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viernes, 23 de noviembre de 2018

Amemos la liturgia 15.-LA CULPA Y LA PENA EN EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

Cuando una persona comete un pecado, su alma queda “manchada” por él. Y se admiten las comillas, porque, al ser el alma espiritual, carece de un soporte carnal; sólo el soporte corporal unido íntimamente a ella permite a la persona seguir viviendo.

El sacramento de la Reconciliación, también llamado de la Confesión de los pecados, si está bien realizado por la persona que lo realiza, esto es, cumpliendo:

1.-Examen de conciencia  2.-dolor de los pecados 3.-Propósito de enmienda

4.- Confesar de palabra los pecados al confesor  5.-Cumplir la penitencia impuesta 

Nos perdona la “culpa y la pena eterna” que merece el pecado cometido. Pero hay un “castigo temporal”, o “pena temporal” que hemos de “borrar” en esta vida o en el Purgatorio.

En lenguaje vulgar, podríamos poner este ejemplo, sobre todo para los más pequeños de la casa:

Si un niño va con la bicicleta y se cae, lo más probable es que sangre por las rodillas. A todos nos ha pasado. Cuando ha pasado un tiempo, la herida cicatriza, pero queda una “costra”, algo feo que delata el percance. Con el tiempo, va desapareciendo, hasta quedar un leve recuerdo.

Con el pecado ocurre algo parecido, solo que el tiempo por  solo no borra “la mancha”.

Esta mancha del alma, sólo la podemos borrar en esta vida, por oraciones, actos de piedad, o de Adoración al Santísimo, ofrecimiento de las buenas obras, actos de caridad, limosnas…

Pero, como siempre, el Señor no nos deja desvalidos ni solos ante nuestra suerte. El ha previsto, por medio de la Iglesia las Indulgencias. Indulgencia que viene del nombre latino: “indulgentia”, del verbo “indulgeo”, que significa “ser compasivo”. La Iglesia como administradora de la Redención de Cristo, distribuye y aplica este tesoro de la satisfacción de Cristo y de los Santos, siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica #1471. Este poder de la Iglesia, le viene conferido del mandato divino:”…Todo lo que ates en tierra será atado en el Cielo…”

Hemos de ser conscientes que el pecado personal afecta al Cuerpo Místico de Cristo, por lo que podemos orar unos por otros en la Comunión de los Santos, que enunciamos en el Credo: “…Creo en la Comunión de los Santos…”

La Iglesia concede este maravilloso don, con una serie de requisitos, según el tiempo y el lugar, y que con antelación anuncia.

Es importante estar atento a ello, por las gracias que nos puede aportar en orden a nuestra propia salvación. Hay que señalar que siempre que se desea recibir indulgencia, hay que estar en gracia de Dios. Por otra parte, es muy lógico: “…sin Mí no podéis hacer nada…” (Jn 15, 1-8) Nos dice Jesús

 

(Tomás Cremades)

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