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miércoles, 25 de noviembre de 2020

INCLINANDO LA CABEZA

Jesús después de sufrir durante tres años toda clase de insultos tales como: endemoniado, embaucador, ignorante, loco, etc... fue elevado en la cruz en la que como nos dice Juan:  "Inclinando la cabeza, entregó el espíritu"(Jn 19,30b). Tengamos en cuenta que  en Israel la cabeza de una persona representa su máxima dignidad por lo que entendemos lo que Juan nos está queriendo decir. El peso de tanta vejación, dolor, desprecio, burlas… que cayeron sobre Jesús con la muchedumbre injuriándole a gritos, arremolinada al pie de la Cruz, propició que Jesús desprovisto de la más mínima dignidad inclinase la cabeza... y entregase su Espíritu. Al entregarnos su Espíritu nos dio en herencia su infinita riqueza: sus Palabras de Vida -El Evangelio- su relación con el Padre, su cercanía  a nosotros como Buen Pastor... etc. Si todo quedase ahí, podríamos admirar a Jesús como un héroe más, un gran benefactor de la humanidad... La cuestión es que nos indica a todos dónde radica la verdadera dignidad del hombre, la que no se marchita... la Eterna. El Padre al levantarle del sepulcro levantó su cabeza, la que fue abatida por el hombre. El Padre elevó y realzó su cabeza humillada hasta el extremo como había sido profetizado por el salmista: "Tú, Yahvé, eres mi gloria, tú realzas mi cabeza" (Sal 3,4). Termino con una pregunta: ¿A qué dignidad aspiramos?

P. Antonio Pavía

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