A los ancianos que están entre
vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de
Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse.
Apacentad la grey de
Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente,
según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón
1ª Pedro,5, 1-2
PEDRO,
¿ME AMAS?
Le
preguntó Jesús a Pedro por tres veces, las mismas que el Pescador le había
negado.
Llamándole
por su nombre, no esperaba su respuesta, porque la sabía: claro que Pedro le
amaba, pero Jesús quería sellar su perdón con tres preguntas, que se repitieron
tres veces, como las tres negaciones de Pedro.
Jesús
sabía que ahora Pedro, después de la muerte del Salvador, ya no hablaba desde su
voluntad.
Ahora,
que el Espíritu Santo había sido derramado en su corazón, su respuesta brotaba
de un corazón invadido por el amor de Dios.
Ahora, su respuesta: “Claro, Señor. Tú sabes que te amo” no era un compromiso, era un convencimiento, el mismo que experimentamos todos aquellos en quienes Dios ha puesto su sello como una huella en nuestra alma.
Ahora, su respuesta: “Claro, Señor. Tú sabes que te amo” no era un compromiso, era un convencimiento, el mismo que experimentamos todos aquellos en quienes Dios ha puesto su sello como una huella en nuestra alma.
Amar
a Dios no es un acto de voluntad; es, nuestra única esperanza, el aire que
respiramos, nuestra razón para despertar cada día, el sentido de nuestra existencia…
Por
eso, Cristo nos dice, igual que a Pedro, cada día: ¡Apacienta a mis ovejas!
Apaciéntales
con el pan que yo te doy, escúchales, confórtales, háblales de mí; no des por
perdido a nadie.
Apaciéntales
aunque no te lo pidan, aunque desprecien tu ayuda, aunque pisoteen tus
palabras.
Apaciéntales
porque yo deposité mi palabra en mis discípulos y tú eres uno de ellos.
Si
cada día, te doy mi Amor gratis, entrégalo , gratis, tú también.
Señor, tú me sondeas y me conoces;
2me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
2me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
Salmo 138,
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