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jueves, 7 de septiembre de 2017

LA GRAN PROMESA.- Un Canto a la esperanza.- (por Tomás Cremades)

Para los elegidos de Dios no hay miedo a la muerte.Hay maravillosas promesas de Dios desde antiguo que nos cuentan, aun entre sombras, cómo ha de ser la llegada…

La salvación solo está en las Manos bondadosas de la Providencia Divina; nosotros con nuestras fuerzas no podemos salvarnos. Pero sí tenemos el poder de querer condenarnos. Dios puso en el hombre el misterio de la libertad; y el hombre puede elegir la salvación o la condenación. 
Si desprecia el Amor del que es Amor, está eligiendo la condenación, y Dios quiere ser amado en libertad. Si elegimos el amor que Dios nos ofrece, pongámonos en sus manos, que, en nuestra pequeñez, Él encontrará los cauces para nuestra salvación. 
Los discípulos de Emaús abandonaron el Cenáculo muerto Jesús. Pero Él se hizo el encontradizo para recoger a “las ovejas perdidas”.
Pedro le negó tres veces, y los discípulos asintieron con él. Pero, una vez resucitado Jesús, se les apareció, comió con ellos y les aceptó en su compañía.
Agustín de Hipona estaba perdido a causa de sus pecados; pero Dios suscitó el amor de su madre santa Mónica, que con sus oraciones, le hizo presente al Eterno, visitándole y cambiando su corazón de tal forma, que llegó a ser un gran santo.
¿Y nosotros? Con humildad vayamos a Dios, revelado en su Evangelio, y con fe abracémonos a sus pies como el hijo pródigo, que Él tendrá piedad de nosotros.
Así será, entonces, nuestra Gran Promesa: 
Serás corona de adorno en la mano de Yhavé y tiara real en la palma de tu Dios. No se dirá de ti “Abandonada”, ni de tu tierra se dirá jamás “Desolada”, sino que a ti se te dirá “mi complacencia”, y a tu tierra “desposada”. Porque Yahvé se complacerá  y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia, se gozará por ti tu Dios (Is 62, 3-6)
Y en la entrada en su presencia, después del sueño de la muerte, se cumplirá el Salmo:
Ya entra la princesa, bellísima, con ropajes recamados en oro; vestida de brocados la llevan ante el rey. Le siguen sus doncellas, sus amigas, que avanzan entre risas y alborozo, al entrara en el palacio real (Sal 44, 14-16)
Esta princesa será nuestra alma, engalanada con el perdón de nuestras culpas, pues fuimos comprados a precio de la sangre de un Cordero sin mancha, Jesucristo. (1 P, 1; 18-21) 
¿Y el premio?
Llevarán su nombre en la frente: ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará Luz sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos (Ap 22)
Los elegidos llevarán su Nombre en la frente: “Yo soy el que Soy”El Nombre de Jesucristo Dios y Hombre.
Son las grandes promesas que el Señor nos tiene anunciadas en la Escritura, y Él es fiel, es decir, cumple lo que promete.
No en vano recordará Pablo a Timoteo: “…si somos infieles, él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo
Alabado sea Jesucristo
 

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