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lunes, 4 de diciembre de 2017

Amemos la Liturgia 13.- La Lectio Divina ( por Tomás Cremades)

LA LECTIO DIVINA
Podríamos decir que la Lectio Divina es “la lectura orante de la Palabra de Dios”. Es, en esencia, un camino, un itinerario que nos conduce al Señor, partiendo de un determinado texto de la Sagrada Escritura.
No podemos considerar esta, llamemos, “forma de comunicarnos con Dios”, como un método de oración nuevo, ni tampoco un sistema para conocer mejor la Biblia.
El Señor nos habla con la Escritura. Pero puede ocurrir que nuestros sentidos, los sentidos del alma, no estén acostumbrados a “escucharle”. Y puede ocurrir, que “leamos” la Escritura de corrido, sin profundizar, sin “escrutar” lo que nos quiere decir. La Biblia no es una novela, ni una sucesión de hechos históricos, aunque nos recuerden a Dios. (Subrayo “leamos”, porque la Escritura no se lee, se medita). La Biblia es un pozo sin fondo que nos trae el Agua Viva=Jesucristo, y que cada vez que la abrimos, se nos hace presente .
Por eso os propongo esta experiencia:
Cuando vayamos a un texto de la Escritura, ya sea el Evangelio, o cualquier otro, lo primero es invocar al Espíritu Santo con una breve llamada: 
“...Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el Fuego de tu Amor; envía tu Espíritu y serán creados, y renovarás la faz de la tierra…” También puede valer cualquier otra oración sencilla, que nos ponga “en sintonía” con Él.
A continuación, tomamos un texto cualquiera que nos sirva de meditación. Yo creo que es bueno comenzar con una lectura del Evangelio, que suele ser más conocido, más cercano, y, probablemente más fácil de interpretar.
Y ahora comienza el “sistema de la Lectio Divina”.
Leemos el texto con calma, fijándonos en todos los detalles: quién o quiénes están hablando; qué dice cada uno; cuál es el entorno que lo rodea. Observa si se habla de una situación en que intervenga la meteorología: es de noche, o acaba de amanecer; hace frío o calor…Observa si hay algo que “no cuadre” con la lógica: aquí el Señor quiere que nos detengamos a tratar de encontrar un sentido. Al principio no es fácil, y no hay que desesperarse por ello. Dios no nos pone listones que saltar, solo nos va moldeando
Continuamos meditando sobre las realidades o acontecimientos de nuestra vida que puedan tener una similitud con el texto de que se trate. Quizá hayamos sentido desánimo, o frustración por algo… 
Hasta aquí, el Señor nos ha estado hablando. Ahora hablamos nosotros: quizá nuestra oración (que eso es hablar con Dios, sea de petición; o para darle gracias por algo; o para decirle, con el corazón en la mano que no sentimos nada por Él: hay que ser sincero y valiente, pues a Él no le engañamos…y Él conoce nuestro barro).
Podemos pedirle por los familiares y amigos, por los que no tienen fe…por nosotros… por algo que nos inquieta y no nos deja concentrarnos en Él. Jesús sabe nuestras necesidades, no es preciso “agobiarnos” con contárselo…pero si eso nos calma, ¡Adelante!
Ahora vamos a CONTEMPLAR, si somos capaces, la “mirada” de Dios sobre nosotros. ¿Cómo nos verá en estos momentos? Quizá nos vea desanimados, o con sufrimientos, o con dudas, incluso de su existencia…no hay que asustarse, nuestra fe es racional, no hay nada en ella que no lo sea. Y Dios nos quiere seguros de Él, aunque no entendamos muchas cosas…si lo supiéramos TODO seríamos dioses, y ya tenemos muchos pequeños dioses dentro de nosotros como para crear otro nuevo…Dios quiere hacer un camino de Amor con cada uno de nosotros.
Podemos pensar que esta forma de comunicarnos es” novedosa”; o a lo mejor no. Pero es Gracia de Dios caer en la cuenta de que haciendo así, al menos, no me aburro, ni me distraigo como en otras ocasiones, y mi conversación – oración ha sido diferente.
Por último es importante que nos metamos “dentro del cuadro”: imaginar que nosotros vivimos la escena que se nos presenta; a lo mejor también nosotros, por miedo, negaríamos a Jesús; a lo mejor le seguiríamos de lejos como el discípulo amado…o empañaríamos su sufrimiento como la Verónica…o querríamos quedarnos con Él en el Tabor, para siempre, sin pasar por la cruz…
Para terminar, conviene rezar algo sencillo, en acción de gracias y despedida…un”Adiós” sincero o hasta pronto.
Al menos intentar este modo de encontrarnos con Jesucristo nos ayudará a no caer en la “rutina” de la oración. Este sistema no tiene tiempo previsto. No podemos rezar deprisa y corriendo para cumplir y quedarnos tranquilos de haber cumplido con Dios. Esa oración es pobre y el Señor merece algo más, mucho más. 
¡Démosle nuestro corazón!

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