Si, fué en aquella doncella hebrea reconocida como Maria la de Nazaret, donde Dios fijó sus ojos y pidió permiso para poner su “tienda entre nosotros”. Y María dijo SI, se fió y confió en Dios: CONSINTIÓ. Y fué tan grande su Fé, como su valentía. Digo bien, su valentía, porque tras aceptar su nueva e inesperada situación, respondiéndole al mensajero de Dios: Hágase en mí según su Palabra…, Maria corrió y puso en riesgo su vida. Dadas las severas y crueles Leyes judías de su tiempo; las cuales castigaban con lapidación hasta la muerte, a la mujer por todo acto de adulterio. Es decir, por violar la fidelidad conyugal, que ya comenzaba o se iniciaba desde los “desposorios nupciales contraídos”. Tanto es así, que el joven israelita llamado José, que más adelante desposaría a Maria, la repudió en su interior. Decisión que tornó aceptar al anunciarle, en sueños, el mensajero celeste de la procedencia divina, sin intervención humana, del Hijo que portaba en su vientre inmaculado MARIA. Y así el bueno de José quedó también incorporado al Misterio Redentor y Salvador, ya iniciado en la Encarnación.
Gran lección de MARIA, la siempre Virgen desde la Fé, para todas las mujeres en cinta de nuestras actuales sociedades; que salvando tiempo y creencias, hoy se desangran por tantos desahucios a la vida. MARIA, se fió y confió valientemente aceptando su nueva situación y Dios…hizo el resto. Y también de JOSÉ, el fiel y humilde servidor de Dios, quien ofrece gran lección para nuestros dirigentes e Instituciones (civiles y eclesiásticas). Para que imitando a José, quien asumió la responsabilidad de la crianza y protección de aquel Niño llamado Emmanuel, faciliten medios legislativos o ayudas a madres solteras o casadas con dificultades. A favor incluso propio, de la necesaria fertilidad que precisa URGENTEMENTE nuestra mermada familia europea.
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