jueves, 22 de octubre de 2020

Me llamó por mi nombre

Me llamó por mi nombre

Aquí estoy Señor, le dije y le digo
Todos somos llamados por nuestro nombre a través del Bautismo
Estuve y estoy feliz por aquella llamada. En mi caso me afecta de modo particular: la palabra “llamada”, “vocación”.  La vida cristiana comienza con una llamada y queda siempre una respuesta, hasta el final. Y esto tanto en la dimensión del creer como en la del actuar
Me llamó por mi nombre, para encontrar a ellos. Humildad, por tanto, no es una palabra cualquiera, una como modestia, algo... sino que es una palabra cristológica. Imitar al Dios que desciende hasta mí, que es tan grande que se hace mi amigo, sufre por mí, ha muerto por mí. Esta es la humildad que hay que aprender, la humildad de Dios. Quiere decir que debemos vernos siempre en la luz de Dios; así, al mismo tiempo, podemos conocer la grandeza de ser una persona amada por Dios, pero también nuestra pequeñez, nuestra pobreza, y así comportarnos justamente, no como amos, sino como siervos. Como dice san Pablo: “No pretendemos imponer nuestro dominio sobre vuestra fe, lo que queremos es aumentar vuestro gozo" (2Cor 1,24)
Queridos hermanos de la Comunidad os aconsejo que os miréis a vosotros mismos a través de los ojos de Dios

Miguel Iborra

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