sábado, 28 de noviembre de 2015

CATEQUESIS 29 11 2015 LOS NECIOS Y LOS SABIOS


¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (para el Evangelio del Domingo 29-11-2015)

¿QUIÉN ERES SEÑOR? Hch  9,5 (para el Evangelio del Domingo 29-11-2015)

No sabemos cuando llegará el fin del mundo. Puede estar a la vuelta de la esquina, o a la vuelta de siglos. Lo que sí es cierto es que podemos más o menos calcular cuánto tiempo de vida nos queda aquí  en la tierra. Al llegar éste fin, unos quedarán perplejos, angustiados, pues fueron tan necios que se creyeron dueños y señores del tiempo; en cambio los sabios  alzarán sus cabezas para ser coronados por su Señor. Ap 2,10

EN EL CORAZÓN DE PARIS.- (por Olga Alonso)

Tantas veces escucho que Dios es Amor y pienso, Dios no es solo Amor, Dios es "el Amor".
El matiz es importante porque decir Dios es Amor le describe, sin embargo, decir DIos es "el Amor" es identificarlo, es afirmar que el origen del amor es Dios mismo y por eso, donde hay amor, es Dios quien está.

Estos días escuchaba el dolor del pueblo de Paris ante la espantosa masacre que ha sufrido, llorando unidos , sufriendo en común, y cantando una hermosa canción que versaba: "Il nous reste l'amour", "nos queda el amor", en español.
Y yo pensaba, siendo París una ciudad que conozco bien y en la que no oyes mucho hablar de Dios, cuando los ciudadanos de Paris cantaban estas palabras, probablemente, sin saberlo, cantaban a Dios.
Y lo hacían, porque el dolor hace que los seres humanos viajemos a lo más profundo de nuestro ser, el dolor nos hace regresar al corazón, nuestro hogar íntimo,porque es allí donde nos encontramos con el Amor, con Dios.

Doy gracias a nuestro Padre que ha puesto dentro de cada ser humano que viene a este mundo, un lugar para el Amor, un lugar para Ël y por eso , todos somos hermanos, porque compartimos la naturaleza de poseerle dentro de nuestro corazón.

¡Dejemos de hablar de creyentes y no creyentes y hablemos de hermanos, en el Amor de Dios!

Al borde del camino II) .-El Sembrador.- Lc (8,5-8) - (por TomásCremades)

“Salió un sembrador a sembrar su simiente, y, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo los abrojos con ella la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo, dio fruto centuplicado” Dicho esto exclamó: “el que tenga oídos para oír, que oiga”
A lo largo del camino, o sentado al borde del camino como el ciego de Jericó. ¿Estoy yo sentado al borde del camino, o a lo largo del camino de mi vida? Quizá estoy “sentado” muy cómodamente en ese borde, identificándome con el camino donde no brota la simiente =PALABRA de Dios, en mi vida.
Y me conformo todos los días con las migajas que me da la vida, adaptándome a esa situación de la que no me atrevo a salir, y que, además, defiendo con uñas y dientes diciéndome a mí mismo, y los demás: ¡virgencita, que me quede como estoy!
Esas migajas pueden ser un salario cómodo, una situación ventajosa en la vida, unos hábitos adquiridos de los que no me puedo salir…o no quiero salir
Y así pasan os días, y pasa mi vida; pero Dios me ama. Me ama y quiere que salga de esta situación. Y me espera; me espera un día, y dos, y tres…y me cientos y cientos de oportunidades de salir de esta situación.
Una vez es un amigo que me dice: ¡ven a esta catequesis!  Otra vez la llamada puede ser más dura, como una determinada desgracia personal, o familiar, una quiebra económica, un fallecimiento…que te hacen reflexionar…
¿Cuántas veces muchas conversiones han venido de la mano de alguien a quien el Señor inspiró una frase, una llamada, un ¡ven y sígueme a esta o  a tal iglesia! Y ni siquiera caemos en la cuenta de que somos portadores de la Palabra de Dios en ese momento, llevando un tesoro en nuestra propia vasija de barro. 
¡Qué cerca está el Señor Jesús de cada uno de nosotros, pendiente de nuestro amor, de nuestra aceptación del Evangelio, que es el mismo Verbo de Dios encarnado! Y nosotros sin enterarnos.
A todo esto, ¿cómo reaccionó el ciego de Jericó, cuando se enteró de que pasaba Jesús?
Leemos en Lc (18, 39 y ss):
Los que iban delante le increpaban para que se callara, para que se callara, pero él gritaba  mucho más: “Hijo de David, ten compasión de mi” Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran. Cuando se acercó le preguntó: ¿Qué quieres  que te haga? Él dijo: Señor, que vea. Jesús le dijo: “Recobra la vista, tu fe te ha salvado” Y al instante recobró la vista  y le seguía  glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios. 
Los que iban delante le increpan para que se calle. Actualmente, cuando pones tu confianza en Dios y lo manifiestas, los que van delante, los sabios, los poderosos, los que confían en sus fuerzas, en su dinero, en su poder…te increpan para que te calles. Eres molesto y te preguntan, burlonamente: ¿todavía crees en los Reyes Magos? ¿Aún no sabes que son los padres?
O, si queremos acogernos al lenguaje de Dios manifestado en los Salmos, “… son mis lágrimas mi pan de día y de noche, todo el día me preguntan ¿dónde está tu Dios? (Sal 42,4)”
Pero Jesús se detiene: Él hace un camino: viene del Padre y va al Padre; pero se detiene. No pasa de largo ante el dolor humano, cuando alguien pone su confianza en Él. Ante la oración que sale del corazón, al Señor se abren las entrañas maternas, y no puede por menos de detenerse. “¿Qué quieres que te haga?” De sobra sabe Jesús lo que necesita; pero quiere confirmar la fe del ciego y de todos los que presencian la escena. Jesús sólo nos pide FE. Que públicamente demos testimonio de ella, sabiendo que Él todo lo puede, que nos FIEMOS de su Palabra. Fe es fiarse de Jesucristo. La explicación que nos dieron de niños: fe es creer lo que no vemos, es válida pero se queda raquítica. Fe adulta es fiarnos de Dios. Como diría el Salmo: “…como un niño en brazos de su madre…”(Sal 131).
También Jesús se paró en el camino de Emaús, haciendo intento de seguir, (Lc, 24, 13-35) Pero no le dejaron los discípulos: “¡Quédate con nosotros…”
Incluso Jacob  (Gen 23, 27), en el episodio de la lucha con Dios, le sujeta al rayar el alba diciéndole: “… no te soltaré hasta que me bendigas…”
Y Jesús se detiene. ¡Que vea! Pide el ciego.
Señor, yo también te pido ver. ¿Dónde te veo? Te veo en el Evangelio, tu Palabra escrita, te veo en la Escritura, palabra revelada desde antiguo a los hombres por los profetas. Te veo en las personas que sufren, en las Bienaventuranzas, en la Creación… Te veo en mis miserias, te veo esperándome cuando peco, porque el pecado no es sino el engaño de Satán al hombre que busca la felicidad donde no existe, fuera de Ti
Y continuamos con el Sembrador. Hay semillas que al caer sobre piedra se secan por falta de humedad. Parece muy lógico este razonamiento. Lo que me llama la atención es que un sembrador, siembre sobre un lecho de piedra. Algo nos quiere decir el Evangelio. 
La semilla, que representa la palabra de Dios, cae sobre nuestro propio corazón de piedra. Nuevamente viene la Escritura en nuestra ayuda. Dice el libro de Ezequiel (Ez 36, 26 y ss): “…quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne…” Está profetizado, la semilla de Dios caerá sobre nosotros como AGUA PURA QUE NOS PURIFICARÁ ( Jesucristo, el Agua viva), cambiando nuestro corazón de piedra en corazón de carne.
¿Por qué no dio fruto? Le faltaba HUMEDAD. No tenía humedad, no tenía Agua. El agua que yo te daré será un manantial que salta a la Vida Eternale dice Jesús a la Samaritana.
Y termina Lucas: el que tenga oídos para oír que oiga, en palabras de Jesús. ¿A qué oídos se refiere el Señor? Todos tenemos oídos y orejas. No. No se refiere a los oídos del cuerpo; se refiere a los sentidos del alma. Esos no los tenemos todos despiertos. El alma, tiene sentidos como los del cuerpo, pero hay que educarlos.
Israel el pueblo que Dios se escogió como heredad, y del que somos herederos nosotros también, es el pueblo de la escucha. “Shemá Israel”, escucha Israel. Y en la Transfiguración Jesús en el monte Tabor, se oyó la Voz del Cielo que decía: “Este es mi Hijo, ESCUCHADLE”(Mt 9,28-35)
Y Jesús nos lo vuelve  a recordar, “”el que tenga oídos para oír, que oiga”.
Por tanto, Señor, ¡abre nuestros oídos, no nos niegues tu Santo Espíritu! Que tu Misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de Ti.
Alabado sea Jesucristo
Tomas Cremades

Al borde del camino. I) Posturas del hombre ante Dios (por TomásCremades)

“Cuando se acercaba a Jericó estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno, y empezó a gritar diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi!”(Lc18, 35-39)
Es interesante el paso de Jesús: Él salió del Padre y vuelve al Padre; nunca vemos a Jesús parado, a no ser que, en su Majestad, revele a las gentes el Reino de los Cielos, la Misericordia de Dios o se pare para responder a las preguntas o interpelaciones de la gente de su tiempo.
Ya nos dice el discurso de Pedro a Cornelio que relatan los Hechos de los Apóstoles (Hch. 10,28): “…pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo…”
El ciego en cuestión se dedicaba a pedir limosna  sentadojunto al camino, esperando la piedad o misericordia de la gente que pasaba. No sabemos cuál era la situación que le había llevado a este lamentable estado, pero lo que es cierto es que se había acomodado a esa situación y ya sólo esperaba que le resolvieran su problema. Su posición ante la vida era ya la de permanecer sentado junto al camino
Llama la atención la “postura” de estar sentado. Los Evangelios con relativa frecuencia nos hablan de determinadas actitudes, o posturas, que podemos analizar: estar sentado, estar de pie, estar acostado…
Fijémonos en Mateo 9, 10, en la llamada a Mateo:“…Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre sentado a la mesa de los impuestos. Y le dice: ¡Sígueme! Él se levantó y le siguió…”
Mateo sólo vivía para cobrar impuestos; era un publicano cuyo modo de vida era recaudar los impuestos que los romanos habían instituido, quedándose con un tanto por ciento de la recaudación. Era la forma de vivir, de los llamados publicanos, considerados por ello pecadores en el pueblo de Israel.
El problema es que su objetivo en la vida era ese: el dinero. Estaba sentado a la mesa de los impuestos y era, podríamos decir, un impuesto viviente. Todo su ser, como si fuera su carne una continuación de la mesa, era eso: los impuestos, el dinero.
Sin embargo, el Señor, cuando lo elige, no le reprocha nada; no le increpa su mal proceder. Simplemente se limita a decirle: ¡sígueme!
¡Qué diferente de nosotros! De los reproches de un padre a un hijo, de un amigo a otro amigo, de los esposos entre sí! No es que no haya que educar, pero siempre desde la caridad, con la CORRECCIÓN FRATERNA.
¡Qué diferente el paso del Señor! ¡Sígueme! Así es nuestro Dios. ¿Cuándo te conoceré como eres? ¿Y cuándo podré amarte con la sencillez con que Tú me amas?
Continuamos con otro texto: Lc, 10 38-40: “…Yendo ellos de camino entró en un pueblo; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su Palabra…”
También Marta había hecho en esa postura de estar sentada una forma de unirse a Jesús; era la forma de acoger de forma cómoda su Palabra. Podríamos decir que en esa postura se olvida de todo lo que le rodea convirtiéndose en el “sarmiento” de la Vid-Jesús.
Muchos son los textos que nos revela la Majestad de Dios hecho carne en Jesús de Nazaret. Me atrevo a señalar uno, Mt 5,1-3:
“…Viendo la muchedumbre subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron…”.
Jesús, en toda su Magnificencia, pero al mismo tiempo con toda humildad, con toda paciencia, va desgranando el discurso de las Bienaventuranzas, verdadera síntesis de sus enseñanzas, donde nos revela el Misterio de la Redención, el Pensamiento de Dios en cuanto a la actitud del cristiano ante la Vida, tan distante del pensamiento de los hombres.
No en vano recrimina a Pedro el “pensar como los hombres, no como Dios”, en otro texto evangélico. En la catequesis de las Bienaventuranzas, el Señor Jesús, se sientapara poner en resonancia al hombre con Dios, para elevar al hombre a la categoría de Dios. Dios se hizo hombre en la segunda persona de la Santísima Trinidad, para que el hombre fuera imagen y semejanza de Él.
El texto conocido en el que Jesús comienza las Bienaventuranzas. Jesús se ha sentado, para explicar más cómodamente el texto indicado. Se sienta con toda su Majestad, tomando la Palabra para revelar la forma en que Dios entiende el Reino de los Cielos.
Al hilo de esta alocución, podemos hacer un paréntesis para meditar sobre otra actitud o postura, que aparece con frecuencia en las Escrituras: estar de pie.
Hay un texto bellísimo en el martirio de Esteban que se relata en los Hechos de los Apóstoles (Hech.7,55):
Esteban, (cuyo nombre significa Coronado, y que hizo honor a este nombre siendo coronado con el martirio de la lapidación), da testimonio público de su fe en Jesús: “…pero él, lleno del espíritu Santo, miró fijamente al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, de pie, a la diestra de Dios, y dijo: Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios…”.
El Señor Jesús, como Testigo fiel, está de pie ante el Padre testificando a su favor. Este estar de pie, es la postura del abogado defensor, nuestro Abogado defensor, que un día también testificará en nuestro favor ante el Padre cuando comparezcamos a juicio. Ya en el libro del Apocalipsis se nos revela que será precipitado el Acusador (Ap 12,10): “…porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios…”.
El diablo nos engaña una y mil veces enseñándonos como bien lo que está mal y como mal lo que está bien. Y luego nos acusa ante Dios de nuestros pecados, fruto de su engaño. Pero Jesús, el TESTIGO FIEL, nos defenderá ante el Padre.
Y estamos seguros de ello, porque “…s i negamos a Dios, Él también nos negará, pero si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a si mismo…”( 2 Tim, 12). Esta es nuestra garantía de salvación, la Fidelidad del Señor, la seguridad que cumple su Palabra y sus promesas.
Hay otro texto que, como de puntillas, se nos habla de la postura de estar de pie. Y digo “de puntillas”, porque el detalle puede parecer insignificante como detalle, pero que nos conduce nuevamente al pensamiento indicado antes. Es en el Evangelio de Nuestro Señor según san Juan. (Jn 20, 14-15), en la aparición de Jesús resucitado a María Magdalena: “…dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús…”. Él estaba revelando su profecía de la Resurrección ante María Magdalena, y en pie, testificaba la verdad de su Mensaje, la Fidelidad de su Palabra, el cumplimiento de las Escrituras, la Verdad de la Revelación,  la plenitud de nuestra fe: su Resurrección.
Es fundamental en nuestro camino de fe, fijarse en los detalles del Evangelio y de la Escritura en general: hay que ser cautos en las interpretaciones, pues nuestro adversario enemigo pretenderá llevarnos a equívocos, que nos dispersarán de nuestras iniciales buenas intenciones; pero poniéndonos en manos de Dios, con la mirada puesta en Él, en Aquel que nos conforta, como San Esteban protomártir, con la mirada y sencillez de los pequeños de Dios, no erraremos jamás, porque Él nos habla con su Palabra, y no permitirá que nuestro pie tropiece en la piedra ( Sal 90,12).

viernes, 27 de noviembre de 2015

Busca al Señor (por Carmen Pérez)

27-11-2015
Busca al Señor (por Carmen Pérez)

 "SALMO 9a. CONFIARÁN EN TI TODOS LOS QUE CONOCEN TU NOMBRE PORQUE NO ABANDONAS A LOS QUE TE BUSCAN". 

BUSCA AL SEÑOR AUNQUE TE PAREZCA QUE NO TE OYE, AUNQUE LAS COSAS EMPEOREN O SE COMPLIQUEN, SIGUE CONFIANDO, CIERRA LOS OJOS DEL ALMA Y CONFÍA. PORQUE NO ABANDONAS AL QUE TE BUSCA DE VERDAD".

Toques del alma 126

Llevar como en procesión la Palabra hacia la boca del corazón, siguiendo el sentir de los santos Padres de la Iglesia, para saborearla. Una vez degustada, el "pastor según el corazón de Dios" la ofrece al mundo por medio de la predicación. ¡No hay amor más grande al hombre que éste!

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El hombre no se salva por sus fuerzas (por Elena)

El hombre no se salva por sus fuerzas ni la conversión se da por el miedo a la muerte. 
Cuando se piensa que todo está en las propias fuerzas es cuando más se fracasa y se hunde ya que no tiene firmeza, viene el cansancio, el querer siempre ir hacia atrás, el hallar consuelo y refugio en el pecado, como dirá San Pablo "volver al hombre viejo" cuando Cristo nos a hecho totalmente nuevos. Por eso, vivir la gracia en el amor es gratuidad de Dios, si nos abrimos a El con todo nuestro ser; no es un romanticismo ni discursos sino un llamado a ser experiencia de vida. No son la fuerza propia y el temor q nos da la conversión sino el amor. Los miedos y temores se acaban, no tienen consistencia porque sabemos q todo pasa y lo que hoy vivimos no se repite y el tiempo avanza y no se detiene. Es ahí donde se vive la gracia en el "hoy" venciendo en Cristo.
El amor todo lo puede y no hay pecado que sea más fuerte que El!

martes, 24 de noviembre de 2015

Continúa Señor... - (por Olga Alonso)


"Continúa, Señor, dándonos cada día el impulso para decirle al mundo que existe una esperanza que combate toda la desesperación; un amor que enciende todas las luces de la vida y una pasión que crece cada día y por la que merece la pena vivir."

PASTORES SEGÚN MI CORAZÓN - (Hombres de Dios para el mundo) - CAPÍTULO III.-Sus discípulos se le acercaron



III - Sus discípulos se le acercaron
                             
Es la cercanía al Señor Jesús, al Maestro, lo que forma el corazón de sus discípulos a imagen del suyo, el Buen Pastor. Cercanía que se nos da a conocer explícita y repetidamente a lo largo del Evangelio, como bien sabemos.
Hay con todo un  momento que podemos llamar crucial en la predicación del Hijo de Dios en que esa cercanía es profunda y manifiestamente reveladora; supone un desmarcarse del mundo por parte de los discípulos a fin de entrar en la órbita del Maestro para ser formados por Él. Me refiero a aquel día en el que Jesús subió al monte, se sentó y proclamó el Sermón de la Montaña, catequesis que podríamos definir como el ADN del discipulado.
Mateo introduce este discurso evangélico, tan magistral como sublime del Hijo de Dios, en estos términos: “Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo…” (Mt 5,1-2).
 Partamos con detenimiento este texto. Jesús sube a un monte. Tengamos en cuenta la reminiscencia que tiene el monte en la espiritualidad del pueblo santo. Se sienta a fin de comunicar las palabras que el Padre pone en su boca (Jn 12,49). Abajo han quedado los que le acompañan, toda una muchedumbre, explicita Mateo. Sin embargo, el evangelista especifica que un grupo de entre la multitud –sus discípulos- se le acercaron.
De esta cercanía, a fin de que su corazón sea moldeado por el Buen Pastor, es de la que estamos hablando. Acercarse, en la espiritualidad bíblica, no se reduce simplemente a una proximidad física, sino que apunta a una realidad mucho más profunda. Es un aproximarse para escuchar con atención, un ir al Evangelio del Señor con el oído abierto. Isaías nos hace saber que uno de los signos distintivos del Mesías es el de tener el oído abierto a Dios (Is 50,4). Esa es la razón por la que tendrá un corazón según el suyo: corazón de Pastor.
Es en esta dimensión que hemos de entender a todas aquellas personas que, a lo largo de la historia, han llegado a ser pastores según el corazón del Señor que los llamó. Se han desmarcado de la muchedumbre a fin de acoplar su oído y su corazón –son inseparables- al Evangelio. Se han separado de los hombres a fin de dejar que el Hijo de Dios cree en ellos un corazón según el suyo para, a continuación, enviarlos de nuevo  a su encuentro, a la inmensa e ingente muchedumbre del mundo entero. “…y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).
 Volvemos nuestros pasos al Sermón de la Montaña. Habíamos dejado al Hijo de Dios sentado y en actitud de enseñar a los discípulos que, habiendo salido de la multitud, se habían acercado a Él. Por supuesto que, hablando de discípulos, trascendemos el grupo de los doce y vemos en un instante eterno y supraespacial la fila interminable de hombres y mujeres sedientos de Trascendencia, que hicieron de su vida una apasionada búsqueda de Dios. Así como nos es fácil imaginar al andariego acercar con ansia y gozo sus labios resecos a la fuente que encuentra en su caminar, vemos también a estos hombres y mujeres allegarse con sus oídos y sus corazones –aburridos de toda rutina- a las palabras de vida que fluyen de la boca de su Señor: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida” (Jn 6,63b).
De la abundancia del corazón
Nos detenemos a degustar la primera de las ocho bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5,3). Podemos señalar que miles y miles de arroyos y veneros han surgido de este manantial de agua viva nacido de esta primera bienaventuranza. Nos vamos a decantar por uno de ellos, siempre en la línea de reconocer a los pastores según el corazón de Dios. Discípulos llamados por su Hijo, que tienen la misión de iluminar al mundo entero (Mt 5,14) y de revestirlo con su alegría (1P 1,6-8), alegría que su Pastor sembró en sus entrañas: “Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros… Ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada” (Jn 17,11b-13).
Los pastores según el corazón del Hijo de Dios son pobres de espíritu porque son hijos de la precariedad; por no tener seguridades, no tienen ni siquiera garantizada la Palabra           –según la garantía del mundo- con la que se alimentan a sí mismos y a sus ovejas. Permanentemente han de estar pendientes de que Dios ponga sus palabras en su boca, como atestigua el apóstol Pablo: “…orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos, y también por mí, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio…” (Ef 6,18-19).
No predican, pues, de lo que han aprendido de memoria, sino de lo que Dios les da gratuitamente, tal y como profetizó Isaías (Is 55,1-2). Así, de la abundancia de su corazón, alimentan a su rebaño, como afirma Jesús (Mt 12,34). En este sentido, hemos de señalar que no es posible ser pastor según el corazón de Dios sin la experiencia continua de la precariedad. Sólo quien vive en el día a día en esta especie de escuela, aprende a confiar en Dios. De ahí que podemos traducir la primera bienaventuranza en estos términos: Bienaventurados los que, llenos de confianza, aceptan la precariedad evangélica, porque conocerán lo que es tener la vida depositada en las manos de Dios. Ellas son el verdadero Reino de los Cielos.
Los pastores según el corazón del Hijo de Dios encarnan, al igual que Él, -por supuesto que no en la misma plenitud- la experiencia de fe del salmista que, habiendo sopesado los dioses del mundo, aquellos que insistentemente pretenden absorber su vida llenándola de vacíos, se decantan por el Dios vivo, el que da sentido a su existencia. Él es su bien, su lote y su herencia. Paradójicamente, esta su fe, fuerte como una roca, se apoya en la precariedad, ¡Bendita y prodigiosa precariedad que le permite saberse en las manos de Dios! En Él, su vida y su destino están asegurados: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen… El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en su mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sl 16,1-5).
La experiencia de la precariedad. He ahí el genuino campo de la fe, en cuyos surcos el grano de trigo encuentra su lugar para germinar y dar fruto (Jn 12,24). Por supuesto que estos pastores no están en absoluto exento de crisis, desánimos, dudas y hasta de llegar a pensar que están perdiendo su vida por una causa perdida o bien, que no le interesa a Dios. Isaías nos presenta esta terrible tentación en una de sus profecías mesiánicas más dramáticas: “Yo me decía: Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente he gastado mi vigor. ¿De veras que Dios se ocupa de mi causa, y de mi trabajo?” (Is 49,4).
En manos de Dios
¡Cuántas veces esta profecía mesiánica se cumple también en los pastores con la intención de adueñarse de su alma hasta someterla! Tristeza y angustia se abaten sobre ellos como se abatieron sobre su Maestro: “Mi alma está triste hasta morir”, exclamó  con un gemido estremecedor en el Huerto de los Olivos (Mt 26,38). Es como si su alma  hubiera sido atravesada por una espada; sin duda que el dolor alcanzó también a los suyos. Bajo esta tentación, parece que la precariedad sea algo casi ridículo, ajena al sentido común; nos sentimos como desamparados. Tiembla el alma de estos amigos de Dios. Sin embargo, justamente por ser amigos, porque han hecho experiencia de su cercanía y sus cuidados, se sobreponen a la “falsa evidencia” de creer que se han equivocado al haber aceptado la misión recibida de su Señor. Rehaciéndose de su abatimiento, levantan sus ojos hacia Él, y proclaman exultantes: “Pero yo confío en ti, Señor, te digo: ¡Tú eres mi Dios! En tus manos está mi destino, líbrame de las manos de mis enemigos y perseguidores; haz brillar tu rostro sobre su siervo… No haya confusión para mí…” (Sl 31,15-18).
La fluctuante y sinuosa precariedad se ha convertido en roca firme; en ella han encontrado a su Dios… ¡y descubrieron que es Padre…, su Padre! Es entonces cuando saben que sí, que han acertado al aceptar la llamada que recibieron. Han acertado con su vida no porque ésta haya culminado la realización de un proyecto tras otro, sino por algo mucho más esencial, han culminado su Gran Proyecto: haber encontrado en las manos de Dios su hogar. Dios es el único que está pendiente de su causa porque piensa en él (Sl 40,18). Es así porque la causa del que llama y del llamado es la misma, como se nos dice en los Hechos de los Apóstoles hablando de Pablo y Bernabé: “Hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos donde vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que son hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo (Hch 15,25-26).
Los pastores según el corazón de Dios se saben, a pesar de las tormentas y contrariedades de todo tipo, en sus manos. Antes que pastores, son ovejas del Buen Pastor quien, al elegirlos, los tomó en sus manos y los pasó a las manos del Padre con esta garantía: “Nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre” (Jn 10,28-29). Tanto en el Hijo como en sus pastores, se cumple la profecía-promesa de estar “guardados junto a Dios, sellados en sus tesoros” (Dt 32,34).
En tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46). He ahí el grito de fe del Hijo de Dios mientras las tinieblas, ingenuamente, celebraban su triunfo en el Calvario. Grito de victoria, cuyos ecos resonaron con tal fuerza que todos reconocieron que el crucificado había vencido: “… Todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho (Lc 23,48).
En tus manos, Padre: ellas son las bolsas donde los bienes adquiridos por el Evangelio y la evangelización -tesoros inagotables, puntualiza Lucas-  están seguros, son inalcanzables a los ladrones, inmunes a la carcoma de la polilla; y a la luz de los días en que vivimos, inaccesibles a la voracidad y vaivenes del mercado: “Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla” (Lc 12,33) A estos pastores que confían su vida en las manos de Dios, Él mismo les llama pastores según su corazón (Jr 3,15).

Toques del alma 125

Más allá de las palabras, a veces tan devaluadas por ambiciones y vanidades inconfesadas…, está la Palabra. Nada hay en Ella de ambigüedades ni trampolines para medrar. La Palabra es por sí misma el Amor inmortal; quien se deja seducir por ella saborea la inmortalidad del Amor.

Toques del Alma 124

Sed para los demás, dice el Hijo de Dios sin cesar a sus discípulos. Sed mi Teofanía, mi Presencia ante los esclavos de toda ausencia, los gimientes del espanto de la soledad.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Toques del Alma 123

22-11-2015
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

El espacio habitacional de Dios en ti es directamente proporcional al que tú desocupes en tu abrazarte al Evangelio. Cuanta más vida tuya entregas al mundo, más vida suya   –la de Dios- entra en ti.

sábado, 21 de noviembre de 2015

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5
Se extrañó Pilato de que todo el pueblo a una con los Sumos Sacerdotes le entregasen a Jesús para condenarle a muerte. La cuestión es que todo aquel que viva en la Mentira..rechaza la Verdad..a Jesús..por eso sigue siendo entregado. Sin embargo...es Rey de Reyes y Señor de Señores..Ap 19,16

viernes, 20 de noviembre de 2015

La iglesia, enigma o misterio.- parte I.- (por Manuel Armenteros Martos)

Ante los mundanos hechos e infidelidades de algunos de sus miembros de la Iglesia, valga esta breve reflexión sobre ella.
Nuestra iglesia, pues soy creyente practicante, desde el principio tuvo que superar un doble escollo: la desafección de los judeocristianos que bajo la presión del nacionalismo judío, corrían el peligro de volver a la Antigua Alianza, y la presión de los pagano-cristianos que corrían el riesgo de abandonar la Fe nueva, antes que verse apresados por el judaísmo antiguo, universalizándose la iglesia.
Más adelante, insertada, metida en las estructuras de la vida política del Imperio romano, del Feudalismo después, de la Cristiandad medieval y de las naciones modernas... la Iglesia debería haber perecido con ellas. Pues bien lo extraño, lo paradójico es que sigue existiendo, presentado ante el mundo más santos (as) que visibles pecadores. Veinte siglos no han logrado acabar con su vitalidad.
En la historia humana tal como la conocemos, semejante temporalidad constituye un verdadero enigma,,
   
(continua en parte II)

La Iglesia, enigma o misterio .- parte II.- (por Manuel Armenteros)

(viene de parte I.....)

.. Sabemos por la Fé que la Iglesia no perecerá, porque el principio de su perennidad no está en el hombre sino en Diós, revelado y encarnado en su propio Hijo Jesucristo y en su Espíritu que la impulsa. Por ello todo aquel que es consciente no debe extrañarse demasiado de que una institución haya logrado mantener su identidad y dinamismo. La Iglesia, insisto, no deja de ser a pesar de todo, una paradoja, pues en el seno del abismo de sus miserias, encuentra la cruz que el ecándalo lleva aparejada y al asunirla como  Jesús, la Iglesia encuentra siempre la luz y la fuerza de su Resurreción, purificándose. El fenómeno parece desembocar más que en un enigma , en un Misterio. Un Misterio de Salvación de Dios para los hombres. Porque dentro de ella transita su Reino, donde el perdón, la gracia y la misericordia de Dios, nos introduce en Él, nunca por nuestros propios méritos.

TRES CANTOS.- 10 de Noviembre de 2015.- Manuel Armenteros Martos

El señor cuida de sus fieles (por Carmen Pérez)

"SALMO 146: EL SEÑOR CUIDA DE SUS FIELES, LOS QUE CONFÍAN EN SU MISERICORDIA.
Nos dice, no te apures ni te agites por los problemas de la vida. Carga sobre Mí todas tus angustias, Yo te amo y sé lo que te hace falta".

Toques del Alma 122

20-11-2015
Toques del Alma 
(Por el padre Antonio Pavía)

En cada generación surgen como por encanto voces que exigen a la Iglesia una adaptación al “mundo real”. Estas voces que se dicen y creen autorizadas, olvidan que Jesucristo envió a sus discípulos al mundo para ser su Luz (Mt 5,14), y no cómplice de sus tinieblas.

jueves, 19 de noviembre de 2015

TU ME SEDUCES Y ME HABLAS AL CORAZÓN.-(por Paloma Sebastián)

Dios ama infinitamente a todos sus hijos y busca atraernos hacia  Él . El salmista totalmente atraído por Dios habla así: " Como buca la cierva corrientes de agua , así mi alma te busca a tí Dios mío" , " cuando encontraba palabras tuyas , las devoraba".
     Dios nos lleva al desierto para seducirnos y hablarnos al corazón. Cuando el Señor dice que nos va a llevar al "desierto" , está queriéndonos decir  que tenemos

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Toques del Alma 121

 

1. No hay mayor acto de amor al hombre que el de anunciar el Evangelio  de Dios, es así como recibe la luz que le permite encontrar su alma o, dicho de otra forma, le permite encontrarse.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Toques del Alma 120

40. Por más que nos asombremos de la grandeza de la creación con todas sus galaxias, y aun teniendo en cuenta que la inmensidad que queda por descubrir es mayor que lo que conocemos, bien pequeño es todo ello al lado de lo que Dios Padre quiere y puede hacer en nuestro espíritu. Es tal su hacer en nuestras interioridades que a su lado, la creación entera no parece sino más que un simple ensayo.  

sábado, 14 de noviembre de 2015

¿Quién eres Señor? Hch 9,5 (Para el Evangelio del Domingo 15-11-2015)

¿Quién eres Señor? Hch 9,5
(Para el Evangelio del Domingo 15-11-2015)

El sol, la luna y las estrellas..figuras bíblicas que representan toda idolatria,  caerán. Si, caen gradualmente y estrepitosamente a las puertas de la muerte.Por el contrario el que muchos creen muerto, una simple fábula, viene con poder y gloria inmortal para sus elegidos. Una aclaracion: La elección se busca, se escoge, como Maria la de Betania que supo escoger la mejor parte: sentarse a los pies de Jesús escuchando su Palabra(Lc 10,38-42)

viernes, 13 de noviembre de 2015

PASTORES SEGÚN SU CORAZÓN - (Hombres de Dios para el mundo) - CAPÍTULO II.-UN HOMBRE SEGÚN SU CORAZÓN


II - Un hombre según su corazón

Nos adentramos en los entresijos de la historia de Israel y recogemos el encuentro entre el profeta Natán y el rey Saúl, aunque más que encuentro habría que llamarlo ruptura. El profeta es portador de un mensaje de Dios para el rey: ha sido desechado a causa de su desobediencia, pues ha desoído su mandato para hacer lo que él creía más oportuno. Para que no quede la menor duda de lo que ha supuesto la deslealtad de Saúl  para con Dios, el profeta le dice textualmente: “Yahvé se ha buscado un hombre según su corazón, al que ha designado caudillo de su pueblo, porque tú no has cumplido lo que Yahvé te había ordenado” (1S 13,14).
Un hombre según su corazón, es decir, alguien que dará prioridad en su misión a lo que le dice Dios, y no a sus corazonadas, aquellas que dan paso a la desobediencia, que fue lo que hizo Saúl. Pablo, al comentar la elección de David, resalta la unión indisoluble entre corazón recto según y conforme a Dios y el cumplimiento de su voluntad: “… les suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera” (Hch 13,22).
“Os daré pastores según mi corazón”, había prometido Dios a su pueblo por medio de sus profetas (Jr 3,15). Promesa y profecía que alcanza toda su plenitud en Jesucristo, y, por medio de Él, a los pastores que llamó y sigue llamando a lo largo de los tiempos.
Antes, sin embargo, de abordar al Hijo, nos conviene sondear en las inagotables riquezas de la Escritura, cómo es la acción de Dios en orden a moldear, trabajar, el corazón del hombre; ese corazón “tan retorcido como doloso” que nos retrata Jeremías (Jr 17,19).
No, no se cansa Dios de escrutar, como buen Alfarero, nuestro corazón tan posesivo; sabe que se puede trabajar en él aunque las primeras impresiones den a entender que es material desechable; algo así como el escultor que rechaza una piedra arenosa por su inconsistencia, ya que sabe perfectamente que no puede sacar de ella la figura que tiene en mente. Dios no es así; es capaz de convertir la arena en roca firme y hacer su obra; por eso es llamado el Alfarero, el Escultor por excelencia (Is 29,16).
Así es Dios. Es Creador, el que hace ser de donde no es, el que da forma a lo que parece hueco y vacío. Es capaz de moldear nuestro corazón hasta hacerlo semejante al suyo. Lo trabaja con un cuidado y amor infinito, está pendiente, extremadamente atento y preocupándose de que alcance la suficiente madurez mientras se fragua en el crisol de la prueba. Él sabe marcar los tiempos para que pueda resistir al fuego que le permite moldearlo. A la vez le va limpiando de toda ganga y escoria. Oigamos la experiencia del salmista: “Tú sondeas mi corazón, me visitas de noche; me pruebas al crisol sin hallar nada malo en mí: mi boca no claudica al modo de los hombres. La palabra de tus labios he guardado…” (Sl 17,3-4).
Si fuerte nos parece el testimonio del salmista, mucho más, creo yo, se nos antoja el de Job, la figura bíblica que representa al hombre de fe, el que “se deja hacer por Dios” por más que no entiende en absoluto los acontecimientos que caen sobre él. Sólo sabe una cosa: que Dios no puede jamás hacerle el mal, sino el bien. Por eso y enfrentándose incluso a sí mismo, a sus protestas interiores, se deja hacer por Él. En su angustia se agarra a una certeza: si se deja probar por Dios, llegará a ser oro puro a sus ojos. Oigamos su testimonio: “Pero él sabe todos mis pasos: ¡probado en el crisol, saldré oro puro…! Del mandato de sus labios no me aparto, he albergado en mi ser las palabras de su boca” (Jb 23,10-12).
No, no es nada fácil dejarse hacer por Dios. No lo es en absoluto, ya que la tentación, siempre vigente de la desconfianza que nos mueve a esquivar su voluntad, nos acosa sin cesar. Llegar a tener un corazón según el de Dios es todo un proceso, más aún, un combate en el que se ganan y pierden pequeñas y grandes batallas. Al final, el vencedor -me estoy refiriendo al que deja vencer a Dios- puede testificar, igual que Jeremías, que su corazón está con Él, le pertenece: “… A mí ya me conoces, Dios mío, me has visto y has comprobado que mi corazón está contigo” (Jr 12,3).
Cuando Dios afirma respecto de alguien que tiene un corazón según el suyo, no le está confiriendo una especie de título honorífico, está afirmando que ha alcanzado la actitud e idoneidad para hacer su voluntad. Por increíble que parezca, es como si Dios le dijera: “Eres de fiar, te encomiendo esta misión”.

No busco mi voluntad

Los personajes que hemos citado a lo largo de este texto –David, Job y Jeremías- son, al igual que las grandes figuras del Antiguo Testamento, iconos que profetizan y preanuncian el Icono por excelencia, Aquel cuyo corazón fue uno con el corazón de su Padre: Jesucristo.
De Él sí que se puede decir que nunca aspiró a otra libertad, sea de palabra o de obra, que la de identificarse con su Padre. No hubo dos voluntades, la del Padre y la del Hijo, sino una sola. Jesús no se siente infravalorado por hacer la voluntad de Otro. Es su gala y su orgullo y nos lo hace saber abiertamente: “Yo no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; –al Padre- y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 5,30).
En su obediencia al Padre y como consecuencia natural a la misión por el Él confiada, se va moldeando en su naturaleza humana un corazón disponible. Recordemos al autor de la carta a los Hebreos: “Jesús aprendió sufriendo a obedecer” (Hb 5,8). Jesús tiene un corazón humano en total comunión con el del Padre; sólo con su obediencia es posible tal identificación. Jesús, el Señor, es el Buen Pastor por excelencia según el corazón de Dios anunciado por los profetas. En Él confluyen dos voluntades, mejor dicho, dos corazones: el suyo y el de quien le envía;  digamos que el Enviado y el Dueño de la mies tienen un solo corazón, el amor los ha fusionado.
El Padre ama al Hijo, bien lo sabe Él en lo más profundo de su ser aun cuando su vida está en juego a causa de su obediencia: “Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo” (Jn 10,17). Por su parte, Jesús ama al Padre, lo ama en la más radical totalidad, lo ama como Hijo y como Enviado. Por amor es capaz de someterse al poder del mal, personificado en el Príncipe de este mundo. Se someterá para que quede bien claro ante el mundo entero quién tiene la última palabra acerca de su vida y la de todo hombre: Si el Príncipe de este mundo o Dios, su Padre. Dará este paso trascendental como broche de oro de toda una vida y misión que testifica que su amor al Padre no es sólo de palabra sino también de obra. Oigamos su confesión, justo a las puertas de su pasión,  de este amor único e incondicional: “…llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según su voluntad” (Jn 14,30-31).
Amor de comunión, amor de palabras y obras el de Jesús. Amor donde no se sabe dónde termina un corazón, el del Hijo, y dónde empieza otro, el del Padre. Amor que pone en evidencia tantos falsos amores entre los hombres y Dios; falsedad que el profeta Oseas denunció explícitamente: “¡Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío matinal, que pasa!” (Os 6,4b).
Amor volátil a Dios, e incluso perverso, que los profetas denunciaron repetidamente y acerca del cual Jesús se pronunció parafraseando a Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mt 15,8). ¿Cómo pretender tener un corazón según el corazón  de Dios, con esta lejanía? Una distancia bien establecida que hace entrever un Dios molesto a quien hay que tener alejado, porque no nos permite vivir nuestra vida en paz. Recordemos lo que decían estos israelitas a los profetas que les llamaban a conversión: “Apartaos del camino, desviaos de la ruta, dejadnos en paz del Santo de Israel” (Is 30,11).
Jesús, el Hijo, el que con su obediencia se dejó modelar por el Padre, a quien le permitió hacer hasta que su corazón llegó a ser según el suyo, tiene el poder recibido de Él para modelar el corazón de los discípulos, de forma que también en ellos se cumpla la promesa-profecía de Jeremías: “Os daré pastores según mi corazón” (Jr 3,15).
Jesús es, entonces, modelo y modelador. Las manos con las que hace su obra en sus pastores son su Evangelio. Por supuesto que esta es una realidad que nos sobrepasa. Tenemos la tentación de pensar que un buen pastor se hace a sí mismo, como a sí mismo se hace un médico, un ingeniero, una juez… No, en este  caso es Dios quien hace por medio de su Hijo, aunque también es necesario señalar que éste sólo actúa en quien se deja hacer no pasiva sino amorosamente, confiadamente. En estas personas Jesús deposita su Evangelio que, como dice Pablo, es operante (1Ts 2,13b). Es justamente Jesús con su Evangelio quien más partido  saca de todas las riquezas, intuiciones, pulsaciones y metas de nuestro corazón.
Estremecedoras hasta lo indecible nos parecen las palabras del Buen Pastor a su Padre acerca de los futuros pastores que, sentados a su mesa, participan de la Última Cena: “…Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me confiaste se las he confiado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado” (Jn 17,6b-8).
Fijémonos bien en lo que Jesús, acaba de susurrar a su Padre: “Las palabras que tú me has confiado, aquellas por las que mi corazón es según el tuyo, yo, a mi vez, se las confío a ellos para que, más allá de su debilidad, actúen en sus corazones haciendo que lleguen a ser pastores según Tú y según Yo; según nuestro corazón: el tuyo y el mío.