sábado, 14 de septiembre de 2024

SALMO 80(79).- Súplica por la restauración de Israel

 Salmo 80 (79)

1 Del maestro de coro. Según la melodía:«Los lirios son los preceptos». De Asaf Salmo.

2 ¡Pastor de Israel, escucha, 

tú que diriges a José como a un rebaño;

tú que te sientas sobre querubines, resplandece

3 ante Efraín, Benjamín y Manasés!

Despierta tu poder y ven a socorrernos.

4 iRestáuranos, oh Dios!

iQue brille tu rostro y seremos salvados!

5 Señor Dios de los Ejércitos,

¿hasta cuándo estarás airado

mientras tu pueblo te suplica?

6 Tú les diste a comer llanto,

y a beber lágrimas a tragos.

7Tú nos convertiste en la disputa de nuestros vecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros.

8 iRestáuranos, Dios de los Ejércitos!i Que brille tu rostro y seremos salvados!

9 Sacaste una vid de Egipto,              expulsaste a las naciones y la trasplantaste.

10 Preparaste el terreno y, echando raíces, llenó el país.

11 Su sombra cubría las montañas, sus pámpanos, los cedros de Dios.

12 Extendía sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el río.

13 ¿Por qué has derribado su cerca?¿Para que la saqueen los viandantes,

14 y la devasten los jabalíes del bosque,

y la devoren las bestias del campo?

15 ¡Dios de los Ejércitos, vuélvete!   ¡Mira desde el cielo y contempla! Ven a visitar tu viña,

16 el retoño que tu diestra plantó, y que hiciste vigoroso.

17 La han quemado como estiércol, pero perecerán con la amenaza de tu rostro.

18 Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste.

19 No volveremos a alejarnos de ti. Haznos vivir, para que invoquemos tu nombre.

20 iRestáuranos, Señor, Dios de los Ejércitos!

¡Que brille tu rostro y seremos salvados!


Reflexiones del padre Antonio Pavía: ​(extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)

La vuelta hacia Dios

El autor eleva una súplica a Yavé, pidiéndole que reconstruya a su pueblo devastado por sus enemigos. 

No encuentra méritos ni en él ni en el pueblo, para que Dios sea benévolo con ellos. Sin embargo, apela a una razón de la que Dios no puede sustraerse. Razón tan válida y fuerte por la que Dios se sienta, diríamos, presionado a actuar. El argumento es que no fue Israel quien escogió a Yavé, sino éste quien se fijó en él y lo eligió. 

La intercesión de nuestro hombre fiel es asombrosamente lógica: ¿Tanto como has hecho por tu pueblo y ahora, porque hemos pecado, te desentiendes de él? ¿Vas a olvidar tu viña y dejar que sea pisoteada por las bestias? 

El salmista tiene la certeza de que Dios se apiadará de su pueblo; su acción salvadora culminará cuando haga volver a Israel hacia su luz. 

Ya que el hombre por sí mismo no puede volverse a Dios pues sus ojos están seducidos por la idolatría (Gén 3,6), el salmista suplica que Dios mismo, con su luz, con su rostro radiante, seduzca al hombre hasta el punto de que pueda volverse sobre sus pasos y orientarlos hacia Él.

Y Dios se hace hombre. Su luz está en medio de nosotros. es su luz. Es ella la que da la vuelta a nuestro caminar y nos pone cara a cara con Dios tal y como se pide en el salmo.

Juan, en su primera carta, exhorta a su comunidad a caminar en la luz.  el apóstol alenta a la comunidad a fin de que aproveche el don que Dios nos ha dado en Jesucristo: poder volvernos a Dios, es decir, caminar en la luz: «Dios es luz, en él no hay tiniebla alguna... si caminamos en la luz como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros» (1Jn 1,5-7).

Vamos a ver ahora uno de los muchos encuentros que el Señor Jesús, «Luz de Dios», tuvo con los hombres, dominados por las tinieblas. Nos referimos al encuentro con el ciego de Jericó. Sus tinieblas, perfectamente simbolizadas en su ceguera física, son vencidas por la acción del Hijo de Dios. 

El ciego, que responde al nombre de Bartimeo, estaba sentado junto al camino. De pronto oye ruido alrededor, por lo que pregunta qué es lo que está sucediendo, a lo que le responden que Jesús está pasando por ahí.

Bartimeo sabe que está ante la ocasión de su vida;  Sus ojos no pueden ver, pero su garganta sí puede gritar y eso es lo que hace,... hasta que Jesús le manda llamar.

Jesús le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Y él respondió: Maestro, ¡que pueda ver! Jesús le devolvió la vista. Y nos dice el Evangelio que, una vez que a Bartimeo se le abrieron los ojos, siguió a Jesús por el camino (Mc 10,46-52). Ahí está la respuesta de Dios al también grito del salmista: ¡Haznos volver! Bartimeo pasó de estar sentado a orientar sus pasos hacia el rostro radiante del Padre, siguiendo a su Hijo.


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