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lunes, 26 de febrero de 2018

MIS DOS CAMINOS Y TU CAMINO

“…Porque tengo enemigos, alláname tu camino…” (Sal 5), nos dice el salmista. Y llama la atención el pensamiento de “allanar tu camino”, el tuyo, no el mío, no mi camino, el que yo me he trazado. ¿Y por qué me tracé un camino? Porque mi camino es el de mi conveniencia, el de mis propios deseos, el que me marca mi corazón, que puede o no ser perverso.
Al hombre se le presentan siempre dos caminos: el de Dios y el del diablo; éste es más atractivo, aparentemente: todo satisface nuestros deseos, y es más fácil de seguir. Es un camino lleno de rosas, y colores amables, que esconden el camino de la perdición, porque es un camino a lo desconocido, pero sin Dios. Es un salto al vacío, a ninguna parte. ¡Perdón! Nos lleva al infierno.
Mi camino se convierte en perverso cuando no está orientado hacia Dios. Y lo más frecuente, en la vida, sobre todo cuando se es joven en la fe, inmaduro en ella, porque no ha sufrido aún los asaltos del enemigo, es que elijamos el camino de nuestra propia comodidad; incluso de nuestra vocación, que no es malo, es bueno, si es que la tenemos, si no ocurre que dudamos de qué nos gusta hacer, a qué dedicar nuestra vida…
El camino que Dios nos ofrece no es tan colorido, hay que pasar por el camino de la cruz; hay que atravesar por un valle de tinieblas, de dudas, de sufrimiento… ¡Qué bien se está aquí, decía Pedro en la Transfiguración del Señor…! (Mc 9,33) Y añade el evangelista: “…sin saber lo que decía…”
Es curiosa esta afirmación de Marcos que sólo aparece en la redacción suya, y no en la de Mateo ni Lucas… No sabía lo que decía porque no quería pasar por la cruz…quería estar con Dios resucitado, ya para siempre.
“…Porque no son vuestros pensamientos mis pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos…” (Is 55,8). Y ahí está la clave: encontrar el camino que Dios nos invita, no el que cada uno se elige.
Llega un día en que, como diría un “castizo”, “el santo se ha vuelto de espaldas”. Es interesante la sabiduría popular. Cuando el santo se vuelve de espaldas, cuando el que se vuelve de espaldas soy yo, realmente, toda la luz se vuelve oscuridad. Por eso, la sabiduría del lenguaje, del latín que nos educa, nos envía una palabra: “cum vertere”, que quiere decir “convertirse”, “volverse hacia”. Y esto es la conversión: volver atrás el camino que hemos errado.
El Libro de la Sabiduría nos dice:”… ¿quién puede conocer tu Voluntad, si Tú no le das la Sabiduría, y le envías tu Espíritu Santo desde el Cielo? Así se enderezaron los caminos de los habitantes de la tierra, los hombres aprendieron lo que te agrada, y se salvaron gracias a la Sabiduría.” (Sb 9, 18)
Sabiduría como Atributo de Dios, siendo la Palabra del Padre, Dios mismo. Hemos de pedirle a Dios, al igual que Salomón, que nos de esa Sabiduría que viene de su Trono de Gloria, pues:…”aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la Sabiduría que procede de Ti, será estimado en nada…” (Sb 9)
Este libro de la Sabiduría que no fue compuesto por Salomón, pues las fechas de su elaboración no coinciden, en muchos siglos, con la época en que vivió, pero que bien pudo reflejar los sentimientos del hijo de David, Salomón.

(Tomás Cremades)

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