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viernes, 29 de octubre de 2021

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario (Mc 12, 28b-34)

¡Háblame Señor!

Un escriba pregunta a Jesús cual es el mayor mandamiento de la Ley. Jesús le dice lo que todo israelita sabe; el primero es: "Escucha Israel, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Fijémonos que este amor incondicional viene precedido de una exhortación: ¡Escucha Israel! Es la calidad de la escucha de la Palabra la que mueve y crea en el hombre este amor sin regateos a Dios. El necio piensa que puede amar a Dios con su débil corazón  y hace propósitos, promesas, etc., prescindiendo de la Fuente que es la Palabra de Dios. Palabra que debería de acoger y amar como la acogió y amó María a pesar de que lo que Dios le decía era a todas luces imposible; sin embargo se fio de Él, de su Palabra y dijo: ¡Hágase en mí! Al igual que ella, el sabio según Dios, escucha el Evangelio consciente de su impotencia para cumplirlo y por eso no promete nada, sería prepotencia prometer lo que no está a su alcance. Lo que sí hace es escuchar confiadamente la Palabra que le llama e invita al Discipulado, y con un amor diríamos infinito, consciente del poder creador del Evangelio de Jesús espera que Él, vaya cambiando su corazón hasta llegar a ser su discípulo amado.
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

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