Oíd esto, pueblos todos;
prestad atención, habitantes del orbe,plebeyos y nobles, ricos y pobres:
Mi boca hablará sabiamente,
y mis reflexiones serán inteligentes.
Prestaré oído al proverbio,
al son de la cítara propondré mi enigma.
¿Por qué he de temer los días aciagos, cuando me cercan y vigilan los malvados,que confían en su fortunay se jactan de sus inmensas riquezas?
El hombre no puede comprar su propia salvación,ni pagar a Dios su rescate.
Es tan caro el rescate de la vida
que nunca le bastará para vivir perpetuamente sin conocer la fosa.
Mirad: los sabios mueren,
perecen junto a los necios y los insensatos,dejando su fortuna a otros.
¡El sepulcro es su morada perpetuay su casa, de generación en generación,aunque hayan dado nombre a países!
El hombre no perdura en su esplendor, es como animal que perece.
Este es el camino de los que en sí confían, el destino de los hombres satisfechos.
Son como rebaño destinado a la fosa: la muerte es su pastor,
van derechos a la tumba;
Se desvanece su figura,
y el sepulcro es su morada.
Pero Dios rescata mi vida,
me saca de las garras de la muerte, y me toma consigo.
No te preocupes cuando alguien se enriquece, cuando se multiplica el lujo de su casa.
Cuando muera no se llevará nada,
su lujo no bajará con él.
Mientras vivía, se felicitaba a sí mismo: ¡Todos te aplauden, porque todo te va bien!».
Irá a reunirse con sus antepasados, que ya no verán nunca la luz.
¡El hombre rico sin inteligencia
es como animal que perece!
Reflexión: El Pastor de la Vida
Un sabio intenta iluminar a los fieles acerca del fin de los días del hombre. Hace hincapié en la
vanidad de toda persona que vive con los ojos puestos en acumular riquezas:
«Los malvados que confían en su fortuna y se jactan de sus inmensas riquezas. El hombre
no puede comprar su propia salvación».
Conducir la propia vida bajo este prisma es tener marcada la existencia por la necedad y el absurdo, ya que lo que es acumulado con tanto esfuerzo y sobresalto, no sirve para pagar rescate alguno ante el inexorable encuentro con la muerte:
El sepulcro es su morada perpetua y su casa, de generación en generación, aunque hayan dado
nombre a países. El hombre no perdura en su esplendor, es
como animal que perece».
Nuestro salmista considera que el hombre que vive así, está siendo conducido por un pastor denominado con un nombre: la muerte:
«Son como rebaño
destinado a la fosa: la muerte es su pastor, van derechos a
la tumba; se desvanece su figura, y el sepulcro es su morada».
En contraposición, este hombre sabio nos da su testimonio: «Pero Dios rescata mi vida, me saca de las garras de la muerte».
El salmista es figura del único que venció a la muerte: Jesucristo. El único que se dejó pastorear por Dios, haciendo su voluntad.
«He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado»
Jesús, a lo largo de su misión, no pierde de vista en ningún acontecimiento cuál sea la voluntad de su Padre.
Como cordero mudo, acepta ser entregado a la muerte.
Sabe que Aquel que permitió su entrega en manos del mal, también le rescatará de las fauces de la muerte resucitándole:
«Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y
escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará
A partir de su resurrección, Jesucristo es constituido pastor de la vida, en contraposición al pastor de la muerte, como vimos antes.
Jesucristo es Buen Pastor, es pastor de la vida, porque sí puede rescatar y rescata.
El apóstol Pablo da testimonio de que Jesús es el
«Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre
Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se
entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno.
Este acontecimiento salvador, solamente lo podía hacer Dios.
Acontecimiento de salvación que es centro y razón de ser de la predicación del apóstol: «Y de este testimonio –digo la verdad, no miento– yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad».
Jesucristo nos pastorea para vivir más allá de la muerte con Él; exhorta y anima a sus discípulos con estas palabras:
«Cuando me haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y
os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también
vosotros»
Jesús se une al itinerario del hombre, que es vivir con el Padre; por eso es Buen Pastor. Le vemos con uno de sus ojos puestos en el Padre, en el cumplimiento de su voluntad; y con el otro, puesto en el hombre para atarle a su gloria que es estar con Dios.
La vida eterna, los años sin término; he aquí la herencia que ha conquistado para nosotros nuestro Buen Pastor. Él ha sido glorificado por el Padre; por su victoria ante la muerte, también ha conquistado para el hombre su glorificación, que consiste en estar para siempre con Dios. «Padre, los que tú me has dado quiero que donde yo esté, estén también conmigo...»
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