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jueves, 2 de agosto de 2018

Jn 19, 25-27 “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.. (I)





Breve comentario a  Jn 19, 25-27
“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”

“El camino de conversión del discípulo amado hasta la cruz”

1ª Parte: “Dios instruye y marca el camino”

El discípulo está junto a Jesús crucificado, donde, a los ojos humanos, se ve Jesús vencido, “despreciado, marginado, hombre doliente y enfermizo, como de taparse el rostro por no verle. Despreciable, un Don Nadie” (Is 53,3), ridiculizado, “Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy hijo de Dios” (Mt 27, 43), donde parece que todo está perdido, que el mal vence.
Aun así, él se queda junto a la cruz de Jesús, porque el discípulo amado ha comprobado, vivido, experimentado… que su cruz antes le pesaba, le provocaba sufrimiento, angustia… y ahora en la cruz encuentra paz, ha sido curadopor Jesucristo: “Él  ha sido herido por nuestras rebeldías; molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados” (Is 53, 5)  “Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna” (Jn 3,14-15).
En el discípulo se ha producido una transformación, porque ha realizado el camino de conversión hasta la cruz: “En efecto, yo por la Ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios; con Cristo estoy crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2,19-20).  Se puso en el camino para llegar a ser un verdadero discípulo. Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31-32).
En el camino de conversión el discípulo no está solo, Dios le instruye y se lo marca: “Así dice Yahvé, tu redentor, el Santo de Israel; Yo, Yahvé, tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir” (Is 48, 17), “mira, yo pongo hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal” (Dt 30,15) “escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahvé tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él” (Dt 19b-20a).
 Dios está con él respetando su libertad:  “Al principio el Señor creó al hombre, y lo dejo a su propio albedrío. Si quieres, guardarás los mandamientos, y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, a cada uno se le dará lo que prefiera” (Si 15,14-17).
Al principio lo lleva por caminos tortuosos, le infunde miedo y temblor, lo atormenta con su disciplina, hasta que pueda confiar en él y lo pone a prueba con sus exigencias. Pero luego lo conducirá por el camino recto, lo alegrará y le revelará sus secretos. (Si 4,17-18). No desprecies, hijo mío la instrucción de Yahvé, que no te enfade su reprensión, porque Yahvé reprende a quien ama, como un padre a su hijo amado (Pr 3, 11-12) y: no habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación, os dará modo de poderla resistir con éxito” (1 Co 10,13). Considerad como un gran gozo, hermanos míos, cuando estéis rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce paciencia; pero la paciencia ha de culminar en una obra perfecta para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear (St 1,2-4). ¡Feliz el hombre que soporta la prueba!, porque, superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman” (St 1,12).
"Si quieres, hijo, serás instruido, si te aplicas bien, adquirirás destreza. Si te gusta escuchar, aprenderás, si inclinas tu oído, serás sabio (Si 6,32-33).
 “Medita los preceptos del Señor, practica sin cesar sus mandamientos. Él mismo fortalecerá tu corazón, y te concederá la sabiduría que deseas (Si 6,37), “acércate a ella con toda tu alma, y con toda tu fuerza guarda sus caminos; síguela, búscala, y se te dará a conocer; cuanto la tengas, no la sueltes. Porque al final hallarás en ella descanso, y ella se convertirá en tu alegría (Si 6,26-28).
“Confía en Yahvé de todo corazón y no te fíes de tu inteligencia; reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus sendas” (Pr 3,5-6); “Poned por obra la palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos”(St 1,22); En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz (St 1,22-25).

(Susana Jiménez)

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