jueves, 21 de diciembre de 2017

La fuerza De Dios




Son muchos los lugares en la Sagrada Escritura donde se hace patente la FUERZA de  DIOS. Ya en el Canto del Benedictus, en el que el Espíritu inundó a Zacarías por el anuncio del nacimiento de Juan Bautista, se nos presenta la venida de Jesucristo como “…el Señor ha visitado a su pueblo,…suscitándonos una Fuerza de Salvación en la casa de David, su siervo…” (Lc 1, 68-79)
En el libro el Éxodo, se nos dice: “…mi fuerza y mi poder es el Señor, Él es mi salvación…” (Ex 15), dando así fe de esa experiencia vivida por los israelitas al paso del mar Rojo. Cántico que recogerá siglos más tarde Isaías cuando dice: “…He aquí a Dios, mi Salvador, estoy seguro, sin   miedo, pues Yahvé es mi fuerza y mi canción, Él es mi salvación…” (Is 12, 1-5)
Cuando en el Salmo 92, el salmista inspirado por el Espíritu Santo, habla del poder de las aguas caudalosas, de la fuerza creciente de los ríos, que alzan su voz, de la fuerza impetuosa del mar, como símbolo de las fuerzas del mal, donde habita el Leviatán, eleva nuestro ánimo anunciándonos que Dios es más potente en el cielo.
Y el Salmo 83, como, “Añoranza del Templo”, entona un canto de alabanza diciendo:
“Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Bienaventurados los que encuentran en Ti su Fuerza al preparar su peregrinación
Es que el cristiano está peregrinando por el mundo asido a las Manos de Dios, de tal forma, que: “…cuando atraviesa por áridos valles, lo convierte en oasis, como si la lluvia temprana lo cubriera de bendiciones…” (Sal 83)
Esta Lluvia temprana no es otra cosa que la Palabra de Jesucristo, el Evangelio de la Vida. Y es tal, que, aunque encontremos en el camino, en nuestra peregrinación, multitud de fracasos, incomprensiones, desalientos, sufrimientos…su Palabra nos sostiene y alimenta para que “nuestro pie no tropiece en la piedra”. Esos son esos áridos valles, donde, sin su ausencia, no crece la hierba, nuestra Fe.
Contra esta piedra que nos hace tropezar, tenemos a Jesucristo, nuestra Piedra angular, sostén y sustento de nuestra alma.
Pablo pone la “guinda” de la predicación cuando dice:”Pues la predicación de la Cruz es una locura para los que se pierden; mas para los que se salvan,-para nosotros-, es fuerza de Dios…” (1 Cor1, 18)
Alabado sea Jesucristo

(Tomás Cremades)
 
 

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