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lunes, 31 de julio de 2017
Perdón y salvación (por Carmen Pérez
"Desde lo alto convoca cielo y tierra para juzgar a su pueblo". (Salmo 49).
Jesús desde la cruz , nos juzga y diciendo: "perdónales Padre no saben lo que hacen", Él nos enseña y demuestra como en el perdón está la salvación. Los que estaban allí se fueron dándose golpes de pecho y diciendo verdaderamente era hijo de Dios.... Perdonar hasta setenta veces siete ... Eso nos dice el Evangelio ... Y es el perdón lo que nos salva a quien perdona y al perdonado ... Todo lo hizo el Señor para enseñarnos el camino de la salvación y Él dijo: yo soy el camino y la verdad y la vida
Cuando experimentas esto...te sale la alabanza ...y la acción de gracias ...
y Él nos promete que al que sigue el buen camino le hará ver la salvación De Dios.
¡ ESTE ES NUESTRO DIOS !
domingo, 30 de julio de 2017
Ocupa mi corazón (por Mila)
Quiero Jesús que, como un ocupa, estés en mi corazón, por la sangre que he recibido yo de Tí.
sábado, 29 de julio de 2017
Pastores según mi corazón.-( Edit. San Pablo) Cap XXIX.- EN SU REGAZO
En
su regazo
Una de las imágenes de mayor
hondura afectiva que el Evangelio nos ofrece para darnos a conocer la íntima
relación entre Jesús y sus discípulos la encontramos en la Última Cena tal y
como nos la narra Juan. Nos dice que el discípulo amado estaba recostado en el
seno de Jesús (Jn 13,23).
La escena no
puede ser más entrañable, y la dimensión que alcanza la intimidad entre el Hijo
de Dios y una persona normal como lo era el discípulo amado, no es medible en
nuestros cómputos acerca del amor por muy elevados que sean. Repito, esta
relación entre el Hijo de Dios y todo aquel que ha llegado a ser su discípulo,
y, en cuanto tal, amado, no es en absoluto medible ni cuantificable. Aclaro que
la mayoría de las traducciones nos dicen que el discípulo amado estaba
recostado en el pecho de Jesús, lo que no se corresponde totalmente con lo que
en realidad nos está diciendo Juan; no es en el pecho sino en el seno donde
estaba recostado.
A primera vista podría parecer que esta
suplantación de términos no tendría mayor importancia; la tiene porque la
palabra seno conlleva una riqueza inmensamente superior al de pecho, sobre todo
en lo que respecta a entrar en la intimidad del otro. En este caso hablamos de
la entrada de un ser humano en la intimidad que el Hijo de Dios le ofrece. Es
bueno saber que los santos Padres de la Iglesia nos dicen que Juan habla del
discípulo amado sin ninguna referencia personal. La explicación que dan es que
Juan pretende decirnos que este título pertenece a toda persona que alcanza la
madurez en el discipulado.
El profeta
Isaías nos brinda una imagen conmovedora, a la par que hermosa, de Dios, de sus
entrañas maternas. Nos dice que cuida con una delicadeza maternal a las ovejas
fatigadas por el esfuerzo de dar a luz a sus corderillos: “Como pastor pastorea
su rebaño, recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con
cuidado a las que acaban de dar a luz” (Is 40,11). La profecía es estremecedoramente
bella, anuncia la solicitud con la que envolverá tiernamente a los pastores de
los tiempos mesiánicos.
Así como el
Buen Pastor dio a luz a la Iglesia desde la cruz una vez que le fue abierto el
costado (Jn 19,34), -sigo textualmente a los Padres de la Iglesia- igualmente
da poder a sus pastores para ser un día no sólo padres, sino también madres por
el hecho de dar a luz, por medio de la predicación del Evangelio, a nuevos
discípulos del Señor Jesús. Estos pastores, cuanto mayores son sus fatigas, su
perderse por el Evangelio, tanto más son recostados en el seno confortable del
Hijo de Dios.
Creo que la
figura del discípulo amado recostado en el seno de Jesús en la Última Cena, es
todo un anuncio profético de la experiencia que se promete a los pastores según
el corazón de Dios. Además, si el Maestro, después de las fatigas de su misión
que le llevaron a la muerte, descansa glorioso en el seno del Padre (Jn 1,18),
sus discípulos/pastores reciben ya las primicias de lo que será su descanso
eterno; saben que, cruzado el umbral de la muerte, se recostarán, también
ellos, en el seno del Padre junto al Hijo por expreso deseo de éste. “En la
casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a
prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y
os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros” (Jn 14,2-3).
Yo os engendré en
Cristo Jesús
Es muy probable
que esta imagen no sólo paterna, sino también materna, de los discípulos del
Señor Jesús que, entregados en cuerpo y alma al anuncio del Evangelio,
pastorean a sus ovejas, nos choque profundamente. Habrá quien piense que hago
una especie de oportunismo para congraciarme con la mujer realzando con tanto
énfasis la maternidad del pastoreo. Algo así como que hay que contentar a
alguien dados los tiempos que corren.
No tengo
ninguna intención de acoplar la Palabra a ninguna tendencia sociológica; de
hacerlo así, ya no sería la Palabra sino mi palabra. No sólo eso, es que además
no es, en absoluto, necesario dar estos pasos en falso porque, si retrocedemos
dos mil años y nos vamos al encuentro de Pablo, nos daremos cuenta de que él
mismo no escatima conceptos a la hora de considerarse no sólo padre, sino
también madre del rebaño confiado por su Buen Pastor.
Sí, el Pablo
tan duro y áspero, a veces, con las mujeres, y que tanto ha dado que hablar, no
tiene reparos en expresarse en estos términos que nos sorprenden en su Carta a
los Gálatas. Los fieles de esta comunidad habían quedado bloqueados en su crecimiento
en el discipulado, por culpa de falsos pastores que les querían inculcar una
vuelta a la servidumbre de la Ley. Es tan fuerte el dolor que aflige su alma
porque estos hijos suyos –así los llama- parece que se van a quedar a medio
camino respecto a la fe que, suplicante, hecho un mar de lágrimas, les exhorta
como si fuera su madre: “¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de
parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros” (Gá 4,19).
Sí, hemos leído
bien. El apóstol que deshizo sofismas, que se enfrentó a los doctores de la
ley, que rompió mil barreras para llevar el Evangelio de Jesús hasta los países
más lejanos donde aún no había sido predicado, llora como una mujer, como una
madre que ha sufrido múltiples dolores de parto para dar a luz a unos hijos que
unos esclavos de la Ley le quieren arrebatar. Se lamenta no tanto por él cuanto
por estos hijos suyos a quienes quieren devolver al mundo del temor y las
tinieblas. Su lamento nos recuerda a los de Raquel que llora por sus hijos
porque se los han arrebatado: “En Ramá se escuchan ayes, lloro amarguísimo.
Raquel que llora por sus hijos, que rehúsa consolarse porque ya no existen” (Jr
31,15).
Desde esta su
libertad, Pablo asume el papel de padre y madre de sus ovejas, y llega incluso
a afirmar, lleno de santo orgullo, que ha sido él quien las ha engendrado por
medio del Evangelio. “No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino más
bien para amonestaros como a hijos míos queridos. Pues aunque hayáis tenido
diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien,
por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús” (1Co 4,14-15).
Sí, motivos
tiene Pablo para estar orgulloso de su pastoreo. Conoce todo tipo de fatigas,
tribulaciones, persecuciones, penurias, desgaste personal, mas no minan su
misión. Su ser pastor a la imagen de su Buen Pastor que dio su vida por él (Gá
2,20), y por cuya sangre “ha sido constituido heraldo, apóstol y maestro del
Evangelio” (2Tm 1,11), es su mayor gloria. En la misma línea, no se avergüenza
de proclamar que ha engendrado a Onésimo, su hijo en la fe, entre cadenas (Flm
1,10). Así es, y nos quedamos profundamente sorprendidos cuando le oímos
testificar que entre cadenas no se siente esclavo ni rehén de nadie; todo lo contrario, se considera ¡embajador del Evangelio de su
Señor! Exhorta a los fieles de Éfeso a que recen por él… Oigámosle: “…para que
me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el
Misterio del Evangelio, del cual soy embajador entre cadenas…” (Ef 6,19-20).
Saboreando a Dios
Hablamos ahora
del binomio que acompaña permanentemente a los pastores según el corazón de
Dios de todos los tiempos: fatigas y descanso. Fatigas por el Evangelio y
descanso en Dios, en su seno, como las ovejas madres de las que nos hablaba
Isaías, como el apóstol recostado en el seno de Jesús en la última Cena,
llamado, como sabemos, el discípulo amado por representar a todos los
discípulos/pastores según el corazón de Dios.
Esta figura del
pastor, discípulo amado porque da su vida, se fatiga por sus ovejas (Jn 10,11),
y que encuentra en el seno de su Maestro y Señor su lugar para recostarse y
descansar, viene también ya profetizado por el salmista, quien compara estos
amigos de Dios con los pequeñuelos; así es como Jesús llama a sus discípulos
(Mt 10,42). Éstos, habiendo vaciado su corazón de toda pretensión y vanidad
librándose así de una existencia banal, han sabido y podido encontrar en el
regazo de Dios/madre el lugar natural en
la que relajarse confiadamente. “Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos
altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y
modero mis deseos como un niño en el regazo de su madre…” (Sl 131).
Desde este
lugar santo y único en el que descansan y son alimentados estos pastores, brota
esplendorosa una experiencia de Dios que podríamos llamar exclusiva e
incomparable. Exclusiva porque, aun siendo común a todos los que alcanzan a
recostarse en Dios, es propia y personal de cada uno. No hay lugares estándar
en Dios, como en las suites de los hoteles. El regazo de Dios, lugar santo por
excelencia, se adecúa a la totalidad de la persona que se acoge a Él. Es
–repito- una experiencia exclusiva al tiempo que incomparable por no repetirse
en nadie. Cada cual, por su cuenta y desde una historia única, proclama que sí,
que a Dios se le puede gustar y saborear, tal y como profetizó en forma de
exhortación el salmista: “Gustad y ved qué bueno es el Señor, bienaventurado el
hombre que se cobija en él” (Sl 34 9).
Sí,
bienaventurado quien ha encontrado acomodo en Dios, en su seno; y nos parece
oír al mismo Dios lo que dice de aquellos que, después de mil fatigas por
llevar su Evangelio en medio de innumerables contradicciones a miles y miles de
corazones, estas palabras proféticas: “Porque él se abraza a mí, yo le libraré,
le exaltaré, porque conoce mi nombre. Me llamará y le responderé; estaré a su
lado en la desgracia, le libraré, le glorificaré…” (Sl 91,14-15).
Estas y muchas
otras palabras de vida eterna (Jn 6,68) susurra a cada uno de sus pastores. Uno
a uno fueron llamados (Jn 10,3), y uno a uno oyen que por haberse abrazado a
Él, han aprendido a recostarse en su regazo. No están privados estos pastores
de la persecución y del odio del mundo, como no fue privado su Señor (Jn
15,18-19), por eso está con ellos. Jesús mismo será quien les enseñe a
descansar en Él al abrigo de todos los miedos, incluido el de que les sea
arrebatada la vida. Su Señor les dirá que aunque les den muerte, nadie podrá
arrebatarles la vida, puesto que está a buen resguardo: en sus manos. “Mis
ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida
eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,27-28).
Nos imaginamos
por un momento a estos pastores que saben descansar en Dios, que han encontrado
en su seno su lugar de reposo. Nos los imaginamos descansando y, al mismo
tiempo, yendo hacia los hombres para anunciarles la belleza inexplorada, que
nace como una creación, de lo inaudito: ¡gustar y saborear a Dios!
Todo el que conoce su regazo se deleita con
este sabor. En este su regazo tienen acceso a los secretos de Dios, a su
Misterio. El Evangelio llama a estos
secretos “las cosas de Dios, que Él mismo revela a sus pequeños” (Mt 11,25).
Son reveladas a los discípulos amados quienes, a su vez, en su pastoreo, las
anuncian a sus ovejas para que puedan disfrutar del descanso del alma (Mt
11,29), y para que, al igual que ellos, experimenten que la Palabra sabe a Dios.
viernes, 28 de julio de 2017
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 30 de Julio de2017
En pocas palabras Jesús nos hace saber qué pasa en el corazón de un hombre al encontrarse con Dios. Le sucede como a quien descubre un tesoro en un campo; no repara en gastos con tal de hacerse con este campo. Es posible que este campo no valga mucho en sí. Su valor estriba en el tesoro que contiene. El hombre del que nos habla Jesús sabe que en el campo del Evangelio está Dios oculto y que Él es la Fuente de la Vida que todos buscamos. Analicemos la actitud de este hombre, vende todo por apropiarse del campo que encierra el Tesoro de los tesoros : La Vida en plenitud y toma esta decision por, puntualiza Jesus, la alegría que le da. No lo hace por un gesto de generosidad, ni de sacrificio, ni de entrega, sino por la alegría que le brota del corazón.! Basta ya de héroes en lo que se refiere a seguir a Jesús y responder a su llamada para ser sus discípulos. ¡Es la alegría, que nos desborda, la que nos mueve a seguirle incondicionalmente.!
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Poemas II .- Antes (por Olga Alonso Pelegrín)
“Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo, que sabe lo que es agradable a tus ojos, y lo que es conforme a tus mandamientos.
Envíala de los cielos santos, mándala de tu trono de gloria para que a mi lado participe en mis trabajos y sepa yo lo que te es agradable”,(Sb 9, 9-10)
ANTES
Antes, mi paz y mi tranquilidad residían en tenerlo todo atado, bien planificado, nada fuera de control.
Cuanto más orden, más seguridad.
Ahora, anhelo y te pido que me enseñes a dejar reposar mi cabeza en tu corazón.
A dejar mi vida en tus manos
A confiar en que Tú te ocuparás
A disfrutar de la maravillosa quietud del “no saber”, del “no querer”.
A no existir, para poder estar plenamente en Ti.
A no pensar, para sentirte enteramente en mí.
El Señor es mi Pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hacer recostar.
Me conduce hacia aguas tranquilas y repara mis fuerzas
Salmo 22
miércoles, 26 de julio de 2017
Nos buscas en todas partes (Carmen Pérez)
"A dónde iré lejos de tu aliento? dónde escaparé a tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú. Si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.(Sal 138)
Me imagino a nuestro Buen Pastor buscándonos por todas partes, no le importa donde tenga que meterse... entre zarzas y espinas.. en el desierto de nuestra vida.... allí nos encuentra y en vez de reprocharnos nuestra mala conducta ... nos abraza y nos carga en sus brazos, nos mima y nos dice palabras dulces y amorosas ... y nos lleva al redil y -dice el Evangelio- que hay más fiesta en el cielo por alguien que se convierte que por cien justos.
¡ESTE ES NUESTRO DIOS!
Amemos la Liturgia 12.- El alzar de las manos (Tomás Cremades)
En la celebración de la Santa Misa, en el momento del rezo del Padrenuestro, muchos cristianos alzamos las manos de diferentes formas y posturas. Unos lo hacemos con las palmas vueltas hacia el altar, otros con las manos en actitud de presentación de nuestras ofrendas, otros en actitud de escucha con los brazos doblados y los cantos de las manos al frente, etc. Otros, al fin, sin ninguna actitud especial, con respeto, como se debe a la celebración del momento que se está viviendo.
La realidad es que no hay ninguna recomendación en la liturgia que nos indique qué postura tomar, y se deja en el sentimiento de los fieles, como una forma de dirigirnos al Padre celestial.
En mi caso particular, yo presento mis palmas a Jesucristo crucificado, siempre presente en la celebración y con la imagen en el altar del celebrante. Él me enseña las suyas, sangrando por mis pecados y los pecados del mundo. Él, el “sin pecado”, el Cordero manso que “quita el pecado del mundo”, el que en una traducción más exacta es el “que borra” el pecado del mundo, me enseña sus Santas y Venerables Manos en la Cruz. Él, que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso (Gal 1,4). Él nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose Él mismo, maldición por nosotros, pues dice la Escritura: “Maldito el que cuelga del madero (Gal 3,13)”
Ya está profetizado en el Salmo 24:
¿Quién puede subir al Monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El Hombre de Manos inocentes y puro corazón
Que no confía en los ídolos
Ni jura contra el prójimo en falso
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El Hombre de Manos inocentes y puro corazón
Que no confía en los ídolos
Ni jura contra el prójimo en falso
Este Hombre es Jesucristo. En Él se cumplen todos los Salmos. Y en mi alzar de mis manos, yo le enseño las mías: estas sí están manchadas de sangre, de la sangre de mis pecados, los que Él recogió para hacerlos suyos. Y en esta actitud, con las palabras que Él mismo nos enseñó, recuerdo mis pecados borrados con su sacrificio, le pido perdón y me dispongo a recibirlo en la Eucaristía. Y le digo:
“Que mi oración sea como incienso para Tí
Mis manos alzadas, como ofrenda de la tarde” (Sal 141, 2)
Mis manos alzadas, como ofrenda de la tarde” (Sal 141, 2)
Alabado sea Jesucristo.
martes, 25 de julio de 2017
lunes, 24 de julio de 2017
Poemas II.- Esperar (por Olga Alonso)
Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Lc 10, 23-24
ESPERAR
Nos hemos cargado de bases de datos que nos proporcionan información sobre lo que queremos saber.
Nos hemos acostumbrado a resolver de inmediato nuestras dudas acudiendo a los lugares donde esa información se almacena.
Necesitamos saber rápidamente cómo resolver un problema o conocer de inmediato el final de la historia.
En definitiva , somos los reyes del devenir, porque tenemos muchos, muchos datos que nos permiten saber qué va a pasar con todo, o…… con CASI TODO.
Y nos enfadamos cuando vemos cosas que están a merced de la voluntad de Dios.
La de los antiguos pescadores que echaban sus redes y aguardaban a que el mar y el cielo, les respondieran con una buena pesca.
O, los caminantes, que conocían el camino que iban a hacer hoy, pero desconocían el de mañana porque no dependía de ellos.
Y grito a Dios por recuperar esa antigua entrega paciente al infinito.
Y protesto porque tengo miedo a no saber y me siento perdida en el mundo.
Es como si me hubieran quitado el suelo debajo de mis pies y sintiera que mi cuerpo y mi mente se desplazan en caída libre hacia un lugar que desconozco.
Y descubro que ese lugar es el “nacer de nuevo” del que hablaba Jesucristo y voy contenta, a pesar de estar asustada.
Porque camino con El.
Tú, Señor, me sacaste del seno materno,
me confiaste al regazo de mi madre;
a ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
Salmo 22 (21), 10-11
sábado, 22 de julio de 2017
Pastores según micorazón.- XXVIII.- Desde la médula del alma (Padre Antonio Pavía)
Desde
la médula del alma
El Prólogo del
evangelio de san Juan contiene la catequesis por excelencia acerca de la
Palabra como fuente de la fe y, por lo mismo, fuente también de la
espiritualidad cristiana. Estamos hablando de una sola fuente así como de una
sola vida, la Eterna, y lo es porque mana del Dios vivo.
Si nos
acercamos al Prólogo en cuestión, vemos que Juan establece una relación entre
la Palabra y la fe siguiendo una línea ascendente. Una vez que identifica a la
Palabra con Dios (Jn 1,1) por su poder creador, vital, y por su luz, nos hace
saber, de una forma u otra, que la gran tentación del hombre es la de ponerse,
bajo mil justificaciones, de perfil, ante ella, la Palabra.
Hablando de los
pueblos del mundo en general, nos dice Juan que éste no la conoció, por más que
las obras creadas por la Palabra son patentes y visibles, como tantas veces
viene atestiguado a lo largo del Antiguo Testamento, especialmente en los
Salmos. Esta actitud del hombre revela su desconfianza hacia Dios. No es que le
niegue, pues de hecho todos los pueblos de la tierra han levantado sus altares,
formulado ritos y escogido mediadores ante sus dioses. Sin embargo, podemos
percibir que esta forma de actuar no tenía otra intención que la de llevar a su
territorio, a su campo de acción, el poder de lo alto, misterioso y oculto.
Lo que sucede es que en el fondo subyace un
cierto miedo ante todo aquello que les superaba. Es por ello que se consideraba
bueno marcar el propio territorio, Dios en lo suyo y nosotros en lo nuestro;
tratando, a la vez, de contentarle con toda clase de sacrificios, bien para que
nos proteja de los azotes de la naturaleza, bien para que no nos castigue. En
realidad, todos estos pueblos hicieron lo que catequéticamente se nos dice de
Adán y Eva cuando pecaron: “Oyeron el ruido de los pasos de Dios… y el hombre y
su mujer se ocultaron de la vista de Dios por entre los árboles del jardín” (Gé
3,8).
Sin embargo, en
la relación de la humanidad con Dios, encontramos una aproximación -en realidad todo un salto cualitativo-
cuando Él se da a conocer a un pueblo. Le llamará “mi pueblo”, y le acompañará
por medio de su Palabra que, a su vez, se desplegará en múltiples obras de
salvación a su favor.
Israel, el
pueblo santo de Dios, testificará, una y otra vez, que sí, que el Dios vivo
vino a su encuentro con su Palabra, cosa que no hizo con ningún otro pueblo de
la tierra: “Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido
desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿Hubo jamás desde un
extremo a otro del cielo palabra tan grande como ésta? ¿Se oyó cosa semejante?
¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la voz del Dios vivo hablando
en medio del fuego…?” (Dt 4,32-33). Israel es consciente de su elección y de
que su grandeza reside no solamente en que el Dios único se haya dirigido a él
con su Palabra, sino en que ésta ha sido viva y eficaz. Completamos su
confesión de fe antes iniciada: “¿Algún dios intentó jamás venir a buscarse una
nación de en medio de otra nación por medio de pruebas, señales, prodigios…,
como todo lo que vuestro Dios hizo con vosotros, a vuestros mismos ojos, en
Egipto?” (Dt 4,34).
Sin embargo,
Juan –volvemos al Prólogo de su evangelio- nos dice que su pueblo, el que tuvo
un conocimiento tan especial de Dios por haber sido destinatario de su Palabra,
también marcó sus distancias cuando ésta se hizo carne en Jesús de Nazaret. Así
lo expresó el apóstol: “Vino a su casa –la Palabra- y los suyos no la
recibieron” (Jn 1,11). Aun contando con este rechazo, Dios vino, se encarnó y
puso su tienda entre nosotros, en nuestro bien delimitado y marcado territorio
de impiedad, para exorcizar nuestros temores y recelos.
Rompió nuestras cercas
Dios se hizo
Emmanuel a fin de arrebatar a Satanás el veneno del miedo que había inoculado
en nuestro corazón, que es en realidad la razón por la cual el hombre marca su
autonomía frente a Dios. El Hijo de Dios se encarnó, murió y resucitó, dando
muerte a todas las lacras con que Satanás nos había revestido; en su lugar, el
Señor Jesús nos revistió del espíritu que nos hace dirigirnos a Dios con el
nombre de Padre. “No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el
temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace
clamar: ¡Abbá, Padre!” (Rm 8,15).
Estamos
hablando de la plenitud de la fe, plenitud que es fruto, ante todo, del
increíble amor de Dios al hombre. Encerrados como estábamos en nuestro territorio,
por cierto, bien cercado frente al peligro de la injerencia de Dios, reverenciándole,
como quien dice, desde lejos por tantos miedos a los que ya hemos hecho
referencia, Dios, que no se aviene a mirar distante al hombre, vino a su
encuentro: se hizo Emmanuel.
Nos vio carentes
de perspectiva, abrazados a fantasías, sobreviviendo en burbujas de felicidad,
y nos dijo a todos: ¡Ánimo!, que soy yo; no temáis” (Mt 14,27). Este fue el
anuncio que escucharon los apóstoles cuando estaban a punto de naufragar en su
barca. A continuación invitó a Pedro -todos somos Pedro- a caminar sobre las
aguas, imagen de la inestabilidad que nos hemos creado. “Pedro le respondió:
Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas. ¡Ven!, le dijo. Bajó
Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús” (Mt
14,28-29). Se rompió el cerco, las alambradas del territorio marcado se hicieron
añicos. Desde entonces, desde la encarnación de Dios, que incluye su victoria
sobre la muerte junto con la invitación de participar de esta su victoria, el
hombre ya no está limitado por nada ni por nadie. ¡Es hijo del Eterno, de Dios,
del Infinito!
Hijo de Dios,
sí, y así es como Juan culmina su secuencia en lo que a la graduación de la fe
se refiere. Se parte de conocer al Creador por sus obras en el mundo, y alcanza
su cénit al conocerle por su Palabra no tanto en cuanto concepto, sino en
cuanto que encierra el hacer de Dios por todo aquel que la acoge; es un conocer
que implica recibir. Oigamos a Juan: “A todos los que la recibieron les dio
poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1,12).
Llegamos -como
he dicho- al culmen de la fe, de la espiritualidad, a la plenitud del amor de
un hombre hacia Dios. Hablamos de un conocer, recibir y acoger la Palabra, el
Evangelio. María de Nazaret es Madre de la Iglesia e Icono del discipulado
porque su recibir precedió al concebir. El ángel se le acercó y no encontró
ningún territorio marcado; por ello, la Palabra transmitida por Gabriel se hizo
carne en ella. María la concibió y la dio a luz. He ahí, en brevísimas
palabras, el auténtico y genuino plan pastoral: ésta es la evangelización en
estado puro: recibir el Evangelio, concebirlo en las entrañas del alma y darlo
a luz: anunciarlo.
María se nos
presenta como el plan de pastoral vivo por excelencia; no está muerto en una
letra, está vivo en su persona; por eso la podemos llamar Madre de todos los
pastores según el corazón de Dios. Éstos también reciben primeramente el
Evangelio, y lo conciben en sus entrañas. De ahí al hecho de anunciarlo no hay
ningún paso, es como un pálpito natural. Hablamos del ritmo de Dios; no es el
de la sabiduría de este mundo, mucho más enmarañado, es –repito- el de Dios, y
por ser suyo es vivo y eficaz.
Una habitación para la
Palabra
Insistimos en
el binomio recibir/concebir la Palabra. Algo de esto saben los pastores según
el corazón de Dios como, por ejemplo, Pablo, que se sabe habitado por
Jesucristo; lo siente vivo en sus entrañas y le surge imperiosamente la
necesidad de comunicarlo. A su muy conocida confesión “ya no soy yo quien vivo,
es Jesucristo quien vive en mí” (Gá 2,20), podemos añadir otras como ésta, en
forma de exhortación, que encontramos en
su carta a los Efesios y que se asemeja a una llama que se eleva desde el horno
de su alma: “…y que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que,
arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cual
es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la
total Plenitud de Dios” (Ef 3,17-19).
En esta su
forma de dirigirse a sus ovejas, reconocemos la ternura de Pablo. No se dirige
a ellas con la autoridad que le podía conferir su título de apóstol de los
gentiles otorgado por el mismo Hijo de Dios (Hch 26,17), sino como pastor que
desea vivamente que sus ovejas participen de las gracias a él concedidas.
Quiere con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas que todos
los hombres, empezando por aquellos que le han sido confiados, tengan una
experiencia del Señor Jesús tan determinante, en el mejor sentido de la palabra,
como la suya. No se conforma con sentir estos impulsos, sino que los lleva a
cabo.
Recorre Europa
de punta a punta, e incluso las regiones
más conocidas entonces del continente asiático; ninguna distancia
quiebra su amor, ninguna dificultad, ningún contratiempo o persecución. Le
apremia el hombre sin Dios, sin su amor, sin su salvación. Al amar así al Dios
vivo y al hombre, Pablo lleva el mandamiento de Jesús a su máxima expresión.
Recordemos la respuesta que dio al escriba que le preguntó cuál era el primer y
más importante mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El
segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt
22,37-39). No necesitó Pablo ningún tratado para estudiar qué era la caridad o
la perfección. El mismo Evangelio creó en sus entrañas el amor a Dios con todo
su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas; y, con esa riqueza en sus
entrañas, se dirigió a los hombres y les anunció la Vida.
En la misma
línea, y siempre movido por el celo de que sus ovejas participen no como
espectadores, sino como actores de la incalculable riqueza que Dios derrama en
el alma de los que se acercan a su Hijo por medio del Evangelio, Pablo dice a
su rebaño de Colosas: “…Que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a
ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. La
Palabra de Cristo habite en vosotros en toda su riqueza” (Col 3,15-16a).
No es corto el
corazón del apóstol en sus deseos de que sus ovejas crezcan; las impulsa a fin
de que sus almas se vean colmadas con los innumerables tesoros del Evangelio de
Jesús. Al decirles y decirnos lo que hemos escuchado en la cita anterior,
señala explícitamente que el corazón del hombre está capacitado para acoger,
recibir y concebir la infinita riqueza de Dios por medio de su Hijo.
Acoger, recibir
y concebir: he aquí el trípode que provoca la manifestación de Dios al mundo
por medio de la predicación de sus pastores, los que dejaron a Dios que se
hiciese Emmanuel en su terreno, también acotado. En su experiencia de la
Encarnación, sus campos se abrieron al infinito. Fue entonces cuando les fue
dado amar su heredad; al igual que el salmista, la consideraron preciosa: “El
Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en su mano: me ha
tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sl 16,5-6).
Sin límites, ni vallas, ni cercas. Estos
pastores, al igual que María, se abrieron a la Encarnación de Dios al tiempo
que conocieron la libertad; sí, la libertad para salir de su encierro e ir al
encuentro de sus hermanos. Ahí donde llega el Evangelio predicado desde la
médula del alma, los pastores siguen rompiendo cercas y vallas; sus ovejas se
abren al Dios vivo.
He hablado del Evangelio predicado desde la médula del
alma. Quizá a alguien le pueda parecer un poco irreal esta expresión y hasta
cursi. Bueno, la he tomado de san Agustín, sin duda un gran pastor según el
corazón de Dios. Oigamos cómo se expresó: No retengamos la Palabra, no perdamos
la Palabra concebida en la médula del alma. Lo dicho, un gran pastor. Recibió
la Palabra, la concibió en su alma y la anunció con sus labios.
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 23 de Julio de2017
En el Evangelio de este domingo, Jesús nos habla de los hijos del Maligno a quienes compara con la cizaña que absorve improductivamente la fertilidad de la tierra y nos habla también de los hijos del Reino identificados con el trigo cuyas espigas, acariciadas por el viento en su ondear, proclaman la excelente calidad de la tierra que acogió sus semillas. El trigo no tiene porqué competir con la cizaña, sería como competir con el mal; tan sólo ha de preocuparse en madurar y dar fruto. Tomada esta decisión tan solo le toca esperar "los tiempos de Dios". Él es el único capaz de discernir entre el trigo y la cizaña. Entonces, como leemos en el Evangelio de hoy: "Los justos brillarán en el Reino de su Padre". Dios es su Padre porque acogieron confiadamente su Palabra.
comunidadmariamadreapostoles.com
martes, 18 de julio de 2017
sábado, 15 de julio de 2017
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 16 de Julio de2017
El Señor Jesus siembra las semillas de su Palabra cada vez que escuchamos o leemos su Evangelio.Lo que brote en nosotros depende de nosotros mismos pues hemos de escoger que tipo de campo queremos en nuestra alma : un amasijo de zarzas,piedras y espinos fruto de nuestra querencia a la mentira en todas sus dimensiones, o abrirnos a los frutos de Vida Eterna que produce el Evangelio acogido con ese temblor amoroso propio de quien se sabe amado con la Plenitud propia de Dios.Tierra de espinos,zarzas y piedras pues o la buena tierra trabajada para que el Evangelio recibido no se pierda.
www.comunidadmariamadreapostoles.com
martes, 11 de julio de 2017
Poemas II.- PORQUE TE MIRO.- (por Olga Alonso)
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros.????
2P, 1, 3-4
PORQUE TE MIRO
Porque te miro y me miras, Gracias, Señor
Porque yo soy de Jesús, Gracias, Señor
Porque te hablo y me escuchas, Gracias, Señor
Porque caminas conmigo, Gracias, Señor
Porque confías en mí, Gracias, Señor
Porque eres tú quien me guía, Gracias Señor
Porque el milagro ocurrió, Gracias, Señor
Porque te miro y te veo, Gracias, Señor
Porque siento que me amas, Gracias, Señor
Porque me recoges, siempre, Gracias, Señor
Porque me enseñas tu cielo, Gracias, Señor
Porque veo en mi tu rostro,, Gracias, Señor
Porque me haces tu discípulo, Bendito seas, Señor
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las tiendas de los justos:
"La mano del Señor hace proezas,
la mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas".
Sl 118, 14-16
lunes, 10 de julio de 2017
Del Salmo 103 (por Carmen Pérez
De los manantiales sacas los ríos
para que fluyan entre los montes (Sal 103).
Los ríos cuando nacen son pequeños.. solo un chorro de agua ... Pero buscan su sitio para avanzar hacia su fin que es el mar y de camino riegan lo que hay alrededor.
Dice el Salmo que se llenan de savia los árboles del Señor los cedros del Líbano que Él plantó.
Así son los discípulos del Señor en nuestro caminar a nuestro mar que es Dios, Riegan lo que hay a su paso para que sean cedros del Señor.
Nacen puequeños e insignificantes pero llegan a su fin .. regando todo lo que hay a su alrededor.
¡Qué hermosos los pies del que trae la buena noticia, y qué mejor noticia que saber que DIOS NOS AMA!
domingo, 9 de julio de 2017
Poemas II.- VEN SEÑOR (por Olga Alonso)
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo:
-¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez:
--¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío.
Jn 20,19,20
VEN SEÑOR
Ven , Señor.
Ven, Tú
Sin palabras que te definan – las palabras nos separan tantas veces de Ti-
Sin construcciones de mi mente
Sin imágenes que te representan
Ven Tú, Señor, Tú mismo
Ven Tú, con ese poder que lo cura todo
Ven a curar mis heridas, heridas de mis hermanos, heridas del mundo
Todos, esperando a que vengas en cada segundo de nuestra existencia
Ven Tú, sólo Tú.
Qué el aire se llene de Ti y nos traspase el alma
Dinos, con tu presencia, que podemos verte sin imágenes, sin ideas, sin esfuerzo
Toma nuestra mano y llévanos al lugar donde te podemos ver así,
Como Tú eres, de verdad.
Así, seguro que es la Vida Eterna, que Tú nos has prometido
Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el Señor. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: ``Conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, declara el Señor, pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado
Jr 31; 33-34
viernes, 7 de julio de 2017
¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 9 de Julio de2017 (por el padre Antonio Pavía)
Jesús, estremecido de gozo se confidencia con su Padre: " Te doy gracias porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños". Estos no se correspoden con ninguna condición social, simplemente confían su vida en manos de Dios y Él les revela su Misterio.. Jesus lo llama "estas cosas"...las de Dios, por eso le reconocen como su Padre. Los sabios y entendidos no tienen tiempo ni ganas para las cosas De Dios, solo para las suyas propias y terminan siendo succionados por ellas.
jueves, 6 de julio de 2017
Poemas II.- TÚ.- (por Olga Alonso)
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses, 4;13)
TÚ
Tú luchas contra mis gigantes
Tú defiendes mi causa
Tú allanas mi camino
Tú secas mis lágrimas
Tú limpias mis heridas
Tú despejas mi mirada
Tú inspiras mi vida
Tú confortas mi alma
Tú me enseñas la Vida
Tú construyes mi día
Tú sostienes mi fuerza
Tú soplas en mis mejillas
Tú das vida a mi existencia
Tú emocionas mi mirada
Tú alumbras lo que yo veo
Tú me descubres el alma
Tú me acercas a los otros
Tú eres mucho más que yo
Tú eres todo ya en mi vida
Yo ya no existo, eres Tú
Quien habita en mi alma.
Como están los ojos de los esclavos
Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado
y yo conozca lo que es de tu agrado, (Sabiduría 9; 9-10)
martes, 4 de julio de 2017
EL PAN DE LOS PERROS (Mt 15,21-28) (por Tomas Cremades)
Entra Jesús en casa de una mujer sirio-fenicia, de la región de Tiro, que le suplica cure a su hija poseída de un espíritu inmundo. La Ley prohibía tocar a cualquier persona no judía para no quedar contaminada, y Él contesta con unas palabras que pueden extrañar en el Señor de la Misericordia. “…Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos…” Palabras duras de Jesús. En aquellos tiempos los judíos llamaban “perros” a los gentiles, y éstos lo sabían.
Es tanto el amor y la necesidad de la mujer por la curación de su hija que pasa por cualquier vejación; no repara en ello. Cree firmemente que Jesús la puede curar. “…Sí, Señor, que también los perritos comen bajo la mesa las migajas de los niños…”. Le reconoce como Dios, pues la palabra “Señor” estaba reservada sólo a Dios. Ella reconoce no ser del pueblo elegido, pero intuye que la salvación de Dios es para todos; tiene fe.
Jesús prueba su fe. Una madre no para en nada para curar a su hija. Y esta es la catequesis que le da el Señor. ¡Cuántas veces los milagros de Jesús son realizados a continuación de una confesión de fe!
Por eso nosotros no pidamos milagros; el Señor Jesús sabe lo que necesitamos. Nosotros sabemos que Él desea hacernos el bien, no solo material, sino, sobre todo, espiritual; quizá lo que pedimos no conviene en el futuro, que Él ve y nosotros no vemos; quizá la tradanza en conseguir nuestra petición se debe a que de esta espera se van a producir bienes mayores. Tengamos “confianza” en Cristo. Confianza que tiene la misma raíz etimológica de “fe”.
“…los que en ti confían no quedan defraudados…” (Is 49,23) nos recuerda el profeta, y apoyémonos en lo que dice el salmista: “…el justo no temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor…” (Sal 111)
Incluso no digamos al Señor, con nuestras peticiones, lo que debe hacer. Digamos como María: “…No tienen vino…”, no tenemos el vino de la esperanza, el vino de la fe, el vino de la confianza…el vino de la fiesta, el vino de la alegría.
Y Jesús, desde la distancia, curó a la hija de la mujer sirio-fenicia. De la misma forma que curó en la distancia al criado del centurión romano, cumpliendo la Ley, para no contaminarse con el gentil. Los Evangelios no relatan lo que sucedió después, ni siquiera el nombre de los actores. Seguro que en el anonimato, se produjo la conversión de los parientes y ciudadanos del lugar. Jesús no buscó el protagonismo, buscó el bien, como no podía ser de otra forma.
La tentación de Satanás era bien distinta:”… ¡Tírate del pináculo del Templo porque está escrito, vendrán los ángeles y te recogerán para que tu pie no tropiece en la piedra…”, recordando el Salmo 90.
Jesús se escapó de la arrogancia de la exhibición; igual nosotros, busquemos sólo la gloria de Dios en nuestro caminar, no la de los hombres, no el aplauso.
Alabado sea Jesucristo
EL NOMBRE DE DIOS (por Tomas Cremades)
Cuando Moisés conoce a Yahvé, en el Sinaí, y es enviado a su pueblo, éste le pregunta por el Nombre con que le debe presentar. La demanda de Moisés es de todo punto lógica, ya que nadie puede subrogarse un poder de anunciar a Dios si antes no lo ha recibido de Él. Y Moisés lo entiende, y entiende, a su vez, que lo pueda demandar su pueblo.
“…Si voy a los israelitas y les digo: “el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”, y ellos me preguntan:” ¿Cuál es su Nombre? ¿Qué les responderé? Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy” “Así dirás a los israelitas: “Yo Soy me ha enviado a vosotros”…” (Ex 3, 13-16)
Y de esta manera, les fue dado el Nombre a los israelitas; “Yo soy”. El que tiene en sí mismo la fuerza de su ser. Nadie ha creado a Dios, porque existe desde siempre. El hombre, en cambio, ha sido creado por Dios. Tiene un principio, y su alma no tendrá fin, así como su cuerpo, desde el día de su resurrección.
Cuando el Hijo, Jesucristo, se hace presente en el mundo, nos revela algo muy hermoso que no puedo por menos de anunciar: nos revela el Nombre de Dios. Nos revela el “Padrenuestro”. Nos revela que Dios es nuestro Padre. Ya no tenemos que llamarle: “Yo soy”. Ya no tenemos que decir: “Yo Soy me envía”. Ahora decimos: “MI Padre me envía”, “Dios me envía”.
Lo que no reveló a Moisés nos lo ha revelado por su Hijo, de forma que desde su llegada a nosotros, somos hermanos de Jesucristo e hijos del Padre por adopción.
Cuando los discípulos ven la forma de orar de Jesús, y la comparan con la suya a Yahvé, comprenden la distancia infinita que separa a Jesucristo de los hombres, y les es revelada por Él la forma de orar al Padre.
Le dicen: “enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.”(Lc 11)
¡Hermosa petición que no pudo salir de su corazón, sino de una revelación del Padre. Eso ya era rezar!
Ese deseo de poder dirigirse al Padre, no sale de la boca ni del corazón de un hombre. Tuvo que ser el mismo Señor quien infundió su Espíritu que clamaba la necesidad de entrar en comunicación con el Eterno. Y es cuando Jesús les enseña la oración de oraciones: el Padrenuestro.
“No llaméis a nadie: padre; porque uno solo es vuestro Padre: el del Cielo…” (Mt 23, 9)
Ya está diciendo Jesús quién es nuestro verdadero Padre: Dios; nos está reconociendo como hermanos, e hijos del único Dios. Y nos comunica nuevamente nuestra filiación divina, al anunciar: “Vete a mis hermanos y diles: “subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Jn 20, 17)
Y también “…Id y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea…” (Mt 28,9)
Alabado sea Jesucristo
Así os consolaré Yo (Is 66) (por Carmen Pérez)
"Como cuando a uno le consuela su madre, así os consolaré yo, en Jerusalen seréis consolados" (Is 66,13)
Veo aquí a nuestra madre, la Iglesia de nuestro Señor Jesús, cómo curó y consoló el buen Samaritano al que encontró mal herido al borde del camino, así me encuentra a mí muchas veces ..... y me recibe al borde del precipicio.
Me acaricia, me coloca sobre sus rodillas y me colma de gracia y de ternura ...
No tengamos miedo .. de acudir a Él ..
Él carga con nuestros pecados y cura todas nuestras enfermedades... Lo dice Él ... Si fuera yo, no tendría valor alguno
pero es una promesa suya ..y la cumple siempre.
No tengamos miedo de acercarnos.... Él nos comprende .. y nos ama
BENDITO SEAS SEÑOR