Un hombre, deslumbrado por la figura de Jesús, se acerca
a Él y le dice que quiere ser discípulo suyo. Jesús le advierte que las zorras
tienen madrigueras mientras que Él no tiene donde reposar su cabeza. Es
cierto...ni siquiera la pudo reposar en la Cruz, pues la tenía coronada de
espinas. La buena noticia es que así como Él reposaba su cabeza en el regazo del
Padre , nosotros, los que envueltos en debilidades queremos seguirle, tambien
tenemos a punto el regazo de nuestro Padre.
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sábado, 25 de junio de 2016
domingo, 19 de junio de 2016
PASTORES SEGÚN MI CORAZÓN.- (Hombres de Dios para el Mundo.- (Edit. San Pablo).-XV - Jesús: Discípulo y Maestro
XV - Jesús: Discípulo y
Maestro
Uno de los
rasgos que los profetas nos presentan como más determinante en lo que respecta
a reconocer al Mesías esperado es el de su relación de discípulo con Yahvé, su
Padre. Isaías, iluminado por el Espíritu Santo, conjuga de forma magistral el
oído abierto del Mesías con su capacidad de hacer llegar, por medio de su
predicación, palabras colmadas de fuerza interior que servirán para levantar a
los débiles, a los cansados, a todos aquellos que ya no esperan nada de nadie,
ni siquiera de Dios: “El Señor Yahvé me ha dado lengua de discípulo, para que
haga llegar al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi
oído, para escuchar como los discípulos” (Is 50,4).
Mañana tras
mañana conecta el Señor Jesús con el Padre, alarga su oído hacia Él para
llenarse de sabiduría y fortaleza; también de la vida, oculta en su Palabra,
para poder hacer su voluntad, que no es otra que llevar a cabo la misión a la
que ha sido enviado. Es tal la convicción del Hijo a este respecto que proclama
solemnemente que Él no puede hablar por su cuenta, que lo que sale de sus
labios le viene de su Padre: “Yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre
que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, yo sé que su
Palabra es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo
ha dicho a mí” (Jn 12,49-50).
Jesús es
Maestro y Pastor, en realidad el único Maestro (Mt 23 8) y el Buen Pastor (Jn
10,14). Lo es porque primeramente ha sido el Discípulo por excelencia, el que
ha sabido escuchar al Padre en actitud de continua disponibilidad “mañana tras
mañana”, en el decir de Isaías, mostrando así la calidad de su obediencia. Es
por ello que tiene autoridad para decir a los suyos: “Venid conmigo, y os haré
llegar a ser pescadores de hombres” (Mc 1,17).
Fijémonos bien
en lo que dice: “os haré llegar a ser”. Tengamos en cuenta que se sirve de la
misma expresión utilizada por los autores bíblicos que nos narran la creación,
la génesis del mundo. Jesús no funda una escuela del discipulado: Él mismo es
la escuela, la génesis donde unos pobres hombres llegan a ser sus discípulos.
Llegan a serlo por la calidad de lo que escuchan: el Evangelio, y porque Él
mismo les abre el oído; y, por supuesto, porque ellos libremente aceptan el
seguimiento.
El hombre que
se acerca a Jesucristo como Señor descubre alborozado la libertad interior que
Él, como Maestro y Pastor, gesta en sus entrañas. Libertad interior que nace
del hecho de saber distinguir, al tiempo que escoger, entre la carga de la ley
y las alas que da la Palabra; mas no termina ahí el gozo, el asombro, de los
suyos ante lo que reciben de su Maestro. Así como Él llegó a ser Maestro por la
calidad y profundidad de su ser discípulo del Padre, acontece que –y ahí radica
el asombro que da paso al estupor- también ellos, por la calidad de su
discipulado, llegan a ser maestros por el Maestro, pastores por el Pastor según
su corazón.
Todo esto, por muy sublime que sea, no tendría ningún
valor si no estuviese apoyado y atestiguado por el mismo Jesucristo, por su
Evangelio. La buena noticia es que no hemos inventado absolutamente nada, ni
siquiera ha sido necesario sondear hasta la saciedad escritos de diversos
expertos en espiritualidad con el fin de encontrar un apoyo a lo que estamos
diciendo. Las palabras que Jesús proclama a este respecto son meridianamente
claras. Hablando con su Padre, y con evidente intención catequética hacia los
suyos, le dice: “…Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra.
Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que
tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido
verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado” (Jn
17,6-8).
Mi Padre os quiere
Con la
indispensable ayuda de nuestro Maestro, el mismo que explicó y abrió las
Escrituras a los dos discípulos que se arrastraban apesadumbrados hacia Emaús
(Lc 24,25-27), nos atrevemos a partir el texto de Juan. Al pedir la ayuda de
nuestro Maestro para partir como Pan de
Vida que es, estas palabras, no estoy echando mano de una frase hecha, de un
cliché. Lo digo porque tengo la certeza total y absoluta de que si Dios no nos
abre por medio de su Hijo la Palabra en cuanto misterio: su Misterio (Ef 6,19),
por muy inteligente, preparado o sabio que pudiera ser, lo que yo dijera o
escribiese no sería más que –siguiendo analógicamente a Pablo- “un bronce que
suena o un címbalo que retiñe” (1Co 13,1).
Partimos, pues,
el Pan Vivo de este texto del Evangelio del Hijo de Dios “con temor y temblor”,
como diría Pablo (1Co 2,3), y también “con sencillez y estremecimiento”, como
se expresa Isaías (Is 66,2). El mismo asombro ante lo santo y sagrado que
experimentaban los judíos al escuchar a Jesús: “Y sucedió que cuando acabó
Jesús estos discursos –el Sermón de la Montaña- la gente quedaba asombrada de
su enseñanza (Mt 7,28).
Juan inicia el
capítulo en el que está encuadrado este texto puntualizando que Jesús, “alzando
los ojos al cielo, dijo: Padre…” (Jn 17,1). Vemos a Jesús confidenciándose con
su Padre, al tiempo que catequiza a sus discípulos. Es la Palabra que va y
viene; va hacia su origen y fuente: el Padre; y vuelve hacia el oído de los suyos
para que, según la llamada-promesa que les hizo, “lleguen a ser pescadores de
hombres”, es decir, maestros y pastores.
En esta su
sublime y asombrosamente bella plegaria, le habla con amor entrañable de sus
discípulos; unos hombres que –señala- “antes eran tuyos, tú me los has dado y
han guardado tu Palabra”. Las palabras que ha proclamado a lo largo de su
predicación no eran suyas, sino que, como hemos visto anteriormente, le eran
dadas por su Padre.
Ahora, y
teniendo en cuenta el tema de este libro -Pastores según el corazón de Dios-,
nos centramos en lo que podríamos llamar el trasvase que hace Jesús de su
magisterio y pastoreo a estos
discípulos, imagen de la Iglesia, que están junto a Él celebrando la cena-eucaristía. Jesús, el Señor,
el Liturgo de Israel por excelencia, está anticipando la creación del hombre
nuevo según su corazón, que más adelante describirá Pablo (Ef 4,20-21).
Confiesa Jesús
al Padre que ha dado a sus discípulos
las palabras que Él le ha confiado; y
añade a continuación que ellos las han aceptado. Es ésta una condición
indispensable para que les sean abiertos los sentidos del alma, como dicen los
Padres de la Iglesia. Es entonces cuando la fuerza interior que emana de ellas
engendra la fe, la fe adulta. En esta misma dirección, Pablo afirma que es la
predicación la que engendra la fe (Rm 10,17).
Puesto que la
fe no es estática, sino que, por el contrario -siguiendo el símil del universo-
está siempre en expansión, la aceptación de la predicación de Jesús les hace
partícipes del mismo amor con el que éste es amado por su Padre. Esto no es una
apreciación humana, Jesús nos lo confirma: “El Padre mismo os quiere, porque me
queréis a mí y creéis que salí de Dios” (Jn 16,27). Por si les quedase a los
discípulos la menor duda acerca de esta bellísima promesa, culmina la
catequesis que ha dado a lo largo de todo este capítulo con el siguiente broche
de oro: “…Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos” (Jn 17,26).
Las palabras que tú me
diste
A la luz de
estos textos, vemos cómo Jesús sitúa a sus discípulos en una dimensión con Dios
Padre que, aunque nos parezca exagerada, es semejante -lo proclama Él mismo- a la suya. Es una
semejanza que nadie se atrevería a afirmar si no fuera porque, como ya he
dicho, conocemos de primera mano: de la boca del mismo Hijo de Dios. Escuchemos
las palabras que dirige a María Magdalena en la mañana de su resurrección
gloriosa: “Vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a
mi Dios y vuestro Dios” (Jn 20,17b).
Algo muy
determinante aconteció a partir de la
victoria de Jesucristo sobre la muerte; es todo un salto cualitativo en la
relación del hombre con Dios. Las alusiones de Jesús a “mi Padre”, que tantas veces encontramos a lo largo del
Evangelio, dan paso ahora a una realidad imposible de abarcar por su
adimensionalidad. Le oímos decir: “mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro
Dios”. No hay duda de que ésta ha sido, si es que así podemos hablar, la obra
maestra de nuestro Buen Pastor: su Padre es nuestro Padre y su Dios es nuestro
Dios, con todo lo que ello implica. Es su Palabra la que ha engendrado este
nuevo ser del hombre en Dios. Palabra que ha engendrado en sus discípulos la fe
adulta, puesto que les ha permitido ver y reconocer en su Señor al Enviado de
Dios Padre.
Estos datos
catequéticos recogidos por Juan a lo largo de la última cena nos dan pie para
pensar que fueron los que forjaron la columna vertebral de la espiritualidad de
la Palabra, de la que rezuma el Prólogo de su evangelio. Llevado del santo y sagrado atrevimiento que
tienen aquellos que han penetrado en la intimidad de Dios, proclama que “todos
aquellos que recibieron -acogieron la Palabra- les dio poder de hacerse hijos
de Dios” (Jn 1,12).
Fijémonos bien
en lo que dice Juan: “hacerse”, que equivale al “llegar a ser” que
vimos cuando Jesús llamó a Pedro y
Andrés a ser pescadores de hombres (Mc 1,17). Jesús -Señor, Maestro y
Pastor-, ofrece a los hombres el Evangelio que les engendra como hijo de Dios;
que les permite, igual que Él, llamar al Padre, mi Padre; y a Dios, mi Dios. He
ahí la misión primordial de los pastores llamados y enviados por el Señor
Jesús. He ahí los pastores que, al tener una relación con Dios parecida a la
del Hijo, pastorean según su corazón.
Estos pastores
siguen los pasos de su Señor, sus huellas, como nos dice Pedro: “Cristo sufrió
por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas” (1P 2,21). Muchas
son las penalidades que estos pastores sobrellevan a lo largo de su ministerio.
Pedro considerará un gran gozo, al tiempo que una inestimable gracia, el hecho
de participar de los sufrimientos del Hijo de Dios: “Alegraos en la medida en
que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis
alborozados en la revelación de su gloria” (1P 4,13).
Por supuesto
que sí, que los pastores según el corazón de Dios participan de los
sufrimientos de Jesucristo. Esta realidad es una constante en las cartas
apostólicas. Mas no nos podemos quedar sólo en eso; los gozos y las alegrías de
los pastores según Jesucristo son indeciblemente mayores que las penalidades;
además éstas son curadas por la capacidad de amar y perdonar que Jesús da a los
suyos, mientras que el júbilo y las satisfacciones que tienen están en las
manos de Dios; hacen parte de ese tesoro anunciado en el Evangelio por Jesús, y
que no está expuesto al peligro de los ladrones ni a la corrosión de la polilla
(Lc 12,32).
Entre los gozos y satisfacciones de incalculable valor
que Dios preserva y protege para los suyos, nombraremos uno que nos llama la
atención por su absoluta originalidad; me estoy refiriendo al júbilo
indescriptible de aquellos pastores que pueden hacer suyas, una tras otra, las
mismas palabras que dijo Jesús con respecto a sus ovejas. También ellos pueden
un día dirigirse a Dios en los mismos términos que su Buen Pastor: “Tuyas eran
–las ovejas- y tú me las has dado… las palabras que tú me diste se las he dado
a ellas y ellas las han aceptado…” (Cfr.
17,6-8).
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (para el Domingo 19-06-2016)
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5
Hoy eres tú Señor quien me preguntas: "¿Quien soy yo?"
No me es fácil responderte, pues aunque con mi boca digo que eres mi Señor, mis obras a veces lo desmienten. Aun así, a pesar de tanta debilidad y cobardía, desde mi corazón te digo: ¡No te vayas Señor, no te canses de mí!
Tú eres y serás siempre mi Buen Pastor, el único que me acompaña y sostiene por las veredas oscuras de mi existencia.. ¡Nunca me dejes mi Buen Pastor!
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NO TENGAIS MIEDO
"No tengáis miedo"
Tienen necesidad de esas palabras. Los pueblos y la naciones del mundo entero. Es necesario que en su conciencia resurja con fuerza la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa.... y este Alguien es AMOR (cfr 1 Jn 4-16 ) . Él es el único que puede dar plena garantía de las palabras "no tengais miedo".
(por Carmen Pérez)
sábado, 18 de junio de 2016
Dios mío.. (Salmo 54 -2,4) (por Carmen Pérez)
"Dios mío escucha mi oración... no te cierres a mi súplica... me turba la voz del enemigo que me grita ¿donde está tu Dios que no te saca de esto?" (Salmo 54)
También Jesús sintió temor y angustia
y pidió al Padre, como pide el Salmista.
Jesús pasó por esto, para enseñarnos el camino.... quería que viéramos que Dios siempre está con nosotros y nos escucha, aunque a veces parezca que se esconde... yo creo que para que le busquemos con más fuerza. Él nos escucha y su paz nos rescata...
Nos dice: ..encomienda al Señor tus problemas... Él te sostendra... no permitirá que el que lo busca caiga.
¡Es su promesa!
viernes, 17 de junio de 2016
La espada es la Palabra de Dios (Sal 149) (por Tomás Cremades)
La espada es la Palabra de Dios (Sal 149)
¡Cantad al Señor un cántico nuevo! Comienza a decirnos el Salmo 149. Y es un canto de alabanza a Dios por las maravillas que ha hecho en nosotros. Y llama la atención, que de nuevo los Salmos 95 y 97, insistan con la misma frase: ¡Cantad al Señor un cántico nuevo! Y es que nos pasamos la vida implorando-cuando no exigiendo- a Dios que nos realice milagros, sin darnos cuenta de las maravillas que hace cada día en nosotros. De ahí que entonemos nuestro particular “cántico nuevo”. Este cántico nuevo no es otro que el mismo Jesucristo, nuestro “vino nuevo” que hay que adorar en “odres nuevos”, nuestro “paño nuevo” que se ha coser a nuestro paño viejo (Mc 2,22) para que tire de él, arrancando nuestras idolatrías.
Y en ese contexto, continuando con el Salmo 149,decimos:
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas
Con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos
Siempre me llamaron la atención estos versículos: nuestra fe es una fe que es alimentada por la Paz. Y no hay nada más opuesto a la Paz que la espada, entendida en términos mundanos.
Pero la Paz que nos da el Señor Jesús es otra. No en vano nos dirá Él: “…Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo…” (Jn 14,27)
La espada en la terminología de la Sagrada Escritura representa la Palabra, como se recoge en la carta a los Hebreos:”…Pues viva es la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón…” (Hb4,12) Esta espada que penetra, es la espada que penetró a Pablo, apóstol de los gentiles, apóstol de la Palabra. No en vano se le representa con la espada en su mano, símbolo también del martirio con que daría gloria a Dios. Él, a imagen de su Maestro Jesucristo, imitó al Cordero degollado que nos habla el libro del Apocalipsis, vertiendo con su sangre su amor por Cristo, siendo asimismo degollado.
Y es la espada la que atravesó el corazón de María, nuestra Madre, anunciada ya en la profecía del anciano Simeón (Lc 2. 34-35). Jesucristo es la espada que atraviesa con su Palabra los corazones descarriados de los hombres.
Y estos dos filos que penetran y entran hasta el fondo del alma, son el costado abierto de Jesús. Cuando Jesucristo consumó su entrega al Padre en el sacrificio de la Cruz, de su costado salió sangre y agua; según los santos Padres de la Iglesia, (san Juan Crisóstomo), símbolos de la Eucaristía y del Bautismo respectivamente.
De ahí el Salmo concluye: “…para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas y a los nobles con esposas de hierro…” Y con estas dos armas, podremos sujetar a los nobles y reyes que habitan en nuestro interior, nuestros dioses, que comienzan por el propio “ego”, nuestro yo, que nos empuja hacia el orgullo y la soberbia, a buscar el aplauso, y, en esencia, a robar la gloria que le corresponde sólo a Dios; y continúan con el amor y mal uso de las riquezas, cabeza de todos los pecados capitales. De nuevo el lenguaje de los Salmos, la oración de Jesucristo, sana nuestras heridas, y con ellas hemos sido curados (1P.2, 21)
Alabado sea Jesucristo
lunes, 13 de junio de 2016
Las luces y la Luz (Tomás Cremades)
Las luces y la Luz
El Salmo 35 nos dice: “…porque en Ti está la fuente viva y tu Luz nos hace ver la Luz…”. En el mundo hay muchas luces, hay mucho ruido. Y estas luces no siempre, pero a veces, cuando menos, reflejan una luz que proviene de la luz de Satanás, la luz de Lucifer, la luz del infierno. Y hemos de estar preparados para distinguir cuál es la Luz verdadera, y cuáles las luces que nos apartan del verdadero camino-Jesucristo-.
Ocurre que esa luz de las tinieblas, que el hombre prefirió, nos resulta atractiva, nos gusta al paladar, es divertida, pero…conduce a la perdición. Dice san Juan en el prólogo del Evangelio de Jesucristo: “…En el principio existía la Palabra (Jesucristo), y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios…La vida era la Luz de los hombres, y la Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron…” (Jn 1, 1-5)
Y continúa: “…La Palabra era la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo…vino a los suyos, y los suyos no la recibieron; pero a los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su Nombre…” (Jn 1, 9-13)
Más adelante nos insiste Juan: “…Y el juicio está en que la Luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, porque sus obras eran malas, pues todo el que obra el mal aborrece la Luz y no va a la Luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la Verdad, va a la Luz…” (Jn3,19-21).
El Evangelio, Palabra de Jesucristo, Verdad revelada por el Padre, nos saca totalmente de dudas. Después de estas lecturas ya sabemos que el hombre ha preferido las tinieblas, a causa del pecado original que todos llevamos dentro. Pero el Señor Jesús nos pone en la Verdad plena. Y así nos ayuda en nuestra meditación el Salmo 118, cuando dice: “…Lámpara es tu Palabra para mis pasos, Luz en mi sendero…” (Sal 118 105-112)
Por eso, el Salmo que hemos enunciado al principio, nos dice: “…porque en Ti está la fuente viva y tu Luz nos hace ver la Luz…”. Jesucristo es la “fuente viva” que nos acerca e ilumina nuestra vida; hay otras fuentes, que no son de agua viva; son aguas estancadas donde se reflejan nuestros pecados. Y es lo que comunica Jesús a la Samaritana, cuando le dice:”…Todo el que beba del Agua que Yo le dé no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota a la Vida Eterna…” (Jn 4,14-15). Vemos de esta forma cómo se unen y concuerdan las palabras de Jesús con las profecías de los Salmos.
Jesús, nada más terminar el bellísimo diálogo con la mujer adúltera, nos dice: “…Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la Vida…” (Jn 8,12).
Y profetiza con las palabras de la Teofanía (manifestación de Dios) en el Sinaí a Moisés, cuando le comunica su Nombre: YO SOY. Por eso tantas veces nos dirá Jesús. Yo Soy la Luz del mundo, Yo Soy el Agua Viva, Yo Soy el pan vivo, Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, Yo Soy la puerta…
Acerquémonos a la Luz verdadera Jesucristo y su Santo Evangelio, que si bien nacimos con el pecado original, fuimos limpiados con el Bautismo y redimidos con la Cruz gloriosa de Cristo; no nos dejemos engañar por las seducciones del Maligno, no nos dejemos guiar por quienes no tiene Luz, ya que, un ciego no puede guiar a otro ciego, sino que caerán los dos en el hoyo (Lc 6, 39)
Alabado sea Jesucristo
Señor, estás con nosotros (Mila)
Señor, estás con nosotros.
Tú Eucaristía es:
Fuente de vida
Fuente de Luz
Fuente de salvación
Señor estás con nosotros.
Sin Eucaristía:
Nuestra fe se debilita
La esperanza decae
Nos alejamos de tu Palabra
Señor, estás con nosotros.
Ayúdanos a ser mejores
Ayúdanos a no olvidar tus caminos
Ayúdanos a servirte con corazón
Gracias Señor por quedarte en todos los sagrarios del mundo para consuelo y amor de nuestras almas.
Señor, quédate con nosotros.
Enséñame a cumplir tu voluntad
*"Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tu eres mi DIOS". (del salmo142).*
Señor, sin Tí no podemos hacer nada, si Tú no nos enseñas.... ya lo dices en el evangelio.
Si el señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, por eso lo único es ponerse en tus manos .... acurrucarse en tu palma ...y dejarse hacer por Tí.
Esto da una paz ... que solo Tú puedes dar ... gracias SEÑOR por tu AMOR....
(Carmen Pérez)
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sábado, 11 de junio de 2016
¿ QUIEN ERES SEÑOR ? Hch 9,5 (Evangelio del Domingo 12 Junio 2016)
¿ QUIEN ERES SEÑOR ? Hch 9,5
" Mi pueblo tiene querencia a la infidelidad", dice Dios (Os 11,7)
Su pueblo y todos desde Adan y Eva... es como si la lleváramos en la sangre. Esta mujer que nos presenta hoy el Evangelio, plasma la infidelidad..pero está llena de Sabiduría.
Se ha enterado donde está Jesus y rompiendo todo respeto humano, vergüenza y miedos, entra en la casa donde está comiendo y hecha un mar de lágrimas, se abraza a sus pies. Atentos porque en la Espiritualidad
Bíblica, los pies de Jesús representan su Evangelio.
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sábado, 4 de junio de 2016
¿ QUIEN ERES SEÑOR ? Hch 9,5 ( Evangelio del 5 de Junio de 2016)
¿ QUIEN ERES SEÑOR ? Hch 9,5 ( Evangelio del 5 de Junio de 2016)
En nuestras manos está alargar la duración de la vida, de hecho es casi normal conocer personas centenarias..sí la ciencia ha dado grandes pasos y dará aún más a este respecto..pero nunca podrá detener la muerte..el Hijo de Dios ya la detuvo, su autoridad sobre los que cargaban el ataúd son toda una declaración de intenciones..más aún su Palabras de Vida al difunto! A Tí te lo digo: ¡levántate !. Sí a Tí que lees estas líneas ... ¡basta ya de estar muerto, levantate! ! A Tí que al menos deseas creer en Mí! ¡Sí,a ti!
viernes, 3 de junio de 2016
La oveja perdida (Carmen Pérez)
"Si uno tiene cien ovejas y se le pierde una ¿no deja las otras 99 en el campo y va tras la perdida hasta que la encuentra?" (Lucas 15-3-7).
Señor no mires donde he caído y lo lejos que estoy de Tí.. mira la necesidad que tengo de sentirte como ese buen pastor y de que salgas a mi encuentro.
Sana mis heridas, llévame en tus brazos
y regálame la gracia de experimentar tu amor . AMEN
miércoles, 1 de junio de 2016
Y soñé (por José Luis Díez Soto)
Y soñé que me dormía
Y luego que despertaba
en los brazos de María.
¿y las dudas y cuidados?
Allí quedaron, en sus brazos olvidados
Que lo mío es caminar a su lado
con el bastón agarrado.
NECESIDAD DE ANUNCIAR.-(por Manuel Armenteros)
Existe una clara correlación entre “conocer” a Jesús de Nazaret y el anuncio de su Palabra. Pues todo conocimiento de Dios encierra esa necesidad de anunciarlo y testimoniarlo. La Historia de nuestra Iglesia y de sus Santos y Santas, confirma este hecho. Los Santos(as) de todos los tiempos, supieron armonizar el lenguaje de las obras con la predicación, (la Buena Noticia de su Evangelio), por eso fue fecundo su apostolado.
El contenido principal del mensaje de Jesús, confirma y da plenitud a toda la Escritura Bíblica, haciendo presente ya entre nosotros El Reino de Dios, su Padre y en Él nuestro Padre, hasta el fin de los tiempos. Este su Reino de amor, paz y gozo en el Espíritu Santo, tiene poder de convertir y transformar el interior a quien lo recibe. Y se ofrece a todos, de ahí que haya quedado sometido a un proceso de crecimiento y maduración, hasta que alcance total plenitud. Este Reino de Dios, consiste en participar de la vida divina, que Jesús Resucitado y Glorioso nos ofrece desde su Palabra y cuenta con el Espíritu divino operante en Ella. Este Reino de Paz y Amor ha de llenar progresivamente el corazón de todo hombre o mujer, y crea ambientes apropiados donde esta vida pueda crecer y desarrollarse.
La vida humana de ayer y de hoy, se encuentra continuamente amenazada o perseguida; así como la libertad por su Verdad, oprimida, y su Justicia pisoteada. Esto es tan real y profundo que la persona no puede librarse por su propia fuerza…,”sin Mí, nada podéis hacer”, nos recuerda el propio Jesús.
El proyecto de Jesús de Nazaret para nosotros, se concreta en hacer “personas nuevas” sin perder su identidad, al transformar nuestro corazón por su Gracia y Presencia en él, con El. Y así cambiará nuestra manera de relacionarnos con nuestro Dios y nuestro prójimo, cercano o alejado. Logrando un mundo nuevo, haciéndonos sujetos activos de esperanza, y eficaces co-creadores, de su proceso Creador no concluido.
Tres Cantos (Madrid) a 28 de Mayo del 2016. Manuel Armenteros Martos.-