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domingo, 16 de diciembre de 2018

Salmo 26(25).- Plegaria del inocente

Texto Bíblico:

Hazme justicia, Señor, pues soy inocente,y confío en el Señor, sin vacilar.
Examíname, Señor, y ponme a prueba, pasa por el crisol mis entrañas y mi corazón: tengo ante los ojos tu amor, y camino en tu fidelidad.
No me siento con los impostores, ni me junto con los hipócritas.
Detesto las bandas de malhechores y no tomo asiento con los injustos.
En la inocencia, lavo mis manos,
 rodeo tu Altar Señor proclamando mi acción de gracias y contando todas tus maravillas.
Señor, yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria.
No me juntes a los pecadores, ni mi vida con los asesinos: tienen la infamia en las manos, su derecha está llena de sobornos.
Yo, en cambio, camino en la integridad. iSálvame, ten piedad de mí!
Mi pie está firme en el camino recto, en la asamblea, bendigo al Señor. 

Reflexiones. al Salmo 26: La belleza del Templo

El salmista, está siendo objeto de murmuración por parte de los que le rodean, pero sabe que es inocente, y es tal su confianza en Dios, que se conjugan en su alma la inocencia y la mansedumbre. 

No se defiende frente a nadie sino que se apoya íntimamente en Dios sabiendo que Él le hará justicia:
Su mansedumbre es la misma que en la plenitud de la revelación anunciará el Hijo de Dios: «Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia la tierra» 

El corazón de este hombre está preparado para contemplar la belleza del Rostro De Dios, y así lo manifiesta: «Señor, yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria». 

El Espíritu Santo le llena de sabiduría, y en él anticipa que el hombre verá un día la gloria de Dios en el templo que es Jesucristo, el templo donde el hombre de  siervo pasa a hijo. 

El profeta Ageo denuncia al pueblo de Israel a la vuelta del destierro, porque no encuentran tiempo ni recursos para edificar el templo en ruinas. Se preocupan más de sus asuntos, de sus propias casas, que de edificar la casa de Dios.

Jesucristo, en cambio,  prescindirá de procurarse una casa, puesto que su corazón está pendiente de levantar la casa de Dios.
Así, entendemos la respuesta de Jesús a aquel escriba: «Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas. Dícele Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» 

Para Jesucristo es más importante levantar con su propio cuerpo el verdadero y definitivo templo de Dios que afanarse en edificar una casa donde reposar. 
El Hijo de Dios solo reposó su cabeza en su muerte, donde brilló en todo su esplendor la gloria de Dios. A partir de este acontecimiento, el hombre puede amar la belleza del nuevo Templo y está capacitado para amar la sabiduría de Dios, que brilla en el santo Evangelio, 

Dar prioridad a la búsqueda de Dios por encima de nuestras legítimas y naturales preocupaciones, se llama edificar el templo de la belleza y la gloria de Dios dentro de nosotros mismos.


(Padre Antonio Pavía- Misionero Comboniano)

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