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domingo, 17 de noviembre de 2024

Salmo 136(135). Letanía de acción de gracias(Es eterno su amor)


1 Dad gracias al Señor, porque es bueno,
porque su amor es para siempre.
2 Dad gracias al Dios de los dioses,
porque su amor es para siempre.
J Dad gracias al Señor de los señores,
porque su amor es para siempre.
4 Sólo él hizo grandes maravillas
porque su amor es para siempre.
\ Él hizo los cielos con inteligencia
porque su amor es para siempre.
6 Él afianzó la tierra sobre las aguas
porque su amor es para siempre.
7 Él hizo las grandes lumbreras,
porque su amor es para siempre.
8 El sol para gobernar el día,
porque su amor es para siempre.
9 La luna para gobernar la noche,
porque su amor es para siempre.
10 Él hirió a Egipto en sus primogénitos,
porque su amor es para siempre.
11 Él sacó a Israel de entre ellos,

porque su amor es para siempre.
12 Con mano poderosa y brazo extendido,
porque su amor es para siempre.
13 Él dividió el mar Rojo en dos partes,
porque su amor es para siempre.
14 E hizo pasar a Israel entre ellas,
porque su amor es para siempre.
15 Pero arrojó al mar Rojo al Faraón ya su ejército,
porque su amor es para siempre.
16 Él guió a su pueblo por el desierto,
porque su amor es para siempre.
17 Él hirió a reyes famosos,
porque su amor es para siempre.
18 Él mató a reyes poderosos,
porque su amor es para siempre.
19 A Sijón, rey de los amorreos,
porque su amor es para siempre.
20 A Og, rey de Basán,
porque su amor es para siempre.
21 Él les dio su tierra en herencia,
porque su amor es para siempre.
22 En herencia a su siervo Israel,
porque su amor es para siempre.
23 En nuestra humillación se acordó de nosotros,
porque su amor es para siempre.
24 Él nos libró de nuestros opresores,
porque su amor es para siempre.
25 Él da alimento a todo ser vivo,
porque su amor es para siempre.
26 Dad gracias al Dios de los cielos,
porque su amor es para siempre.

Reflexiones del padre Antonio Pavía: ​(extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)

Salmo 136
Es eterno su amor

La espiritualidad de Israel manifiesta en este himno 
litúrgico una de sus expresiones más ricas y profundas. El 
cántico, entonado por la comunidad reunida en asamblea en 
la celebración de la Pascua, expresa el alma agradecida de 
un pueblo liberado.
Es el salmo llamado «El gran Aleluya»: La majestuosa 
alabanza a Yavé, creador de los cielos y la tierra, que se 
ha inclinado y ha escogido un pueblo para ser testigo 
privilegiado de su amor y su bondad. La asamblea inicia su 
cántico reconociendo y aclamando a Yavé por las maravillas 
que ha desplegado en la creación: «Dad gracias al Señor,
porque es bueno... Dad gracias al Dios de los dioses... Dad 
gracias al Señor de los señores... Sólo Él hizo grandes 
maravillas... Él hizo los cielos con inteligencia... Él 
afianzó la tierra sobre las aguas...».
Israel tiene conciencia de que no es suficiente alabar 
y bendecir a Dios por la belleza y armonía de su obra 
creadora. También los demás pueblos de la tierra alaban a 
sus dioses por la creación. También ellos les agradecen por 
el hecho de haber puesto a su alcance los mismos dones.
La gratitud del pueblo para con Yavé tiene un añadido 
que rebasa la creación. Israel tiene una historia que está 
indisolublemente ligada a Yavé-Creador. Él ha hecho de 
Israel un pueblo diferente a todos los demás. Es una 
historia de preferencia, de elección. Si grandes son las 
maravillas de Yahvé en su creación, aún mayores son las que 
hace por el pueblo de su elección.
Y así vemos cómo, a lo largo del salmo, se van 
recordando y aclamando los prodigios de Dios en su favor. 
Desde que yace en la esclavitud de Egipto, el cántico 
pormenoriza los prodigiosos auxilios de Dios en su caminar 
hasta llegar a la tierra prometida. Tierra que conquistan 
por el asombroso poder de Dios: «Él hirió a Egipto en sus 
primogénitos... Él sacó a Israel de entre ellos... Con mano 
poderosa y brazo extendido... Él les dio su tierra en 
herencia... En herencia a su siervo Israel...».
La inigualable belleza y majestuosidad de esta 
aclamación litúrgica, la vemos reflejada en el hecho de que 
cada maravilla realizada por Yavé, bien en la creación, 
bien en favor del pueblo, es repetida por la asamblea con 
el sugestivo estribillo: «Porque su amor es para siempre».
La proclamación «porque su amor es para siempre» es la 
que más aparece a lo largo de toda la Escritura. No la 
hemos de ver desde la perspectiva de una perla litúrgica. 
Es el rezumar agradecido y gozoso de unos hombres y mujeres 
que tienen una historia común y pueden contarla y cantarla.281

Y así les vemos clamando en la Pascua a una sola voz, 
y entonando sobrecogidos por la emoción, que la bondad de 
Yavé es eterna, que ha sido Él quien, con su elección, 
rescate, protección, fuerza, poder y amor, les ha permitido 
sobrevivir a tantísimos peligros y combates que ha sido 
sometido por sus enemigos. Tantos y tantos acontecimientos
gloriosos han hecho posible que, cada noche pascual, sus 
voces y almas resuenen con ímpetu para bendecidle.
Siempre hemos dicho que todos los salmos son 
mesiánicos. Nos preguntamos si la figura del Mesías se hace 
presente en esta letanía de maravillas aquí ensalzadas. Por 
supuesto que hay una puerta abierta a la figura de 
Jesucristo. Valorando en toda su riqueza tantas maravillas 
hechas por Dios, podemos decir que falta aún la maravilla 
de las maravillas: la victoria sobre la muerte. A final de 
cuentas, esta ha de llegar a ser la razón nuclear que hace 
que el hombre bendiga, alabe y estalle en gratitud a Dios: 
ser testigos de que la muerte ha sido aplastada.
La gran maravilla que marca la historia de la creación 
y de toda la humanidad es que Dios resucita a su Hijo del
lazo de la muerte. En Él, la muerte no tiene ya poder 
permanente sobre el hombre. La maravilla se dispara al 
infinito ante el don de la inmortalidad del ser humano. En 
Jesucristo todos estamos llamados a ser hijos de Dios, 
portadores del sello de la vida eterna.
Fijémonos que la primera predicación de la Iglesia 
realizada por Pedro el día de Pentecostés, lleva consigo la 
buena noticia que todo hombre debe recibir: Que si bien 
Jesucristo fue ejecutado en el Calvario, «Dios le resucitó 
librándole de los dolores de la muerte, pues no era posible 
que quedase bajo su dominio» (He 2,24).
Al resucitar a su Hijo, Dios Padre rompe el sello de 
la muerte que aprisionaba a toda la humanidad. En la 
victoria de Jesucristo todos somos vencedores. Nuestro 
apoyarnos en Él por la fe, es la llave y la garantía de 
nuestra vida eterna, así lo dijo Él: «Yo soy la 
resurrección. El que cree en mí, aunque muera vivirá; y 
todo el que vive y cree en mí no morirá jamás» (Jn 11,25-
26).282

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