¡Dios mío! ¡Por qué me has abandonado!
Con nuestro consentimiento o no, este gemido de Jesús surge de nuestro ser, de distintas maneras seamos creyentes o no y se hace oír cuando nuestra vida, incluso razonablemente bien trazada, se siente golpeada por las "leyes del tiempo"; leyes inmisericordes que van mermando y hasta desmoronando nuestras capacidades. Un día creímos comernos el mundo y poco a poco somos nosotros los "comidos" por él. El Señor Jesús se abraza a este nuestro abandono existencial, lo hace suyo y lo eleva al Padre. Despoja a las leyes del tiempo de su aparente maldición y nos abre a la Bendición de la Vida sin fin. Así es como termina este Salmo. Recordemos; empezaba con un gemido y culmina con este grito de victoria: ¡Me hará vivir para Él! (Sal 22,30). Es un canto a su y nuestra victoria sobre la muerte. Jesús agonizante vencidas las leyes del tiempo proclama su Resurrección y la nuestra.P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com
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