¿Estupefacción? ¿Desconcierto abrumador? ¿Estremecimiento tal que hasta le tiembla la médula del alma? Esto y mucho más fue lo que sintió Pedro en su cuerpo y en su alma cuando Jesús Resucitado se le acerca y por tres veces le pregunta: ¿Me amas? (Jn 21, 15...). El apóstol sabe muy bien que no ha estado en absoluto a la altura de la llamada de Jesús, recuerda que hasta le había dicho: ¡Daré mi vida por ti! (Jn 13, 37). Además le parece totalmente irrazonable que el Hijo de Dios Vivo, vencedor de la muerte como había proclamado, se rebaje ante el solicitando su amor. Quizás vino a su mente esta confesión de Isaías: "Jamás se oyó decir, ni se escuchó, ni ojo vio, sino a ti Dios nuestro que tanto hiciese por el que en Él espera" (Is 64, 3). Seguimos con las "sorpresas de Jesús" Está el buenazo -a pesar de su debilidad- de Pedro intentado asimilar tanto y tan sublime amor, tan desconocido, casi irreal cuando habiendo sacado fuerzas, no sabe de dónde, para decir a Jesús por tres veces: ¡Tú sabes que te amo! Éste le dice también por tres veces: ¡Apacienta mis ovejas! El pobre Pedro está al borde de la locura. O sea, Jesús está poniendo en sus manos las ovejas rescatadas con el precio de su Sangre (1 Pe 1, 17). Pedro el débil, el inconsistente, el que no es de fiar a la hora de prometer nada a Jesús... es constituido por Él como Buen Pastor capaz para apacentar sus ovejas y con el poder de dar su vida por ellas (Jn 10, 11b). Estremecedor hasta el límite... incluso lo sobrepasa... pero... pongamos nuestros pies en la tierra; esta historia que hizo Jesús con Pedro, también puede ser tu historia… porque todos somos Pedro… es nuestra Historia Gloriosa... ¿Te la vas a perder?
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com
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