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viernes, 28 de febrero de 2020

Reflexiones al Evangelio del Domingo I de Cuaresma (Mt 4,1-11)

Finalizado su ayuno en el desierto, Mateo nos dice que Satanás tentó a Jesús tres veces. Nos fijamos en la primera: Haz que estas piedras se conviertan en panes. Parece una tentación trivial sin embargo es muy desestabilizadora. Normalmente Satanás no nos tienta cuando estamos en la cresta de la ola, satisfechos con nuestras metas razonablemente alcanzadas, se aprovecha cuando estamos mal, de bajada, cuando asoman grietas en nuestros pedestales, en definitiva, cuando se hace presente el desierto de la insatisfacción. Es entonces el momento de decirnos a nosotros mismos: No solo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Jesus, Hijo de Dios, es el Pan Vivo enviado por el Padre. Su Evangelio es el Pan de la Palabra lleno de Vida y Espíritu (Jn 6,63) que alcanza su plenitud en el Pan Eucarístico. Ambos, el Pan de la Palabra y de la Eucaristía nos capacitan para adorar a Dios en Espíritu y Verdad (Jn 4,24)

(Antonio Pavía-Misionero Comboniano) 
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