lunes, 10 de septiembre de 2018

Salmo 13(12).- Clamor confiado


Texto bíblico :

(Del Maestro de coro. Salmo. De David.)

¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Para siempre?
¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro?
¿Hasta cuándo tendrá que sufrir mi alma y estará mi corazón triste noche y día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo?

iAtiéndeme, Señor, mi Dios! ¡Respóndeme! Ilumina mis ojos
para que no me duerma en la muerte.
Que no diga mi enemigo: iLe he vencido!», y mis opresores no se alegren de mi fracaso.
¡Pues yo confío en tu misericordia!
mi corazón se alegra con tu salvación,
y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho

Reflexiones del padre Antonio Pavía :
¿Dios se olvida?

Un hombre justo que cultiva su piedad filial con Dios, se ve asaltado por la tentación de pensar que a Dios no le importan los sufrimientos y las pruebas por las que está pasando.
Encontramos en el profeta Isaías un texto bellísimo en el que Dios, refiriéndose a Israel, 
responde también a este hombre: «... ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho sin compadecerse del hijo de sus entrañas?, pues aunque ellas llegasen a olvidar, yo no te olvido» (Is 49,14-15). 

Y miramos ahora a Jesucristo, le vemos también turbado en lo más profundo de su espíritu, y le vemos salir victorioso del combate que mantuvo con Satanás en el Huerto de los Olivos.
Dice Jesus: : “Mi alma está triste hasta el punto de morir”;  “¡Abbá, Padre! Todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; ...» (Mc 14,32-36).
Jesucristo entra en una confrontación dramática, donde el alma sufre agónicamente hasta la desesperación. Es tan terrible la postración y el abatimiento, que cualquier hombre duda absolutamente de todo y, por supuesto, de ese Dios que dicen que es Amor. Pero Jesucristo en este combate contra el tentador que angustia su alma, le vence cuando dice: «... pero no sea lo que yo quiero sino lo que quieras tú”
».
En Él se cumplen estas maravillosas palabras de los salmos: “Cuando me parece que voy a tropezar, tu amor me sostiene, Señor; cuando se multiplican mis preocupaciones, me alegran tus consuelos» (Sal 94,18-19).

Dios «no se olvidó» de su Hijo; y en Él, Dios, no se olvida de ninguno de nosotros.

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