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viernes, 29 de enero de 2021

Reflexión del Evangelio. 4º Domingo T. Ord. (Mc 1,21b-28)

Uno de los mayores desprecios que podemos hacer a Dios es tener una relación con Él basada en apariencias, en fin, para que se quede contento. Entendamos esto: ¡No es Dios quien te necesita a ti sino tú a Él! Le necesitas para que tu impulso natural hacia la Vida Eterna no quede en un aborto. Quien vive una relación de apariencias con Dios hace el mismo ridículo que esos israelitas que en su estupidez decían: "No importa, Dios no se entera..." (Sal 73,11). Hablamos de una relación vacía y además pesadísima... Está gente reza que te reza mientras que su corazón está lejos de Dios como dice Jesús (Mt 15,8). Hoy vemos a Jesús que entra en la Sinagoga de Cafarnaúm. Hay un dato que muestra que el demonio, maestro en fomentar nuestras apariencias con Dios, campa a sus anchas en la asamblea. Digo esto porque apenas inicia Jesús la predicación los demonios elevan su protesta: ¿Qué tenemos que ver contigo Jesús, Hijo de Dios? Así es ante la presencia del Hijo de Dios, presencia que acontece cada vez que se predica el Evangelio en su Nombre, Satanás que es padre de la mentira, de las apariencias, se revuelve porque pierde poder en sus dominios. Como lo perdió en esta sinagoga ante la imprecación de Jesús: ¡Cállate y sal de él!
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

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