Mansedumbre evangélica y libertad interior van de la mano en el corazón de los que aman a Dios. El manso de las Bienaventuranzas no necesita ataduras, por eso no se ata a nadie, ni siquiera a Dios. ¿Ni siquiera a Dios? Cierto. Dios no ata a nadie; acoge y recibe en su seno.
( padre Antonio Pavía)
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