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martes, 31 de octubre de 2017

POEMAS II.- TÚ MIRÁNDOME.- (Por Olga Alonso)

"El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes." 

Mc 10; 20-22

TÚ, MIRÁNDOME
Te he sentido en la brisa y en la tormenta.
Te he sentido en la quietud y en la calma 
Te he oído más allá de mi ruido, 
y siempre gana tu voz.
A esta huida mía sin rumbo, siempre le gana tu inconfundible voz.
Supera las barreras de mi alma,
y se hace oír, siempre se hace oír.
Sin armas, sin voluntad, todo vuelve a ser Tú, mirándome.
¿Quién puede resistir esa mirada que quema dentro y supera todo lo imaginado?
La mirada que espero siempre y que llega cuando tú quieres.
El momento preciso que sólo tú conoces.
Y no dejas de mirarme.
Y todo el dolor desaparece.
Y comprendo, entonces, tu vida, la eterna, la que no se acaba, la que merece la pena vivir.


"Cuando ellos se presentaron vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante Yahveh su ungido.» Pero Yahveh dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.»" 
1 Sm 16; 6-7

lunes, 30 de octubre de 2017

El buen olor de Dios como sello del discipulado (Tomás Cremades)

Hay multitud de situaciones en la Escritura que nos revelan ese, diríamos “buen olor” de Dios, lo que Pablo llama el buen olor de Cristo: “… ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos asocia siempre a su triunfo en Cristo, y por nuestro medio, difunde en todas partes el olor de su conocimiento! Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden, para unos olor de muerte que mata, para los otros  olor de vida que vivifica…” (2 Cor 2, 4-17)


Es como una intuición, una sensación de que ahí esta Dios, aunque no se pueda decir con palabras.

He recogido tres momentos en la Escritura que nos ayudarán a entender lo que yo llamaría la intuición de la Presencia del Espíritu de Dios. 

1.-Nos lo revela el primer libro de Samuel en el capítulo 16; sucede que el profeta Samuel llora la muerte del rey de Israel, Saúl. Yahvé le indica: ¿Hasta cuándo vas a estar llorando por Saúl, después que yo le he rechazado para que no reine sobre Israel? Voy a enviarte a Jesé de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí. (1 Sam 16,1-3)
Samuel va entrevistando a todos los hijos de Jesé, y ninguno le satisface. Decide abandonar, y pregunta: ¿No quedan ya más muchachos? Jesé respondió: Todavía queda el más pequeño, que está cuidando rebaños.
Contestó Samuel: Manda que lo traigan porque no comeremos hasta que haya venido. Mandó, pues, que lo trajera. Era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia. Dijo Yahvé: Levántate, y úngelo, porque ese es.
¡Qué olfato el de Samuel! Se hizo presente este “tacto”, esta inspiración de Dios, para que Samuel conociera sus designios en la unción de David, de cuya estirpe  nacería el Mesías.
Es cuando menos, curiosa, esta descripción de David: Era el pequeño, y además, pastor de rebaños. Bella imagen del Mesías: Jesús-Mesías se hace pequeño ante los hombres, y es nuestro Pastor, el único Pastor.

2.- El Espíritu de Dios se hizo presente al anciano Simeón: “Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al  Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes, según tu Palabra, dejar a tu siervo irse en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a las gentes y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,25-32)
Es lo que se conoce como El Cántico de Simeón, que rezamos en la oración de Completas, al término de la jornada.
Qué inspiró a Simeón para reconocer al Niño, fue, simplemente ese “buen olor de Cristo”, esa inspiración de Dios, providente con todas sus criaturas. Dios le había hecho esa promesa, y Él siempre es fiel.
El Niño no tenía ningún rasgo identificativo de ser el Ungido de Dios, y sus padres tampoco llevarían el sello de Dios a flor de piel. Pero tenían “algo” que sólo los “pequeños de Dios”-Simeón- podían percibir. Y Simeón era ese “pequeño de Dios”. Se fiaba de Él, de su Promesa; se fiaba como un “niño en brazos de su madre” (Sal 131)
La Escritura dice de Simeón que estaba en él el Espíritu Santo; cuando el Espíritu vive en nosotros, se siente, se percibe, ese “olor de Cristo”. Los hijos de la Luz- que es Jesucristo y su Evangelio-tienen ese carisma que nos relata san Pablo, ese SELLO que da el DISCIPULADO.
Es tanta la inspiración de Simeón, que dice del Niño que es “LUZ para iluminar a las gentes…”. ¡Hermosa y auténtica profecía!
Más adelante, Jesucristo nos dirá ser la Luz del mundo, (Jn, 9-5), y es más: nos invita a nosotros también a ser luces en medio de las tinieblas. ¡Qué hermosa nuestra fe! En el devenir de los tiempos vemos que la Palabra de Jesús se cumple en nosotros, pobres, y amados de Dios, como cantamos con san Francisco.

3.- Para terminar, quiero fijarme en el anuncio de Juan Bautista. Juan está bautizando en el río Jordán, y al ver a Jesús, da testimonio de Él diciendo: “He visto al Espíritu que bajaba como una paloma y se quedaba sobre Él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel a quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre Él, ESE ES el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo le he visto y doy testimonio de que ese es el Elegido de Dios”(Jn 1,31-35)
“Y al día siguiente, fijándose en Jesúsque pasa, dice: He ahí el Cordero de Dios”.
El texto está lleno de notas catequéticas, pero creo que debemos meditar en tres:
Dice: “el que me envió…”.Es decir, Juan ha tenido una revelación de Dios que le ha llevado al desierto a bautizar. No ha ido por su cuenta, ha sido Dios quien le ha enviado como Precursor, para anunciar al pueblo la salvación de Jesucristo.
Al día siguiente, es decir, cuando ya ha asimilado los acontecimientos que están sucediendo, y que rompen incluso las leyes naturales -(la paloma que se posa sobre Jesús, la Palabra Eterna del Padre que le habla sobre su Hijo Amado…)-fijándose en Él dice: éste es el Cordero que se ha de inmolar por los pecados del mundo, el que más adelante repetirá: el que BORRA los pecados del mundo…
Al hilo de esto, algunas traducciones nos dicen: el que quita los pecados. La traducción real del griego es EL QUE BORRA los pecados. Y el matiz es muy importante, porque, realmente, el Señor Jesús, BORRA, SE OLVIDA, NO TIENE EN CUENTA, los pecados del pecador arrepentido.
Dice la Escritura en este relato: “…Jesús que pasa…”. Jesús venía del Padre e iba al Padre; no tenía descanso ni morada, no tenía dónde reposar la cabeza. (Mt 8,20)
También Juan Bautista tuvo ese “buen olor de Cristo”, ese discipulado, que le llevó al martirio.


Alabado sea Jesucristo.

viernes, 27 de octubre de 2017

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,6 para el Evangelio del Domingo 29 de Octubrede 2017

"Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas"  nos dice Jesús hoy. 
Ese Amor que es creado por la fidelidad, ese Amor inalcanzable para nuestra escasa fuerza... Nos parece grandioso amar así, pero ¿cómo será posible si sólo conocemos a Dios de oídas?... Jesús nos dice que sí, que es posible amar así, para todo aquel que guarde su Evangelio en su corazón..  más aún, promete que Él y el Padre habitarán en quien así acoja sus Palabras.. en quien se alegra ante ellas como quien encuentra un tesoro. (Sl 119,162). Dios se acerca tanto a los que así valoran sus palabras, que les abre a su intimidad.. perdón Intimidad. Se llama Vida en plenitud.

comunidadmariamadreapostoles.com

jueves, 26 de octubre de 2017

Jesucristo, agua purificadora (Tomás Cremades)

Recuerdo a un político “ilustre” (con comillas), ya fallecido, de cuyo nombre no quiero acordarme, parafraseando al ilustre sin comillas D. Miguel de Cervantes, que se atrevió a decir a los medios de comunicación que los deseos expresados en los mítines anteriores a las elecciones eran “declaración de intenciones”, y luego se cumplían o no. Muchas veces se dice lo que la gente quiere oír, pero sin intención de cumplir. A esto nos tienen acostumbrados muchos de nuestros políticos.

 Naturalmente la oposición no protestó contra esto, probablemente porque ellos pensarían lo mismo.
Con Dios es diferente. Basta escuchar a Pablo en la carta a Timoteo: “…Si hemos muerto con Él, viviremos con Él; si nos mantenemos firmes reinaremos con Él; si le negamos también Él nos negará, y si le somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo…” (2Tm, 2,8)
Dios permanece fiel, es decir, cumple sus Promesas, aun cuando nosotros seamos infieles.
Vamos a recordar a Ezequiel en su libro, capítulo 36; dice así: “…Derramaré sobre vosotros un Agua pura que os purificará. De todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne, os infundiré mi espíritu y haré que os conduzcáis según mis preceptos. Yo, Yahvé, lo digo y lo hago…” (Ez 36, 25 y ss)
Dios cumplió su promesa: lo dijo en el monte Sinaí, entregando las Diez Palabras a Moisés; lo hizo con Jesucristo, entregado en la Cruz por nosotros.
Esta Agua que nos purificará es la imagen viva de Jesucristo nuestro Redentor. Él mismo, hablando con la samaritana en el pozo de Jacob se define como el Agua viva que brota para la Vida Eterna.
No es objeto de este escrito meditar sobre este bellísimo diálogo de Jesús con esta mujer cuyo nombre parece ser el de Fotina, mártir de los años 66 d.d.C., pero sí recordar brevemente la situación y el contexto, para poder entrar en la meditación de ahora.
Esta mujer, samaritana, ha de recorrer todos los días muchos kilómetros para sacar agua del pozo existente que llaman de Jacob. Los samaritanos han vuelto del destierro de Babilonia y han incorporado a sus ritos dioses de los lugares donde estuvieron esclavos. Por eso, son malmirados por el pueblo judío fiel a las tradiciones de sus antepasados. De hecho, ni se hablan con ellos.
Resulta que Jesús, cansado del viaje, envía a sus discípulos a comprar comida mientras Él se sienta a descansar en el pozo. Ni él tiene agua ni forma de sacarla. Ve llegar a esta mujer y le pide de beber, y ella se sorprende de que un judío le dirija la palabra. Y se inicia un diálogo entre ambos de forma que Jesús le anuncia que Él es el Mesías verdadero, significándose como esta agua viva. Hasta aquí, el mensaje, y las palabras de Jesús. Dice así:
“…Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé, se convertirá en él en fuente de agua que brota a la Vida Eterna…” (Jn 4, 14-15).
Jesús es esta Agua derramada sobre todos nosotros, según la profecía de Ezequiel, para purificar nuestra idolatría, que no es otra cosa que el seguimiento a otros dioses que todos tenemos o hemos tenido.
Él va a arrancar nuestro corazón de piedra y nos pondrá un corazón de carne, semejante al suyo, infundiéndonos su Espíritu para que vivamos una vida nueva, conducidos por Él.
Y me llama la atención este verbo y su traducción: ARRANCAR. Arrancar el corazón de piedra, es decir quitarlo con violencia, de raíz.
En la celebración de la Eucaristía, decimos textualmente: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los invitados a esta mesa…”.
Los que tuvimos la gracia de vivir los tiempos en que se estudiaba latín y griego, aunque fuésemos de ciencias, celebrábamos la Misa en latín, y nos la sabíamos; y sabíamos contestar. Al margen de que entendiéramos o no, esto queda para los que querían conocer lo que se decía, recordamos que la frase anterior decía: “…qui tollis pecata mundi…”, es decir, que quita el pecado del mundo. La traducción del verbo tollo, tollis, tollere se ha efectuado por “quita” el pecado del mundo, pero es una traducción débil, almibarada; el verbo en sí mismo expresa la acción de arrancarEs decir, el Cordero de Dios, Jesucristo, arranca el pecado del mundo, lo quita de raíz, y así se asemeja mucho más a la profecía de Ezequiel.
De igual manera, cuando decimos: dichosos los que son invitados a esta Mesa-la mesa del altar-, la traducción es BIENAVENTURADOS, de mucha más fuerza que dichosos.
Pues al igual que santa Fotina, pidamos al Señor Jesús que nos dé a beber su Agua que nos conducirá a la Vida eterna, a su lado, “…que los que Tú me diste estén conmigo para que contemplen mi Gloria (Jn 17,24)…” y como Ezequiel, que arranque nuestro corazón de piedra y lo cambie por uno de carne.
Alabado sea Jesucristo

miércoles, 25 de octubre de 2017

Poemas II.- LA TIERRA .- (Por Olga Alonso)


¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador.



Jn 4; 35-36


LA TIERRA


La tierra de la que estamos hechos.
Tierra en tus manos para crearnos
Tierra bendecida por ti

Tierra santa porque tú la tomas
Y en ella creas a cada uno

Cada uno, único; único para ti.
Y esta tierra renacida en tus manos y convertida en un ser

Es tierra regada, tierra fértil, lugar para los frutos,
Frutos llenos de vida

Pero , a veces, tierra yerma
Tierra abandonada, tierra maltratada y pisoteada

Tu obra en manos del mundo y al albur de los dioses del mundo
Tierra seca, tierra agrietada y muerta

Tierra sin vida por voluntad del hombre
Tierra que tú miras y ansías hacer revivir

Tierra sobre la que lloras.
Tierra que recoges con tus manos

Y devuelves a los campos de donde partió: los campos de Dios
Y, en esos campos, de nuevo

Tierra fértil, tierra viva, tierra santa, de nuevo bendecida por ti.


 


…de la tierra está brotando la verdad, y del cielo se asoma la justicia.


El Señor mismo dará la felicidad, y dará sus frutos nuestra tierra.


La rectitud andará delante de él, la paz irá siguiendo sus pisadas."
Salmo 85; 12-14

lunes, 23 de octubre de 2017

EL APRETON DEL VAGO (por Tomás Cremades)

O cómo practicar la virtud de la constancia, también lo podríamos llamar. Es frecuente, sobre todo entre los estudiantes, pero también entre otro tipo de colectivos, de “padecer” lo que podríamos denominar “el síndrome del apretón del vago”. Consiste en “sestear” durante todo el curso, y un poco antes de los exámenes, dar un apretón a los libros para aprobar. Cuando esto sucede, es posible que el estudiante en cuestión apruebe…otra cosa es que al día siguiente o en un breve espacio temporal, recuerde y asimile lo estudiado. Una cosa es estudiar para aprender y otra es estudiar para saber.
Y así, el que os escribe, comprueba que muchos ilustres colegas (en este ingenieros), pero válido para cualquier profesión, no recuerdan muchas cosas aprendidas en su juventud, y olvidadas por la falta del uso de la materia, o porque cuando lo estudiaron se dieron el consabido “apretón”, no amando lo que tenían entre manos.
Pero esto pretende ser una “catequesis” sobre temas religiosos. ¿Adónde vamos, pues? Pues en nuestra vida podemos escuchar frases tan desafortunadas como estas: “…ya me convertiré…”; “…no tengo tiempo, a ver si me jubilo, y entonces…”.
Otras son más peligrosas: “…Cuando muera, si es que hay algo detrás de la muerte, ya me apañaré con Dios, que hay muchas cosas en las que no estoy de acuerdo…”. ¡Claro!, es que sin saberlo, yo pongo la ley por encima de la Ley de la Palabra de Dios: es el típico pecado de Adán.
No pensamos en la muerte más que con terror. Miedo a lo desconocido, cuando realmente es un encuentro maravilloso con Jesucristo. Miedo por falta de fe; si miramos nuestros pecados, - y de eso se encarga ya el Maligno -,  estamos perdidos. Pero es que contamos con la Misericordia de Dios. ¿Tanto cuesta todos los días, en acudir a los pies de Jesús, a hablar un cuarto de hora con Él? 
Lo que sí es seguro que todos los días a la hora que sea, alimentamos nuestro cuerpo; no se nos olvida. Pero, ¿Y el alma? ¿Alimentamos el alma? ¿Y cómo se alimenta el alma? A estas alturas de la película, es obvio que sabemos cómo: con los sacramentos, sobre todo el de la Reconciliación y el de la Eucaristía; con la oración constante, con la lectura de libros piadosos, con la ayuda al hermano en sus necesidades corporales y, sobre todo, espirituales; con mirar hacia dentro no para observar de forma masoquista nuestras miserias, sino para mirar lo que Dios hace cada día en nosotros…
Tratemos de no padecer el síndrome del apretón del vago: rezar en el último momento…rezar siempre, no con rutina, como una carga que soportar para que Dios no se enfade. Rezar es hablar con Dios. Rezar es alabar a Dios con los Salmos, su oración preferida. Rezar es estar atento a la escucha de su Palabra: su Evangelio
Alabado sea Jesucristo

domingo, 22 de octubre de 2017

ESPAÑA, TIERRA “EN Y DE” MISION (por Manuel Armenteros)

Nuestra querida España, como muchas naciones de Europa ¿ha dejado de ser cristianaExisten opiniones a favor y en contra. De lo que no cabe duda, es que este “nuestro querido país”, es motivo y objetivo misionero. De una parte, “en Misión continuada, nuestra Iglesiaenvía más de 13.000 personas a  diversos continentes llevando la Buena Noticia de Jesús de Nazaret. El Hijo de Dios, nuestro Señor, que nacido  de una joven“virgen” hebrea, llamada María por la Fuerza de Altísimo, llegó a sufrir y murió por nosotros. Y tras su “Resurrección nos devolvió a la Vida…, y yaGlorificado vive junto al Padre. Y sigue  Presente entre nosotros y alentados por la fuerza creadora delEspíritu Santo, confirma La  Fidelidad de Su Palabra.
De otra parte es Objetico De Misión porque esta “tierra de MaríaEspaña la inmensa mayoría de personas, parece haber perdido o dejado a tras,nuestra Fe en El  y necesitamos también de la “acción misionera”. Llevada a cabo por hombres y mujeres de paz, heraldos del Evangelio que tomando más deberes y obligaciones…, nos refrescan y muestran asumir los nuestros como creyentes. Pues de “derechos estamosmás que saciados”. A fin de volver y mejorar una convivencia más esperanzada y reconciliada con Cristo. Que por Ser divino  y humano puede ofrecer“vida nueva” y la ofrece, donando su Gracia como perdonando nuestras faltas, envueltas en tantosdesamores por acciones u omisiones. Invitándonos adejar egoísmos (muchos envueltos en falsos derechos)propios o colectivos, como apartar tantas tibiezas u omisiones y hasta…”temoresNo olvidemos que entre nosotros (as) existen numerosas mujeres y hombres buenos. De los cuales el buen Papa Francisco nos habla y reconoce en ellos una “santidad anónima” muypresente. Baste recordar ese inmenso personal de sanidad y equipo de quirófanos,  tantos defensores del orden y seguridad, como de excelentes servidores públicos, que desarrollan a diario todo tipo de actividad y cercanos a nosotros (los de  apie) trabajan por la colectividad. Sin olvidar a tantas Órdenes religiosas y ONGs dedicadas a favorecer y facilitar la vida,  a numerosas personas que hemos “descartado” socialmente.  
El próximo domingo día 22, celebramos el día Mundial del DomundEspaña, toda ella, debe continuar en y de Misión”, de la mano de Quien puede en verdad “hacer las cosas nuevas”: Jesucristo, Nuestro Señor, con nuestra permanente Oración y como no, ayuda económica.
 
Tres Cantos (Madrid) hoy 18 de Octubre del 2017. Manuel Armenteros Martos.NIF 30785144 N. Festividad de San Juan Evangelista.
 
 
 
 

viernes, 20 de octubre de 2017

¿QUIEN ERES SEÑOR?.Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 22 de Octubre de 2017

En el Evangelio de hoy, Jesús anuncia que si bien hemos sido creados a imagen de Dios, esta imagen nuestra está sujeta a la acción devastadora del Maligno. (así llama el Hijo de Dios a Satanás). Una imagen así deformada, es despreciada en el juicio por Dios, como nos dice el salmista (Sl 73͵20). Jesús no tiene ninguna intención de amedrentar a nadie, al contrario, nos ofrece el Evangelio para grabar en nuestras entrañas la imagen divina que nos fue y es arrebatada por nuestro Adversario.. recordemos que Satanás significa Adversario... 
Nos alegramos con San Pablo que nos dice que hemos sido llamados por el Evangelio para que con su Fuerza se reproduzca en nuestra alma la imagen del Hijo de Dios (Rm 8,29).
Frente a nuestra congénita debilidad, prevalece la esperanza gozosa de que:  ¡Jesús, el Señor, jamás renunciará a imprimir, por medio de su Evangelio, su imagen en nosotros!.

(padre Antonio Pavía)
comunidadmariamadreapostoles.com


Pastores según mi corazón.- XXXII.- SU PARTE ES DIOS


12

Su parte es Dios
Cuando Israel culminó la conquista de la tierra que Dios le había prometido al liberarlo de Egipto, a cada tribu le fue adjudicada una gran porción de tierra -hoy llamaríamos región- donde instalarse. Todas tuvieron su porción menos la tribu de Leví. No recibió su parte correspondiente por deseo expreso de Dios: Él mismo se comprometió a ser su heredad. “Dios separó entonces a la tribu de Leví para llevar el arca de la Alianza de Yahvé… Por eso Leví no ha tenido parte ni heredad con sus hermanos: Yahvé es su heredad…” (Dt 10,8-9).

Dios es mi parte y mi heredad, atestigua este salmista, hijo de la tribu de  Leví, en una explosión de júbilo incontenible. “El Señor es la parte de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano, me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sl 16,5-6). Nuestro amigo considera su elección como la fuente de sus alegrías, y es que no puede pedir más. Así como el propietario de una finca agrícola está orgulloso de la fecundidad de sus tierras, nuestro salmista exulta por la excelencia sublime de la heredad que le ha tocado en el reparto.

El mismo Dios confirma la confesión exultante del salmista al testificar solemnemente y en primera persona, que Él es la herencia de los levitas; declaración solemne que encontramos en el libro del Eclesiástico con respecto a Aarón, sacerdote de la tribu de Leví. “…Aunque en la tierra del pueblo no tiene heredad, ni hay en el pueblo parte para él, pues dijo: Yo soy tu parte y tu heredad” (Si 45,22).

“Yo soy tu parte y tu heredad”. Con esta proclamación  disipa cualquier duda o peligro de ensoñación fantasiosa de los levitas, como se podría atribuir al salmista cuando nos dijo que Dios era su porción y su heredad. No, no era víctima del delirio sino una decisión de Dios, Él mismo fue quien quiso que esta tribu fuera su heredad.

Jesús lleva a su plenitud la herencia de la que hacen gala los levitas; herencia de la que fueron testigos y también receptores los apóstoles que, alrededor de su mesa, participaron de la Eucaristía en la noche de su Pasión. No fue una noche cualquiera, fue la noche de las confidencias del Hijo con el Padre. El Hijo las hizo públicas para enriquecer a los que las escuchaban; estaba claro su deseo de que todos sus discípulos, a lo largo de la historia, participasen de la misma relación confidencial con su Padre.

Fue en este contexto cuando la Palabra se hizo Eucaristía y la Eucaristía se manifestó como broche y culmen de la Palabra. En el vértice de su expansión afectiva, Jesús dijo al Padre: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Jn 17,10). Todo lo que es del Hijo, es del Padre; y todo lo que es del Padre, es del Hijo. Ya no hablamos de parte sino del Todo. Hablamos de que “el Padre está en el Hijo, y el Hijo en el Padre” (Jn 14,10). Esta confidencia del Hijo se desliza como un manantial de aguas vivas a través del subsuelo del Evangelio; marca un hito en la Creación, pues abre al hombre, a todo hombre, a que su parte, su herencia, alcance su plenitud que no es otra que Dios esté a su alcance.

No estamos hablando de ciencia ficción, a no ser que consideremos el Evangelio del Señor Jesús y a Él mismo como una quimera. La cuestión estriba en que creer en el Hijo de Dios y extrañarnos por sus dones, por el hecho incomprensiblemente sublime de la parte y heredad que nos ofrece, sería como desconfiar de Él. El que dice que cree, al tiempo que rezuma esta desconfianza, de hecho se pone de perfil ante el paso de Dios por su vida. 

 

Con el oído atento a su Palabra

El discípulo ha aprendido a estar cara a cara con Dios, no de perfil. Cara a cara con el Señor Jesús haciendo acopio de sus riquezas, colmando así los deseos y anhelos infinitos que irrumpen desde el alma, se puso María de Betania. Sí, cara a cara con Él, nos lo dice Lucas: “Yendo de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra” (Lc 10,38-39). Este texto es archiconocido, aunque quizá no tanto bajo esta luz. Nos parece ver en ella el anhelo del levita: “¡Tú eres mi parte y mi heredad!” María, a los pies de Jesús, está –como he dicho antes- haciendo acopio de la Palabra de Vida en toda su riqueza, como nos diría Pablo (Col 3,16).

Marta, su hermana, está bastante molesta; sin embargo, María está como suspendida en la eternidad. No es que rehúya de las faenas ordinarias que se hacen en todas las casas, pero no es ése el momento, no es que le falte generosidad. La cuestión es que “está en Dios y Dios en ella” y no hay como “esquivar” a Dios, tampoco lo quiere.

Jesús pone fin al desencuentro, que es sólo temporal, entre las dos hermanas. De hecho abre a Marta, y en ella a todos los que, de una forma u otra, estamos sujetos al trabajo de cada día, a dar prioridad a la búsqueda de la parte y la heredad que permanecen para siempre. Su hermana María ya la ha buscado y encontrado, por lo que Jesús dice de ella: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada” (Lc 10,41-42). Hay necesidad de pocas, mejor dicho, de una sola… sí, María, a los pies de Jesús, está haciendo acopio de la parte y heredad eterna. No tiene oídos más que para su Señor, y como dijo la esposa del Cantar de los Cantares al encontrar al amor de su alma: “Encontré el amor de mi alma. Lo he abrazado y no lo soltaré jamás” (Ct 3,4).

María de Betania es icono de toda persona que, desde la sabiduría del corazón, va al encuentro de Dios, buscando en Él la plenitud de los impulsos de su alma; no hablamos de pietismo sino de realismo. Es movida por ambiciones, en el mejor sentido de la palabra, que se despiertan en su interior; por eso no es solamente icono de todo buscador de Dios, de todo aquel que desea ser discípulo de su Hijo, sino también de todos aquellos que están inconformes con su insatisfacción existencial, los que luchan por liberar la plenitud de la que está forjada o dotada su alma. Vemos a esta mujer como la abanderada de los que quieren disfrutar ya en este mundo de lo que les pertenece por derecho propio, puesto que son imagen y semejanza de Dios (Gé 1,26). Esta es María, la de Betania, la que luchó por la mejor parte, y como Jesús testimonió, la encontró y nadie podrá arrebatársela.

Esta gran mujer nos ofrece también rasgos de identidad que caracterizan a los pastores según el corazón de Dios. Al igual que ella, éstos fraguan su corazón a los pies del Evangelio; saben que el Hijo de Dios está vivo a lo largo de sus páginas “irradiando vida e inmortalidad” (2Tm 1,10), irradiando la mejor parte y la herencia: el mismo Dios.

A los pies de la Palabra, como María de Betania, la vida de estos pastores se mueve en una doble dirección que en realidad es la misma: Hacia su Buen Pastor, su Palabra, y hacia los hombres, para que también ellos descubran la belleza incomparable de su parte y su herencia. Toda persona tiene derecho a saber que lleva en su alma semillas de eternidad, de infinitud, en definitiva, semillas de Dios; he ahí la razón del afán y la fatiga de los pastores por ir a su encuentro.

 

Distribuyen el Misterio de Dios

Los pastores según el corazón de Dios han descubierto sus sellos divinos, y esto les lleva no sólo a encontrarse con los demás hombres, sino, al igual que su Buen Pastor, a ser sus siervos. Están al servicio de todos ofreciendo el Evangelio que les diviniza. Porque son pastores según el corazón de Dios, el suyo propio es como parte de Él, por eso pueden ir al servicio de los hombres y anunciarles: ¡Oídnos, Dios es vuestra parte y vuestra herencia! Escoged la Vida. A partir de esta elección tenéis parte con Dios, pues así lo hizo saber a sus primeros discípulos en la persona de Pedro cuando les lavó los pies: “Pedro le dice: Señor, ¿lavarme tú a mí los pies? Jesús le respondió: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde. Le dice Pedro: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavo, no tienes parte conmigo…” (Jn 13,6-8…).

A los pies de Jesús, estos pastores se dejan iluminar, pues su Palabra “es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9). Es a los pies del Maestro que, como dice san Agustín, “alcanzan a ver el corazón de la Palabra con los ojos del corazón”, sí, con los ojos del corazón, como testifica Pablo (Ef 1,18) y numerosos Padres de la Iglesia. Cómo no recordar también al papa san Gregorio Magno cuando invita a la cristiandad a “escrutar las Escrituras hasta ver en ellas el Rostro de Dios”. Sí, en la Palabra no solamente se oye a Dios como Jesús oía al Padre, (Jn 12,49); también –repito- al igual que Jesús, se le ve como Él le veía: “Yo hablo lo que veo junto al Padre” (Jn 8,38).

Sólo así, desde su ver y oír a Dios en la Palabra, pueden sus pastores, los que llevan en su corazón la pasión por la Verdad y la compasión por los hombres del mundo entero, desvelar y revelarles el Misterio. Servidores de los hombres para ofrecerles el Misterio de Dios, así es como los llama Pablo (1Co 4,1). Y ¿cómo podrían partir el Misterio de Dios a sus hermanos si no fueran porque ellos mismos hacen parte de Él?

Los pastores según el corazón de Dios viven de asombro en asombro. Es que participar del Misterio de Dios les sitúa en una realidad que les sobrepasa totalmente. Es tal el impacto interior que viven, que Dios tiene que manifestárseles y decirles lo mismo que Jesús dijo al ciego a quien curó; recordemos que le preguntó si creía en el Hijo del hombre, y el ciego, como balbuciendo dijo: ¿Quién es para que yo crea en Él? Jesús le respondió: Le has visto: el que está hablando contigo, ése es” (Jn 9,37). Repito, si estos pastores no tuviesen la misma experiencia del ciego, y no una sola vez sino intermitentemente a lo largo de su misión, estarían expuestos a la locura.

En esta cadena de asombros que viven los pastores según el corazón de Dios, destaco éste del que se hace eco el apóstol Pablo. No le entra en la cabeza que Jesús le haya considerado apto y digno “para confiarle el Evangelio” (1Ts 2,4). Será porque, aun sabiendo que nadie es digno de recibir la Palabra de Vida, de partir el Misterio de Dios, su intimidad más profunda, Él no conoce el ayer de Pablo sino el hoy; y éste su hoy está enriquecido por su confesión de fe y amor a Jesucristo que rompe todo molde, esquema moral e incluso culpabilidad: “Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas…” (Flp 3,8). Ante un hoy así, Jesús no duda en confiarle, poner en sus manos, el Misterio del Padre que es también el suyo propio. Es como si dijera al Apóstol, y en él a todos los pastores que hacen del Evangelio la razón de ser de su misión: Todo lo nuestro –lo mío y lo de mi Padre- es vuestro.

Sólo desde una vivencia así que entraña plenitudes y realizaciones aparentemente imposibles, podemos entender la serenidad y el gozo que acompañó a Pablo a los largo de toda su misión, incluso cuando fue confinado en las inhóspitas cárceles de Roma. Nos ayudamos del testimonio que hace del Apóstol  uno de los más eximios Padres de la Iglesia, san Gregorio de Nisa: “¿Quién no lo hubiera juzgado digno de lástima, viéndolo encarcelado, sufriendo la ignominia de los azotes, viéndolo entre las olas del mar al ser la nave desmantelada, viendo cómo era llevado de aquí para allá entre cadenas? Pero, aunque tal fue su vida entre los hombres, él nunca dejó de tener los ojos puestos en la cabeza, según aquellas palabras suyas: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?...”  

Poemas II.- SAL A LOS CAMINOS (Olga Alonso)

Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.
Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.

Mt 22: 9-10
SAL A LOS CAMINOS


Sal a los caminos a encontrarte con ellos, Señor.
Todos salieron esta mañana de sus casas con rumbos distintos, pero todos con rumbo incierto.
Los que prefieren correr para no sentir el vértigo de parar y encontrarse con el vacío de su existencia.

Los que, sujetos a su razón, se dicen a sí mismos que es posible vivir cercenando el ansia del alma y sostienen su existencia en un edificio de verdades donde en cada engranaje, grita su alma insatisfecha.
Los que desean conocerte y te intuyen pero sienten pudor y miedo de perder más que ganar si toman tu mano y te siguen.

Los que dicen conocerte y no te conocen de nada porque solamente poseen cajas llenas de preceptos donde Tú no estás y se pierden lo mejor de Ti.
Los que miran vigilantes, como Zaqueo porque sienten que hay algo que no conocen y ansían conocer.

Los que clavan sus pupilas en nuestra forma de vivir y desearían que esa intuición que les inunda, se convirtiera en toda su razón de vida.
Sal a los caminos, Señor y empuja nuestra desidia para que seamos nosotros quienes nos encontremos cada día con esa profunda soledad de los hombres y,

Más allá de juzgarla o despreciarla, nos abracemos a ella recordando que nosotros, ahora rescatados por ti , también nacimos un día a tu Luz desde esa misma soledad.
Así ha dicho Yavé de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros. 


Za 8; 23

jueves, 19 de octubre de 2017

Salmo 117.- La oración de Jesucristo (Tomás Cremades)

Salmo 117. La oración de Jesucristo Himno de acción de gracias después de la victoria


Comienza el Salmo 117 igual como termina: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su Misericordia”


Ya la palabra misericordia, nos hace entrar de lleno en las entrañas de Dios. Etimológicamente, su raíz latina nos lleva al corazón (cor, cordis= corazón). Sus entrañas son de Amor con su Corazón reconociendo nuestras miserias, por las que Él ha muerto.


Me llama la atención la estrofa 5: “En el peligro grité al Señor y me escuchó, poniéndome a salvo”. ¿De qué peligro habla el salmista? De los peligros que acechan a todo hombre, de perder la fe, y con ella, la Vida Eterna. Esos son realmente los peligros que nos han de preocupar. Dice el Señor: “…Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehena…” (Mt 10, 28-29).


Continúa el salmista, imagen de todo hombre que se acerca a Dios en la tribulación, y se pregunta; ¿Qué podrá hacerme el hombre?


El salmista, como virgen sabia, se ve en peligro, e inmediatamente invoca al Señor, porque sabe que Él le escucha. “Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco” (Sal 116). Israel, el pueblo de Dios, es el pueblo de la “escucha”, del oído abierto hacia Dios. No podemos olvidar el Shemá, que en hebreo significa: escucha. “Escucha Israel: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser…” (Dt 6,5).


Continúa viendo cómo le rodean todos los pueblos, cómo avanzan contra él, cómo le cierran el cerco y arden en el fuego como avispas…Y renace en él la fe: “en el nombre del Señor los rechacé”.


Sin embargo, le siguen empujando para derribarlo; “pero el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación”. Es la misma contestación que recogemos en el libro del Éxodo: “Mi fortaleza y mi  canción  es Yahvé, Él es mi salvación”(Ex 15,2). Los israelitas acaban de pasar el Mar Rojo, con Moisés a la cabeza y dan gracias al Señor por su victoria con este cántico. Y el himno que nos recuerda el Salmo se refiere precisamente a este texto.


“La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa…”, continúa; es la misma Diestra, la Mano poderosa del Padre la que levantó a su Hijo del sepulcro, es la misma mano que sostuvo la mano de Moisés en la lucha contra los amalecitas, que nos recuerda el libro del Éxodo en (Ex 17,13-13), y es la Mano del Padre que nos levantará a nosotros, los que seguimos a Jesús, el día de nuestra llegada a la Casa del Padre. Está profetizado en el libro de Ezequiel; Leemos:”…Voy a abrir vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo, al suelo de Israel. Sabréis que Yo Soy Yahvé cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi Espíritu en vosotros, y viviréis…” (Ez37, 12-14)


Continuando con el Salmo, vemos profetizada la figura de Jesucristo; “…esta es la puerta del Señor, los vencedores entrarán por ella” .Efectivamente, Jesucristo es la puerta por donde se entra a la Vida Eterna. Él mismo lo dice:” Yo Soy la puerta, si uno entra por Mí, estará a salvo; entrará y saldrá…” (Jn 10,9).


Más adelante, ya terminando el Salmo, aparece una frase que dice: “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. En arquitectura, la “piedra angular” es un macizo de piedra firme que soporte en ángulo dos partes de un muro, de forma que sostiene toda la base del edificio, de suerte que, si ésta cae, se derrumba todo el edificio. ¿Necesitamos explicación? El ejemplo habla por sí solo. Jesús es la Piedra Angular de nuestra fe, que se cimenta en la Palabra y la Eucaristía, y que se alimenta de ellas y de los Sacramentos. Si esta Piedra la obviamos, si no construye nuestra casa, nuestra alma, nuestra vida, todo el edificio espiritual de nuestra vida se derrumbará.” 


Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si Yahvé no vigila la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 126)


Construyamos, pues, nuestra casa, sobre el cimiento de la PIEDRA ANGULAR Jesucristo, nuestro Dios, el Único Dios que nos salva


Alabado sea Jesucristo