miércoles, 21 de octubre de 2020

Jamás se oyó decir

Jamás se oyó decir

"Jamás se oyó ni se escuchó, ni ojo vio, a un Dios que hiciese tanto por quien espera en Él" (Is. 64,3) 

Nos adentramos en este pasaje de Isaías a la luz de la experiencia de Pedro en la Transfiguración de Jesús (Lc 9,28.) Jesús le llevo junto con Juan y Santiago al monte Tabor y se transfiguró ante ellos. Pedro, nos centramos en él, se quedó tan estremecedoramente  impactado ante la visión de Jesús resplandeciente que, olvidándose de todo solo acertó a decir: ¡Señor qué bueno, qué maravilloso es estar aquí contigo! ¡haremos tres tiendas!

Para Pedro y para cualquier hombre, limitados como somos en nuestras aspiraciones, esto ya es más que suficiente, no así para Jesús. Recordemos lo que pidió al Padre para sus discípulos la noche en que fue entregado por Judas: "Quiero que mis discípulos estén conmigo y contemplen mi gloria" (Jn 17,24) Contemplar es un verbo que tiene matices riquísimos en la Espiritualidad de la Palabra, en este sentido Jesús, que sabe que tras su muerte volverá resucitado al Padre, le está pidiendo que sus discípulos resuciten también y contemplen-participen de su Gloria, es decir, de su Transfiguración. Es por estas palabras de Jesús por las que Pablo nos dijo que Jesús "transfigurará nuestro cuerpo corruptible y llegará a ser glorioso como el suyo" (Flp. 3,21).

Recordemos el texto de Isaías "Jamás se oyó decir...". Pedro da fe de ello, pidió ver a Jesús Transfigurado desde la distancia, y el proyecto de Jesús sobre él y sobre ti era y es ¡Transfigurarle! ¡A Él y a ti! 


P. Antonio Pavía

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