Somos capaces de hablar con Dios cuando, antes, le hemos escuchado a Él
Cuando nuestra alma ha aprendido a seguir la luz, el sonido suave que a veces se nos resiste y que brota de su Palabra.
Sólo escuchando, solo después de oírle, podemos hablar con Él.
Y es entonces cuando nuestras palabras parten de un corazón que es todo verdad, que no se miente a sí mismo, que no esconde nada, porque es libre
Y esa libertad, es un don que Dios ha imprimido dentro de nosotros al hablarnos, al dirigirse a nosotros de una forma única, personal, irrepetible.
No hay conversación con Dios sin escucha de su voz, de su Palabra.
No se halla el lugar del encuentro si Él no guía nuestros pasos desde las entrañas de nuestro corazón hacia el centro de su ser, su bendito Evangelio.
(Olga)
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