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martes, 19 de junio de 2018

¿Tenemos tiempo para Dios?



Lo que sí está claro es que tenemos mucho tiempo para nosotros. Otra cosa es que lo aprovechemos convenientemente. Lo aprovechamos convenientemente, porque lo utilizamos como nos conviene; o mejor: como creemos que nos conviene. 
Desde la mañana a la noche, nuestro reloj, el biológico y el de pulsera, nos van marcando el paso. El biológico nos dice cuándo desayunar, cuándo almorzar, cuánto ha de durar la siesta, si es que podemos disfrutar de ese instante maravilloso, invento español…Y el de pulsera nos marca el ritmo de la actividad particular de cada uno según su profesión, actividad, situación familiar, etc.
Y todo esto es correcto y es bueno. Alimentamos nuestro cuerpo, y alimentamos nuestro intelecto. Pero: ¿alimentamos el alma? O ¿Es que el alma no necesita alimento? 
Vayamos por partes: hay quien piensa que no tiene alma. Con lo cual no es preciso alimentarla. Hay quien piensa que el alma es un “principio activo” como el de los animales, que muere con la muerte de la persona. Este es un “animal” más evolucionado, pero animal.
Al fin hay quien piensa que tiene un “soplo de Dios”, que se produce en el mismo instante en que somos concebidos: somos los cristianos. Y que ese alma no muere, sino que resucitará el último día, viviendo en la Presencia del Señor, hasta que ese último día resucite “la persona”, alma y cuerpo.
No todo el mundo alimenta su alma con Dios. Hay muchas personas que carecen de ese conocimiento – culpable o no -, de Dios. En ese campo no me puedo meter. 
En la sociedad actual se prescinde de Dios. Y está muy bien visto que así sea. De hecho, ya hace tiempo se “desconectó” la unión de Iglesia-Estado. A lo mejor era mejor…perdón, quería decir “a lo peor”.
Nuestros “ejemplares” políticos, alardean de “prometer” la Norma Fundamental de conducta, la Constitución, en ausencia de cualquier símbolo religioso: ni Cruz, ni Biblia. Está muy bien visto y nadie protesta, es un “valor añadido”, como el I.V.A.
Los cristianos no debemos juzgar a las personas: no nos toca, pues el Único Juez Supremo es Jesucristo, elegido así por el Padre. Podremos juzgar el hecho, el uso, la costumbre, que, en este caso son argumentos pésimos. Ya algún político, incluso unoque se denominaba agnóstico, declaraba que tener un crucifijo en la mesa del despacho, era un “símbolo de paz”, o que, la imagen de alguien que dio su vida por los demás no hacía daño a nadie. Hablo del profesor Enrique Tierno Galván.
Pues dicho todo esto, la pregunta está en el aire: ¿tengo yo tiempo para Dios? Cuando alguien dice: …es que no tengo tiempo, - para cualquier actividad-, está queriendo decir que: no se organiza bien su tiempo. Y esto ocurre porque el Maligno, cuando percibe que alguien puede estar en disposición de encontrarse con Dios, le apremia diciéndole que: estás cansado, mañana tienes que madrugar, ya lo harás otro día, lo importante es amar…y muchas cosas más. No te dice que no lo hagas, ¡NO! que lo hagas en otro momento, o mañana…Y lo peor es que es verdad que estamos cansados, y que hay que madrugar…
Entonces ¿cómo encuentro este tiempo para Dios? No hay recetas; cada uno debe encontrarlo por sus medios, Se puede empezar abriendo el corazón a Dios en oración humilde y decirle lo que te pasa: que no entiendes a tu cónyuge, que no aguantas el peso de la casa y de los niños, que te abruma el trabajo, que no te sientes realizado, que sufres la incomprensión de los demás… ¿sigo contando penurias?
La respuesta, SIEMPRE, está en el Evangelio, la Palabra del Padre revelada por Jesús: “…Venid a Mi los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré; tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mi, que soy manos y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera…” (Mt 11, 28-30)
Y Jesús habla de yugo, no de “carga”; porque el yugo lo llevan entre dos, los animales, y, este yugo de la vida, lo lleva Él con nosotros. ¡Así sí que es suave y ligera la carga!
En estas condiciones, Jesús nos ira indicando el modo y la forma de encontrarnos con Él. Al ir a la compra, las amas de casa, podrán pasar unos minutos por la iglesia más cercana, y encontrarse con Él. Los que van a la oficina, por la tarde al salir, podrán encontrar esos cinco minutos para hablar de los problemas del día. En familia, en el hogar, podremos preguntar a los hijos: ¿Habéis alimentado hoy el alma? Haced la prueba, es de gran impacto, y bastará una oración. 
Y así, poco a poco, como “el viento suave de Elías”, en donde el profeta encontró a Yahvé, encontraremos ese “tiempo para Dios”.   
Recomendación: 
leed el libro: Tiempo para Dios, de Jacques Philippe, Ed. Patmos

(Tomás Cremades)

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