martes, 25 de julio de 2017
lunes, 24 de julio de 2017
Poemas II.- Esperar (por Olga Alonso)
Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Lc 10, 23-24
ESPERAR
Nos hemos cargado de bases de datos que nos proporcionan información sobre lo que queremos saber.
Nos hemos acostumbrado a resolver de inmediato nuestras dudas acudiendo a los lugares donde esa información se almacena.
Necesitamos saber rápidamente cómo resolver un problema o conocer de inmediato el final de la historia.
En definitiva , somos los reyes del devenir, porque tenemos muchos, muchos datos que nos permiten saber qué va a pasar con todo, o…… con CASI TODO.
Y nos enfadamos cuando vemos cosas que están a merced de la voluntad de Dios.
La de los antiguos pescadores que echaban sus redes y aguardaban a que el mar y el cielo, les respondieran con una buena pesca.
O, los caminantes, que conocían el camino que iban a hacer hoy, pero desconocían el de mañana porque no dependía de ellos.
Y grito a Dios por recuperar esa antigua entrega paciente al infinito.
Y protesto porque tengo miedo a no saber y me siento perdida en el mundo.
Es como si me hubieran quitado el suelo debajo de mis pies y sintiera que mi cuerpo y mi mente se desplazan en caída libre hacia un lugar que desconozco.
Y descubro que ese lugar es el “nacer de nuevo” del que hablaba Jesucristo y voy contenta, a pesar de estar asustada.
Porque camino con El.
Tú, Señor, me sacaste del seno materno,
me confiaste al regazo de mi madre;
a ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
Salmo 22 (21), 10-11
sábado, 22 de julio de 2017
Pastores según micorazón.- XXVIII.- Desde la médula del alma (Padre Antonio Pavía)
Desde
la médula del alma
El Prólogo del
evangelio de san Juan contiene la catequesis por excelencia acerca de la
Palabra como fuente de la fe y, por lo mismo, fuente también de la
espiritualidad cristiana. Estamos hablando de una sola fuente así como de una
sola vida, la Eterna, y lo es porque mana del Dios vivo.
Si nos
acercamos al Prólogo en cuestión, vemos que Juan establece una relación entre
la Palabra y la fe siguiendo una línea ascendente. Una vez que identifica a la
Palabra con Dios (Jn 1,1) por su poder creador, vital, y por su luz, nos hace
saber, de una forma u otra, que la gran tentación del hombre es la de ponerse,
bajo mil justificaciones, de perfil, ante ella, la Palabra.
Hablando de los
pueblos del mundo en general, nos dice Juan que éste no la conoció, por más que
las obras creadas por la Palabra son patentes y visibles, como tantas veces
viene atestiguado a lo largo del Antiguo Testamento, especialmente en los
Salmos. Esta actitud del hombre revela su desconfianza hacia Dios. No es que le
niegue, pues de hecho todos los pueblos de la tierra han levantado sus altares,
formulado ritos y escogido mediadores ante sus dioses. Sin embargo, podemos
percibir que esta forma de actuar no tenía otra intención que la de llevar a su
territorio, a su campo de acción, el poder de lo alto, misterioso y oculto.
Lo que sucede es que en el fondo subyace un
cierto miedo ante todo aquello que les superaba. Es por ello que se consideraba
bueno marcar el propio territorio, Dios en lo suyo y nosotros en lo nuestro;
tratando, a la vez, de contentarle con toda clase de sacrificios, bien para que
nos proteja de los azotes de la naturaleza, bien para que no nos castigue. En
realidad, todos estos pueblos hicieron lo que catequéticamente se nos dice de
Adán y Eva cuando pecaron: “Oyeron el ruido de los pasos de Dios… y el hombre y
su mujer se ocultaron de la vista de Dios por entre los árboles del jardín” (Gé
3,8).
Sin embargo, en
la relación de la humanidad con Dios, encontramos una aproximación -en realidad todo un salto cualitativo-
cuando Él se da a conocer a un pueblo. Le llamará “mi pueblo”, y le acompañará
por medio de su Palabra que, a su vez, se desplegará en múltiples obras de
salvación a su favor.
Israel, el
pueblo santo de Dios, testificará, una y otra vez, que sí, que el Dios vivo
vino a su encuentro con su Palabra, cosa que no hizo con ningún otro pueblo de
la tierra: “Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido
desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿Hubo jamás desde un
extremo a otro del cielo palabra tan grande como ésta? ¿Se oyó cosa semejante?
¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la voz del Dios vivo hablando
en medio del fuego…?” (Dt 4,32-33). Israel es consciente de su elección y de
que su grandeza reside no solamente en que el Dios único se haya dirigido a él
con su Palabra, sino en que ésta ha sido viva y eficaz. Completamos su
confesión de fe antes iniciada: “¿Algún dios intentó jamás venir a buscarse una
nación de en medio de otra nación por medio de pruebas, señales, prodigios…,
como todo lo que vuestro Dios hizo con vosotros, a vuestros mismos ojos, en
Egipto?” (Dt 4,34).
Sin embargo,
Juan –volvemos al Prólogo de su evangelio- nos dice que su pueblo, el que tuvo
un conocimiento tan especial de Dios por haber sido destinatario de su Palabra,
también marcó sus distancias cuando ésta se hizo carne en Jesús de Nazaret. Así
lo expresó el apóstol: “Vino a su casa –la Palabra- y los suyos no la
recibieron” (Jn 1,11). Aun contando con este rechazo, Dios vino, se encarnó y
puso su tienda entre nosotros, en nuestro bien delimitado y marcado territorio
de impiedad, para exorcizar nuestros temores y recelos.
Rompió nuestras cercas
Dios se hizo
Emmanuel a fin de arrebatar a Satanás el veneno del miedo que había inoculado
en nuestro corazón, que es en realidad la razón por la cual el hombre marca su
autonomía frente a Dios. El Hijo de Dios se encarnó, murió y resucitó, dando
muerte a todas las lacras con que Satanás nos había revestido; en su lugar, el
Señor Jesús nos revistió del espíritu que nos hace dirigirnos a Dios con el
nombre de Padre. “No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el
temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace
clamar: ¡Abbá, Padre!” (Rm 8,15).
Estamos
hablando de la plenitud de la fe, plenitud que es fruto, ante todo, del
increíble amor de Dios al hombre. Encerrados como estábamos en nuestro territorio,
por cierto, bien cercado frente al peligro de la injerencia de Dios, reverenciándole,
como quien dice, desde lejos por tantos miedos a los que ya hemos hecho
referencia, Dios, que no se aviene a mirar distante al hombre, vino a su
encuentro: se hizo Emmanuel.
Nos vio carentes
de perspectiva, abrazados a fantasías, sobreviviendo en burbujas de felicidad,
y nos dijo a todos: ¡Ánimo!, que soy yo; no temáis” (Mt 14,27). Este fue el
anuncio que escucharon los apóstoles cuando estaban a punto de naufragar en su
barca. A continuación invitó a Pedro -todos somos Pedro- a caminar sobre las
aguas, imagen de la inestabilidad que nos hemos creado. “Pedro le respondió:
Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas. ¡Ven!, le dijo. Bajó
Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús” (Mt
14,28-29). Se rompió el cerco, las alambradas del territorio marcado se hicieron
añicos. Desde entonces, desde la encarnación de Dios, que incluye su victoria
sobre la muerte junto con la invitación de participar de esta su victoria, el
hombre ya no está limitado por nada ni por nadie. ¡Es hijo del Eterno, de Dios,
del Infinito!
Hijo de Dios,
sí, y así es como Juan culmina su secuencia en lo que a la graduación de la fe
se refiere. Se parte de conocer al Creador por sus obras en el mundo, y alcanza
su cénit al conocerle por su Palabra no tanto en cuanto concepto, sino en
cuanto que encierra el hacer de Dios por todo aquel que la acoge; es un conocer
que implica recibir. Oigamos a Juan: “A todos los que la recibieron les dio
poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1,12).
Llegamos -como
he dicho- al culmen de la fe, de la espiritualidad, a la plenitud del amor de
un hombre hacia Dios. Hablamos de un conocer, recibir y acoger la Palabra, el
Evangelio. María de Nazaret es Madre de la Iglesia e Icono del discipulado
porque su recibir precedió al concebir. El ángel se le acercó y no encontró
ningún territorio marcado; por ello, la Palabra transmitida por Gabriel se hizo
carne en ella. María la concibió y la dio a luz. He ahí, en brevísimas
palabras, el auténtico y genuino plan pastoral: ésta es la evangelización en
estado puro: recibir el Evangelio, concebirlo en las entrañas del alma y darlo
a luz: anunciarlo.
María se nos
presenta como el plan de pastoral vivo por excelencia; no está muerto en una
letra, está vivo en su persona; por eso la podemos llamar Madre de todos los
pastores según el corazón de Dios. Éstos también reciben primeramente el
Evangelio, y lo conciben en sus entrañas. De ahí al hecho de anunciarlo no hay
ningún paso, es como un pálpito natural. Hablamos del ritmo de Dios; no es el
de la sabiduría de este mundo, mucho más enmarañado, es –repito- el de Dios, y
por ser suyo es vivo y eficaz.
Una habitación para la
Palabra
Insistimos en
el binomio recibir/concebir la Palabra. Algo de esto saben los pastores según
el corazón de Dios como, por ejemplo, Pablo, que se sabe habitado por
Jesucristo; lo siente vivo en sus entrañas y le surge imperiosamente la
necesidad de comunicarlo. A su muy conocida confesión “ya no soy yo quien vivo,
es Jesucristo quien vive en mí” (Gá 2,20), podemos añadir otras como ésta, en
forma de exhortación, que encontramos en
su carta a los Efesios y que se asemeja a una llama que se eleva desde el horno
de su alma: “…y que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que,
arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cual
es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la
total Plenitud de Dios” (Ef 3,17-19).
En esta su
forma de dirigirse a sus ovejas, reconocemos la ternura de Pablo. No se dirige
a ellas con la autoridad que le podía conferir su título de apóstol de los
gentiles otorgado por el mismo Hijo de Dios (Hch 26,17), sino como pastor que
desea vivamente que sus ovejas participen de las gracias a él concedidas.
Quiere con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas que todos
los hombres, empezando por aquellos que le han sido confiados, tengan una
experiencia del Señor Jesús tan determinante, en el mejor sentido de la palabra,
como la suya. No se conforma con sentir estos impulsos, sino que los lleva a
cabo.
Recorre Europa
de punta a punta, e incluso las regiones
más conocidas entonces del continente asiático; ninguna distancia
quiebra su amor, ninguna dificultad, ningún contratiempo o persecución. Le
apremia el hombre sin Dios, sin su amor, sin su salvación. Al amar así al Dios
vivo y al hombre, Pablo lleva el mandamiento de Jesús a su máxima expresión.
Recordemos la respuesta que dio al escriba que le preguntó cuál era el primer y
más importante mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El
segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt
22,37-39). No necesitó Pablo ningún tratado para estudiar qué era la caridad o
la perfección. El mismo Evangelio creó en sus entrañas el amor a Dios con todo
su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas; y, con esa riqueza en sus
entrañas, se dirigió a los hombres y les anunció la Vida.
En la misma
línea, y siempre movido por el celo de que sus ovejas participen no como
espectadores, sino como actores de la incalculable riqueza que Dios derrama en
el alma de los que se acercan a su Hijo por medio del Evangelio, Pablo dice a
su rebaño de Colosas: “…Que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a
ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. La
Palabra de Cristo habite en vosotros en toda su riqueza” (Col 3,15-16a).
No es corto el
corazón del apóstol en sus deseos de que sus ovejas crezcan; las impulsa a fin
de que sus almas se vean colmadas con los innumerables tesoros del Evangelio de
Jesús. Al decirles y decirnos lo que hemos escuchado en la cita anterior,
señala explícitamente que el corazón del hombre está capacitado para acoger,
recibir y concebir la infinita riqueza de Dios por medio de su Hijo.
Acoger, recibir
y concebir: he aquí el trípode que provoca la manifestación de Dios al mundo
por medio de la predicación de sus pastores, los que dejaron a Dios que se
hiciese Emmanuel en su terreno, también acotado. En su experiencia de la
Encarnación, sus campos se abrieron al infinito. Fue entonces cuando les fue
dado amar su heredad; al igual que el salmista, la consideraron preciosa: “El
Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en su mano: me ha
tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sl 16,5-6).
Sin límites, ni vallas, ni cercas. Estos
pastores, al igual que María, se abrieron a la Encarnación de Dios al tiempo
que conocieron la libertad; sí, la libertad para salir de su encierro e ir al
encuentro de sus hermanos. Ahí donde llega el Evangelio predicado desde la
médula del alma, los pastores siguen rompiendo cercas y vallas; sus ovejas se
abren al Dios vivo.
He hablado del Evangelio predicado desde la médula del
alma. Quizá a alguien le pueda parecer un poco irreal esta expresión y hasta
cursi. Bueno, la he tomado de san Agustín, sin duda un gran pastor según el
corazón de Dios. Oigamos cómo se expresó: No retengamos la Palabra, no perdamos
la Palabra concebida en la médula del alma. Lo dicho, un gran pastor. Recibió
la Palabra, la concibió en su alma y la anunció con sus labios.
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 23 de Julio de2017
En el Evangelio de este domingo, Jesús nos habla de los hijos del Maligno a quienes compara con la cizaña que absorve improductivamente la fertilidad de la tierra y nos habla también de los hijos del Reino identificados con el trigo cuyas espigas, acariciadas por el viento en su ondear, proclaman la excelente calidad de la tierra que acogió sus semillas. El trigo no tiene porqué competir con la cizaña, sería como competir con el mal; tan sólo ha de preocuparse en madurar y dar fruto. Tomada esta decisión tan solo le toca esperar "los tiempos de Dios". Él es el único capaz de discernir entre el trigo y la cizaña. Entonces, como leemos en el Evangelio de hoy: "Los justos brillarán en el Reino de su Padre". Dios es su Padre porque acogieron confiadamente su Palabra.
comunidadmariamadreapostoles.com
martes, 18 de julio de 2017
sábado, 15 de julio de 2017
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 16 de Julio de2017
El Señor Jesus siembra las semillas de su Palabra cada vez que escuchamos o leemos su Evangelio.Lo que brote en nosotros depende de nosotros mismos pues hemos de escoger que tipo de campo queremos en nuestra alma : un amasijo de zarzas,piedras y espinos fruto de nuestra querencia a la mentira en todas sus dimensiones, o abrirnos a los frutos de Vida Eterna que produce el Evangelio acogido con ese temblor amoroso propio de quien se sabe amado con la Plenitud propia de Dios.Tierra de espinos,zarzas y piedras pues o la buena tierra trabajada para que el Evangelio recibido no se pierda.
www.comunidadmariamadreapostoles.com
martes, 11 de julio de 2017
Poemas II.- PORQUE TE MIRO.- (por Olga Alonso)
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros.????
2P, 1, 3-4
PORQUE TE MIRO
Porque te miro y me miras, Gracias, Señor
Porque yo soy de Jesús, Gracias, Señor
Porque te hablo y me escuchas, Gracias, Señor
Porque caminas conmigo, Gracias, Señor
Porque confías en mí, Gracias, Señor
Porque eres tú quien me guía, Gracias Señor
Porque el milagro ocurrió, Gracias, Señor
Porque te miro y te veo, Gracias, Señor
Porque siento que me amas, Gracias, Señor
Porque me recoges, siempre, Gracias, Señor
Porque me enseñas tu cielo, Gracias, Señor
Porque veo en mi tu rostro,, Gracias, Señor
Porque me haces tu discípulo, Bendito seas, Señor
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las tiendas de los justos:
"La mano del Señor hace proezas,
la mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas".
Sl 118, 14-16
lunes, 10 de julio de 2017
Del Salmo 103 (por Carmen Pérez
De los manantiales sacas los ríos
para que fluyan entre los montes (Sal 103).
Los ríos cuando nacen son pequeños.. solo un chorro de agua ... Pero buscan su sitio para avanzar hacia su fin que es el mar y de camino riegan lo que hay alrededor.
Dice el Salmo que se llenan de savia los árboles del Señor los cedros del Líbano que Él plantó.
Así son los discípulos del Señor en nuestro caminar a nuestro mar que es Dios, Riegan lo que hay a su paso para que sean cedros del Señor.
Nacen puequeños e insignificantes pero llegan a su fin .. regando todo lo que hay a su alrededor.
¡Qué hermosos los pies del que trae la buena noticia, y qué mejor noticia que saber que DIOS NOS AMA!
domingo, 9 de julio de 2017
Poemas II.- VEN SEÑOR (por Olga Alonso)
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo:
-¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez:
--¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío.
Jn 20,19,20
VEN SEÑOR
Ven , Señor.
Ven, Tú
Sin palabras que te definan – las palabras nos separan tantas veces de Ti-
Sin construcciones de mi mente
Sin imágenes que te representan
Ven Tú, Señor, Tú mismo
Ven Tú, con ese poder que lo cura todo
Ven a curar mis heridas, heridas de mis hermanos, heridas del mundo
Todos, esperando a que vengas en cada segundo de nuestra existencia
Ven Tú, sólo Tú.
Qué el aire se llene de Ti y nos traspase el alma
Dinos, con tu presencia, que podemos verte sin imágenes, sin ideas, sin esfuerzo
Toma nuestra mano y llévanos al lugar donde te podemos ver así,
Como Tú eres, de verdad.
Así, seguro que es la Vida Eterna, que Tú nos has prometido
Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el Señor. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: ``Conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, declara el Señor, pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado
Jr 31; 33-34
viernes, 7 de julio de 2017
¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 9 de Julio de2017 (por el padre Antonio Pavía)
Jesús, estremecido de gozo se confidencia con su Padre: " Te doy gracias porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños". Estos no se correspoden con ninguna condición social, simplemente confían su vida en manos de Dios y Él les revela su Misterio.. Jesus lo llama "estas cosas"...las de Dios, por eso le reconocen como su Padre. Los sabios y entendidos no tienen tiempo ni ganas para las cosas De Dios, solo para las suyas propias y terminan siendo succionados por ellas.
jueves, 6 de julio de 2017
Poemas II.- TÚ.- (por Olga Alonso)
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses, 4;13)
TÚ
Tú luchas contra mis gigantes
Tú defiendes mi causa
Tú allanas mi camino
Tú secas mis lágrimas
Tú limpias mis heridas
Tú despejas mi mirada
Tú inspiras mi vida
Tú confortas mi alma
Tú me enseñas la Vida
Tú construyes mi día
Tú sostienes mi fuerza
Tú soplas en mis mejillas
Tú das vida a mi existencia
Tú emocionas mi mirada
Tú alumbras lo que yo veo
Tú me descubres el alma
Tú me acercas a los otros
Tú eres mucho más que yo
Tú eres todo ya en mi vida
Yo ya no existo, eres Tú
Quien habita en mi alma.
Como están los ojos de los esclavos
Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado
y yo conozca lo que es de tu agrado, (Sabiduría 9; 9-10)
martes, 4 de julio de 2017
EL PAN DE LOS PERROS (Mt 15,21-28) (por Tomas Cremades)
Entra Jesús en casa de una mujer sirio-fenicia, de la región de Tiro, que le suplica cure a su hija poseída de un espíritu inmundo. La Ley prohibía tocar a cualquier persona no judía para no quedar contaminada, y Él contesta con unas palabras que pueden extrañar en el Señor de la Misericordia. “…Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos…” Palabras duras de Jesús. En aquellos tiempos los judíos llamaban “perros” a los gentiles, y éstos lo sabían.
Es tanto el amor y la necesidad de la mujer por la curación de su hija que pasa por cualquier vejación; no repara en ello. Cree firmemente que Jesús la puede curar. “…Sí, Señor, que también los perritos comen bajo la mesa las migajas de los niños…”. Le reconoce como Dios, pues la palabra “Señor” estaba reservada sólo a Dios. Ella reconoce no ser del pueblo elegido, pero intuye que la salvación de Dios es para todos; tiene fe.
Jesús prueba su fe. Una madre no para en nada para curar a su hija. Y esta es la catequesis que le da el Señor. ¡Cuántas veces los milagros de Jesús son realizados a continuación de una confesión de fe!
Por eso nosotros no pidamos milagros; el Señor Jesús sabe lo que necesitamos. Nosotros sabemos que Él desea hacernos el bien, no solo material, sino, sobre todo, espiritual; quizá lo que pedimos no conviene en el futuro, que Él ve y nosotros no vemos; quizá la tradanza en conseguir nuestra petición se debe a que de esta espera se van a producir bienes mayores. Tengamos “confianza” en Cristo. Confianza que tiene la misma raíz etimológica de “fe”.
“…los que en ti confían no quedan defraudados…” (Is 49,23) nos recuerda el profeta, y apoyémonos en lo que dice el salmista: “…el justo no temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor…” (Sal 111)
Incluso no digamos al Señor, con nuestras peticiones, lo que debe hacer. Digamos como María: “…No tienen vino…”, no tenemos el vino de la esperanza, el vino de la fe, el vino de la confianza…el vino de la fiesta, el vino de la alegría.
Y Jesús, desde la distancia, curó a la hija de la mujer sirio-fenicia. De la misma forma que curó en la distancia al criado del centurión romano, cumpliendo la Ley, para no contaminarse con el gentil. Los Evangelios no relatan lo que sucedió después, ni siquiera el nombre de los actores. Seguro que en el anonimato, se produjo la conversión de los parientes y ciudadanos del lugar. Jesús no buscó el protagonismo, buscó el bien, como no podía ser de otra forma.
La tentación de Satanás era bien distinta:”… ¡Tírate del pináculo del Templo porque está escrito, vendrán los ángeles y te recogerán para que tu pie no tropiece en la piedra…”, recordando el Salmo 90.
Jesús se escapó de la arrogancia de la exhibición; igual nosotros, busquemos sólo la gloria de Dios en nuestro caminar, no la de los hombres, no el aplauso.
Alabado sea Jesucristo
EL NOMBRE DE DIOS (por Tomas Cremades)
Cuando Moisés conoce a Yahvé, en el Sinaí, y es enviado a su pueblo, éste le pregunta por el Nombre con que le debe presentar. La demanda de Moisés es de todo punto lógica, ya que nadie puede subrogarse un poder de anunciar a Dios si antes no lo ha recibido de Él. Y Moisés lo entiende, y entiende, a su vez, que lo pueda demandar su pueblo.
“…Si voy a los israelitas y les digo: “el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”, y ellos me preguntan:” ¿Cuál es su Nombre? ¿Qué les responderé? Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy” “Así dirás a los israelitas: “Yo Soy me ha enviado a vosotros”…” (Ex 3, 13-16)
Y de esta manera, les fue dado el Nombre a los israelitas; “Yo soy”. El que tiene en sí mismo la fuerza de su ser. Nadie ha creado a Dios, porque existe desde siempre. El hombre, en cambio, ha sido creado por Dios. Tiene un principio, y su alma no tendrá fin, así como su cuerpo, desde el día de su resurrección.
Cuando el Hijo, Jesucristo, se hace presente en el mundo, nos revela algo muy hermoso que no puedo por menos de anunciar: nos revela el Nombre de Dios. Nos revela el “Padrenuestro”. Nos revela que Dios es nuestro Padre. Ya no tenemos que llamarle: “Yo soy”. Ya no tenemos que decir: “Yo Soy me envía”. Ahora decimos: “MI Padre me envía”, “Dios me envía”.
Lo que no reveló a Moisés nos lo ha revelado por su Hijo, de forma que desde su llegada a nosotros, somos hermanos de Jesucristo e hijos del Padre por adopción.
Cuando los discípulos ven la forma de orar de Jesús, y la comparan con la suya a Yahvé, comprenden la distancia infinita que separa a Jesucristo de los hombres, y les es revelada por Él la forma de orar al Padre.
Le dicen: “enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.”(Lc 11)
¡Hermosa petición que no pudo salir de su corazón, sino de una revelación del Padre. Eso ya era rezar!
Ese deseo de poder dirigirse al Padre, no sale de la boca ni del corazón de un hombre. Tuvo que ser el mismo Señor quien infundió su Espíritu que clamaba la necesidad de entrar en comunicación con el Eterno. Y es cuando Jesús les enseña la oración de oraciones: el Padrenuestro.
“No llaméis a nadie: padre; porque uno solo es vuestro Padre: el del Cielo…” (Mt 23, 9)
Ya está diciendo Jesús quién es nuestro verdadero Padre: Dios; nos está reconociendo como hermanos, e hijos del único Dios. Y nos comunica nuevamente nuestra filiación divina, al anunciar: “Vete a mis hermanos y diles: “subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Jn 20, 17)
Y también “…Id y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea…” (Mt 28,9)
Alabado sea Jesucristo
Así os consolaré Yo (Is 66) (por Carmen Pérez)
"Como cuando a uno le consuela su madre, así os consolaré yo, en Jerusalen seréis consolados" (Is 66,13)
Veo aquí a nuestra madre, la Iglesia de nuestro Señor Jesús, cómo curó y consoló el buen Samaritano al que encontró mal herido al borde del camino, así me encuentra a mí muchas veces ..... y me recibe al borde del precipicio.
Me acaricia, me coloca sobre sus rodillas y me colma de gracia y de ternura ...
No tengamos miedo .. de acudir a Él ..
Él carga con nuestros pecados y cura todas nuestras enfermedades... Lo dice Él ... Si fuera yo, no tendría valor alguno
pero es una promesa suya ..y la cumple siempre.
No tengamos miedo de acercarnos.... Él nos comprende .. y nos ama
BENDITO SEAS SEÑOR
lunes, 3 de julio de 2017
CUANDO LA FE, ES VIVIDA… ES “PERSEGUIDA” (por Manuel Armenteros)
Será por eso, cuando nuestra FE se hace Vida, es madura y se encarna en nuestras vidas, es decir en nosotros cristianos…, es cuando se nos persigue seriamente. Concretamente a los católicos españoles antaño “sujetos”a simples devociones y actos tradicionales como elementos culturales… no éramos peligrosos, “ni objetivo a abatir”. Ya que no cuestionábamos nada, pues nos hallamos inmersos en puros sentimientos, que no transforman, ni estorban. Pero cuando la FE avanza y germina la Palabra Revelada en ella…, pasa a ser necesariamente vivida. Tanto que ya reflejamos y participamos en la Luz de la Verdad y del Amor de Dios, que es Cristo felizmente Resucitado; convirtiéndonos en esa “sal de la tierra”, a la que El alude, tan imprescindible en nuestras sociedades. Y cuando esto ocurre, otras voces de nuestra sociedad, se alzan en contra nosotros (as), pues ahora…, “si estorbamos”. Y se nos persigue, se nos acosa y se nos niega incluso, nuestra justa participación en la vida pública y por último…terminan asesinándonos. Hay ciertas alusiones de nuestro Pueblo e Iglesia, que aconsejan, no caer en “remover la porquería”. Ningún cristiano o cristiana consciente lo pretende; sencillamente porque la “porquería” está ahí tan visible como presente, no hace falta removerla. Huelga tal advertencia. En cambio, hablar insistentemente de “dialogo” con aquellos, que ni están a favor de la vida, la cuestionan y la sitúan debajo de un derecho. O cuando defiende los Derechos Humanos y los acomodan, ignorando la “paternidad” de donde parten y quien les otorgan tan alta dignidad, cual es LA PALABRA DE DIOS, anclada a justas obligaciones y deberes…, es como intentar hablar con un “sordo mudo (a)”, sin mediar previamente el lenguaje de los signos. Ya lo adelantó el propio Jesús, nuestro Señor: “seréis perseguidos por mi causa y por manteneros fieles a mi Palabra”. Y cuando esto se inicia, no lo dudemos estamos dentro del Reino de Dios. Y bajo su permanente protección. “No tengamos miedo”. Nosotros junto a Él Dios Padre, con El Jesucristo, y en El Espíritu Santo. Lograremos hacer “las cosas nuevas”.
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