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sábado, 30 de marzo de 2019

REFLEXIONES AL EVANGELIO DEL IV Domingo de Cuaresma. Ciclo C (Lc 15,1-3.11-32) 31-03-2019


El Evangelio de hoy nos habla del Hijo Pródigo . Este joven no estaba a gusto en su casa con su padre, sobre todo porque en la cultura de Israel los primogénitos tenían unos privilegios honoríficos y económicos superiores a los demás hermanos, Es por ello que, a un cierto momento, no soportando más su situación,  tiene agallas para  poner tierra por medio entre el y su padre. El caso es que con el tiempo sucede que su vida está a la altura de los animales que cuida. Es entonces que las mismas agallas que tuvo para marcharse, dando un portazo, las tiene para entrar en sí mismo y escuchar el grito de su corazón profetizado por el salmista: "Oigo en mi corazón : Buscad mi Rostro. Si, tu Rostro buscaré Dios mío"( Sl 27,8). Se dijo entonces: en mi casa hay pan-vida en abundancia...y sobreponiéndose a la soberbia que  intentaba retenerle,  se levantó y se puso en camino hacia su padre..mejor dicho hacia su Padre.No sabía cómo iría a recibirle, en su cabeza hervían mil conjeturas. El Padre es mucho menos complicado, de hecho, apenas lo diviso a lo lejos,  "...conmovido se echó a su cuello y le besó efusivamente.."

(Antonio Pavía-Misionero Comboniano)
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jueves, 28 de marzo de 2019

Lo tenemos que contar

Día tras día, te bendeciré Señor y alabaré tu nombre por siempre jamás
Alaban ellos la gloria de tu majestad, Y yo repito tus maravillas,.
Difunden la memoria de tu inmensa  bondad y aclaman tus victorias (Sal 144)*
La inmensa bondad y paciencia de Jesús con sus discípulos y con todos... siempre esperando.... No hace reproches, ni te dice: ¡ya te lo dije!... Espera a que te caigas del caballo, como San Pablo,  poco a poco con un mimo infinito, te va haciendo ver..... y explicándote la Escritura .. como a los dos de Emaús... empiezas a intuir que ahí está la verdad que te hará libre y a confiar en que  el que empezó todo esto en tí, lo terminará... y no puedes quedar de brazos cruzados, tienes que contar lo que el Señor está haciendo contigo 

ESTE ES NUESTRO DIOS

(Carmen Pérez)
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LA GRAN MENTIRA


Vino él con el dinero  y confundió a los hombres Llegó lleno de promesas y embriagó con su mentira a quien buscaba ser feliz Vino él y dio respuestas que se tornaron mentiras y sed Vino él prometiendo grandezas y convirtió en basura al hombre Llegó e hizo ruido………mucho ruido y todos aplaudieron Fue respuesta fácil y demasiado dulce para decir no Fue esclavitud, vendiendo libertad y fue sabor amargo cuando todo parecía brillar Convirtió la paz en guerra, la claridad en fango Enfrentó y mató: mató las almas, mató la verdad Y no se dieron cuenta, porque en su verdad, estaba contenida su gran mentira Mentira que persigue al hombre desde su existencia, abismo de promesas incumplidas Todos engañados y todos víctimas y solo un remedio, verle el rostro Mirarle y no dejarse engañar, escucharle y descubrir tras sus palabras, su mentira Hacerle frente, despreciarle y apoyarse en quien le desenmascaró sobre una Cruz Algunos por tu gracia, hemos visto y oído A algunos, como un rayo de luz, nos has mostrado su rostro Ni un paso atrás ante el mundo para decirle bien alto quien es el que nos engaña Cómo es y qué nos dice, desde un rostro de dinero, de grandeza, de poder Desde un rostro que promete y que destruye al hombre Pero engaña y adormece y convence a quien no quiere reconocer la verdad.

Olga Alonso
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Tu Reino

Un día, sin yo saberlo, nací a tu Reino
Un día, me abriste la puerta y entré

Me hablaste y te oí; escuché y comprendí
Y ese día, empecé a caminar por tus sendas

A obedecer y constatar que no hace falta hacer nada más allá que desearte

Aquel día, yo sentí tu compañía y nunca me ha abandonado

No sé dónde estás pero te siento y me enseñas

Y eres más  imprescindible que el aire que hoy respiro

Ni siquiera reconozco quién fui antes de conocerte

Toda mi vida es ahora un caminar hacia ti

Un desvelar tu secreto, un esperar a que vuelvas

En el aire, en las cosas, en la gente, en la luz

He aprendido tantas cosas, pero aún no sé casi nada

Y el sentido de mi vida es levantar la mirada y cruzarme con tus ojos, solo eso, nada más

 Y en ese intercambio nuestro, de tus ojos a los míos y de mis ojos a ti
Crezco y encontré el sentido de vivir para encontrarte

Vivo, respiro y anhelo que esta vida se termine para empezar a Vivir

(Olga Alonso)
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martes, 26 de marzo de 2019

A María

María, vengo a traerte una flor, casi sin darme cuenta me encuentro ante el Altar, pues me gusta estar contigo a solas para que podamos hablar.

Nada más entrar te miro a los ojos, siento tu dulzura y tu paz, me dices que me quieres y todo tu amor me das.

Yo vengo a pedirte perdón por todo lo que hecho mal y así  recobrar la paz, pues necesito de este alimento para poder caminar.

Yo rezo ante ti María con todo mi corazón, y al mirarte a los ojos tú me sonríes y me das tu bendición.

Me dices que estás muy triste,que tienes mucho dolor, sabes que tu hijo va a pasar por un sufrimiento muy duro para salvar a los hombres y que al Cielo puedan llegar.

Yo te doy gracias María por tu generosidad, pues trajiste a tu hijo al mundo sabiendo  el sufrimiento que él iba a pasar.

Va a pasar por un calvario que ningún hombre lo podría aguantar, y va arrastrando una Cruz donde lo van a crucificar.

Tú María lo acompañas, en ningún momento le vas a dejar, pero cada vez que se cae, sientes como si te clavaran un puñal.

Lloro contigo Señora pues sé lo triste que estás, quiero acompañarte en ese calvario, hasta la Cruz contigo poder llegar, y limpiarte esas lágrimas que manchadas con sangre están.

A pesar de estar tan triste Madre mía no pierdes ni tu dulzura ni tu paz,  sigues queriendo a los hombres con locura y nunca nos vas a abandonar, a pesar de que a tu hijo le hagamos tanto mal.

Tú nos das fe y esperanza, ahora sabes que tu hijo no ha muerto, él va a resucitar y en él encontraremos la
calma, la luz y la alegría que tanto vamos a necesitar.

Madre, intercede ante tu hijo por nosotros como lo hiciste en la boda de Caná.

Tenemos que estar alegres pues Jesús va a resucitar, va a ser el Rey del mundo, pues es Dios y Señor de toda la humanidad.

(Elia Herrero)
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domingo, 24 de marzo de 2019

Salmo 40(39).- Acción de Gracias. Petición de auxilio.


Texto Bíblico

Esperé con ansia al Señor. Él se inclinó hacia mí y escuchó mi grito. Me hizo subir de la fosa fatal, de la charca fangosa; puso mis pies sobre la roca y aseguró mis pasos; me puso en la boca un cántico nuevo, una alabanza para nuestro Dios.
Muchos, al verlo, temerán y confiarán en el Señor. iDichoso el hombre que confía en el Señor! No se irá con los soberbios,, ni con los que andan tras la mentira ¡Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío!
¡Cuántos proyectos en nuestro favor! ¡Nadie se te puede comparar!
Quisiera anunciarlos, hablar de ellos, pero superan todo número. 
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído.
Tú no pides holocaustos por el pecado. Entonces yo digo: «Aquí estoy -como está escrito en el libro- para hacer tu voluntad». Dios mío, yo quiero llevar tu ley en mis entrañas. He proclamado tu justicia en la gran asamblea, y no he cerrado los labios: Señor, tú sabes.
No he escondido tu justicia en mi corazón, he hablado de tu fidelidad y de tu salvación; no he ocultado tu amor y tu lealtad ante la gran asamblea.
Y tú, Señor, no niegues tu compasión por mí; tu amor y tu lealtad siempre me protegerán.
Porque me rodean desgracias innumerables;
se me vienen encima mis culpas y no puedo huir;
son más que los pelos de mi cabeza, y me falla el corazón.
¡Dígnate, Señor, liberarme! ¡Señor, date prisa en socorrerme
¡Queden avergonzados y confundidos los que tratan de acabar con mi vida! 
¡Huyan abochornados los que traman mi desgracia!

¡Queden mudos de vergüenza los que se ríen de mí!

Salmo 40.- Rechazaste sacrificios

Este salmo anuncia a Jesucristo que, por obediencia al Padre, revelará al hombre la dimensión de su relación con Dios: 

«Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído. Tú no pides holocaustos por el pecado. Entonces yo digo: Aquí estoy –como está escrito en el libro– para hacer tu voluntad».
El profeta Jeremías, nos dirá que lo que Dios les mandó, fue estar de cara a cara con Dios escuchando su palabra. «Cuando yo saqué a vuestros padres del país de Egipto, no les hablé ni les mandé nada tocante a holocausto y sacrificio. Lo que les mandé fue esto otro: Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y seguiréis todo camino que yo os mandare, para que os vaya bien. Mas ellos no escucharon ni prestaron el oído, sino que procedieron en sus consejos según la dureza de su mal corazón, y se pusieron de espaldas que no de cara» 
Escuchar con el oído abierto es escuchar la palabra de Dios. «Si vuelves a Yahvé, tu Dios, si escuchas su voz en todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, Yahvé, tu Dios, cambiará tu suerte, tendrá piedad de ti...»
Escuchar a Dios que te habla es también como dice el Shemá: «Escucha, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es el único Yahvé. Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» 
Jesucristo vive en un permanente gozo con Él Padre. Esta complacencia viene expresada en el salmo: «Dios mío, yo quiero llevar tu ley en el fondo de mis entrañas».
Dice Jesús a sus discípulos: «Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado» 
Es decir, vuestras ansias de vivir están todas ellas contenidas en el Evangelio. En él tenéis la plenitud total;  Dios es nuestra plenitud y, cuando los profetas nos exhortan a volvernos a Dios, están preanunciando que un día el hombre podrá volver todo lo que es su vida hacia el Evangelio, pues en él está el Dios vivo.
La mutua complacencia que tienen Jesucristo y el Padre por la Palabra que fluye entre ambos, provoca una presencia común e ininterrumpida, lo que hace que Jesucristo no sienta nunca la soledad: «El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él» 
Esta presencia continua del Padre es lo que atestigua a su alma de que vive por el Padre.
Escuchémosle: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» 
Los santos Padres de la Iglesia primitiva llaman a esta comida y bebida la luz que ilumina los misterios: el de la Palabra y el de la Eucaristía. En ambos misterios está presente la divinidad de Jesucristo. Dice san Ambrosio: «No solamente bebéis la sangre de Cristo al participar de la Eucaristía, sino también al escuchar y acoger el santo Evangelio».
El salmista continúa: «He proclamado tu justicia en la gran asamblea, y no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes». Expresa que no ha podido contener sus labios; por eso, de sus entrañas hacia fuera, le ha salido la predicación como una necesidad imperiosa. Es entonces cuando se cumplen las palabras de Jesús: «De la abundancia del corazón habla la boca»
Por eso la predicación del Evangelio, no es una obligación o una meta que se haya propuesto la Iglesia. Nace de un corazón lleno, de alguien en quien el gozo de la Palabra, ha llegado a su plenitud. La audacia de estos hombres y mujeres llenos de la palabra, es decir, de Dios, no conoce obstáculos ni fronteras; si se les cierra una puerta, encontrarán otra y anunciarán la Buena Nueva porque saben que, solamente así, el hombre recupera su dignidad. Predicación proclamada sin fanatismos; de lo contrario, el anunciador, más que ser un enviado de Dios, se presenta como defensor de sus propias ideas.

Padre Antonio Pavía

viernes, 22 de marzo de 2019

REFLEXIONES AL EVANGELIO DEL III Domingo de Cuaresma. Ciclo C (Lc 13,1-9) 24-03-2019

La higuera simboliza en la espiritualidad bíblica la fortaleza interior de los que guardan la Palabra y que por esta razón conocen el descanso del alma. En el Evangelio de hoy vemos que el dueño de un campo, al ver que después de tres años resulta que una higuera suya no da fruto, dice al labrador que la cuida que la corte sin más.Tres años estuvo Jesús predicando el Evangelio entre los suyos y ni siquiera sus discípulos dieron fruto, basta recordar  sus continuos choques entre ellos por ver quién era el más importante. ¿Qué más podía hacer Jesús por ellos,.. por nosotros...?  abonarla como dijo el labrador acerca de la higuera al dueño del campo. Eso fue lo que hizo Jesús con sus discípulos abonar sus mediocridades con su sangre y aparecieron los frutos de vida eterna..esa vida inmortal por la que todo hombre suspira y que tan al alcance de nuestras manos nos puso el Hijo de Dios..eso sí, abonándonos con su muerte.

(Antonio Pavía- Misionero Comboniano)
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LA FIESTA

Los que nos sacaron de tu camino, nos piden que hagamos fiesta
Los que nos invitaron a abandonarte despliegan ante nosotros su oferta de vida
Vida enlatada, empaquetada, sucedáneo de vida ofrecida en pequeñas dosis para calmar nuestra sed, nuestra sed de fiesta, de celebración.

Los hombres, Señor, se confunden tanto… y terminan buscando calmar su sed en lugares secos, que parecen ríos. Lugares donde Tú no estás.
Donde el alma se hiela y huye hacia delante, desesperada, sin rumbo, sin preguntar por miedo a la respuesta.
Tratando de beber en lugares en los que el agua se escapa, el agua de la vida.
Agua que se escurre entre los dedos, sin poder retenerla.

Solo hay una fiesta y es la tuya
Solo se ensancha el corazón y se calma la sed, si en la fiesta estás Tú.
Solamente tu Palabra se derrama como agua que calma la sed, solo ella
Por eso, cuando falta, todo parece y no es, todo es mentira, y solo queda buscarte
para no desesperar

(Olga Alonso)
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jueves, 21 de marzo de 2019

Ayudar

Hoy me siento triste, sin fuerzas, solo tengo ganas de llorar, ¡ hay en el mundo tantas desgracias que tenemos que afrontar...!
Unas pasan por culpa de los hombres y otras por culpa de la tierra se dan. ¿Cuando todo esto va a terminar?
Desearía vivir  en una burbuja apartada de todo mal, pero Tú me dices que no  me has creado para estar sola, que tengo que saber ayudar, esa ayuda que todos necesitamos para poder caminar por esos senderos tan amargos por lo que vamos a pasar, pues todos tenemos una carga que tenemos que saber llevar.
¿Y como ayudo yo Señor, si tengo muy poco que aportar?
Señor, Tú sabes bien que soy débil y sola no puedo ayudar.
Te pido valor, ayuda y fuerza para poder afrontar esta carga tan pesada que no la puedo arrastrar.
Perdón, Señor, mas Tú sabes bien, que eres el que puede darme esa  fuerza que necesito para poderme levantar.
Hay que saber afrontar los miedos, para ello hay que  rezar y orar ante el sagrario, ahí  es donde vas a encontrar ese valor, ayuda y fuerza que necesitas para poder ayudar y saber llevar tu carga,  así encontrarás alegría y paz.

viernes, 15 de marzo de 2019

NO TEMAS, DESDE AHORA SERÁS PESCADOR DE HOMBRES

Hermosa profecía del Señor que nos realiza a nosotros en el “envío”. ¡Qué bien conoce Jesús el corazón humano! Sabe que a Pedro le entrará pánico. Pedro es pescador de peces, y ahora tiene que cambiar de “pez”. Y no sabe qué ni cómo lo ha de hacer. Y eso de “ser pescador de hombres… no lo entiende. ¿Cómo se pesca un hombre?
Esta misma pregunta nos podemos hacer nosotros. Ya sabemos claramente lo que Jesús está diciendo, pero… ¿cómo se pesca a un hombre? Y por eso le dice: “…No temas…”Como siempre Él tiene la respuesta: No temas, confía, yo te ayudaré, yo te enseñaré…tú déjate hacer. No tienes que hacer, el trabajo lo hago YO.
El verbo “hacer” en la Escritura es el verbo “crear”. Lo recuerda el libro del Génesis, cuando dios iba haciendo el cielo, la tierra, las plantas, los animales, al grito mayestático de “…Hagamos…”
El Papa san Juan Pablo ll nos recordaba: “…Abrid las puertas a Cristo…” Que entre el Rey de la Gloria, Cristo 
Cuando una persona se inicia en la fe, quiere hacer muchas cosas…normalmente esto sucede cuando ya no se es tan joven y la vida te ha llevado por caminos donde Dios no era el único. Teníamos otros dioses, un corazón idólatra…pero Dios espera. No en vano dirá Pedro: “…considerad que la Paciencia de Dios es la garantía de nuestra salvación…”(2Pe, 3-15)
Y cuando al fin entra Dios en tu corazón, se te caen las escamas de tus ojos como le pasó a Pablo camino de Damasco. Y ves tu pobreza, las mentiras por donde fuiste llevado por el enemigo del alma, las insatisfacciones que te produjo, el tiempo perdido…A Dios sólo le importa la conversión, que no es otra cosa que abandonar los ídolos y volverte hacia Él.
Y Él te enseñará cómo pescar hombres. No hay regla fija; el camino, la barca, y el rumbo te lo marcará Jesús. Tu y yo sólo debemos “dejarnos hacer”
Sólo un apunte: la barca, en la Escritura, representa la Iglesia de Cristo, y él es el Camino por donde ir.

(Tomás Cremades)
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REFLEXIONES AL EVANGELIO DEL II Domingo de Cuaresma. Ciclo C (Lc9,28b-36) 17-03-2019

El Evangelio de hoy nos habla sobre la Transfiguración de Jesús el Señor. Pedro,Santiago y Juan, testigos privilegiados, ven que su rostro y todo su ser irradia la Gloria de Dios. Hasta ahí podríamos decir que les pudo parecer normal pues a pesar de sus dudas creían seguir al Hijo de Dios; lo que sí les deja sin habla es que junto a Él, y también resplandecientes de gloria, estén Moisés, a quien la Escritura llama el Amigo de Dios y Elías, a quien Israel identifica con el Fuego divino. Como he dicho los tres apóstoles quedan sobrecogidos, hasta que Pedro acierta a decir: ¡Qué bien estamos aquí..quedémonos...! Quizás era suficiente para el y los otros dos, pero no para Dios que les dijo: Éste es mi Hijo Amado, ¡Escuchadle! Fijémonos que Dios Padre no proclamó más mandato en el Evangelio que éste, lo que indica que hacer nuestro el Evangelio, salido de la boca de Dios, supone un salto cualitativo en la fe y el discipulado.. Escuchar el Evangelio que irradia la Gloria de Dios (1 Tm 1,11) implica participar de ella, de ahí que el mismo Pablo exhorte a los discípulos de Colosas a que busquen las cosas de arriba..las de Dios para que lleguen a ser gloriosos como su Hijo ( Col 3,1-4)

(Antonio Pavía-Misionero Comboniano)
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CONQUISTARTE

Te vi un día y vi mi tierra. Fijé mis ojos y decidí perseguir el imposible de alcanzarte, por encima de dudas y de desesperanza. Fue más fuerte el deseo que la contundente realidad de mis sentidos que te niegan. 
Solo encontré razones para no abandonar mi camino, fijos mis ojos en ti y en tu Palabra. Aferrada a tu huella en mi corazón y a tu sello en mi vida, nada me pareció más hermoso que hacer de mi vida una búsqueda, hasta encontrarte.
A base de retazos de suave brisa, he aprendido a vivir en tu presencia, aunque no pueda tocarte y es tu mirada más fuerte que la de los miles de seres que me miran desde sus ojos.
Camino y no me fatigo porque te veo y me hablas, porque te sigo y no hay miedo, porque te llamo y me miras.
Conquisto cada mañana un nuevo espacio que acorta el camino entre tú y yo. Conquisto un nuevo paisaje, una nueva yo en ti, conquisto lo que me ofreces y aspiro, cuando tú quieras, a conquistarte, Señor.

(Olga Alonso)
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miércoles, 13 de marzo de 2019

Salmo 44(43).- Elegía nacional


Texto Bíblico:

Oh Dios, lo oímos con nuestros propios oídos, nuestros padres nos lo contaron: la obra que realizaste en sus días, en los días de antaño.
Tú mismo, con tu mano, expulsaste naciones para plantarlos a ellos.
Maltrataste pueblos, para hacerlos crecer.
No fue su espada la que conquistó la tierra, ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tú los amabas.
Eras tú, mi Rey y mi Dios, quien decidía las victorias de Jacob.
Contigo atacamos a nuestros opresores,
en tu nombre aplastamos a nuestros agresores.
No confiaba yo en mi arco, ni mi espada me daba la victoria.
 Eras tú quien nos salvaba de nuestros opresores, y abochornaba a cuantos nos odiaban.
Nos enorgullecíamos de Dios todo el día, celebrando tu nombre sin cesar. Ahora, en 
cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales con nuestros ejércitos.
Nos haces retroceder ante el opresor, y nuestros adversarios nos saquean a placer.
Nos entregas como ovejas al matadero, nos has dispersado entre las naciones.
Vendes a tu pueblo por nada, y no ganas con su precio.
Nos conviertes en escarnio de nuestros vecinos, en diversión y burla de cuantos nos rodean.
Nos has convertido en refrán de las naciones, sacuden por nosotros la cabeza los pueblos.
Tengo siempre delante mi deshonra, y la vergüenza me cubre la cara, con los gritos de ultraje y de blasfemia en presencia del enemigo que se venga de mí.
Todo esto nos sucedió sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón, ni se desviaran de tu camino nuestros pasos. y tú nos aplastaste donde viven los chacales, y nos cubriste con las sombras 
de la muerte.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios, y extendido las manos a un dios extranjero, ¿no lo habría Dios averiguado, él, que conoce los secretos del corazón?
Por tu causa nos matan cada día, y nos tratan como ovejas para el matadero.
¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes? ¡Levántate! ¡No nos rechaces más!
¿Por qué escondes tu rostro
y olvidas nuestra opresión y nuestra miseria?
Nuestra alma está hundida en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo.
¡Levántate! ¡Ven a socorrernos! rescátanos, por tu amor! 


Reflexión: El triunfo del Cordero


El salmista se desahoga con Dios por medio de esta oración. Le recuerda las catequesis que han sido transmitidas al pueblo de generación en generación: «¡Oh Dios, lo oímos con nuestros propios oídos, nuestros padres nos lo contaron: la obra 
que realizaste en sus días...Tú mismo, con tu mano. Oigamos un ejemplo de esta transmisión oral de las maravillas de Dios con su pueblo: «Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: ¿qué son estos estatutos, estos preceptos y estas normas que Yahvé, nuestro Dios, os ha prescrito?, dirás a tu hijo: 
éramos esclavos de faraón en Egipto, y Yahvé nos sacó con mano fuerte»
el salmista está sufriendo el destierro, donde conoce todo tipo de humillaciones y vejaciones: “Nos entregas como ovejas al matadero, nos has dispersado entre las naciones. Vendes a tu pueblo por nada, y no ganas con su precio. Nos 
conviertes en escarnio de nuestros vecinos, en diversión y burla de cuantos nos rodean».
Yahvé ya había advertido a su pueblo, que padecerían el destierro si volvían su corazón a los ídolos de los pueblos vecinos: «Cuando hayas engendrado hijos y nietos y hayáis envejecido en el país, si os pervertís y hacéis alguna escultura de cualquier 
representación..., Yahvé os dispersará entre los pueblos y no quedaréis mas que unos pocos, en medio de las naciones a donde Yahvé os lleve. Allí serviréis a dioses hechos por manos de hombres»
A pesar de esto, el salmista saca de su corazón una queja contra Dios: «Todo esto nos sucedió sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza, sin que se volviera 
atrás nuestro corazón, ni se desviaran de tu camino nuestros pasos».
¿Cómo puede nuestro hombre desvariar tanto, si en la espiritualidad del pueblo de Israel es una constante la conciencia de haber abandonado a Dios? Veamos, esta oración de Ester: «Yo oí desde mi infancia en mi tribu paterna, que tú, Señor, elegiste 
a Israel de entre todos los pueblos, y a nuestros padres de entre todos para ser herencia tuya para siempre cumpliendo en su favor cuanto dijiste. Ahora hemos pecado en tu presencia y nos has entregado a nuestros enemigos porque hemos honrado a sus dioses»
Nos da la impresión de que el salmista no sabe lo que dice cuando proclama ante Dios la inocencia del pueblo; sin embargo, está anunciando al Cordero Inocente, nacido de la dinastía de David. El Mesías es el Cordero sin culpa, inocente, que cargará con la 
idolatría, la trasgresión y la infidelidad de Israel y, a partir de este pueblo, con las culpas de todos los hombres, es decir, con el pecado del mundo.
Así es anunciado Jesucristo por parte de Juan Bautista cuando estaba bautizando en el Jordán: «Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí el cordero de Dios, 
que quita el pecado del mundo... Yo le he visto y doy testimonio de que este es el elegido de Dios»
Las primeras predicaciones de la Iglesia apostólica, inciden en esta figura de Jesucristo, Cordero sin mancha: «Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de nuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre 
preciosa, como de cordero sin tacha ni mancha, Cristo» 
El apóstol Pablo nos habla de Jesucristo; el cual, siendo limpio de toda culpa, purifica de la levadura vieja –la de los fariseos– a los que crean en Él: « ¿No sabéis que un 
poco de levadura fermenta toda la masa? Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado»
 En este contexto del apóstol Pablo, el pan ázimo significa la limpieza y la 
verdad. 
Jesucristo, Cordero inocente, cargó con todas las culpas de los hombres, incluso aquellas que no veía el salmista en su pueblo. Y, una vez inmolado, le vemos lleno de 
gloria tal y como se nos describe en el libro del Apocalipsis: «Digno es el cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza... Al que está sentado en el trono y al cordero, alabanza, honor, gloria y 
potencia por los siglos de los siglos»

(Reflexiones por el padre Antonio Pavía) 
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Salmo 42(41).- Lamento del levita desterrado

Texto Bíblico 

Como brama la cierva por corrientes de agua, así brama mi alma por ti, ¡Dios mío!
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo volveré a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan, noche y día, mientras todo el día me preguntan: ,,¿Dónde está tu Dios?».
Empiezo a recordar y mi alma se desahoga en mi interior: cómo marchaba al frente del grupo, hacia la casa de Dios,
entre gritos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te afliges, alma mía, gimiendo en mi interior?
Espera en Dios, que volveré a alabarlo: «iSalud de mi rostro y Dios mío!».
Mi alma se aflige en mi interior, y por eso me acuerdo de ti, desde la región del Jordán y del Hermón, de ti, humilde montaña.
Un abismo le grita a otro abismo
al fragor de tus cascadas; todas tus olas y tus crestas han pasado sobre mí.
De día, el Señor envía su misericordia, y durante la noche entonaré un cántico al Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué he de andar triste
bajo la opresión de mi enemigo?».
Quebrantándome los huesos, mis opresores me insultan; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?».
¿Por qué te afliges, alma mía, gimiendo en mi interior?
Espera en Dios, que volveré a alabarlo: «iSalud de mi rostro y Dios mío!».

Reflexión: Las aguas de la salvación

 

 Un hombre justo compara su búsqueda de Dios con la necesidad imperiosa que una cierva sedienta siente por encontrar unas corrientes de agua. Escuchémosle: «Como brama la cierva por corrientes de agua, así brama mi alma por de ti, ¡Dios mío!». Jesucristo nos invita a seguir sus pasos para encontrar también nosotros la vida eterna. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame...Quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8,34-35).

Jesucristo nos habla de seguir sus huellas con nuestra cruz. En ella se incrusta el mal en sus múltiples dimensiones: Dolor, enfermedad, injusticias, opresiones, soledad, etc. ¿Tienen el mal y el sufrimiento un valor en sí mismos? ¿Es el precio que tenemos que pagar para salvarnos? Si recordamos al salmista, vemos que él compara su experiencia de Dios con la necesidad de la cierva de correr exhausta, atormentada por la sed –esta es, diríamos, su cruz hasta encontrar las aguas que la reanimen. De la misma forma, el seguimiento de Jesucristo es provocado por nuestras propias carencias, es decir, nuestra incapacidad de darnos la vida a nosotros mismos; y el Hijo de Dios, que es fuente de las aguas vivas, promete hacer brotar un manantial en el seno del que crea en Él. «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura, de su seno correrán ríos de agua viva» (Jn 7,37-38).

Este manantial de aguas vivas que ofrece el Hijo de Dios, ya había sido prometido por Yavé, en el profeta Isaías. «He aquí a Dios, mi Salvador: estoy seguro y sin miedo, pues Yavé es mi fuerza y mi canción, Él es mi salvación. Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación... Dad gritos de gozo y de júbilo, habitantes de Jerusalén, qué grande es en medio de ti el Santo de Israel» (Is 12,2-6).

Hemos escuchado cómo estas aguas vivas del seno de Dios, son fecundas hasta el punto de dar la vida eterna. Quizá ahora entendamos mejor las palabras del Hijo de Dios citadas anteriormente: «El que me siga... hasta dar su vida por mí y por el Evangelio, la salvará...». Y es que las aguas vivas de Dios son el mismo Evangelio.

Veíamos también anteriormente que el Hijo de Dios decía que, al que creyera en Él, de su seno correrían ríos de agua viva. Salvando las distancias, el seno del creyente, convertido en manantial de aguas vivas por su acogida a la Palabra, es bendito, como bendito fue el seno de María de Nazaret cuando acogió la misión de ser la Madre del Mesías. Y fue su prima Isabel la enviada por Dios para anunciarla que su seno era bendito. «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno»(Lc 1,42).

El hombre justo, a quien Dios inspiró este salmo, es un fiel que tiene muchas contrariedades y persecuciones, hasta el punto de que sus adversarios le preguntan con ironía: «¿Dónde está tu Dios?». Sin embargo, este hombre no apaga su llama y sigue buscándole. Y no por un miedo moral sino por la sed que tiene su alma y el deseo de contemplar el rostro del Dios vivo. «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo volveré a ver el rostro de Dios?». Su búsqueda no es un camino de gloria ni de honores, sino más bien de lágrimas y desfallecimientos. «Las lágrimas son mi pan noche y día... Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué he de andar triste bajo la opresión de mi enemigo?».

Sin embargo, inmensamente mayor que toda contrariedad, burla, ironía o persecución, es su deseo de llegar hasta el rostro de Dios, de empaparse de las aguas vivificantes que brotan de Yavé, y por eso espera en fe contra toda esperanza humana: «Espera en Dios, que volveré a alabarlo: ¡Salud de mi rostro y Dios mío!».

El hombre que acoge el evangelio que Dios Padre nos ha dado por medio de Jesucristo, tiene en sí la garantía de la vida eterna. De la misma forma que el Hijo de Dios tiene conciencia de que «ha venido del Padre y vuelve al Padre»(Jn 13,3), asimismo, la Palabrasembrada en el corazón del hombre, siendo como es un manantial nacido de la fuente, vuelve a su lugar de origen, es decir, al seno del Padre, llevando consigo al hombre-mujer en cuyo seno brotó como manantial.

Dicho de otra forma, la palabra de Dios sale del Padre y vuelve a Él. Así nos los manifiesta el profeta Isaías: «Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar... así será mi Palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié» (Is 55,10-11).

Jesucristo, que es la palabra del Padre, cumplida su misión, resucita, es decir, vuelve al Padre. De igual modo, el hombre que encarna la Palabra se convierte en un creyente que lleva dentro de sí mismo las aguas vivas: la garantía de su resurrección y vida eterna. En este contexto el apóstol Pablo llama a Jesucristo el Primogénito de muchos hermanos (Rom 8,29). Son los que nacen de la fecundidad de la Palabra, de las aguas vivas... ¡Que Dios nos conceda el don de suspirar por ellas!


(Antonio Pavía-Misionero Comboniano)

Salmo 41(40).- Oración de un enfermo abandonado

Texto Bíblico 

Dichoso el que cuida del débil y del pobre: el Señor lo salva en el día de la desgracia. El Señor lo guarda y lo mantiene en vida, para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega al capricho de sus enemigos. 
El Señor lo sostiene en el lecho del dolor, le mulle la cama en que convalece.
Yo decía: «jSeñor, ten piedad de mí! iSáname, porque he pecado contra ti!».
Mis enemigos hablan mal de mí: «A ver si se muere y se acaba su nombre».
Cuando alguien me visita, habla con fingimiento, llena su corazón de maldades y, al salir, es de lo que habla.
Los que me odian murmuran juntos contra mí, y, a mi lado, comentan mi desgracia: «Sobre él ha caído una peste del infierno, está acostado, ya no se va a levantar».
Incluso mi amigo, en quien yo confiaba y que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.
¡Pero tú, Señor, ten piedad de mí! Haz que pueda levantarme, y yo les daré su merecido.
En esto reconozco que me amas: en que mi enemigo no triunfa sobre mí. A mí, en cambio, me conservas íntegro, y me mantienes siempre en tu presencia.
iBendito el Señor, Dios de Israel, Ahora y por siempre!
¡Amén! ¡Amén!

Reflexiones: Muerto y victorioso


Isaías profetiza la misión del Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres, vendar los corazones rotos, 

pregonar a los cautivos la liberación y a los reclusos la libertad... Consolar a todos los que lloran, darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez del vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido» 

Hemos visto cómo Isaías describe la situación del hombre. Dios "abre" este horizonte estrecho, enviando a su propio Hijo, quien, acercándose a nuestra debilidad y asumiéndola, proyecta en nosotros la trascendencia que estaba oculta y era inalcanzable.

Jesucristo es la respuesta de Dios a esta nuestra pobreza y debilidad descrita por el profeta. El Mesías es el destinatario del Salmo que empieza así: «Dichoso el que cuida del débil y del pobre en el día de la desgracia: el Señor le salva. No lo entrega al capricho de sus enemigos». Es el Mesías quien se ha inclinado a todo ser humano y le ha restituido la dignidad de hijo de Dios.

San Pablo habla en primera persona al definir la debilidad del hombre; y lo dice así: «La ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero sino lo que aborrezco... ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?» Pablo, que manifiesta su debilidad como quien vive un drama interior, tiene la sabiduría suficiente para dirigir sus ojos a Jesucristo, por quien su debilidad se convierte en fortaleza. Por eso termina el texto con una alabanza a Cristo Jesús: «Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo, nuestro Señor»

Jesucristo toma un cuerpo y se ofrece al príncipe de este mundo, presentándose como 

una especie de cebo. Para rescatar al hombre asume y encarna su maldición. 

Continúa Pablo: «Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose Él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: maldito todo hombre que está colgado de un madero» 

Decíamos que el Hijo de Dios se presentó ante el príncipe del mal, sirviendo Él mismo de cebo, algo así como una trampa; tentando al tentador, poniendo ante sus ojos 

nuestra debilidad, nuestra dolencia y hasta nuestra lejanía de Dios como algo suyo para que se cebara en Él. Así lo profetiza también Isaías: «Y, con todo, eran nuestras dolencias lo que él llevaba, y nuestros dolores los que soportaba. Nosotros le tuvimos 

por azotado, herido de Dios y humillado»

El salmo anuncia esta trágica realidad así: «Comentan mi desgracia: Sobre él ha caído una peste de infierno, está acostado, ya no se va a levantar». Y es esta la impresión que tuvieron los que acudieron al Calvario: ¡Maldito por hacerse pasar por Hijo de Dios! Esta mentira de todas las mentiras, susurrada con fuerza por Satanás en 

el corazón de Israel, ya había sido anunciada en el libro de la Sabiduría: «Se ufana de tener a Dios por Padre. Veamos si sus palabras son verdaderas, examinemos lo que 

pasará en su muerte... condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará» En el salmo se anuncia que el Mesías cree firmemente que Dios le resucitará. «¡Pero tú, Señor, ten piedad de mí! En esto reconozco que me amas: en que mi enemigo no triunfa sobre mí. A mí, en cambio, me conservas íntegro, y me mantienes siempre en tu presencia». Jesucristo tiene conciencia de que, al asumir la 

debilidad del hombre entregándose a su causa, pasará por un proceso de pasión, muerte y resurrección. «Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos 

sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día»

Jesús, aun en las más profundas tinieblas, tenía conciencia clara de su victoria. Tenía la certeza de que poderoso era su Padre para devolverle la dignidad tan inicuamente 

arrebatada. Y en su paso por el sepulcro, demostró su amor al hombre pues, al devolverle el Padre su dignidad, nos devolvió también la nuestra.

El anuncio de Jesucristo, muerto y victorioso por nuestra salvación, es el eje fundamental de la predicación de los primeros cristianos. Oigamos a Pedro: «Los que por medio de Jesucristo creéis en Dios, que le ha resucitado de entre los muertos y le 

ha dado la gloria, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén en Dios»


(Antonio Pavía-Misionero Comboniano)

martes, 12 de marzo de 2019

La auténtica felicidad

La felicidad, es un estado emocional...qué en tu interior está.
La felicidad, te dá...alegría, armonía  y paz.
La felicidad, Dios te la dá...cuando en él deseas confiar.
La felicidad, es grandiosa...cuando orando, ante el Sagrario estás.
La felicidad, es infinita y rebosa paz... cuando estás en la Eucaristía y vas a Comulgar.
La felicidad, Dios te la quiere dar...para verte resplandecer de alegría y llena de paz.
La felicidad, la conseguimos... cuando nos queremos perdonar.
La felicidad, nos ayuda a caminar... haciendo de tu vida un cantar.
La felicidad, te dá...fuerza y tranquilidad.
La felicidad, te dá valor y fuerza...cuando alguien te la quiere quitar.
La felicidad, con nosotros está...cuando amamos de verdad.
La felicidad con amor... nos dá consuelo al pedir perdón.
La felicidad, nos llena de paz... cuando a los hombres vamos a ayudar.
La felicidad, es consuelo...para los que te aman de verdad.
La felicidad, te la dán...todas las personas que te quieren ayudar.
La felicidad, se la transmitimos...a los que a nuestro alrededor están.
La felicidad se percibe...aunque no te la quieran mostrar.
La felicidad, es para compartirla...no te la puedes quedar.
La felicidad, te acompaña siempre... aunque tú no la puedas mirar.

(Elia Herrero)
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LA GENTE IMPERFECTA

Hay un error de base en considerar a la gente que vamos a la Iglesia como “gente perfecta”. Y, cuando te acercas a ellos, a nosotros, te das cuenta de lo imperfectos que somos. Y esto, siempre y cuando te acerques con la curiosidad, hasta quizá“bien sana”, de querer conocer, de querer saber. Lo cual es un primer estadio para entrar.

Y es que el ser humano adolece de muchos defectos, leves o incluso graves. No somos los cristianos una excepción, ni un grupo de élite. Eso sí, somos personas que queremos encontrar a Dios, que queremos conocerle. Nadie ama lo que no conoce. Por tanto, no podemos amar a Dios si no le conocemos. Y para conocerlo, hay que buscarlo.

Es verdad que Él se nos revela cada día, y en muchos momento del día, para intimar con nosotros. Pero quizá estemos muy ocupados en nuestras cosas, y no tengamos tiempo para Dios. Y con esto, no quiero decir que no nos ocupemos de los quehaceres de cada día, pues esto también es necesario. El problema es “ignorar” a Dios. 

Otras veces, cuando hablamos de Dios, te dicen: “…no necesito a Dios…He vivido siempre sin Él, y nunca me ha hecho falta”.

Los más contrarios a la fe de Jesucristo, aprovechan los escándalos y pecados de los cristianos, y ministros de la Iglesia, para atacarla, y no sin razón, pues la Iglesia, constituida por hombres y mujeres pecadores , no está exenta del pecado de sus hijos, y esto nos interpela a todos, también a los cristianos. Deberíamos ser un ejemplo de virtud, y sin embargo, sujetos como estamos al pecado original, somos igual de pecadores que los demás. 

En el título propuesto: LA GENTE IMPERFECTAme refiero precisamente a los que nos llamamos cristianos. Pero hay algo que nos distingue: somos pecadores, pero no queremos serlo. Dice Jesús: “…los publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el Reino de los Cielos...” (Mt 18, 21-35)

¿Y cómo es eso? Pues sencillamente, porque al menos, saben que son pecadores. No hay más necio, que el que no quiere saber. Necio, en sentido bíblico, como opuesto a la Sabiduría que viene de Dios. Y porque sabemos de nuestro pecado, nos acercamos a Dios, Médico de las almas. “…no necesitan médico los sanos, sino los enfermos…” (Mt 9, 9-13)

Una última aclaración: la perfección. Es una palabra que nos induce a error. Si tenemos en cuenta la etimología de las palabras, vemos que perfecciónviene del latín: per facere”. Si recordamos el verbo “hacer”: Facio, facisfacerefecifactum, que significa “hacer”, comprendemos mejor: Per-fecciónes “un camino por hacer”.

Por lo tanto el que busca ese grado de perfección, o busca la perfección en cualquier trabajo o rama del saber, está realizando un camino para “llegar a ser”. De ahí que la perfección cristiana, o la gente perfecta, es la que está haciendo ese camino para llegar a ser, hacia Dios. 

Cuando Jesucristo dice: “…sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto…” (Mt 5,48) está siguiendo este criterio. Nos pide que nos pongamos en ese camino de búsqueda de Dios.

Abramos nuestros sentidos al amor de Dios, revelado en el Evangelio de Jesucristo, porque Él conoce nuestro barro, y sólo pide ser amado en la libertad de los hijos de Dios, permitiendo, incluso el rechazo de ellos. 


(Por Tomás Cremades)

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