martes, 21 de abril de 2020

EL PODER DE LA ORACIÓN

(Meditación al Salmo 62 de David ) 

En el camino del cristiano, en su peregrinar por este mundo, se atraviesan momentos de fe en alternancia con momentos de oscuridad. Es lo que en la Escritura se denomina con una frase poética: “…cuando atraviesan áridos valles los convierten en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones…” (Sal 83). Y esta “lluvia temprana” que cubre de bendiciones, es la misma Palabra de Dios, reflejada en su Evangelio
El Salmo 62 de David nos dice: “...Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo…” Madrugar por Dios es “rechazar las obras de las tinieblas”. Pero en esos momentos, él está envuelto en las tinieblas de la persecución. El rey Saúl le persigue para matarlo. Tiene celos del éxito de David, que es aclamado más que a él, y le persigue. David ha salvado a su pueblo de la invasión de los filisteos, ha sido fiel a su rey…y, sin embargó ahora le persigue. Y entra en crisis, su fe se tambalea hasta el momento de exclamar: “… ¡cómo te contemplaba en el santuario, viendo tu Fuerza y tu Gloria…!” Para él eso es ya un pasado, parece que ahora no encuentra a Dios en su persecución, no ve a Dios por ninguna parte “…tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios…”  Es decir, habla en futuro, en un futuro incierto que no sabe siquiera si se va a producir. Y continúa: “…toda mi vida te bendeciré, y alzaré mis manos invocándote, me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos…”
Y sigue hablando en futuro. Ni siquiera es capaz de conciliar el sueño:”…en el lecho me acuerdo de ti, y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo…”  Las alas de Dios, que David entona recordando las alas de águila protegiendo a sus polluelos…alas poderosas… que profetizan, sin saber, que estas Alas, son los Brazos abiertos de Jesucristo en la Cruz. Bajo ellas se ha de refugiar. Ya ha comenzado a pasar la tormenta, ya habla David en presente, el pasado quedó atrás…”…mi alma está unida a ti, y tu Diestra me sostiene…” La diestra de Dios que representa su Fuerza ante el Mal, ante las Tinieblas del mundo.
Pues algo parecido pasa en nuestra existencia. Hay momentos de oscuridad, es la “noche oscura del alma” de san Juan de la Cruz. Es el momento de la prueba, donde el hombre se enfrenta con su pasado, a veces hasta tenebroso…los recuerdos que me incitaron a pecar, el orgullo que se apoderó de mí…la soberbia, atributo de Satanás, me envolvió, y no fui capaz de perdonar…Todo ello es el poder de las Tinieblas que se cierne sobre nosotros: es la hora del Maligno. Y nosotros somos como David. Y aquí el título de esta reflexión: “El poder de la oración”. Es cuando debemos entregarnos a Dios, esperando como el profeta Elías, refugiado en el monte Carmelo, la manifestación de Dios. A él se le manifestó en un “viento suave”; era el Espíritu de Dios que “aleteaba” sobre su cabeza, como aleteaba en el principio de la Creación (Gen 1, 1-2)
Es cuando, entrando en la iglesia, de rodillas frente al Sagrario, entramos en comunicación con Dios. Hemos de dejar todas nuestras preocupaciones en la puerta, sin dejarlas entrar. Y allí, mirar a Dios. Él también nos mirará…cuando Él quiera, cuando disponga…y entonces, como David, me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios le alabarán jubilosos… Esta es la oración, de ahí arranca nuestra fuerza.

(Tomás Cremades) 

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