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viernes, 5 de marzo de 2021

Reflexión al Evangelio del III Domingo de Cuaresma (Jn 2, 13-25)

El Templo de Jerusalén fue el mayor orgullo y honor de Israel, el Lugar Santo de su Gloria. Sin embargo Israel da culto a Dios con el corazón más bien vacío y como dice Isaías el culto que ofrecen a Dios es rico en los labios pero vacío con el corazón (Is 29,13). El signo visible de la ambigüedad de la piedad de Israel se hace patente a Jesús al ver el mercadeo del Templo. Su reacción nos impacta; expulsa a todos los mercaderes diciéndoles: "¡No hagáis de la Casa de mi Padre  una casa de mercado!”. Al actuar así les anuncia que ha venido del Padre con la Fuerza liberadora para  expulsar el mercadeo montado en nuestro corazón incluso cuando creemos que oramos. Sí, nos libera de esta tara y nos da la Buena Noticia de que Él y su Padre levantarán su Casa en el corazón de quienes guarden, como María, sus Palabras en sus corazones (Jn 14,23). ¿Podemos pedir a Dios algo más que esto?
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

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