El concilio Vaticano II nos dice: “La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo espíritu
con que fue escrita”. Bellísima la intuición de
los padres conciliares que tiene su fundamento
en estas palabras de Jesús: “El Espíritu Santo
que el Padre enviará en mi nombre, os lo
enseñará todo y os recordará todo lo que yo os
he dicho” (Jn 14,26).
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