cada vez que abrimos el Evangelio, la Escritura.
Lo mismo que la persona tiene un cuerpo y un alma, también el Evangelio tiene un cuerpo y un alma: el cuerpo es la letra impresa, el material de papel en que está encuadernado. El alma es el mismo Dios. Dios es Palabra, la palabra del Padre revelada.

Recordemos el prólogo del Evangelio según san Juan. “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios.  Todo se hizo por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida, y la vida era la Luz de los hombres, y la Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron…”

El cristiano ha de ser luz en el mundo, hemos de ser antorchas de luz para el mundo, con nuestra palabra y con nuestros  hechos. Que exista coherencia en nuestra vida. Cuando rezamos el Padrenuestro y levantamos nuestras manos, lo que estamos significando es que nuestras manos, manchadas de sangre por nuestros pecados se las enseñamos a Cristo, que nos enseña las suyas clavadas en la cruz, el único que no tiene manchadas las manos como nosotros. Él nos enseña las suyas manchadas con la  sangre de nuestros pecados, porque se hizo pecado por nosotros como dice san Pablo. Desde entonces nosotros no tenemos nada que pagar. Él canceló nuestra deuda
.
El Salmo 24 nos recuerda en el versículo 3 y ss: ¿quién puede subir al monte del Señor? El hombre de manos inocentes y puro corazón que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. ESE ES JESUCRISTO.

Hay alguien que nos haya amado así alguna vez? Ese es nuestro Dios.
Mucho hablamos los cristianos del Evangelio de Ntro Señor. Pero conocemos bien el Evangelio, hasta el punto de hacer de él nuestro modo de hablar con Dios, de intimar con Él, hasta poder decir como san Pablo: -estoy crucificado con Cristo y ya nos soy quien vive, es Cristo quien vive en mí?

A muchos cristianos, cuando les hablo del Evangelio, me dicen: Ah, sí, el evangelio de la Samaritana, o el de los panes y peces, etc… NO!!! Conoces TU EVANGELIO, NO el del Señor Jesús. El Evangelio de Jesús es nuevo cada día, es el Pan vivo de cada día, de tal forma que cuando lo lees, lo meditas, cada día, aunque lo hagas para el mismo texto, es diferente, porque es el Pan tierno y fresco que ese día te da Jesús.

Para qué te sirve el Evangelio? El Evangelio te pone frente a tu vida, frente a tus pecados, te delata, pero no te aplasta, te desvela tu vida para que tengas VIDA con mayúsculas. En esencia el Evangelio y toda la Escritura son para que  “comas” de ese pan.

 No podemos desgajar de la Biblia, de las Escrituras, sólo los Evangelios. La Biblia es un conjunto de 73 libros canónicos reconocidos por la Iglesia, de los que la plenitud es el Nuevo Testamento.

No podemos pasar olímpicamente del Antiguo Testamento para llegar al Evangelio. Me acuerdo de una persona que me dijo un día haber leído de corrido toda la Biblia, como si fuera una novela. Sacó la conclusión de que había un Dios castigador, que hacía cosas horribles, mataba y estaba esperando al hombre para llevarlo al infierno. Había perdido la fe. No creyó en Dios, yo le comenté: Yo tampoco creo en Dios; en ese Dios que me pintas, no creo, ese Dios no existe, Dios es AMOR con mayúsculas, en boca de San Juan. Y Dios quiere hacer un camino de Amor contigo y conmigo.

 Dios es el gran pedagogo; y en su pedagogía, enseña al hombre de forma que sea comprensible para él, con los parámetros de Dios, no con los nuestros; y con la velocidad de aprendizaje que Él dispone, no con la rapidez que nosotros queremos. A un niño, le tenemos que enseñar a leer, no le podemos enseñar textos que se estudian en la Universidad. Igual Dios nos va enseñando poco a poco, escrutando en las Escrituras, escuchando catequesis: la fe viene por la predicación del Kerygma, del anuncio del Evangelio, nos dirá san Pablo.

Para eso está la Escritura. El pueblo de Israel, el pueblo de Dios, somos también nosotros. El camino del pueblo de Israel hacia la tierra prometida también lo hacemos nosotros.

Tomás Cremades

lunes, 18 de septiembre de 2017

Gracias (por Rafael Salazar)

A mis hermanas y hermanos,
A mi Santa Iglesia,
A todos los maravillosos escritos de la Biblia,
Al infinitamente grande Evangelio de Jesús,

¡Gracias por ayudarme a ver las obras del Señor en mi vida!

El plan de Dios (por Carmen Perez)

"Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten ., ¿Donde está tu DIos? (Salmo 41)"


Cuando nos pasan cosas tristes (enfermedades, desengaños con personas o cosas ...)  muchas veces nos dicen.. incluso nosotros nos preguntamos donde está Dios... 
El Señor está ahí ...esperando que le tiendas la mano para ayudarte. Él espera que grites como Pedro: Sálvame que me ahogo..  
Incluso Jesús mismo, en el huerto, oró y pidió al Padre .... Y no lo libró de las penas y sufrimiento, pero sí le dió fuerza para seguir adelante, confiando en que el Padre tenía un plan mejor .... Y  lo ensalzó resucitándolo.. Así será con nosotros ... Confía en el plan De Dios..  
Por algo nos recuerda: Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.

AMÉN

domingo, 17 de septiembre de 2017

Poemas II.- Yo no puedo.- (Por Olga Alonso)

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. Lc 24; 49                           



YO NO PUEDO


Yo no puedo arrancar estas raíces que contaminan mi corazón.
Yo no puedo amar a quien me hiere
Yo no puedo renunciar a lo que deseo

Yo no puedo preferir mi humillación a mi gloria.
No puedo renunciar voluntariamente a la grandeza que la vida me ofrece y dar un paso hacia atrás, sin hacer ruido.

Yo no puedo vivir sin certezas, yo no puedo desprenderme de lo que tengo.
Yo no puedo , Señor, pero tú si puedes por mí.
Lo que yo sí puedo es levantarme cada mañana y gritarte cuánto lo deseo; abrir estas páginas y rezar para escuchar tu voz y sentir que es posible.

Yo no puedo volar, Padre, pero me has dado la voluntad de quererlo, de amar la idea de llegar un día a poder lo que hoy no puedo.

 Hoy de nuevo, con la libertad y voluntad que me has regalado, vengo hacia ti para pedirte y decirte, Señor, porque me lo has prometido  ¡qué pueda!


Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Yavé tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.
Is 40; 29-31

viernes, 15 de septiembre de 2017

La viña de Dios (Por Tomás Cremades)

Meditando en la Hora Intermedia sobre el Salmo 79, encontré unos versículos que me llenaron de asombro, aunque ya los conocía; pero la Escritura es tan rica en diversas catequesis, que lo que hoy te inspira una cosa, mañana ese mismo verso te dice otra. Y es que la Palabra de Dios  cada día nos da el Pan fresco para comer.

Dice el salmo: ”…Sacaste una vid de Egypto, expulsaste a los gentiles y la trasplantaste;  le preparaste el terreno, y echó raíces hasta llenar el país. Su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos los cedros altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran  Río.

¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos ¡vuélvete! ¡Mira desde el cielo, ¡fíjate! Ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego; con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a tu Escogido, al Hombre que tú fortaleciste…” (Sal 79)

Y pensé en el Evangelio de la Vid y los sarmientos. Jesús dice ser la vid y nosotros los sarmientos. Todo sarmiento que en Mï no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo limpia, para que de más fruto.

Y añade: “Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado…” (Jn 15, 1 y ss)

Es decir que la Palabra de Dios, que es el mismo Jesucristo, nos limpia; nos limpia de toda la idolatría que hay en el corazón del hombre; ya sea de impureza, de amor al dinero,…, de ir detrás de otros ídolos.

Continuando con el Salmo, aquí el Salmista profetiza sobre algo que ¡mucho tiempo después ha de suceder!. Está viva la imagen de Jesucristo: Él es la Vid, nos dice en el Evangelio, que Yahvé ha enviado a Egypto para salvarlo de la muerte a la que le había condenado Herodes; pero llegado el tiempo, como sabemos, un ángel (el anunciador  de la Palabra de Dios), indica a José que pueden retirarse de Egypto para volver a su tierra; en palabras del salmista, trasplanta la Vid desde Egypto. Además, prepara el terreno – imagen de Juan el Bautista-y anuncia el Evangelio por todo el país.

Dice textualmente: “Su sombra cubría las montañas”. Es la viva imagen del anuncio a María de Nazaret, y con las mismas palabras: “La fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra

Anuncia, incluso, la muerte, con las imágenes del saqueo de los jabalíes, el pisotear de los viandantes… es la Pasión de Nuestro Señor.

En parecidos términos se pronuncia Isaías en (Is 5, 1 y ss)

Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y la despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces

¿Qué mas pude hacer ya a mi viña que no se lo haya hecho yo?

En este caso, la Palabra de Dios-Jesucristo-, ya había sido proclamada en la tierra y la había dejado llena de fertilidad. Pero el hombre desoyó sus mandatos (palabras), y en vez de dar fruto dio uvas agraces. ¡Cuánto entendemos de esto! ¿Verdad? Tantas veces no hemos dado frutos de Vida eterna, tantas veces hemos desoído su Palabra, tantas veces nuestros frutos fueron amargos… 
Isaías se pregunta si se podía haber hecho más. Es una pregunta como de reproche de Dios a nosotros. Ha dado tanto Él por nosotros, y nosotros ¿cómo hemos respondido?

En la Iglesia en Madrid de los P.P. Claretianos de la calle Ferraz hay una imagen de Cristo crucificado y una inscripción que nos recuerda la profecía de Isaías: Hijo mío, ¿Qué más pude hacer por ti?

Por último, Marcos nos narra en el Evangelio (Mc 21,13-42) la Parábola de Los Viñadores homicidas.

Es asombroso ver cómo el “puzle” de la Escritura, si se me permite la expresión, cuenta con extraordinaria similitud con Isaías el poder del mal en el hombre llevado por su ambición de dinero y de poder. En esencia refiere así:

“Un propietario plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos para recibirlos. Pero los labradores agarraron a los siervos y a uno le golpearon,  a otro le mataron y a otro le apedrearon. De la misma manera envió nuevos siervos pero los mataron de igual manera. Por último envió a su Hijo diciendo: a mi Hijo le respetarán. Pero los labradores se dijeron: Matémosle y nos quedamos con la herencia. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron”

Esta profecía de Jesús, similar a los otros textos anteriores, no necesita gran explicación: Dios envía al mundo a los profetas, anunciadores de su palabra, y, todos, uno tras otro son asesinados. Envía a su Hijo, Jesucristo, a quien no escucharon, le sacaron fuera de la ciudad,- fuera de la viña- y, como bandido y blasfemo, le asesinan.

Los textos indicados nos acercan por una parte a la Escritura, Palabra de Dios revelada, con Salmos, profecías y Evangelios, y nos impulsan a mirarnos para dentro, a meter como Moisés nuestra mano en el pecho para sacarla llena de lepra, y volverla a meter por indicación de Dios, ya perdonada y limpia por su Palabra. (EX 4, 6-7).


Alabado sea Jesucristo

¿QUIEN ERES SEÑOR ? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 17 deSeptiembre de 2017

No podemos ir de héroes si queremos llegar a ser discípulos de Jesús. 
En el Evangelio de hoy, vemos a Pedro intentando exprimir al máximo su generosidad y preguntando al Señor si tiene que perdonar hasta siete veces a quien le ofende. Pobre Pedro, apenas podría perdonar una vez, dos máximo y habla de siete. Jesús le dice que ¡setenta veces siete! avisándonos así a todos, de que el discipulado se fundamenta en Él, en su Fuerza y no en heroísmos ni ascesis de nadie. Perdonar -como dice Jesús- es fruto de la Libertad del corazón, Libertad que es creacion de Dios. El discípulo de Jesús se acerca a Él sin méritos, solo con la humildad de dejarse hacer por Él... Sabrá entonces que la Verdad del Evangelio le hace libre Jn 8,32

comunidadmariamadreapostoles.com

martes, 12 de septiembre de 2017

Poemas II.- Tenemos que bajar a buscarles.- (Por Olga Alonso)


Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.

Lc 10;33-34

TENEMOS QUE BAJAR A BUSCARLES          

Tenemos que bajar a buscarles
Bajar a buscar a nuestros hermanos
Como Cristo bajó a la tierra a buscarnos
Descender al lugar donde los hombres viven
Pedir a Dios que, sin soberbia y con mucho amor
Sepamos descender, como lo hizo Cristo

En silencio, sin hacer ruido,
Al infierno de nuestros hermanos
Tomarles de la mano y acompañarles

Y vivir con ellos, allí, donde ellos están
Pero mirando hacia arriba, hacia Dios

Y apoyados en su Palabra
Impulsar nuestros pies, tomándoles de la mano
Sacarles de dónde se encuentran

Para acompañarles a Dios
Si pretendemos ser de Cristo

Y no seguir sus pasos, descendiendo al lugar donde nuestros hermanos están

No habremos entendido nada  y nuestra oscuridad
Será peor a la de aquellos de quienes nos compadecemos

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

 Lc 10; 33-34

 

La bancarrota de la Justicia (por Carmen Pérez)

"¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches? 
¿Clamaré a Tí:  ¡Violencia!, sin que tú salves?   
¿Porqué me haces ver injusticias mientras tú miras la opresión? 
¡Ante mí hay rapiña y violencia,
se suscitan querellas y discordias!
Pues la ley se desvirtúa,
No se hace justicia.
¡El impío asedia al justo,
Por eso se pervierte la justicia!
(Ha I, 2-4)"

Todas estas cosas nos están pasando ahora....porque no dejamos que Dios esté en nuestro corazón y que sea el motor de nuestra vida... 

"El Señor me respondió de este modo: escribe la visión.. para que pueda leerse de corrido.. Sucumbirá quien no tiene el alma recta. Más el justo, por su fidelidad, vivirá . 
(Ha 2-2,4)

Anunciemos esto a nuestros hermanos para que sepan dónde encontrar la paz y el consuelo.. sólo en Jesús, Buen Pastor, que nos llevará sobre sus hombros otra vez al redil.

BENDITO SEAS SEÑOR

viernes, 8 de septiembre de 2017

“…NO VOY A CONFESAR PORQUE NO TENGO PECADOS…” (Tomás Cremades)


La confesión es una fiesta con Dios

…”me confieso con Dios, no tengo por qué contarle mis cosas a un hombre…”
¡Cuántas veces habremos escuchado algo así! Con enorme  dolor somos testigos de similares palabras…Y, en estas circunstancias, creo que hay que ser prudente para no contestar como pide “la carne y la sangre”, por usar un término bíblico. Cualquier contestación así daría paso al interlocutor a mantenerse aún más en su error, encontrando una justificación a sus palabras.
Ahora viene el problema o el doble camino que se nos presenta: Dejarle en su error, o, por amor a Jesucristo y su Evangelio, armarse del valor y la paciencia que sólo nos da Él, para, como en el camino de Emaús, comenzar una catequesis que no aplaste al interlocutor, sino que arroje Luz sobre él. Y es que en ese momento es Dios mismo quien nos envía su Gracia para poner en nuestra boca sus Palabras.
Es verdad que, al igual que Isaías, somos personas de labios impuros, que habitamos en un pueblo de labios impuros, (Is 6, 5-7), entendiendo la virtud de la pureza, no tanto en su sentido carnal, sino como seguidores de otros ídolos (dinero, egoísmo,…). Es entonces cuando hemos de dar el primer paso, que, como un resorte, debe saltar en nuestra mente: la invocación al  Espíritu Santo. Que sea Él, con su sabiduría, la que hable por nosotros.
Creo que no podemos entrar en la discusión abierta de considerar si se tiene o no pecados. Naturalmente que los tenemos todos. La persona que lo niega, es posible que, teniendo buena voluntad, desconozca el verdadero sentido de “pecado”. No es bueno entrar con moralismos; eso vendrá después. Creo que es mejor entrar por el camino del Amor, amor con mayúsculas. Porque lo primero que necesitamos es saber que Dios existe, y para qué nos sirve Dios.
Porque si Dios no existe para él o ella, es inútil continuar hablando de pecado; nuestro diálogo será mejor tratar de encontrar ideas sensibles que delatan su existencia, como la visión de lo creado, el mundo que nos rodea, las limitaciones del Big Ban…
Si por ahí no entra, es posible que no se vaya con buena intención de “conocer a Dios”. Y entonces el “escudo humano” que se coloca, o le coloca el Maligno, tapa la realidad. Realidad que él conoce, pero que le vuelve la espalda por los motivos X.
Quizá habría que descubrir si esta persona rechazó a Dios por algún problema “mal digerido”, una muerte, una quiebra económica…
En cualquier caso, le habremos dado un tema para meditar, y ¡quién sabe! Puede estar iniciando el camino.
 
Alabado sea Jesucristo
 

¿QUIEN ERES SEÑOR ? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 10 deSeptiembre de 2017

Las leyes ponen a cada uno en su sitio, al transgresor se le pone un castigo proporcional a su delito. Esto que tiene su validez en toda sociedad para alcanzar un mínimo de convivencia, no es aplicable a Dios que no nos pone en nuestro sitio como la ley, sino junto a Él. El Evangelio de hoy nos habla de la corrección al otro en el contexto de la Misericordia. Se corrige al que ha caído, no dándole lecciones, pues agravan más sus heridas. La corrección evangélica se hace desde la cercanía amorosa con el fin de recuperar al que ha sido seducido por Satanás. Solo quien ha sido recuperado con amor por El Buen Pastor está en condiciones de derramar Misercordia sobre aquel a quien ha de corregir.Todo hombre hundido reconoce el suave perfume de la Misericordia, el perfume que les devuelve la ilusión por vivir de pie. Corrijamos no para hacer valer nuestras razones sino para levantar a nuestros  hermanos a la altura que les corresponde..la de Dios su Padre

La llave (Carmen Perez)

Pongo sobre sus hombros, la llave del palacio de David. Abrirá y nadie cerrará. Cerrará y nadie abrirá. (Isaías 22)

El Señor nos abrió esa puerta cuando en la cruz fue traspasado por el soldado con la lanza. Se dejó traspasar ... y pueden entrar por ella todos lo que se fían de Él. 
La abrió para que entremos para estar con Él. 
Se dejó abrir esa puerta para que entremos por ella hasta el corazón del Padre... Ya lo dijo Jesús: nadie va al Padre si no es por mí, osea a través de Él.  

ESTE ES NUESTRO DIOS

jueves, 7 de septiembre de 2017

LA GRAN PROMESA.- Un Canto a la esperanza.- (por Tomás Cremades)

Para los elegidos de Dios no hay miedo a la muerte.Hay maravillosas promesas de Dios desde antiguo que nos cuentan, aun entre sombras, cómo ha de ser la llegada…

La salvación solo está en las Manos bondadosas de la Providencia Divina; nosotros con nuestras fuerzas no podemos salvarnos. Pero sí tenemos el poder de querer condenarnos. Dios puso en el hombre el misterio de la libertad; y el hombre puede elegir la salvación o la condenación. 
Si desprecia el Amor del que es Amor, está eligiendo la condenación, y Dios quiere ser amado en libertad. Si elegimos el amor que Dios nos ofrece, pongámonos en sus manos, que, en nuestra pequeñez, Él encontrará los cauces para nuestra salvación. 
Los discípulos de Emaús abandonaron el Cenáculo muerto Jesús. Pero Él se hizo el encontradizo para recoger a “las ovejas perdidas”.
Pedro le negó tres veces, y los discípulos asintieron con él. Pero, una vez resucitado Jesús, se les apareció, comió con ellos y les aceptó en su compañía.
Agustín de Hipona estaba perdido a causa de sus pecados; pero Dios suscitó el amor de su madre santa Mónica, que con sus oraciones, le hizo presente al Eterno, visitándole y cambiando su corazón de tal forma, que llegó a ser un gran santo.
¿Y nosotros? Con humildad vayamos a Dios, revelado en su Evangelio, y con fe abracémonos a sus pies como el hijo pródigo, que Él tendrá piedad de nosotros.
Así será, entonces, nuestra Gran Promesa: 
Serás corona de adorno en la mano de Yhavé y tiara real en la palma de tu Dios. No se dirá de ti “Abandonada”, ni de tu tierra se dirá jamás “Desolada”, sino que a ti se te dirá “mi complacencia”, y a tu tierra “desposada”. Porque Yahvé se complacerá  y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia, se gozará por ti tu Dios (Is 62, 3-6)
Y en la entrada en su presencia, después del sueño de la muerte, se cumplirá el Salmo:
Ya entra la princesa, bellísima, con ropajes recamados en oro; vestida de brocados la llevan ante el rey. Le siguen sus doncellas, sus amigas, que avanzan entre risas y alborozo, al entrara en el palacio real (Sal 44, 14-16)
Esta princesa será nuestra alma, engalanada con el perdón de nuestras culpas, pues fuimos comprados a precio de la sangre de un Cordero sin mancha, Jesucristo. (1 P, 1; 18-21) 
¿Y el premio?
Llevarán su nombre en la frente: ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará Luz sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos (Ap 22)
Los elegidos llevarán su Nombre en la frente: “Yo soy el que Soy”El Nombre de Jesucristo Dios y Hombre.
Son las grandes promesas que el Señor nos tiene anunciadas en la Escritura, y Él es fiel, es decir, cumple lo que promete.
No en vano recordará Pablo a Timoteo: “…si somos infieles, él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo
Alabado sea Jesucristo