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miércoles, 6 de mayo de 2020

La puerta cerrada

Una puerta cerrada, la golpeé con fuerza con los nudillos de mis manos, los ruidos sobresaltaron a los guardias que adormilados en sus puestos la custodiaban, un gruñido surgió de entre las sombras del castillo, que a voz en grito exclamó: ¡quien anda ahí a estas horas de la madrugada!
Me sobrecogió el temor y un temblor me recorrió desde los pies hasta la punta de los cabellos de mi cabeza, asustada corrí a cobijarme entre las ramas de una frondosa higuera. Oculta entre sus hojas, mis ojos parecían dos faros sondeando a través de un mar de densa niebla, buscando ver si mi Señor abría la puerta, más el tiempo transcurría, transcurría lento e interminable …
Volví a ponerme ante ella, alcé la mirada… se erguía imponente ante mí, como roca firme e inaccesible, ¡qué grande e impenetrable me parecía!, puerta tan antigua, puerta siempre nueva y eterna, y yo… yo tan pequeña.
Caí rendida a sus pies desvalida y temblorosa como un cervatillo recién parido recostado sobre la hierba verde de Tu pradera, un hilillo de voz surgió reclamando desde lo más profundo de mis entrañas:
Dejadme, dejadme os lo ruego, ver al Rey de mi alma enamorada, llevo entre mis manos la lámpara, rebosando de amor está su llama. Dejadme, dejadme entrar os lo imploro, que quiero ver al Rey de mi alma enamorada.
Mi lamento como suave brisa que clama, llegó hasta el aposento del Amado de mi alma, que súbitamente estremecido por el arrullo de mis lágrimas despertó de su profundo sueño, a toda prisa atravesó el corredor que separa las estancias del palacio, abrió la puerta y allí me encontró postrada en entrecortados sollozos suplicando...
Déjame reposar desnuda el alma en los brazos de tu pecho, vestida está la luna, vestida de silencio, clara luz que mira desde el albor de tu lecho.
Prendidas están las estrellas, en la oscuridad del firmamento. ¡Soledad, oscuridad rodeadme, embriagadme de vuestra hermosura!, que quiero estar a solas y en silencio con el Rey del Amor eterno. 

(Loles) 
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