jueves, 13 de septiembre de 2018

Salmo 25(24).- Oración en el peligro

Texto Bíblico: 

A ti, Señor, levanto mi alma. 
En ti confío, Dios mío.
No quede yo defraudado;
que no triunfen sobre mí mis enemigos.
Los que esperan en ti no quedan defraudados;
quedan defraudados todos los traidores. 
Muéstrame tus caminos, Señor,
enséñame tus sendas.
Guíame con tu verdad. Instrúyeme,
porque tú eres mi Dios salvador, y todo el día espero en ti. 
Acuérdate Señor de tu compasión
y de tu amor, que existen desde siempre.
No te acuerdes de mis faltas,
ni de los pecados de mi juventud. Acuérdate de mí, por tu amor, por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y recto,
y enseña el camino a los pecadores.
Conduce en la justicia a los pobres, enseña a los humildes su camino.
Las sendas del Señor son amor y verdad para los que guardan su alianza y sus mandatos.
Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas, que son grandes.
¿Hay alguien que tema al Señor?
-El Señor le indica el camino que ha de seguir:
  • él vivirá feliz, su descendencia poseerá la tierra.
  • El Señor revela su secreto a cuantos lo temen, y les da a conocer su alianza.
  • Tengo mis ojos fijos en el Señor, porque él saca mis pies de la trampa.
  • Vuélvete, Señor, ten piedad de mí, pues estoy solo y afligido.
  • Alivia la angustia de mi corazón, sácame de mis tribulaciones.
  • Mira mis trabajos y mis penas, y perdona todos mis pecados.
  • Mira cuántos son mis enemigos que me detestan con odio mortal.
iGuarda mi vidal iLíbramel ¡No quede yo defraudado por refugiarme en ti!
¡Que la integridad y la rectitud me protejan, porque espero en ti, Señor!
¡Oh Dios, rescata a Israel, líbralo de todas sus angustias!


Reflexiones: En Tí no seré confundido

Este poema evoca la situación personal de un hombre en oración que se hace eco del dolor y abatimiento de Israel que está sufriendo el destierro. Sin embargo, no sucumbe a la desesperación, y el recuerdo del Dios que siempre salva, le lleva a iniciar así su oración: «A ti, Señor, levanto mi alma. En ti confío, Dios mío...».
Nos llama la atención su extrema confianza en Dios. Proclama que el que confía en Yavé no será confundido.
El salmista sabe bien por qué Israel ha ido al destierro: en vez de apoyarse en la palabra que Dios le ha ido transmitiendo por medio de los profetas, se ha apoyado en su propia sabiduría, en su opaca visión de la realidad, en definitiva, en sí mismo... Y aún así, el salmista exhorta a su pueblo a volver a Yavé porque cree firmemente en su misericordia, cree firmemente que, de las cenizas, Dios puede levantar de nuevo a su pueblo. Y así hace con cada hombre.
Dios escucha todo anhelo del hombre que nace de la verdad: que hemos pecado. Él guía sus pasos a cada hombre en ruinas, es más, Él mismo se hace presente en esta terrible devastación por medio de la Encarnación. 
Nuestro salmista, iluminado por el Espíritu Santo, ve a lo lejos esta salvación de Dios y, al mismo tiempo que «levanta su alma hacia Él», puede decir también: «¡Guarda mi vida!¡Líbrame! No quede yo defraudado por refugiarme en ti. Que la integridad y la rectitud me protejan, porque esperoen ti, Señor. ¡Oh Dios, rescata a Israel, líbralo de todas sus angustias!».
Terminemos este canto a la misericordia de Dios con la experiencia personal de Pablo al que el mismo Jesucristo había levantado de las ruinas cuando se dirigía a Damasco: «Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evangelio; de tal forma que se ha hecho público en todo el pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo. Y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anunciar sin temor la Palabra... Pues yo sé que esto servirá para mi salvación gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el espíritu de Jesucristo conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido...» (Flp 1,12-20).

(Antonio Pavía-Misionero Comboniano)


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