miércoles, 28 de marzo de 2018

ALMA Y CUERPO, DOS CAMINOS INSEPARABLES

Al principio creó Dios el Cielo y la Tierra y cuanto hay en ella. Es muy bello el versículo 2 del libro del Génesis,  donde cita textualmente:”…entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente…” (Gen 2,7). Es decir, por medio del Espíritu de Dios, el hombre queda anegado de un alma semejante a Él. Es decir, de un alma inmortal.
El hombre, su ser “persona”, está inseparablemente formado por alma y cuerpo, como sabemos; de tal forma, que si se separan la persona muere. Por ello es necesario alimentar y cuidar de nuestro cuerpo, como donación de Dios que es. 
El problema es esa situación del hombre que ni tan siquiera se preocupa de su alma. Vive para el placer. Es lo que denominamos “hedonismo”. Sabe que tiene un principio vital, y eso del alma…¡historias de la Iglesia!.
Volvemos al principio: si no se alimenta el cuerpo, sabemos todos que la persona muere. Y sin embargo, si no se alimenta el alma, la persona no muere. ¡Craso error!
El alma inmortal, muere a causa del pecado. Nos lo dice Jesús: “…Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed, más bien, al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehena…” (Mt 10, 28)
La frase hay que mirarla con cuidado, con lupa. Se pasa del plural, - los que matan el cuerpo-, al singularel que puede llevar a la perdición-. Se está refiriendo Jesús al enemigo del alma: Satanás. O dicho de otra forma, nuestra alma sigue siendo inmortal, no muere, pero puede llegar a la perdición: el infierno, bajo el poder del Maligno. Hay un ser malvado, que sin poder matar el alma, la puede llevar a su perdición.
Pero, ¿alimentamos el alma? O ¿cómo se alimenta el alma? Podríamos pensar que,  como es inmortal, no necesita alimento.
El alimento del alma es Dios: “…el que come mi carne, y bebe mi Sangre tiene Vida en Mí,- Vida Eterna -, y Yo le resucitaré el último día…” (Jn 6. 54)
“…En verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el Pan del Cielo; es mi Padre el que os da el verdadero Pan del Cielo…” (Jn 6, 32-34)
Todo el Capítulo 6 de Juan explicita enormemente el alimento del alma que es Jesucristo. Y así, adelanta Jesús el Misterio de la Eucaristía, donde está realmente presente en Cuerpo y Alma. 
Pero, además, Jesús está presente en la Palabra que es el Evangelio. El Evangelio no es únicamente un libro. Es el mismo Jesucristo, como nos lo dice el apóstol Juan en el prólogo de su Evangelio: “…En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios…”
Con la Palabra, la Eucaristía, los Sacramentos, en comunidad con la Iglesia Católica, alimentamos nuestra alma, y Él nos resucitará el último día. Dios es fiel, es decir, cumple sus Palabras.
En el episodio de la Samaritana, Jesús les dice a sus apóstoles: “…Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis; mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre…” (Jn 4,32)
Pues si no habíamos caído en la cuenta que necesitamos alimentar nuestra alma cada día, meditemos a la Luz del Evangelio, ¡qué vamos a comer hoy!
Alabado sea Jesucristo

(Tomás Cremades)



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