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martes, 5 de abril de 2016

II El sufrimiento (por Miguel Iborra)

Escuela de vida evangélica,
donde el discípulo, dirigiendo la mirada al Crucifijo,
aprende cómo se ama a Dios sobre todas las cosas
y se entrega la vida por los hermanos;
cómo el perdón vence la ofensa
y al mal se le combate con el bien,
cómo el corazón se abre al amigo
y con la aflicción se alivia la pena.
 
 Ahora ya no me acuerdo de nada, 
huyeron de mí todas mis dolencias. 
El ímpetu del ruego que traía 
se me ahoga en la boca pedigüeña.
 
Y sólo pido no pedirte nada, 
estar aquí, junto a tu imagen muerta, 
ir aprendiendo que el dolor es sólo 
la llave santa de tu santa puerta.
 
Amén.
 
«Si un día el dolor llama a tu puerta no se la cierres ni se la atranques: ábresela de par en par, siéntalo en el sitial del huésped escogido, y sobre todo no grites ni te lamentes, porque tus gritos impedirían oír sus palabras, y el dolor siempre tiene algo que decirnos, siempre trae consigo un mensaje y una revelación» (Salvaneschi, Consolación).
 
Necesitamos a la Santísima Virgen María, en  nuestra relación con Dios. Que sepamos acogerla siempre en nuestro corazón para que continúe siendo nuestro faro y guía.
 
Miguel Iborra Viciana
 
 

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