miércoles, 5 de septiembre de 2018

Partir la Palabra.- El discípulo amado


¿Qué Valor tiene para mí tu llamada a ser discípula amada al pie de la cruz?
¿Tengo sabiduría para escoger entre mis cosas y las cosas de Dios?
Después subió al monte, llamó a los que él quiso, y ellos se acercaron a él. Y designó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. (Mc. 3, 13-14)

Reflexiones
Nunca me hubiera podido imaginar antes de comenzar mis andaduras con el Señor, antes de mi relación con él por medio de la escucha de la Palabra, que al leer este texto, estas mismas palabras también iban dirigidas a mí personalmente. 
A medida que he ido alimentándome de ellas, es como he ido comprendiendo y comprobando que sí, que verdaderamente el Señor se fijó en mí porque él quiso, y quiso porque me ama y quiere lo mejor para mí porque él es mi Padre y yo soy su hija.
Ahora sé que estar con Jesús es lo mejor que me puede suceder. Me llena de alegría saber que soy hija amada de Dios porque por mi adhesión a Cristo, a la Palabra, Dios va haciendo en mí una nueva creación. Creo que Dios actúa dentro de mí poco a poco en la medida en que me voy abriendo, sin forzar nada pero en crecida. Dios tiene mucha paciencia conmigo, y yo, toda mi esperanza de que estando en él, junto a él, con él, aprendiendo de él mi discipulado podrá ser cada vez más fértil para  poder repartir a los demás lo que él me da. 
Soy consciente de que he sido ni más ni menos también por él llamada y enviada, y quiero permanecer junto a él como discípula amada al pie de la cruz recostándome en la sabiduría del corazón de Cristo que es su Evangelio. El Evangelio es Dios mismo que me abraza contra su pecho para que mi alma descanse en él para que otros también lo hagan.
La Palabra de Dios es el único camino donde voy a encontrar la sabiduría para saber escoger entre mis “cosas” y las de Dios y poder cambiar mis “cosas” por las suyas. Como he dicho antes, poco a poco y en crecida, mi alma se va llenando de Cristo y aparece un antes y un después. Cosas que acosas ntes eran prioritarias para mí, tan mías, que mis espacios sólo podían ser míos, y mis cosas tan mías que ni siquiera Dios entraba en ellas. Gracias a Dios, y con mucha paciencia por su parte, Él va ganado la carrera en mi alma ocupando el primer lugar y voy entendiendo y haciendo mías las palabras de S. Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” incluida la cruz. 
Gracias al Evangelio, al hacerse presente la cruz en mi vida transforma por pura gracia de Dios lo lo maldito en bendito, la maldición en bendición. Me siento discípula indigna pero amada de Dios, y esto da sentido, reconocimiento y respuesta al valor que tiene para mi la llamada del Señor a ser su discípula al pie de la cruz.
Bendita cruz si con ella completo la Cruz de Cristo siendo siempre sostenida, fortalecida y conducida por la mano de mi señor. Separada de él mi vida se iría a pique, no tendría sentido, pero Dios en la tempestad y la tribulación me fortalece y alienta en mi lucha, me da ánimo, me toma de la mano y me dice: NO TEMAS, CONTIGO VOY, CONTIGO ESTOY.
M.P













     

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