Salmo 117.- La oración de Jesucristo (Tomás Cremades)
Salmo 117. La oración de Jesucristo Himno de acción de gracias después de la victoria
Comienza el Salmo 117 igual como termina: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su Misericordia”
Ya la palabra misericordia, nos hace entrar de lleno en las entrañas de Dios. Etimológicamente, su raíz latina nos lleva al corazón (cor, cordis= corazón). Sus entrañas son de Amor con su Corazón reconociendo nuestras miserias, por las que Él ha muerto.
Me llama la atención la estrofa 5: “En el peligro grité al Señor y me escuchó, poniéndome a salvo”. ¿De qué peligro habla el salmista? De los peligros que acechan a todo hombre, de perder la fe, y con ella, la Vida Eterna. Esos son realmente los peligros que nos han de preocupar. Dice el Señor: “…Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehena…” (Mt 10, 28-29).
Continúa el salmista, imagen de todo hombre que se acerca a Dios en la tribulación, y se pregunta; ¿Qué podrá hacerme el hombre?
El salmista, como virgen sabia, se ve en peligro, e inmediatamente invoca al Señor, porque sabe que Él le escucha. “Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco” (Sal 116). Israel, el pueblo de Dios, es el pueblo de la “escucha”, del oído abierto hacia Dios. No podemos olvidar el Shemá, que en hebreo significa: escucha. “Escucha Israel: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser…” (Dt 6,5).
Continúa viendo cómo le rodean todos los pueblos, cómo avanzan contra él, cómo le cierran el cerco y arden en el fuego como avispas…Y renace en él la fe: “en el nombre del Señor los rechacé”.
Sin embargo, le siguen empujando para derribarlo; “pero el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación”. Es la misma contestación que recogemos en el libro del Éxodo: “Mi fortaleza y mi canción es Yahvé, Él es mi salvación”(Ex 15,2). Los israelitas acaban de pasar el Mar Rojo, con Moisés a la cabeza y dan gracias al Señor por su victoria con este cántico. Y el himno que nos recuerda el Salmo se refiere precisamente a este texto.
“La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa…”, continúa; es la misma Diestra, la Mano poderosa del Padre la que levantó a su Hijo del sepulcro, es la misma mano que sostuvo la mano de Moisés en la lucha contra los amalecitas, que nos recuerda el libro del Éxodo en (Ex 17,13-13), y es la Mano del Padre que nos levantará a nosotros, los que seguimos a Jesús, el día de nuestra llegada a la Casa del Padre. Está profetizado en el libro de Ezequiel; Leemos:”…Voy a abrir vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo, al suelo de Israel. Sabréis que Yo Soy Yahvé cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi Espíritu en vosotros, y viviréis…” (Ez37, 12-14)
Continuando con el Salmo, vemos profetizada la figura de Jesucristo; “…esta es la puerta del Señor, los vencedores entrarán por ella” .Efectivamente, Jesucristo es la puerta por donde se entra a la Vida Eterna. Él mismo lo dice:” Yo Soy la puerta, si uno entra por Mí, estará a salvo; entrará y saldrá…” (Jn 10,9).
Más adelante, ya terminando el Salmo, aparece una frase que dice: “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. En arquitectura, la “piedra angular” es un macizo de piedra firme que soporte en ángulo dos partes de un muro, de forma que sostiene toda la base del edificio, de suerte que, si ésta cae, se derrumba todo el edificio. ¿Necesitamos explicación? El ejemplo habla por sí solo. Jesús es la Piedra Angular de nuestra fe, que se cimenta en la Palabra y la Eucaristía, y que se alimenta de ellas y de los Sacramentos. Si esta Piedra la obviamos, si no construye nuestra casa, nuestra alma, nuestra vida, todo el edificio espiritual de nuestra vida se derrumbará.”
“Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si Yahvé no vigila la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 126)
Construyamos, pues, nuestra casa, sobre el cimiento de la PIEDRA ANGULAR Jesucristo, nuestro Dios, el Único Dios que nos salva
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